Premín de Iruña

IGNACIO BALEZTENA ASCÁRATE "PREMÍN DE IRUÑA" (PAMPLONA 1887-1972): SU PERSONA, SU VIDA Y SU OBRA

Mostrando entradas con la etiqueta Cosas de Baleztena. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Cosas de Baleztena. Mostrar todas las entradas

miércoles, 14 de febrero de 2024

La broma de Ignacio Baleztena a José Ramón Castro

 

+

Ave Crux

Spes unica

Querido lector, hoy Miércoles de Ceniza, comienzo de la cuaresma, no podía pasar inadvertido en el blog del aitacho. Esta tarde a las 19:20 iremos a ver el Traslado del Cristo Alzado, posiblemente la primera procesión penitencial de toda España. Mis nietos, biznietos de Ignacio Baleztena, participaran de mozorricos y el mayor de los chicos que ya ha cumplido la edad suficiente por primera vez saldrá de portador del paso, siguiendo la devoción y tradición de sus mayores.



Hoy vamos a contar una de las cosas del aitacho que si bien no tiene mucho que ver con el recogimiento de lo antes dicho es muy entretenida.

Esta anécdota ocurre en torno a 1965, entre 1964 y 1967, fechas en las que mi hermano Cruz Mª reside en Pamplona antes de dar el salto definitivo a Madrid[1].

Un día mi hermano Cruz, Cruz Mari, estaba pintando en la galería de Casa Baleztena, y en el suelo había un cartón tipo cartulina grande todo manchado de mezclas de colores, goterones de pintura, trazos de pinceles, vamos la típica “pieza de sucio” - por llamarla de alguna manera- que utiliza todo pintor que se precie. El aitacho se quedó mirándola un rato y soltó una carcajada. No sabíamos por qué pero tampoco le dimos mayor importancia. Al día siguiente recortó un trozo de dicha cartulina, se fue al archivo y a la vuelta se estaba venga reír. Le preguntamos qué ocurría y nos contó todo.

Vista parcial de la galería de Casa Baleztena, en el cuarto piso, donde Ignacio Baleztena pasaba horas enteras entre libros, papeles, escritos y documentos.


José Ramón Castro Álava  ocupaba el cargo de Director del Archivo General de Navarra, hasta su jubilación en el año 1966[2], y mi padre pasaba horas interminables como oficial de dicho Archivo investigando entre legajos. Tenían buena amistad y no tuvo mejor ocurrencia que gastarle la siguiente broma que nos narró el aitacho:

“Esta semana han mandado un libro sobre Picasso al Archivo y entonces Castro me lo enseñó

 - Mira Ignacio, mira qué libro me han traído.

Al volver a casa y ver a Cruz pintando se me ocurrió una ideica. Hoy en el Archivo he sacado el tema del libro y le he comentado a Castro lo interesante que era y que si ya lo había ojeado.

 -La verdad que todavía no- me ha dicho

- Pues mira porque a veces el autor suele meter un boceto del pintor como detalle para ediciones especiales. ¿Ya has mirado a ver si por casualidad hay alguno en ese libro?

- No, sinceramente ni se me había ocurrido

Y efectivamente Castro ha cogido el libro y ha descubierto la cartulina pintarrajeada que ayer recorté del cuarto de Cruz y que previamente yo había introducido entre las páginas. Entonces me ha dicho con auténtico entusiasmo:

-          ¡Mira Ignacio mira! que pintura más interesante, menudo detalle. Está sin firmar, pero se ven trazos claros.

Yo le daba la razón y le he animado a guardarla en su casa ya que era un recuerdo personal hacia él como director del Archivo, que no tenía valor material al no estar firmada pero que era un afortunado, y así el bueno de Castro se ha quedado entusiasmado con su “Picasso””

La verdad es que el aitacho estuvo tres días sin poder pararse de reír cada vez que se acordaba de su hazaña. Su buen amigo Castro nunca supo la verdad. En vez de un Picasso era un “Crucito”.

Y con este acontecido espero que hayas disfrutado del humor del aitacho, que no tenía remedio. Y en la próxima entrada más si Dios quiere. Nos vemos esta tarde en el Traslado del Cristo Alzado.



[1] Burillo Patxi, Cruz Baleztena. Filmoteca Navarra. Pamplona 2022. pp 38-42

[2]Gran Enciclopedia de Navarra. http://www.enciclopedianavarra.com/?page_id=6768

martes, 17 de octubre de 2023

Accidentado viaje a Francia con Pregón

 

Querido lector, en la anterior entrada decíamos que el aitacho tenía un ingenio muy agudo y una capacidad de improvisación rápida, con un humor socarrón, que en muchas ocasiones le libró de apuros serios y menos serios, como veremos en esta anécdota que le ocurrió con su querida Peña Pregón en 1950. Para eso transcribimos una conferencia de Faustino Corella, gran amigo de mi padre, impartida en Pamplona el quince de noviembre de 1985 y publicada en la revista Pregón Siglo XXI[1] en octubre de 2022:

“En la primavera del año 1950 dedicamos un número extraordinario de Pregón a la Sexta Merindad, denominado hoy con un galicismo insoportable Baja Navarra. Era aquella época de tirantes relaciones entre España y Francia y nuestro deseo de ello a “l´autre cóté” para obtener publicidad y colaboración de nuestros vecinos, resultaba empresa nada fácil. Conseguir el pase fronterizo era algo así como “poner una pica en Flandes” y, aún conseguido este, encogía un tanto el ánimo atravesar la increíble proliferación de controles que había establecidos. A esto debe añadirse que, emprender la aventura con los escasísimos medios de la Administración de PREGÓN y las dificultades de transporte (casi nadie tenía entonces vehículo de cuatro ruedas), era algo más que coadyuvaba a encoger un poquito más el ánimo. Pero, en fin, se le echó coraje al asunto y dada la calidad de las personas y el motivo del viaje, no fue muy difícil convencer al Gobernador Civil para que nos diese los correspondientes salvoconductos.

