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domingo, 23 de octubre de 2011

Dos veces

Esta semana he oído accidentalmente una canción que hubiera podido ser nuestra canción si no hubiéramos hecho todo lo contrario de lo que decía. Dos veces. La canción, digo.

La escucho y sonrío porque se que, al menos yo, aprendí algo. Espero que tu también, aunque a menudo te empeñes en demostrarme lo contrario.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Vasos comunicados

Siempre me dijeron que me mataría la curiosidad, como a los gatos, y la verdad, querido anónimo, no consigo entender cómo, después de tanto tiempo siguiéndome sigas sin haber aprendido entendido nada de míTodos los momentos son únicos. La perdición está en no querer hacer de ellos momentos especiales. En creer que de un vaso roto no se puede beber. Hace ya tiempo que entendí que los vasos se hicieron para ser llenados... y para ser vaciados. Y que lo importante no es el contenido, ni lo que tarde en vaciarse. Ni siquiera el vaso. Lo importante son los brindis. Lo importante es con quien lo compartas.

Aunque tienes razón cuando dices que vivimos muchos momentos que merece la pena recordar. Por suerte, mientras intentamos emular esos momentos especiales, la vida da tantas vueltas, que nos deja en el mismo sitio, pero con un nuevo contexto, y una maleta llena de nuevos recuerdos, o una maleta lista para ser llenada.. La vida es tan circular, tan cíclica, tan curiosa (cómo los gatos) que hace que algunos posts cobren aún mayor sentido en momentos y circunstancias muy lejanas a aquellas que provocaron que se escribieran originariamente. Los retuerce, los estira, les cambia la dimensión. Les da un nuevo significado.

Y no, ningún vaso es perfecto, también por suerte.

domingo, 15 de mayo de 2011

Perdiendo el norte

Publicado originariamente en Fotolog, el 11 de Agosto del 2008



- Algún dia tendrás que explicarme como se hace para no perder el norte, que me siento como la brújula del Capitán Sparrow cuando se hace un lio!
- Vale, algun dia te lo explico! Pero es muy simple: a veces es necesario que se haga un lio.
- Estoy tranquila, se que siempre habra alguien para deshacer el nudo.

jueves, 17 de marzo de 2011

Tan sólo un segundo (III)

Él la desnudó despacio, en silencio, cómo si el reloj se hubiera parado. Lo había deseado durante tanto tiempo que no quería perderse detalle. Si alguien les hubiera visto hubiera creído que ella guardaba un mensaje escrito en braille en los lunares de su espalda. Ella se dejó hacer, sentada entre sus piernas, sintiendo el contacto de esas manos tan familiares, y tan desconocidas a la vez. Eran mucho más ásperas de lo que las recordaba, pero no le importó. Llevaba tiempo sin sentirse tan en casa en su propia casa.

Ella recordó una situación demasiado parecida, tiempo atrás. Él le había confesado que aquella vez no se atrevió por miedo a haber malinterpretado algo. Ella no estaba dispuesta a que hubiera ningún error de interpretación. Él le acarició la nuca, ella se deshizo la coleta. Sus manos siguieron subiendo, enredándose en su pelo. Ella bajó la cabeza, se estiró hacia delante. Él sonrió, siempre había dicho que parecía una gata, pero nunca lo había sido tanto como en ese momento. Resiguió con las manos el arco de su espalda, se inclinó y la besó en la espalda, justo en el centro, cómo si quisiera llegar al corazón siguiendo el camino más difícil. Ella sonrió al pensarlo, pero no entendió la jodida paradoja.

lunes, 21 de febrero de 2011

Tan sólo un segundo (II)

Cuando él llegó, ella estaba tan reclinada en el banco que hubiera podido mimetizarse con él. Él le reconoció la coleta, se le acercó por la espalda, sin dar la vuelta al banco. Ella no se incorporó, le cogió la nuca, en un abrazo tan tierno como extraño, y se besaron en la mejilla, aunque poco les faltó para hacerlo en los labios. Él se quedó aturdido y cuando ella se levantó, no acertó más que a besarle la otra mejilla, esta vez más cortés, más distante. 

Ella no le devolvió el segundo beso, nunca daba dos besos a la gente importante, aunque siempre se los dejaba dar. Él hablaba deprisa, sin decir nada en concreto, moviendo mucho las manos, cómo siempre hacía cuando estaba nervioso. Ella sonrió al identificar ese tic que había quedado guardado en algún rincón de la memoria. Él se puso más nervioso al darse cuenta y exageró el gesto, consiguiendo que a ella se le escapara una carcajada que le recordó a las de años atrás. Hubiera podido pasarse horas haciéndola reír.

