La historia de las hermanas Miller haría las delicias de cualquier cronista social. Pía Christina, Marie Chantal y Alexandra Natasha nacieron, respectivamente, en 1966, 1968 y 1972 en el seno de la familia Miller: el padre, Robert, nacionalizado inglés, era ya entonces el rey de los duty free. La madre, la ecuatoriana Chantal Pesantes, una perfecta esposa y madre de familia, guapa y pulida, cuyos armarios rebosaban modelos de alta costura.
A pesar de la belleza y elegancia de su esposa, Robert Miller no consiguió quitarse nunca el barniz de vulgaridad que arrastraba junto a sus muchos millones (un reportero escribió que parecía “un carnicero de Detroit”). Entonces se prometió que sus tres hijas serían tan bellas como distinguidas, y, tras casarse espléndidamente, se convertirían en pilares de la alta sociedad internacional.
Robert y su esposa diseñaron para las tres niñas una perfecta estrategia educativa: colegio privado, internado suizo y estudios superiores en alguna universidad elitista, además del aprendizaje de idiomas e intensos periplos viajeros para desarrollar el cosmopolitismo propio de una dama.
Chantal se preocupó de inculcar en sus hijas el interés por la moda y la propia imagen: las pequeñas Miller se vistieron en las tiendas más exclusivas y fueron al peluquero y a la manicura desde que tuvieron uso de razón. Tantos esfuerzos dieron sus frutos: las hermanas Miller se convirtieron en exquisitas jóvenes de piel perfecta, lacios cabellos rubios y estilizada figura.
Cuando las tres alcanzaron la mayoría de edad, Robert Miller se dijo que era el momento del toque final, y encargó a Herb Ritts una sesión fotográfica de sus preciosas hijas, que aparecieron vestidas con apabullantes trajes negros de gusto impecable. Las fotos fueron enviadas a las principales revistas de sociedad americanas y europeas junto con un breve curriculum de cada chica y una información adicional: el magnate había dotado a cada una de ellas con una fortuna de 15 millones de euros.
En América, donde entonces vivía la familia, la “millermanía” no tardó en desatarse. Vanity Fair afirmó que las Miller eran “lo mejor que le había pasado a la sociedad estadounidense desde el desembarco, en los años treinta, de las hermanas Cushing”, en clara referencia a otras ricas herederas que reinaron sobre la sociedad neoyorquina en la época que sucedió al crash bursátil de 1929.
Las chicas Miller el día de la boda de Marie-Chantal (Londres, 1995)
La prensa dijo que las chicas Miller heredarían la tradición de otros iconos de la alta sociedad estadounidense, como Consuelo Vanderbilt o C.Z. Guest, y mientras las tres hermanas eran bombardeadas con invitaciones a bailes y fiestas, los pretendientes empezaron a zumbar alrededor de ellas como moscas sobre la miel. No todos eran del gusto de papá Miller, que se encargó de poner en fuga a los cazafortunas.
Después, los esfuerzos dieron sus frutos: la mayor de las hermanas, Pía Christina, mostró su intención de comprometerse con Christopher Getty, miembro de una de las familias que se incluyen por derecho propio en el Gotha norteamericano, y el noviazgo se hizo oficial sin problemas.
Pia
Pia y Christopher Getty: unión de dos fortunas
Otro tanto ocurrió cuando Alexandra, la menor de las Miller, empezó a salir con Alexander von Fürstenberg, uno de esos príncipes sin corona que hacen las delicias de los norteamericanos ricos. Además de un apellido larguísimo con una antigüedad de siglos, Alexander tenía negocios propios y una saneada cuenta corriente. No había nada que objetar. Alexandra se convertiría en Fürsten von Fürstenberg.
Alexandra
Alex & Alex en sociedad con sus hijos
¿Y Marie Chantal? La mediana de las tres jóvenes, seguramente también la más atractiva, no parecía dispuesta a decidirse por ninguno de los pretendientes que le gustaban a su padre. Las malas lenguas dicen que Miller puso la soltería de su hija en manos de un casamentero profesional, quien se las ingenió para que Marie Chantal fuese emparejada con el príncipe Pablo de Grecia, heredero de la Corona, durante una fiesta en Nueva Orleans.