El viaje, como diría un político de hoy, resultó positivo. Obtuvimos bastante publicidad y la valiosa colaboración de prestigiosos escritores con la tales como Pierre Etchandi, Louis Inchauspe y otros más. Al regreso, tras haber pasado los varios controles que había entre Behobia y Mugaire, cuando subíamos el puerto de Velate por la noche, con shirimiri y niebla cerrada, observamos los guiños de una linterna mortecina. Era un nuevo control sorpresa. Una patrulla de la Benemérita nos dio el alto con un impresionante despliegue de metralletas y perros policía. Paramos obedientemente y, antes de que se nos la requiriera, comenzamos a buscar nuestra documentación.

Se acercó a la ventanilla del conductor un Cabo de la Guardia Civil y preguntó que de dónde veníamos. Hubo un momento de duda. Creo que a todos nosotros se nos pasó por la cabeza la idea de contestar que de Elizondo o de Santesteban, para evitar posibles suspicacias. Pero preferimos ser honestos y contestamos que veníamos de Francia.

-          ¿De Francia? –dijo el Cabo con sequedad y casi colérico-, ¿de Francia?, ¡Bajen todos del coche!, ¡Venga, rápido! ¡Abajo todos!

Supimos más tarde que la guardia civil había recibido un “soplo” sobre un alijo de armas, pero en nuestra ignorancia ignorancia nos desconcertó –y preocupó- la actitud del Cabo y de uno de los números de la Guardia Civil que vino a situarse junto a él portando amenazadoramente un subfusil. Menos mal que yo no me di cuenta de que otro de los números se apostó tras nosotros sujetando por el collar a un perrazo que parecía ser archivo de las peores intenciones. El asunto se puso, en unos segundos, pero que muy feo.

Vicente Galbete tuvo una idea que nos salvó del trance. Llevaba encima a su carnet de oficial del ejército y, aunque ya estaba licenciado, se lo alargó con gran serenidad al encrespado Cabo, mientras se presentaba reglamentariamente:

-          Teniente de infantería Vicente Galbete. Permítame, Cabo, que de la novena al Coronel Baleztena que viene de paisano en el otro coche.

Nos quedamos de una pieza. Pero Galbete, con la mayor seriedad del mundo, se dirigió al otro coche, que conducía Masito López, y dando un taconazo se cuadró militarmente ante la ventanilla trasera y le espetó al bueno de Ignacio:

-          ¡A sus órdenes, mi Coronel!. Un control volante que la Guardia Civil en misión especial al mando de un Cabo. Le he dicho que venía a informarle de lo que ocurre.

Ignacio Baleztena, que tenía un empaque marcial indiscutible y era por aquel entonces el decano de los pregoneros debido a su edad, podía pasar perfectamente por un Coronel auténtico. Y como era hombre muy agudo, cogió onda en el acto.

-          Dígale al Cabo que se presente

El pobre guardia civil avanzó unos pasos y se cuadró ante Ignacio

-          ¡A la orden de Usía, mi Coronel!

-          Dígame, Cabo, ¿que ocurre?

Y el Cabo informó al “Coronel Baleztena” de que había información sobre un alijo de armas, procedente de Francia, que venía precisamente en dos turismos del mismo tipo y marca que los nuestros. ¡También fue coincidencia!. Pero, bueno, la cosa parecía que iba a quedar perfectamente arreglada.

Sin embargo, el bueno de Ignacio, que se lo estaba pasando lo grande y gozando más que un chico con una tiza, no tuvo mejor idea que la de ponerse a rizar el rizo. Con gesto entre campechano y autoritario, alargó por la ventanilla una bota de vino que llevaban en el coche de él para alivio de viajeros resecos, y espetó:

-          Muy bien, Cabo. Descanse y échese un trago, que la noche está muy fría.

-          Gracias, mi Coronel; pero estamos de servicio.

-          No importa. Considérelo como una orden. Beba.

Se nos puso a todos un nudo en la garganta. El buen Cabo hecho un trago y, al ir a devolver la bota Baleztena dijo:

-          Que beban también los demás. La noche es mala para todos y hay que calentarse

En ese momento, José María Iribarren me dijo por lo bajo:

-          ¿Pero qué está haciendo Ignacio?

-          ¡Nos van a fusilar a todos!

Mientras los otros números de la guardia civil bebían de la bota, Ignacio Baleztena mantuvo un rato de charla con el cabo, elogiando la estampa del perro. Reintegrada finalmente la bota al coche del supuesto Coronel, y tras desear éste el acostumbrado “¡buen servicio!”, se dirigió enfáticamente al conductor y dijo:

-          Sargento López, ¡adelante! continuemos el viaje

Nada más arrancar, José María Iribarren, suspirando hondamente, comentó:

-          Lo mato. A Ignacio, lo mato. Si dura esto dos minutos más, creedme que me da algo.

No fue Iribarren el único que lo pasó mal. Todos estábamos muy nerviosos y acongojados, hasta tal punto que hubiéramos de parar en las Ventas de Ulzama para echar un trago con el que aliviar el susto.

Al descender en los coches, el propio Vicente Galbete se dirigió a Ignacio Baleztena y le dijo:

-          ¡Ignacio, por Dios! ¿Pero, estás en tu sano juicio?

E Ignacio, el bueno de Ignacio, adoptando un porte marcial increíble con un tono autoritario, replicó:

-          ¡Usted se calla, Teniente!

Yo, entonces, le interpelé:

-          ¿No te das cuentas, Ignacio, de qué hemos podido terminar todos de muy mala manera?

Y Baleztena, me contestó:

-          ¡Qué vamos a terminar, Faustino!. Todos los de la Guardia Civil son buenos chicos.[2]

Y con esta anécdota, real como la vida misma, doy por terminada la intervención. Muchas gracias por vuestra paciencia y buenas noches.