Empezaron a andar sin rumbo fijo y sin prisas, como solían hacer cuando se conocieron. Habían pasado años desde la última vez, pero ninguno de los dos lo mencionó. Ninguno recuerda muy bien de quien fue la idea, pero acabaron pidiendo comida para llevar y siguieron el paseo hasta casa de ella. Él no encontró el portal, pero recordaba el piso. Había pasado tanto tiempo que si el perro no hubiera sido de cerámica tampoco le hubiera reconocido.

Comieron, rieron, y hablaron de todo y de nada. Hasta que se quedaron callados.

jueves, 17 de febrero de 2011

Teorías

Publicado originariamente en Fotolog, el 4 de Mayo del 2008



- En momentos como este te odio, lo sabes no?
- Pues ten cuidado, que dicen que del odio al amor hay un paso
- Ñeñeñeñe
- Lo digo en serio... No te vayas a enamorar de mi, al menos, no ahora que las mujeres me han convertido en un cabron más
- Tú sabes que dicen que la fama no vuelve gilipollas a la gente? Que solo descubre a los que ya eran gilipollas antes de ser famosos... Pues igual con los hombres pasa un poco igual
- Me gusta más otro ejemplo: El metal tiene su forma natural, y en las herrerías le cambian la forma a base de calentarlos y hostiarlos... y no descubren su forma natural, se la cambian.
- Y del próximo calentón qué saldrá? Espada o herradura?

martes, 18 de enero de 2011

Tan sólo un segundo (I)

Se habían conocido hacía más de cinco años, habían congeniado, se habían gustado, se habían conocido mejor que a nadie, se habían querido. No se habían atrevido. Luego tuvieron sus más y sus menos, a temporadas se perdían la pista, a temporadas volvían a ser casi inseparables, al menos un par de horas a la semana, pero siempre alguno tenía a otra persona. Alguna otra historia a medio empezar, o a medio terminar. Llevaban siglos buscándose el uno a la otra, y la otra al uno, sin lograr encontrarse.

Era la primera vez que iban a verse sin ninguna atadura de por medio. Ella intuía que no iba a ser un encuentro como los demás. Él se lo negaba hasta a sí mismo. Llevaban tiempo queriendo quedar, pero nunca ponían fecha. Ella tenía un examen importante esa mañana, él llamó para desearle suerte a primera hora, y, sin saber muy bien cómo ni dónde, acabaron quedando para comer.

Él iba a ir a esperarla a la salida. Quizás por las ansias del reencuentro que prometía ser más de lo que ninguno había dicho, ella acabó el examen antes de lo previsto. Abandonó aquél lugar que olía a tensión y miedo, y se sentó a esperarle al sol en un banco. Era un mediodía de principio de otoño que parecía de primavera, se limitó a saborear la espera. Después de tantos años, no importaban los minutos, ni siquiera las horas.

Él llegó aún más tarde que de costumbre, pero a ella le bastaba con oír su voz al otro lado del teléfono, nerviosa y preocupada porque la espera que estaba causando fuera más de lo que ella pudiera soportar. Se estaba bien al sol.

lunes, 13 de septiembre de 2010

¿Todavía crees en él?

Hace unos días, un anónimo que no lo es tanto me lanzó, entre muchas reflexiones, una pregunta. No sé cuantas veces debió leer el mi post antes de atreverse a comentarlo, aunque no sea la primera vez que lo haga. Pero sí se lo que me ha costado a mi escribir la respuesta.

Dejé de creer en su magia, en nuestra magia, hace tiempo. Perdí incluso la capacidad de sonreír con el recuerdo. Hubo un momento, hará poco más de un año, en que creí que podría volver a hacerlo. Recordar y sonreír. Siempre he pensado que así deberíamos actuar todos al mirar el pasado. Es curioso que sea el único con quien no lo he conseguido. Quizás es que a nadie debería romperle el corazón dos veces la misma persona. Quizás es que, aunque quería hacerlo, no me quedaban fuerzas.

Deposité, otra vez, demasiada confianza en él. Le cargué con el peso de conseguirlo. El juego de siempre. Él dijo que lo haría y yo quise creerle. Yo no se lo había pedido, pero siempre he sido como un niño pequeño. Si dicen que el domingo me llevarán al parque, el domingo espero que lo hagan. Le conozco lo suficiente para saber que cuando lo dijo, lo creía. Quería. Pero en algún momento del camino lo olvidó. Quizás porque lo urgente nunca deja tiempo para lo importante. O quizás porque dejé de ser importante.