Marie-Chantal
El flechazo fue inmediato, y Marie Chantal se convirtió en la segunda Miller con título de Alteza. Exudando satisfacción por todos sus poros, el escasamente refinado Miller llegó a decir que estaba dispuesto a emplear todos los medios a su alcance para reinstaurar la monarquía en Grecia y ver a su hija sentada en el trono de la Hélade. De momento, Pablo y Marie Chantal siguen siendo príncipes sin corona, pero se han convertido en reyes de la alta sociedad.
Sus Altezas Reales El Príncipe Heredero de Grecia y su esposa
La princesa, que después de tantos partos sigue manteniendo una figura envidiable, aparece cada año en las listas de mujeres mejor vestidas del mundo, tiene su propia firma de (carísima) ropa infantil y algunos diseñadores se refieren a ella como “la nueva Grace Kelly”. Sus detractores dicen que vive obsesionada por su imagen, que es fría, distante y soberbia, pero otros aseguran que tiene motivos para serlo: es guapa, elegante, joven, está casada con un príncipe… y algún día se repartirá con sus hermanas una herencia que se calcula en más de 1.500 millones de euros.
La familia Miller en pleno en la gran gala pre-boda de Marie-Chantal y Pablo de Grecia (1995)
Socialite es un neologismo norteamericano (sin traducción al español) para referirse a una persona de la clase acomodada, generalmente de sexo femenino, conocida por ser parte de la sociedad de moda, con regular participación en actividades sociales y aficionada a gastar significativo tiempo y dinero en entretenimiento.
Dos generaciones de socialites: C.Z. Guest y Consuelo Vanderbilt, Mme. Balsan, en Newport, Rhode Island, 1960
Algunos socialites eligen usar sus habilidades sociales y conexiones para promocionar y recaudar fondos en actividades benéficas o filantrópicas. Se encuentran en posición de considerable riqueza, usualmente obtenida por herencia o por matrimonio, con la que pueden mantener su constante asistencia a las funciones sociales. Sus movimientos son publicados en revistas y periódicos especializados de Europa (principalmente Gran Bretaña, Francia e Italia) y Estados Unidos.
A mediados del siglo XX, la televisión prestaba poca atención a los miembros de la alta sociedad y los periódicos de los ’70 suspendían o interrumpían su diaria página Social para instituir la sección “Estilo” los días domingos. Durante mucho tiempo los socialites fueron largamente descuidados en los medios y la prominencia social se ha venido acompasando con la de las celebridades, quienes son más famosos, tiene un perfil más público y habitualmente se relacionan a una profesión específica.
El Barón Alexis de Redé hace su entrada al Bal Oriental, en el Hôtel Lambert, la noche del 5 de diciembre de 1969, evento fotografiado por Vogue
Socialites y celebridades estuvieron brevemente unidas en el Jet Set en las décadas de 1960, 1970 y 1980 pero años posteriores el primer grupo estuvo aparentemente absorbido y subsumido por el segundo, aunque en los hechos figuras de uno y otro grupo se intercambiaban entre ellos. En los ’50 el círculo de socialites que, inevitablemente, en agosto visitaba Deauville, en octubre París, en febrero Saint Möritz y en junio Londres, formaba el International set.
A falta del motor de propulsión, aún no existía el término Jet set que inventara la revista Women’s Wear Daily, pero ya entonces la prensa estaba pendiente de la vida y milagros de esta dorada élite que vivía al margen del mundo rutinario. Era una vida alimentada por el dinero, pero el simple dinero no daba acceso al International set. Lo esencial era la predisposición, la intención de vivir una cierta clase de vida, una vida dedicada a la diversión sin culpabilidad, en la que el mayor esfuerzo del individuo eran las apariencias: haute couture, mansiones exóticas, constantes viajes, agasajos a lo largo del globo y, más que amistad profunda, muchas relaciones sociales.
Recepción al aire libre ofrecida por el Barón y la Baronesa de Rothschild en el espléndido parque del Château de Ferrieres, en las afueras de París.