Faustino Corella Estella”


Excursión con Pregón 9 años más tarde. Visita a la Catedral de Tarazona en 1959. De izda. a dcha.: Vicente Galbete, Ignacio Baleztena, Faustino Corella, José Arteche, José Mª Muruzabal. Publicada en Pregón Siglo XXI. n65


Esta anécdota contada por Faustino Corella es reflejo de lo que eran aquellas cosas que comúnmente llamaban cosas de Baleztena. La rapidez de reflejos, el tomarse todo a chirigota, y por qué no decirlo esa imprudencia que solía tener en situaciones límite y que precisamente le salvó en otras ocasiones de consecuencias nefastas. Espero que “te” hayas disfrutaron tanto como yo cuando la leí, y en la próxima entrada seguiremos con la biografía del aitacho también de la mano de Pregón.



[1] Corella Estella, Faustino. Pregón Siglo XXI. n65. Pp 37-38. Oct 2022.  Pamplona

[2] Dados sus turbulentas relaciones con las "fuerzas de orden" en aquellos tiempos, no es descartable cierta ironía en esta frase. 

viernes, 19 de octubre de 2012

Las aventuras del rey Baltasar en el Frente de Madrid, por Ignacio Baleztena



Querido lector, veíamos como el aitacho, estando a comienzos de 1937 en el frente de Madrid, en Leganés, viendo a los niños que estaban sufriendo sin culpa los horrores de la guerra viviendo entre ruinas, y pensó que la mejor manera de alegrarles un poco la penosa situación, aunque fuera por un día, era organizando una Cabalgata de Reyes Magos, que repartieran un poco de ilusión a todos, sin tener en cuenta bandos ni procedencias. Con su experiencia en esas lides, ya que mi padre Ignacio Baleztena fue el iniciador de la cabalgata de Pamplona la cosa no podía salir mal, y para eso embarcó en el asunto a todo el que encontró por medio. Para ver como se fraguó el tema te recomiendo que pinches aquí. Pues bien, precisamente tenemos un testimonio directo del desarrollo de este festejo en pleno frente de batalla, porque nos lo cuenta el mismo Ignacio Baleztena (Tiburcio de Okabío) con su particular humor en una Iruñería escrita el 11 de Enero de 1953 bajo el título “Las aventuras del Rey Baltasar en el Frente de Madrid”:

Ignacio Baleztena fue el iniciador de la Cabalgata de Reyes Magos de Pamplona, siendo durantemuchos años el representante directo de S.M el Rey Baltasar
             “... Organizose la Cabalgata en el patio de una fábrica abandonada de fideos y pastas alimenticias, sita en las afueras de Getafe, frente a la desembocadura de la carretera que une las de Toledo y Andalucía. Eligiose este lugar, por ser el que más garantías de seguridad ofrecía, pues estando el tal edificio coronado por una gran torre y su más que regular chimenea, ofrecía un magnífico blanco a las baterías de Vallecas y el Retiro, y como era natural, todos los pepinazos caían por los alrededores haciendo grandes destrozos en casas, almacenes, huertas y jardines, pero sin dar, ni por casualidad, una sola en el objetivo.

            Formada ya la cabalgata, la nuba marroquí la emprendió con una estrepitosa tocata berebere que soliviantó a los bélicos corceles de la comitiva que se pusieron a caracolear, corcovear y desarrollar, la variada serie de saltos, brincos y zinzilipurdis que registran las leyes de la equitación.

            El magnífico caballo, de pura raza árabe, que yo montaba, después de realizar a la perfección una serie de jeribeques tan sólo vistos en las películas del lejano Oeste, emprendió un furioso galope hacia Madrid, sin que yo consiguiese llegar a detenerlo a pesar de los estentóreos ¡¡¡sooo... sooo... caballo, sooo...!!! que le lanzaba. Lo más natural en estos casos es tirar de las riendas, pero yo, inexperto jinete, las solté para agarrarme como una lapa al arzón de la silla.

            Al revés de lo que le ocurría al Cid, que una vez puesto en la silla se iba ensanchando Castilla delante de su caballo, yo iba viendo que se acortaba la distancia que nos separaba de la excoronada Villa y el pánico iba invadiendo mi ánimo de una manera alarmante. Por que el trilema era de viaducto: O el caballo pisaba las riendas y se caía dando una voltereta de carnero dejándome más laminado que una calcomanía, o sin necesidad de que él pisara las riendas medía el suelo yo con mis costillas quedando, amén de diversas fracturas, con las biricas hechas una inmunda piltrafa, o, sin pasar por ninguna de ambas regocijantes perspectivas, llegaba mi caballo en su diabólico galopar hasta Madrid, atravesando la calle de Toledo cual apocalíptica visión. ¡Santa Virgen María! ¿Qué sería de mí en este caso? ¡Quien sabe si con esto se hubiesen precipitado los acontecimientos y los rexidores de Madrid, presos de indecible pánico, hubieran salido a entregar las llaves de la Villa al rey Baltasar, y ... hubiera sonado el “finis coronat opus”!.

            Pero la Providencia siempre al quite de todos los males, no faltó en tan angustiosa situación al de éste inexperto y chambón caballista. Unos cuantos regulares que ocupaban la caseta de un fielato abandonado al ver acercarse tan estrambótica visión, salieron corriendo a la carretera y consiguieron, no solo detener al desbocado caballo, sino también sosegarlo. Me miraban asombrados, como a un bicho raro, y se preguntaban qué diablos venía a hacer por aquellos andurriales aquel califa de guardarropía. Con la ayuda del sargento les expliqué, que a pesar de mi turbante yo no era Abderramán, ni mucho menos el yerno del Profeta, aunque a primera vista tuviera una ligera semejanza con ellos, y una vez convencidos, amables y sonrientes, se pusieron a mis órdenes y cuatro de ellos me acompañaron hasta Getafe ... La nuba sopló con más fuerza que antes, pero sin asustar ya a mi bíblica cabalgadura. La banda del requeté de Vitoria interpretó la Marcha Real, y rodeado de los moros de mi escolta que me vitoreaban, inconscientes de que tomaban parte activa en una fiesta de cristianos, hicimos triunfal entrada en la plaza de Getafe.