Más de un año. Lo escribo y ni siquiera yo me lo creo. Y todavía alguno pregunta por qué es demasiado. Yo sigo buscando el camino de regreso al país de nunca jamás. Encuentro atajos en el fondo de una mirada cómplice que no necesita palabras, cuando alguien me abraza y me da las gracias por hacer que su vida sea un poco más fácil, en las historias que me cuenta mi pequeño demonio una vez por semana, en los millones de mails con intentos de quedadas, incluso en las no consumadas, en las gotas de sudor que recorren la espalda de mi amante y en la sonrisa de niño travieso que me regala, cuando la magia irrumpe en vidas ajenas pero cercanas, en un bongiornoprincipessa cada mañana.

Pero creo que, una vez dejas de creer, nunca puedes volver del todo. No se pueden cumplir años hacia atrás ni recuperar la inocencia perdida. A veces temo que ya nadie llegue tan adentro como para poder hacerme daño.

martes, 24 de agosto de 2010

Luna roja

Ella es la inspiración de la canción de amor más bonita que jamás se haya escrito. Quizás no estoy enamorada, pero su presencia ha sido una constante en mi vida. En la ciudad, modesta y difusa, apareciendo por mi ventana para calmar mis pesadillas y permitirme conciliar otra vez el sueño. Más presente, y más cercana, en esos lugares dónde los coches se vuelven moteles. Reflejada en el mar, enigmática y mágica, con el sonido de las olas de fondo y acompañada por un millón de estrellas fugaces. A dos mil metros de altura y a algunos grados bajo cero, redonda, blanca, enorme, majestuosa, más cercana de lo que la tendré nunca aunque mi padre vaticinara hace años que, aunque a él le pillaría viejo y no podría hacerlo, mi generación viajaría a la luna, como un destino exótico más. Y que yo la pisaría.

No fue hasta el verano del 2002 en que se volvió roja. O quizá ya lo había hecho antes, pero no la recuerdo. Fue el verano en que descubrí lo que significaba enamorarse. Quedar con cualquier excusa y pasarse horas y horas hablando. Conociéndonos. Sintiendo que aquello se nos quedaba grande. El verano de mis nueve revelaciones y de su poema a mi vuelta. El de que sabíamos que si seguíamos así suspenderíamos todos los exámenes de setiembre... y nos daba igual. El de que se nos hiciera de día frente a una pantalla. El de las excursiones urbanas. El de la playa a la que nunca fuimos. El de los mil mensajes los días que pasamos separados. El de la perdida de buenas noches y la de buenos días. Y el del beso de despedida que no nos dimos.

El día siguiente de nuestra despedida, con aquél beso pendiente aún flotando en el aire, instalada ya en mi paraíso particular, en la playa, de noche, a las 2 o las 3 de la mañana, bebiendo algo dulce y haciendo tiempo para ir a las carpas, la luna apareció roja, muy muy roja. Estaba preciosa, y más enigmática de lo que la he visto nunca. Nos extrañó a todos y me preguntaron si yo sabía el porqué. La verdad es que recordaba algún fenómeno raro, quizás algo de una alineación con la tierra, que reflejaba su color, pero... no estaba segura.

A él le gustaba la astronomía todavía más que a mi. Le mandé un mensaje preguntándole que significaba. Decirle que le echaba de menos hubiera sido redundante. Respondió ipso-facto. Teníamos 19 años. Él también estaba con sus amigos, aunque sin playa. Me contó, en 160 caracteres, que el fenómeno físico era por algún tema de gases en la atmósfera, pero que la superstición decía que avisaba de algún peligro. Tuvo espacio para decirme que me cuidara y para mandarme un beso.

Era la primera noche que pasábamos todos juntos aquél verano. Risas, bailes, y, aunque alguna canción me recordara a las noches que había pasado con él, la recuerdo como una noche genial. No pude dejar de mirar la luna de vez en cuando, y comprobar si seguía teñida de sangre. A las seis de la mañana, con los primeros rayos de sol acompañando nuestra vuelta a casa, llegó un nuevo mensaje. - La hora de los novios - rieron mis amigos. El mensaje era suyo, todavía lo conservo en su propia caja.
Oye, me has preocupado y no consigo dormir. Luna rojiza: augurio de desgracia y ella avisa. Laia, yo no la he visto roja... ya se que es una tonteria pero.. cuídate mucho!
No fui capaz de responder hasta que estuve en casa. Estaba preparando la declaración de amor más simple y más sincera que he hecho hasta la fecha. Cuando conseguí ordenar mis ideas en un par de docenas de palabras, le dije que se cuidara él, que a mi, lo que más me preocupaba era perderle. Supongo que ya se habría dormido. No respondió.