Los títulos nobiliarios, acompañados por una considerable riqueza, han permitido entrar por la puerta grande a la sociedad de moda y la celebridad, lo que después se traduciría en el jet set. En la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX ha habido figuras extraordinarias que permanecerán en los anales de la sociedad internacional. Incluso hoy en día se registra este tipo de notables:
Pauline von Metternich
Elsie de Wolfe, lady Mendl
La Marquesa de Ripon
Lady Juliet Duff
Lady Diana Cooper
Emerald Cunard
La Duquesa de Windsor
Nancy Astor, Vizcondesa Astor
El Barón de Rédé
Edwina Mountbatten
Ira de Fürstenberg
Baba de Faucigny-Lucinge
La Marchesa Casati
El barón Nicolás de Gunzburg
Marie-Hélène de Rothschild
Gloria von Thurn und Taxis
El Marqués de Cuevas
Marella Agnelli
Marie-Chantal, Princesa Heredera de Grecia
Muy esporádicamente los socialites frecuentan las cenas de Estado en los palacios reales o las fiestas de aniversario de los personajes de la realeza. Estas ocasiones constituyen básicamente grandes reuniones de familia debido a los lazos de sangre que los unen entre sí y, a menos que se hallen emparentados con ellos –como Marie-Chantal Miller al casarse con el Príncipe Pavlos de Grecia-, su entrada está restringida. Queda para los príncipes y los aristócratas de sangre real el desfile por la alfombra roja con históricas diademas y bandas de órdenes de caballería cruzadas sobre el pecho.
El Príncipe Heredero de Grecia y su esposa, Marie-Chantal (nacida Miller)
Las socialites reinan en las ocasiones donde el dinero es el que manda. Son galas benéficas como el Bal de la Rose de Mónaco, que en ocasiones registra entre sus invitados a algún miembro menor de la realeza –jamás un soberano de la talla de Carlos Gustavo de Suecia o Beatriz de los Países Bajos-, o bailes de disfraces en el Palais Garnier de París a beneficio de la Opera Comique, en el castillo de Versailles a beneficio de los refugiados de guerra o en el Museo Metropolitano de Arte de la ciudad de Nueva York a beneficio del Costume Institute. La lista de asistentes en estos casos incluye a los Rothschild –de la rama francesa, británica o austríaca-, los Fürstenberg, los Hohenlohe, los Aga Khan, personalidades de la realeza depuesta del Irán, de Yugoslavia, Rusia, Francia, Portugal o Italia. Nunca se verá un Windsor de la rama mayor, o un Borbón de España –a menos que sea a beneficio de una institución de su país-, o un Bernadotte de Estocolmo.
1960: Isabel, Condesa de París, hace su entrada al Bal Louis XIV en la capital francesa
En todas las épocas se han registrado ocasiones sociales memorables, como lo describe Sir Cecil Beaton en su libro The glass of fashion: ”En Londres, durante los veinte, miss Ponsonby (hoy Loelia, duquesa de Westminster) fue una de las instigadoras de un nuevo tipo de fiestas. Esta dama vivía con sus padres en el palacio de Saint James (donde su padre tenía una posición muy allegada al rey) y prefería fiestas menos convencionales a aquellas a las que asistían las otras palaciegas de su linaje. Miss Ponsonby solía organizar en un impulso una fiesta improvisada y pedía a sus amigos que contribuyeran con algún ingrediente especial. Un bondadoso padrino se encargaba de facilitar la orquesta, otros invitados proveían la cena y todos traían champaña. Nancy Mitford y una bandada de nuevas personalidades que acababan de salir de Oxford –lord Kinross, Evelyn Waugh, Harold Acton y Oliver Messel- constituyeron el núcleo de un grupo cuyos componentes o formaban parte de la aristocracia o entretenían a ésta con sus talentos. Todos tenían un espléndido deleite por la vida y estaban capacitados para expresarlo...”