            En medio de la plaza se improvisó una plataforma con tres sillones endoselados y en ellos nos sentamos los orientales monarcas procediendo, después del discurso del rey Melchor, al reparto de ropas y juguetes entre los mocetes del pueblo. Cuando más animada se hallaba la ceremonia, se oyó un zumbido alarmante precursor de la aparición de algún rata ruso y sonó el ¡sálvese quien pueda!. Todos corrieron a los refugios y portales pero como “non es de sesudos homes ni de fidalgos de pro”, máxime si se ven con insignias de realeza, dar la espalda al enemigo, allá, en nuestros puesto, permanecimos los tres monarcas recomendando calma y organizando la retirada. Yo, la verdad, pasé un miedo horrible. Menos mal que el corcho quemado que tiznaba mi faz impidió ver la palidez mortal que tuvo a bien invadirla. Atravesó la plaza el bicharracus volador y al pasar por encima de la fábrica soltó tres marmitas que, por no perder la costumbre, no dieron en el blanco, pero sí hiceron  serrín la caseta del perro de una villa próxima, esparciendo las piltrafas de su ocupante por los etéreos espacios. ¡Qué bueno supo el rancho al día siguiente! ..."

            Después, emprendieron la marcha a Leganés y la fiesta se repitió en varios pueblos, "y en todos, chicos y grandes, civiles y militares pudieron  bendecir la caridad de los mocetes navarros que con tanto desinterés se desprendieron de sus juguetes, ropas y ahorros para endulzar las tristezas de sus pobres hermanitos del frente de Madrid”

Tiburcio de Okabío. Iruñería. Diario de Navarra. 11-1-1953

            Y es que el aitacho tenía que imprimir su carácter hasta en la guerra, ya que no fue la única celebración que organizó, incluidos sanfermines en el frente entre otras. Pero cambiando de tercio en la próxima entrada si Dios quiere veremos una curiosa aventura que le ocurrió también en 1937 con un reconocido personaje.

lunes, 30 de mayo de 2011

El regalo de bodas

             Querido lector, antes de comenzar esta entrada avisarte que he introducido una nueva fotografía en la anterior. Y ahora al grano. Había dos ciudades, además de Pamplona, que al aitacho le encantaban: Madrid y París. La primera la conoció como estudiante en su juventud, y la segunda se la descubrió la abuela (su madre Dolores Ascárate). Así que siempre que podía cogía el tren hacia una de las dos. Por cierto, solía viajar en tercera a pesar de que su madre le instaba a hacerlo en primera para lo que le daba el dinero correspondiente, pero con ello, se ahorraba unos dinericos, que como decía él, bien le venían para disfrutarlos en su destino.

La familia iba creciendo, como vemos en esta foto familiar junto con el sacerdote D. Rafael Osacar, tomada en 1926 en la puerta de Petrorena, la casa familiar de Leiza. Mientras las hermanas iban casándose los tres chicos seguían de solteros impenitentes (Pello sentado, Joaquín con pajarita e Ignacio el segundo de la última fila por la derecha). No tiene desperdicio la cara de pícara de la abuela Dolores Ascárate, detrás de su hijo Joaquín.


            Pues bien, estando en una de sus escapadas a París visitando una muy buena tienda de porcelanas a la que le gustaba acudir, se encontró con que el dueño estaba de lo más airado y despotricando todo lo que sabía y más. El motivo era, que un magnífico jarrón chino se había roto; y en ese momento, pasó rápidamente por la mente de Ignacio Baleztena, que tenía que hacer un regalo de bodas a un íntimo amigo suyo y que ahí tenía su oportunidad. Así es que, se dirigió al dueño y le indicó que le interesaban los trozos, y que se los empaquetara en una caja, y la enviara a la dirección que le indicaba, y se quedó tan satisfecho y contento de su idea; el dueño se quedó mirando con cara de asombro, pero como el cliente siempre tiene razón, cobró los portes y cumplió el deseo del aitacho, que, tan contento y satisfecho, pensó haber solucionado muy bien el compromiso, pues su amigo pensaría que el jarrón se habría roto durante el transporte.

            Una vez ya de regreso a Pamplona, se encontró con su amigo quien le dio las gracias por el magnífico regalo, y le dijo:

            -Ignacio, ¡qué gran regalo me has hecho!
- Que menos por un buen amigo- Contestó el aitacho
- Sí, pero otra vez, le dices al tendero que no envuelva las piezas rotas de una en una.

Entonces mi padre y su amigo, que debía ser tan sinfundamento como él, estallaron en carcajadas y se fueron a celebrar tan estrambótico suceso juntos.

Pero estos viajes a París también tuvieron unas consecuencias más importantes para la biografía de Ignacio Baleztena… que veremos en una próxima entrada si Dios quiere.

lunes, 4 de abril de 2011

El III centenario de la canonización de San Francisco Javier en 1922 (I)

Querido lector, dejábamos al “aitacho” hecho todo un diputado foral por la merindad de Pamplona con la candidatura jaimista (carlista). Durante este periodo decíamos que se dedico, entre otras cosas, a realizar actos de profunda raigambre navarra. Entre estos se encargo de organizar los fastos celebratorios del III centenario de la canonización de San Francisco Javier. Para ello se fue hasta Roma y se trajo el brazo del santo, prácticamente “birlándoselo” a los jesuitas que no estaban muy por la labor de cederlo, según él solía contar. Debió ser una de esas “cosas de Baleztena” que no tuvo desperdicio. Pero para saber como fueron los actos conmemorativos que él pergeño lo mejor es que le cedamos la palabra a través de una “iruñería” escrita por él mismo:

Fotografía del brazo de San Francisco Javier en su castillo, durante su última venida a Navarra con motivo de la celebración V centenario de su nacimiento en 2006


LA PRIMERA ENTRADA DEL BRAZO DE SAN FRANCISCO XAVIER
EN PAMPLONA


Parece que fue ayer, y como quien nada dice, han transcurrido treinta años desde que por primera vez visitó la tierra de sus mayores, el brazo milagroso de nuestro glorioso patrono San Francisco Javier.