El verano siguió y fue divertidísimo. Vivía de noche y de día. Dormía más horas en la playa que en mi propia cama. Nos lo pasamos bien por separado. Seguimos mandándonos mensajes, haciéndonos perdidas, estudiando todo lo que no habíamos estudiado juntos. Volvimos y retomamos la magia en el punto que la habíamos dejado, pero aquél primer beso todavía se demoró seis años.

Resultó que lo de la luna roja es un fenómeno habitual en mi paraíso particular. Será la composición atmosférica, el grado de sal del agua, o lo que sea, pero está allí, esperándome alguna noche cada verano. Durante todos estos años, todas las noches que la he visto, me he acordado de él y de la historia que no fue. En nuestros buenos tiempos, incluso le había mandado un mensaje, como cuando eramos poco más que niños jugando a ser mayores, y nos habíamos reído de la circunstancia.

Este verano, no la he visto roja ni un día.

lunes, 5 de julio de 2010

Demasiado tarde (II)

- Estaba bromeando...  Realmente me gustaría mucho explicártelo todo. Creo que te lo debo.
- No, ya no. Cuando volviste a aparecer, te creí. Pensé que, al menos por una vez, pondrías algo de tu parte. ¡Claro que me la debías! Necesitaba entender por qué habías vuelto a aparecer en mi vida sólo para revolverlo todo de nuevo y volver a desaparecer. No tienes ni la más remota idea del tiempo que la estuve esperando. Me había costado demasiado esfuerzo conseguir ordenarlo todo la primera vez como para conformarme con tu ausencia como única respuesta. Me hubiera valido con uno de tus cuentos, con cualquier excusa para cada uno de tus miedos. Te hubiera creído. Lo que fuera. ¿Pero a estas alturas? ¿Tu eres consciente del tiempo que ha pasado?
- Demasiado, pero...
- Sí. Exacto. Demasiado. Ahora ni siquiera me importan tus razones. Tengo muy claro que el único error fue mio.
- Eso no es verdad, la culpa no ...
- Sí que lo fue, claro que lo fue. Yo elegí confiar en ti.
- Entonces... ¿no puedo invitarte a cenar?

sábado, 5 de junio de 2010

Demasiado tarde

- Creo que te lo debo.
- Sinceramente... hace mucho tiempo que no creo que nos debamos nada.
- Bueno...si las deudas se perdonan... ¡me haces feliz! Le debo tantas cosas a tanta gente...¡sobre todo cenas!
- Las mías puedes ahorrártelas. Enhorabuena.

sábado, 17 de abril de 2010

Sonido de cristales rotos

Publicado originariamente en Fotolog, el 30 de Marzo del 2009


Y entonces, de repente, vete tú a saber por qué motivo, la ilusión se desvanece, la venda se cae, la magia parece no haber existido nunca y esa estúpida sonrisa suya que tanto te gustaba te parece de lo más irritante. Se oye sonido de cristales rompiéndose en algún lugar remoto dentro de tu cabeza. No es que hayas dejado de quererle, de desearle, ni siquiera de necesitarle, es simplemente, que su mera presencia te resulta asqueantemente insoportable.

martes, 23 de febrero de 2010

La teoría del sofá

Cuando las últimas guiris me abandonaron el sábado, a mí todavía me quedaba cuerda. Como, después de todo lo que habíamos comido, lo que menos tenía era hambre, y ya pasaba la hora de cenar, llamé a LosDeSiempre. En diez minutos improvisamos una noche en casa. Nos dieron las tres, sin hacer absolutamente nada, más que estar juntos. Sofá, música, y risas, muchas muchas risas. Ataques de esos en los que te acabas riendo de que Ele se ríe de que Alex ha dicho que... y vuelta a empezar.

