Querido lector, veíamos en la
anterior entrada (imprescindible leerla previamente
pinchando aquí si se quiere
entender lo que sigue a continuación) que se estaba fraguando una operación por
los juanistasen San Sebastián donde se hallaba Don Javier hospedado en casa de Rafael Olazábal, que pretendían que renunciara a sus derechos y reconociera a don Juan de Borbón como legítimo heredero de la monarquía carlista.
El plan urdido
por el aitacho para evitarlo consistía
en que por una parte, irían él y tía Lola, como conductora, en el automóvil de casa a San Sebastián a
rescatar a D. Javier, y el resto de la familia en Leiza para organizar el
recibimiento: tío Joaquín, Jefe Regional Carlista de Navarra, esperaba a D. Javier en casa para darle la bienvenida, unos irían por toda Navarra a notificar la llegada de D. Javier a
Leiza y la conveniencia de marchar a dicho pueblo para arroparlo, y otros, para
preparar la llegada, todos, eso sí, calados con la boina colorada; cada uno
tenía su cometido; yo estaba encargado de esperar en el portal de casa para que
a la llegada abriera las puertas del coche y diera la bienvenida; en el
eskaratze (portal) esperaría el resto para recibir a la comitiva y acompañarles
hasta los salones de casa donde se celebraría una recepción de bienvenida;
mientras tanto, Agustín Triana, un amigo de la familia, a la sazón veraneante
en el pueblo, y que tenía una moto, marcharía con ella engalanada con los
banderines de Navarra y España hasta la muga con Guipúzcoa, a cuatro
kilómetros, para abrir la marcha al coche hasta la casa; en la espera, y con
los nervios correspondientes, se dieron momentos curiosos, pues coche que
aparecía a lo lejos (menos mal que pasaban muy pocos) el escolta se ponía en
marcha, con gran extrañeza de los ocupantes del vehículo que no comprendían la
situación, hasta que el susodicho se percataba del error y tenía que volver
sobre sus ruedas al punto de partida, para volver, otra vez a empezar.
Al
llegar a la casa de Olazabal en San Sebastián, los dueños con gran extrañeza no
comprendían cómo se habían enterado de la presencia de D. Javier, y recelaban
de esta insospechada visita, más aún cuando con gran alboroto y alegría creando un clima de confusión invitaron al
Príncipe y a su hija María Teresa, que con él estaba, a su mansión de Leiza, y
casi a empujones se los llevaron hasta el coche, los montaron y los trasladaron
a dicho pueblo con el desconcierto lógico de los anfitriones, a quienes no se
les dio tiempo a pensarlo, y protestaban diciendo que devolvieran a la regia
comitiva pronto pues se hallaban cansados del viaje y tenían que descansar.
¡Si ellos supieran!…
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D Javier de Borbón Parma en el coche camino de Leiza. Junto a él Ignacio Baleztena y conduciendo Lola Baleztena.
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Llegados
a Leiza, (al escolta de tanto ir y venir de los acompañamientos erróneos, casi
se le pasa el auténtico) el plan transcurrió conforme a lo previsto. A D.
Javier se le hospedó, lógicamente, en la habitación principal con una cama con
dosel, a la que llamábamos “el cuarto del obispo”. Previamente ya había estado D Javier en Leiza y en esa habitación como puedes comprobar en una entrada anterior con interesantes fotos
pinchando aquí. Leiza volvía a ser "villa y corte provisional" (
pinchar aquí)
Cual
habría sido la sorpresa de D. Javier, cuando a la mañana del día siguiente,
después de oída la Misa
y desayunar, se asomó al balcón para ver el festejo taurino que se celebraba en
la Plaza, por
cierto, llamada del “Tercio de San Miguel” (nombre que fue cambiado posteriormente
por el de Plaza de San Miguel y en la actualidad Plaza de Euskal Herria), se la
encontró llena de carlistas con boinas coloradas que irrumpieron en
estruendosos aplausos, y en el fervor del momento, uno de los sobrinos del
aitacho, mi primo y padrino Apico (José Joaquín Jaurrieta Baleztena), lanzó a pleno pulmón el grito prohibido por Franco: ¡Viva el Rey!, al que contestaron con
ilusionados ¡vivas! todos los entusiastas carlistas leizarras allí reunidos acompañado por muchos muchos más que habían acudido de toda la
geografía de Navarra y, también, de Guipúzcoa.
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D Javier de Borbón Parma asomado al balcón de Petrorena, la casa familiar de Leiza. Detrás tía Mª Ysabel |
Fue
una situación impresionante, de una emoción inconmensurable. Los más veteranos
lloraban con el recuerdo de tiempos pasados, los menos veteranos, supervivientes
la mayoría de la guerra, de la emoción del momento vivido, y los más jóvenes de
la ilusión de una nueva etapa y del fin de la acefalia en la que se vivía.
Fueron momentos inenarrables.
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Hablando de veteranos carlistas en Leiza esta es una foto de los ex combatientes de Tercio de San Miguel formado en Leiza en 1936, que se reunieron años después en el mismo pueblo que fue bastión del carlismo, para hacer un acto conmemorativo. Animo a los leizarras y otros navarros y guipuzcoanos de aquel tercio a buscar a sus antepasados en esta foto. |
En
la comida celebrada en el comedor de casa y a la que acudieron diversos
personajes del carlismo, se planteó a D. Javier y se le convenció, cosa no muy
difícil después de los momentos vividos, de que tomase definitivamente y sin
vacilaciones las riendas del Carlismo; terminado el almuerzo, se pasó al jardín
repleto de carlistas a tomar el café, donde el Príncipe leyó un manifiesto
proclamándose el Rey legítimo de los carlistas.
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Uno de los grupos de carlistas que se reunieron con D Javier en el jardín de Petrorena en Leiza en los santiburcios de 1955. A la izda. su hija Mª Teresa |
También durante esa visita D Javier y su hija Mª Teresa aprovecharon para rezar ante el monolito levantado a Joaquín Muruzabal, el primer requeté muerto en combate en el frente, precisamente en Leiza. (Para ver la historia
pinchar aquí)
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D Javier de Borbón Parma y su hija Mª Teresa con pañuelo rojo porque eran fiestas de Leiza, de espaldas acompañados por Ignacio y Joaquín Baleztena visitan el monolito levantado a Joaquín Muruzabal en Leiza, el primer requeté caído en el frente de combate. Este Monolito ha sido destrozado por los proetarras en Leiza y restaurado por algunos carlistas del pueblo varias veces. Actualmente no quedan rastros del mismo. La "memoria histórica" es selectiva por lo que se ve. |
Antonio
Iturmendi, Ministro de Justicia, viendo la situación, barajó la posibilidad de
volver a expulsar a D. Javier de España.
Y
de esta manera tan peculiar urdida sobre la marcha por el aitacho, se evitó en
esa ocasión la operación juanista y D Javier se consolidaba en Leiza como
abanderado de la Tradición, rey carlista en fiestas de San Tiburcio de 1955,
aunque todavía hubo posteriores intentos juanistas de atraerse a D Javier que no fructificaron.
Pues
bien ya en vísperas de Navidad la próxima entrada si Dios quiere será para
felicitarte la misma.