Ignacio Baleztena un poco adelantado con traje claro a la derecha del brazo de San Francisco Javier en su recepción en Javier en 1922
            Era el 8 de mayo de 1922, cuando, a eso de las cinco y media de la tarde, atravesó la frontera Navarra la Santa Reliquia, acompañada de la representación de la Excma. Diputación de Navarra, compuesta de su señor Presidente don Lorenzo Oroz y del diputado de la merindad de Pamplona don Ignacio Baleztena, que había ido a Roma para traerla, y de gran número de navarros que salieron a Bayona para tener el alto honor de acompañarla, desde esta ciudad hasta Roncesvalles. En Valcarlos la esperaban las autoridades civiles y eclesiásticas presididas por el Exc. Sr. Cardenal Benlloocq, a quien tanto debe Navarra, pues gracias a su entusiasmo y gestiones se pudo conseguir, no sin vencer muchas dificultades, que el brazo del Santo Apóstol Navarro, viniera a bendecir la tierra que le vio nacer.

Ignacio Baleztena, a la izquierda con boina, junto al brazo de San Francisco Javier en Navarra, tras las muchas gestiones que le costó "traerlo".

            El padre Valdexasas de la Compañía de Jesús, portador del brazo desde Roma, hizo entrega del mismo al Excmo. Sr. Cardenal. Y después de levantada acta, a petición del Sr. Párroco de Valcarlos, se dio a adorar la reliquia en la parroquia de la villa. No creo que jamás haya Valcarlos vibrado de entusiasmo, en todo el transcurso de la historia, como lo hizo el día 8 de mayo de hace treinta años.

            Después de la bendición se organizó la comitiva, que salió de Valcarlos a las siete y media, y al llegar a Roncesvalles, salieron a recibirla el Ilmo. Cabildo de su Colegiata, todo el pueblo de Burguete y Roncesvalles y un sin número de gentes de los pueblos y valles limítrofes. El entusiasmo fue sencillamente delirante. A la mañana siguiente, a las diez, se celebró en la iglesia colegial, y ante el altar de Santa María, una solemne misa mayor, a la que asistió de media pontifical el eminentísimo cardenal Benllacq, el obispo de Pamplona y el dimisionario de Oviedo, el Ilmo. Sr. Baztán.

            Fue tal el gentío que a acudió al piadoso acto, que a gran parte de él fue imposible penetrar en la iglesia, quedando, por lo tanto, sin poder escuchar el elocuente sermón del señor cardenal que versó sobre la ceremonia del bautismo.

            Los valles de Arce y Erro, presididos por sus alcalde y cabildos, vinieron en masa a Roncesvalles, y según aseguraban los vecinos de Burguete, nunca se había visto desfilar tan gran número de cruceros. Este desfile fue la nota simpática y emotiva de aquel inolvidable acto religioso patriótico.

            A continuación y durante toda la mañana, se dio a adorar la santa reliquia, y después de comer, a las tres de la tarde, seguido de 42 automóviles de Pamplona, salió el santo brazo dejando en su paso por los pueblos del tránsito semilla de entusiasmo y lealtad, traducidos en años sucesivos en un enorme fomento de vocaciones que pudo salvar a España en el momento más crítico, tal vez, de su historia.

            El paso por Aoiz, Arroz, Huarte, Villava y Burlada fue sublimemente apoteósico. En Huarte estuvo a punto de ocurrir un accidente catastrófico, pues en el estrepitoso coheteo general, el entusiasta navarro e ilustre patricio don Ignacio Yoldi, que desde el balcón de su casa, rodeado de familiares y amigos, lanzaba vivas y disparaba cohetes gastando una fortuna en humo, chisporroteo y horrísonos estampidos, al cebar un volador, con más entusiasmo que práctica, lo hizo con tan poco tino que vino a estallar a un palmo del alucinante tubo del entonces gallardo diputado de la merindad de Pamplona. El tubo salió un tanto chamuscado. El diputado, gracias a Dios, indemne, que si llega a salir descalabrado ¡menuda economía que le supone al estado! La supresión, nada menos, de una familia de las más nutridas cartillas de familias numerosas.

            En Pamplona, ya para las primeras horas de la tarde, la animación era extraordinaria; todos los balcones lucieron colgaduras y luminarias, los gigantes y cabezudos salieron a recoger el regocijo infantil para ofrendárselo al Santo patrono de Navarra, una compañía de soldados, las músicas de los regimientos y la Pamplonesa se colocaron en puntos estratégicos, el vecindario en masa y gran número de forasteros se apretujaban en balcones y trayecto de San Ignacio a San Nicolás, y cuando apareció la comitiva bombas, voladores, chupinazos, campaneo, músicas, gaitas armaron ese caótico bureo tan pamplonés, que sólo los tímpanos de nuestra tierra son capaces de escuchar sin peligro a desgarrarse, y constituyen el concierto más grato a los oídos de San Fermín cuando entra su imagen en la catedral; en esta ocasión no cabe duda, que pasó lo mismo a su paisano Javier. ¡Cómo se la debieron los dos gozar cuando abrazados la escucharon en el cielo!

            Allá fue adorado por las autoridades civiles y militares, y acto seguido, a las siete y media, salió la procesión recorriendo las calles: Paseo de Valencia, Plaza del Castillo, Chapitela, Dña. Blanca de Navarra y Curia, para terminar en la catedral. La procesión se organizó de la misma forma que la del Corpus.

            Digno remate de esta manifestación patriótica religiosa, fue el acto final realizado en la catedral, que se vió invadida por una multitud, que, después de llenar todas sus naves, tuvo gran parte de ella que detenerse en la parte exterior desde donde, descubierta y en el mayor silencio, recibió la bendición solemne, con lo que terminó el acto.