Yo tengo una teoría con los hombres y los sofás, que como todavía no os he contado, y me viene al pelo, voy a meter aquí. Cada uno tiene su forma de ver cómo avanza una relación, de cuales son los momentos importantes, los que marcan la diferencia. 
La última vez que supe que podía pasar el resto de mi vida con alguien, fue en un momento sofá. Estábamos viendo la tele, después de comer y me tumbé hacia el lado contrario al que estaba él, que se quedó sentado. Iba descalza y en algún momento mis pies acabaron debajo de su piernas y su mano encima de las mías. Es un gesto muy normal, muy íntimo, pero tan corriente que suele pasar desapercibido. Hasta que te das cuenta y entonces lo sabes. Aquella historia no fue bien, pero podía haberlo ido.
El sábado por la noche estábamos en casa, aletargados, y supe que quería que los cuatro que tenía tumbados más o menos cerca, siguieran compartiendo todos mis sofases.

lunes, 1 de febrero de 2010

¿Marrones o negros?

Hay películas que cuanto más las veo, más me gustan. Tapas es una de ellas. Las críticas no la tratan muy bien: la tachan de simple, previsible, dicen que parece un capítulo piloto de una serie española. Claro que el 80% de las críticas, según la estadística que me acabo de inventar, provienen de gente que opina que el Cine Español es un género.

A mi me gusta, me gusta la sencillez que utiliza para contar historias complejas. Muy complejas. Me gusta ver las historias complejas en pantalla, quizá porque me recuerdan a mis propias historias. Complejas, claro. Hay fotogramas brutales. Silencios. Miradas. Frases. Una de ellas me gusta tanto que la escribí cuando "Hoy es aquel mañana que ayer te preocupaba tanto" todavía era un fotolog.

También hay una canción:


Se me ha olvidado el color de unos ojos que creí que nunca dejarían de hacerme de espejo. Y lo jodido es que ni siquiera he pensado ellos mientras lloraba al oír la canción.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Más el quince de propina



Me he levantado tarareando esta canción, y no sé porqué. No le veo sentido en mi vida ahora mismo, aunque lo haya tenido. Esta noche he soñado con alguien, un sueño tonto, curioso, que le contaré en cuando le vea, si todavía lo recuerdo. Pero creo que esta canción nunca ha tenido nada que ver con él. Ahora mismo, la oigo, y pienso en otro. Y en si valió o no la pena ese último esfuerzo. No es que los buenos recuerdos se caigan por las escaleras, es que no me quedan.

Sin embargo, no dejo de cantarla sonriendo, aunque a media voz, que mi hermano aun está superando la resaca de ayer, y de pensar en la cantidad de gente interesante que he conocido en las cantinas...

viernes, 28 de agosto de 2009

Disculpas

- No pretendo que me perdones nada, ni siquiera darte a entender que quiera que lo olvides, solo quiero que sepas que no estoy orgulloso de lo que hice.
- Y yo solo quiero que sepas que quizás esta vez no pueda perdonártelo.
- Lo entiendo, por eso no te lo estoy pidiendo.
- No claro... tú nunca te disculpas, sólo lo sientes.
- Me estoy disculpando, pero no puedo pedirte perdón, sería insultante. ¿Que quiero que me perdones? ¡Claro! Pero no creo que me lo merezca.
- No lo haces, no lo has hecho nunca. Eres demasiado orgulloso para eso.
- Bueno... decir "lo siento" es una forma de decir "perdona" en cierta manera, ¿no?
- No, no es lo mismo. Cuando sientes algo, lo sientes. El perdón es algo que se pide a la otra persona.


- En ese caso: perdona.
- Gracias.


- Vale, ahora ya no se que decir.
- Lástima, es ahora cuando deberías empezar
- Ya, pero tu "gracias" me ha roto un poco...
- Bueno, con los años he aprendido a pedir perdón y dar las gracias. Perdonar me sigue costando un poco más.
- Entiendo que no me perdones, pero me gustaría que con el tiempo, un poco, al menos…
- Ya no confío en ti.
- Haces bien. ¿Tienes algún motivo para hacerlo?
- No, has cambiado demasiado, ya no eres la persona que conocí.
- Lo sé. Estoy intentando volver a serlo.
- El problema es que yo tampoco soy la persona que tú conociste.

jueves, 20 de agosto de 2009

Así no hay quien duerma

Esta noche he soñado un montón de cosas raras. Lo sé porque me he despertado millones de veces. Tengo la suerte que, mientras tenga sueño, dormirme no me cuesta mucho, pero sigue siendo una lata despertarte cada dos por tres, y últimamente me pasa a menudo.