            Y ya, desde entonces, los actos en honor del santo apóstol navarro se fueron sucediendo sin interrupción en medio del mayor entusiasmo. Todos los pueblos querían tener el honor de recibir el sagrado brazo y fue necesario organizar una serie de visitas a los puntos principales donde podría reunirse el mayor número de pueblos circunvecinos.

            Las fiestas culminaron con la gran peregrinación a Javier y los grandes festejos celebrados en la capital, que duraron del día 20 al 25, terminando con aquella magnífica procesión a la que asistieron todos los ayuntamientos con sus banderas y cruces parroquiales de Navarra, y por no faltar nada, hasta hubo el día 25 una gran corrida de toros con su correspondiente encierro, en la que lidiaron seis boyarrones de la ganadería de Díaz los afamados espadas Joselito Martín, Valencia I y Emilio Méndez.

Las fiestas finalizaron con una gran peregrinación a Javier a la que acudió el Jefe de Estado Alfonso XIII
            Siguió durante el día músicas a todo pasto a cargo de varias bandas de la región, y fuegos, y zezenzusko hasta hartarse. En fin, que no se tuvo que envidiar a las fiestas religiosas y profanas celebradas en el año 1622, cuando la ciudad de Pamplona celebró la canonización de Xavier, con solemnes funciones religiosas y magníficas funciones de toros y torneos, de los que tal vez me ocupe algún día.

Tiburcio de Okabío.

Iruñería. Diario de Navarra. Abril 1952.

Así que esta peregrinación al castillo es otra a añadir como precursora de las javieradas de las que escribía la historia en anteriores entradas. Pero no acaba aquí la narración de este magno evento organizado por el “aitacho”, aunque lo que sigue lo contaré en la próxima entrada si Dios quiere.

Miles de navarros peregrinaron a Javier. De la estación del tren de Liédena se trasladaban en autobuses o andando hasta el castillo.

La posada de Javier no daba abasto para atender a todos los peregrinos en 1922


lunes, 31 de enero de 2011

Presidente de las Juventudes Jaimistas

Querido lector, como ya te anunciaba en la última entrada, llega el momento de interrumpir la actividad sanferminera del “aitacho”a principios de siglo para seguir con la otra faceta que marco esta época, la política y social. De momento, habíamos visto cómo en 1911 fu nombrado presidente de las Juventudes Jaimistas (nombre con que se conocía a los carlistas durante la época de de D. Jaime, rey carlista)


Ignacio Baleztena sentado a la derecha del capellán (a tu izda. en la foto)

Como no podía ser menos en Ignacio Baleztena, durante esta época compatibilizo su actividad propiamente política con su peculiar estilo de vivir la vida: organi­zando en el Círculo Carlista zarzuelas, bailes, conferen­cias y kurriños (marionetas). 

Tía Lola y tío Pello, hermanos de Ignacio Baleztena, en una de las obras de teatro que éste último organizo por esta época (1916)

Pero como botón de muestra de lo que fueron estos años de dirigente jaimista transcribo lo que dejó escrito la tía Lola (su hermana Dolores Baleztena) en su inédito “Diario de una margarita”:

"...La Juventud Carlista acordó celebrar unos juegos florales. La fantasía de mi hermano Ignacio, que era presidente de la Juventud, se desbordó para mejor preparar el magno acontecimiento que tendría lugar en el Teatro Gayarre. Para amueblar el escenario se trajo, con permiso o sin él, los sillones rojos de terciopelo que ocupaban en las sesiones los señores diputados, y su audacia, que en nada se detenía, también se trajo el sitial del Salón del Trono.

            Se procuró fusiles antiguos con los que armaría a los veteranos designados para la Guardia Real, así como también, uniformes carlistas que en algunas casas se guardaban con el fervor que se tributa a unas reliquias santas. Dibujó la dalmática para el heraldo; era de brocado amarillo en el que campeaba un escudo en oro y en medio una margarita blanca y corazón de oro. Formaban la corte de la reina doce margaritas vestidas de blanco con guirnaldas en sus cabezas de margaritas del campo; y yo, que tuve el honor de ser designada como reina, llevaba un vestido de gasa blanca sembrada de flores de lys doradas. Mi pajecito, que fue Juan Jesús Jaurrieta, con traje adecuado a su cargo, llevaba en la mano una rosa blanca, símbolo del galardón con que se premiaría al poeta.

            El teatro estaba lleno hasta más no poder. Al aparecer la comitiva la orquesta interpretó el Himno de las Cortes de Navarra y fue acogida con fervientes aplausos y vivas entusiastas. Al subir al escenario los veteranos presentaron armas; los pobres a sus encorvados cuerpos pretendían dar aspecto marcial, y lo consiguieron porque la voluntad apoyada en el sentimiento y el entusiasmo es capaz de hacer milagros. El espectáculo era grandioso y emocionante.

            El mantenedor de los Juegos Florales era Esteban de Bilbao, brillante orador de la Causa y diputado a cortes. Me figuro que su actuación habría sido magnífica, pero, francamente, debo confesar que nada recuerdo de lo que dijo. No es que estuviera pensando en mi reinado bambalinesco sino que mi mente estaba muy prendida en épocas pasadas. En cambio, mi pajecito, sentado en las gradas del trono, escuchaba con una atención impropia de su edad. Y luego, en casa, nos recitó párrafos enteros del discurso. A los pocos años moriría heroicamente en la toma de Navafría; la Medalla al Mérito Militar individual le fue adjudicada por su extraordinario valor durante le duro combate.

 A la mañana siguiente de aquella jornada triunfal, cuando iba a Misa de ocho y media, como tenía por costumbre, un barrendero me presentó armas con su escoba lanzándome un vibrante ¡Viva la Reina!..."


Esta es una de las "cosas de Baleztena" que el "aitacho" organizó en torno a 1916 donde compatibilizaba todo su ingenio y humor con su activiadad política. Hasta a las cosas más serias tenía que dar su toque especial, para desesperación de los hombres sesudos. A saber, cómo se habría hecho con los sillones de los diputados y el sitial del Salón del Trono. Así, su actividad política se irá intensificando y enseguida será nombrado concejal de Pamplona, pero antes te contaré una faceta poco conocida suya... en la próxima entrada si Dios quiere.

martes, 11 de enero de 2011

El primer Riau Riau en torno a 1911

Querido lector, tras este paréntesis navideño me dispongo a retomar la biografía del "aitacho" por donde la habíamos dejado, es decir en plena acividad sanferminera a principios de siglo.

Como bien sabrás Ignacio Baleztena fue el iniciador de la costumbre que tantos quebraderos de cabeza ha dado al Ayuntamiento de  acompañar los mozos a la Corporación, que con maceros y timbales, banda de música, gigantes y cabezudos marchaban el día 6 de julio por la tarde al rezo de las Vísperas de San Fermín en la Parroquia de San Lorenzo, entonando el "Riau-Riau".

Frecuentemente se ha dicho que como la corporación era liberal un grupo de carlistas intentaba molestarles al acudir a vísperas, pero el “aitacho” siempre nos contó que realmente todo fue mucho más sencillo.

Como hemos visto Ignacio se reunía en el Café Kutz de la Plaza del Castillo con sus amigos, una peña de mutilzarras con los que cantaban canciones para desesperación de los jugadores de dominó (el seis doble). Con estos mismos amigos, que ni siquiera eran todos carlistas, acudió con gran alegría a ver la Marcha a Vísperas del Ayuntamiento el 6 de Julio tras la comida. Mucho público se concentró como era costumbre, con sus mejores galas para tan esperado acto. Posiblemente uno de los que acudieron con él a la marcha a vísperas fue el maestro Cervantes, amigo de Ignacio y miembro también de la peña de mutilzarras de Kutz, y que tantas veces le toco años más tarde interpretar el vals de Astráin como director de "La Pamplonesa". Es más, como ya he comentado en una entrada anterior era el que ayudaba a mi padre a "componer" sus conocidas canciones.

Pues bien, según los datos de un amable lector, la banda que se vio involucrada en el Riau Riau en 1911 fue la banda militar del Regimiento de la Constitución. Ese año o alguno posterior y anterior a 1914 al finalizar la primera estrofa del Vals de Astráin, Ignacio Baleztena, como grito espontáneo de alegría no tuvo mejor idea que finalizar la pieza gritando ¡Riau Riau!. Lejos de hacerlo con ánimo de ofender quiso rematar tan bella pieza de forma espontánea y alegre con este grito con el que se finalizaban las canciones festivas en la zona de Leiza. A algunos les hizo gracia la intervención. Otros la vieron como una gamberrada, pero para sorpresa del público en general y del propio Baleztena las siguientes estrofas fueron coreadas también con el grito "Riau Riau" por sus amigos de la peña de los mutilzarras del Kutz y cada vez por más gente, con indignación de los hombres serios y sesudos que lo veían como un despropósito y una falta de respeto.

Finalmente esta exaltación festiva y alegre, no fue bien vista por el Ayuntamiento, hasta el punto de que mi abuelo (Joaquín Baleztena, padre de Ignacio) fue llamado por el alcalde para que reprendiera la actitud "irrespetuosa" de su vástago.

Y así, sin más comenzó el "Riau Riau", un día 6 de Julio hacia las 16:30 en 1911, y el acto, como veremos se fue desarrollando, hasta que según una crónica del Diario de Navarra del 7 de Julio de 1914, ya para ese año “Cerraba la marcha la banda del regimiento de América que tocó el clásico vals, coreado por muchísimos jóvenes que daban acompañamiento y escolta al Ayuntamiento”

Página del Diario de Navarra del 7 de Julio de 1914 en la que se narra como el vals de Astráin fue coreado por muchísimos jóvenes
Este acto posteriormente tuvo numerosas prohibiciones, multas y como es habitual en esta ciudad enseguida se formaron dos bandos: pro riaurristas y anti riaurristas. Pero todo esto lo iremos viendo en las siguientes entradas con anécdotas, anotaciones manuscritas del “aitacho”, documentos inéditos y por supuesto unas coplicas que compuso "Premín de Iruña" para tan magno evento y que fueron la primera letra del “Riau Riau”, pero para conocerla tendrás que esperar a mañana si Dios quiere. Te recuerdo que en este nuevo año estoy más animado que nunca a leer vuestros comentarios a pie de cada entrada o las sugerencias que me podáis mandar a premindeiruna@gmail.com


jueves, 23 de diciembre de 2010

Ignacio Baleztena y los orígenes de la Cabalgata de Reyes de Pamplona (II)

Querido lector, me vienen ahora recuerdos de cómo pasaban estos días navideños en mi familia cuando vivía el “aitacho”. Tal día como hoy y en adelante hasta el 5 de Enero nos miraba y decía en voz alta el día del mes que fuera. Nada más. Pero a buen entendedor buenas palabras bastan. Con esto nos recordaba que faltaban cada vez menos días para la cabalgata y estaba todo sin preparar. Se desesperaba al ver que se acercaba la fecha y aquello no parecía avanzar. Y es que la familia se convertía en una gran compañía de attrezzo, una empresa de organización de eventos y un teatro gigante. Cosíamos trajes y telas, preparábamos adornos, ensayos, músicas… Todo para que cuando llegaran SSMM los Reyes Magos estuviera el cortejo listo para recibirles. Y sobre todo conforme se acercaba el día improvisábamos, y quizá ahí estaba el éxito de una cabalgata realizada con muy pocos medios. En esto y en el espíritu del “aitacho” y Baltasar que lo llenaban todo de magia.