En el último mes recuerdo haber soñado con un par de ex-algos. Con el último tuve en sueños la gran bronca final que nunca tuvimos, y de la que me quede, en parte, con ganas. Por aquello de decirle unas cuantas verdades. Así que me sentó bien, aunque me desperté con ganas de llamarle y despacharme a gusto, aunque fuera por teléfono...

Con otro de ellos volviamos a estar juntos, como si hubieramos retrocedido unos cuantos años en el tiempo, pero él estaba también con su actual pareja. Tengo que aclarar que hace mucho tiempo de esta historia y que conseguimos reconvertirnos en amigos. Claro está, al final del sueño descubría, el pastel y teníamos una macro bronca de la que no recuerdo el final. Es curioso, no recuerdo haber tenido más que una mientras estuvimos juntos, o quizás, técnicamente, justo despues de dejarlo. La del sueño fue indudablemente más bestia.

Otro día soñé que se habían vendido "mi coche" sin avisar. Me explico: Yo quiero heredar un coche, el de mis tíos, que me encanta. No es nada del otro mundo, un Ibiza amarillo menos viejo que mi tanquecito, pero siempre les digo que cuando se compren un coche más grande, ese me lo quedo yo. Soñé que se lo cambiaban y que lo vendían por 500 € a otra persona. Me indigné, claro, pero siguen con el mismo Ibiza.

He soñado, también, que alguien cogía la gripe A en la universidad, y se liaba una gordísima, porque no son exagerados aquí ni nada. Mascarillas, pruebas para todo... En fin, me temo que este invierno lo veremos realizado.

Que estaba embarazada, y el posterior parto. El padre era el único de mis ex-algos con quien me vi en ese punto, pero actualmente ni nos hablamos, ni ganas que tengo. Que tenía la práctica y el TFC acabados y me volvía a ir de vacaciones. Que me liaba con el ex de una amiga a quien conozco remotamente y que en mi vida me ha interesado... pero no era su ex, si no su pareja. Que lo del trabajo no salía bien, y tenía que irme a otro sitio. Y que salía bien, pero al final resultaba una mierda y hubiera sido mejor largarme. Que la que llevaba el brazo inmovilizado era yo y no mi hermana. Y muchas muchas más, pero por ahora, ya hay bastante...

Doctor, doctor, ¿estoy muy mal?

domingo, 12 de julio de 2009

Futuro

─ Hace unos días, me preguntaste que si antes de que empezaramos a salir supieramos que no funcionaria hubieramos seguido.
─ ¿Que respondiste?
─ Que jamás cambiaría el tiempo que pasamos juntos, porque somos la suma de nuestras experiencias, además... algunos de los mejores momentos de la vida son errores.
Paycheck.

miércoles, 1 de julio de 2009

La caja de los horrores

Soy una persona enferma, demente seguramente, tengo tendencia a guardar en una caja mis recuerdos... podría decirse que tengo una caja, cerrada, por cada uno de los hombres a los que quise alguna vez... Aunque perdí esa costumbre hace algún tiempo, así que, probablemente, tengo una caja menos de las que, según este recuento, debería tener... Pero bueno, este no es el tema... la cuestión es que he abierto la última de mis cajas, aunque desactualizada, pensando que las llaves que no encuentro podrían estar ahí...

Y no, no estaban. Podría haber cerrado la caja y ya está, pero no! Tenía que ponerme a leer cosas... De verdad, a veces creo que no aprendo, que entro en un bucle y me gusta repetir errores, me pongo a repasar los recuerdos que encierran, y tengo la sensación de que son los mismos, una y otra vez! Me indigno, me indigno conmigo misma, mas que con ellos. Aunque, quizá, sean los mismos errores que cometemos todos, una y otra vez...

Pero silencio, que al final, toca aprender... y a veces se puede crecer, dejando recuerdos, y amigos, que valen realmente la pena. Otras, en cambio, no queda más que cerrar cajas. Me resisto a tirarlas, que los errores no se deben olvidar, y mi memoria es escasa. Y las llaves siguen sin aparecer, y la cuestión no es que no estuvieran en la caja, la cuestión es: ¿por que no están en el cajón de las llaves?

jueves, 11 de junio de 2009

La soledad de los números primos

En primer curso de universidad había estudiado ciertos números primos más especiales que el resto, y a los que los mátemáticos llaman primos gemelos: son parejas de primos sucesivos, o mejor, casi sucesivos, ya que entre ellos siempre hay un número par que les impide ir realmente unidos, como el 11 y el 13, el 17 y el 19, el 41 y el 43.