Nos habíamos quedado en la primera actuación que tuvo Ignacio Baleztena relacionada con Baltasar. Ante el fracaso de la misma empezó a darle vueltas a su cacumen pensando que esta ilusión podría trasladarla a otros niños y llegó a la conclusión de que lo podía hacer con los hijos de los socios de Círculo Carlista. Como ya hemos dicho como presidente de las Juventudes Jaimistas organizaba en los círculos teatro, curriños y otros actos de ese tipo. Y dicho y hecho, así lo hizo con gran éxito. Preparó una mágica fiesta para el día de Reyes e invitando a los tres Reyes Magos se repartieron regalos a todos los niños; eso sí, que ninguno de ellos sobrepasara el precio de una cuatrena o diez céntimos de peseta, lo que provocó alguna que otra queja, pues, por ejemplo el padre de uno de los niños estaba indignado porque su hijo había recibido unos regalos muy buenos y de valor en su casa y sólo jugaba con el payaso que le habían echado en el Círculo, que apretándole la tripa, tocaba las chundas, y que valía solamente diez céntimos.

Siempre, lo que hacía se le quedaba corto, y así, dándole vueltas y más vueltas, bueno no muchas, porque enseguida se le ocurría algo y lo ponía en práctica, a su cacumen, decidió hacer lo mismo con sus queridos ancianos y se marchó a la Misericordia, y por qué no con sus otros preferidos, los niños, y se fue a la Maternidad…, y así pensando, pensando…, y por qué no a toda la ciudad, y siendo diputado foral se puso en contacto con su gran amigo periodista del Pensamiento Navarro, Perico Martín, e involucró a la Asociación de la Prensa, presidida por Javier de Arvizu, para que se encargara oficialmente de la realización en 1927; aunque la mayor parte del asunto lo ejecutaba él; y, a que no se os ocurre a quien más endilgaba  ese follón, pues a toda su familia. Aquella casa, por esos días, era un caos y una revolución; y las cortinas volaban, con gran indignación de su madre, que en el fondo estaba encantada. Eso sí, siempre él fue el “valido” del Rey Baltasar.


Fotografía Galle. Publicada en la Revista de la Asociación de la Cabalgata de Pamplona, en la que narra cómo fue esta cabalgata de 1927

Enseguida vino la II república que con sus “libertades” ,¿no sabéis qué hizo?, pues…, prohibir las Cabalgata de los Reyes Magos. Lo que faltaba Reyes y adoradores del Niño Jesús.  No obstante en Pamplona contra carros y carretas siguó celebrándose, con el empeño de Ignacio Baleztena. Después, vino la guerra, y el “aitacho” no se resignaba a que sus Majestades de Oriente pasaran de largo, y los convocó al frente…, pero eso es tema de otro momento.

Terminó la guerra, y se hizo cargo de sacar la cabalgata el Frente de Juventudes. Ignacio ni fue invitado ni quiso colaborar con esa organización, pero por dentro le entraban auténticos “tripicomiñes” de pensar que realmente estaba siendo un fracaso y la cabalgata se venía abajo.  En medio de todo, fue un alivio, pues por primera vez en aquella casa reinó la paz y la calma durante las Navidades; mas, él no estaba nada tranquilo ni contento, hasta que consiguió se hiciera cargo de ella, otra vez, la Asociación de la Prensa, allá al inicio de los años 50, y de nuevo volvió a ser el representante del Rey Baltasar y volvió el auge y “esplendor” de toda la vida, y la de bacle para toda la familia, en cuyo desaguisado me vi personalmente involucrado muy activamente.

Así pues, el “aitacho” volvió a montarse a caballo, a pesar de sus abundantes años y meter en el lío a toda la familia, transformar aquella casa en un manicomio por las Navidades (bueno, esto de por las Navidadades sólo… qué diría yo tratándose del “aitacho”), y… tan contento y satisfecho. Después de unos tres años de reinado, abdicó y cedió su turbante a sus hijos que fuimos turnándonos en el reinado por un día, siendo el que suscribe el que más veces reinó.
El Rey Baltasar en los años en que yo era su representante
Eran las cabalgatas del “Bicharracus Asquerosus”, de “los negros”, de “los vikingos”… y de los escasos medios económicos que suplíamos con abundancia de ilusión.

Este status duro bastantes años, pues después tomó la organización de la Cabalgata el Ayuntamiento, que más tarde se la cedería a la Caja de Ahorros Municipal, quien, aprovechándose de la llegada de la democracia y las libertades políticas y etc., etc… (a buen entendedor, pocas palabras), con la llegada de la monarquía liberal destronaron a la dinastía Baleztena, y aquí se acabó la historia, aunque nos dejo un gusanillo difícil de sacar, y ahí seguimos haciendo alguna cosilla.

Tras la muerte del "aitacho" en Septiembre de 1972, el 5 de enero de 1973 SSMM los Reyes Magos acudieron a su tumba a rezar por su eterno descanso. Con el enchufe que tenía con tan ilustres personajes seguro que los Santos Reyes Magos han velado al Niño Jesús para que le hiciera un huequico junto a ellos, ya que tanto hizo por promover esta celebración.

SSMM los Reyes Magos acudieron a la sepultura de Ignacio Baleztena para rezar por su eterno descanso el 5 de Enero de 1973

Aunque la historia posterior ya no tenga que ver con Ignacio Baleztena, es de justicia recoger aquí que tras unos años de declive gracias al impulso de Fernando Lizaur, actual representante del Rey Baltasar y “alma pater” de la Asociación de la Cabalgata de Pamplona, ésta vuelve a tener un aire del estilo que SSMM los Reyes Magos se merecen.

Para finalizar tened paciencia durante estas fechas con la frecuencia de las entradas porque es tiempo de celebración, familia y festejos en honor del Niño Dios, así que con la colocación del belén, la decoración y la preparación de la Navidad os dejo por hoy. A portarse bien que el carbón no es buen regalo. Hasta mañana Nochebuena si Dios quiere.

No puedo resistirme a publicar esta foto en la que mi íntimo amigo el Rey Baltasar tiene a mi hija Luisa en brazos por los años 70. Siempre han dicho que Su Majestad y yo teníamos la misma sonrisa.