Loelia Ponsonby y el 2º Duque de Westminster, el día de su boda (1930)
El célebre dibujante y fotógrafo inglés sigue un relato original y extremadamente personal sobre el hedonismo de la alta sociedad en la primera mitad del siglo XX: ”... La californiana miss Elsa Maxwell solía alquilar por su cuenta para toda una noche un club nocturno completo. Creó su propio ’escenario internacional’ que desarrolló en lo que hoy se llama Café Society, incluyendo, junto a personas de categoría social, una mescolanza de celebridades del cine y de las artes menores. Pero la verdadera ambición de miss Maxwell no quedó satisfecha nunca hasta que logró que el público más distinguido pareciera no tener nada de tal. Con este propósito inventó muchas fiestas sensacionales en las que aristócratas de Italia, Francia e Inglaterra, junto con políticos y estadistas, se veían desmontados de sus pedestales. En su primera fiesta de Londres, anunciada a bombo y platillo, hizo que sus invitados, gente muy pagada de sí misma, se sentaran en el suelo y jugaran a hacer volar una pluma en una sábana a fuerza de soplidos. Una de sus fiestas de noche cacareadas fue un corral de granja, donde los asistentes iban vestidos de campesinos y ordeñaron una vaca artificial sacando champaña. Como Elsa Maxwell tenía más talento que la mayoría de sus huéspedes, consiguió su objetivo. Las fotografías que se publicaban inevitablemente después de cada una de aquellas fiestas hacían que las víctimas aparecieran como unos formidables idiotas”.
La Duquesa de Windsor, Charles de Beistegui, el Barón Alexis de Rédé y Elsa Maxwell (1955)
Y sigue su vívida pintura el retratista de la corte británica: ”Los años treinta también tuvieron sus fiestas cuya finalidad era tal vez algo más elevada, ya que se proponía el fomento de la belleza. En 1928, el señor y la señora Cole Porter dieron una gala roja y blanca en el impresionante Palazzo Rizzonico de Venecia, en el que los invitados fueron provistos de vestiduras de papel blanco y encarnado que habían sido fabricados en Milán para aquella ocasión. Unos acróbatas, con los mismos colores, trabajaban sobre cables tendidos a través del patio del palazzo... El siciliano Duque de Verdura hizo que sus invitados internacionales hicieran todo el viaje hasta su palacio barroco de Palermo para aparecer con vestiduras de la época del Imperio... Charles de Beistegui conmemoró el aniversario de la edificación de su Palazzo Labbia en Venecia, durante el verano de 1951, con una fiesta en la que Antonio y Cleopatra, tal y como están pintados por Tiépolo en la pared de su gran salón, recibían al emperador de China y su corte y a los embajadores de Turquía, Persia y Rusia. Los invitados debían presentarse representando figuras tomadas de la literatura, pintura e historia de la época. No fue permitido ningún anacronismo en aquel escenario alumbrado por los candelabros. Las flores y el resto de los adornos fueron dispuestos según documentos del siglo XVIII y como quiera que se pidió a todos los invitados que llegasen en góndolas mejor que en lanchas de motor, las escenas del exterior así como las del interior del palacio produjeron la impresión de un Canaletto vuelto a la vida”.
Estas grandes exhibiciones de dinero pero con refinamiento y savoie faire terminaron hacia los ’70, cuando empezó a preponderar solo el dinero y el jet set se adhirió a la locura del estilo de Studio 54, por ejemplo, la célebre disco neoyorquina que dio las fiestas más extravagantes de la época. En la década de 1980 eran las mega-fiestas de Adnan Kashoggi, el traficante de armas árabe -en su momento llamado ”el hombre más rico del mundo”-, las que hacían correr ríos de tinta a periódicos y revistas de todo el planeta por su despliegue de fastuosidad. Aristócratas que siempre figuraban en la lista ”A” de invitados eran los barones de Rothschild, con Guy y Marie-Hélène a la cabeza, don Jaime de Mora y Aragón –hermano de la reina Fabiola de Bélgica-, Gunilla von Bismarck, Gloria y Johannes von Thurn und Taxis, Carolina de Mónaco –sobre todo luego de su separación de Philippe Junot-, el príncipe Alfonso de Hohenlohe-Langenburg y algunos dinastas de la Casa de Saboya. Los Rothschild, en Francia, reunían en torno a sí a muchos más miembros de la aristocracia menor que los jet-setters del resto de Europa.
Marie-Chantal Miller (1968- ) es hija del millonario americano Robert Warren Miller y de la ecuatoriana María Clara “Chantal” Pesantes y nació en Londres Tiene dos hermanas, Pía (primera esposa del heredero petrolero Christopher Getty) y Alexandra (primera esposa del príncipe Alexandre von Fürstenberg).
El acaudalado progenitor Robert Miller figura en el puesto 18 en la lista de los ciudadanos británicos más ricos, con una fortuna estimada en 1.570 millones de euros. Nacido en Estados Unidos, Bob Miller se nacionalizó británico y se estableció en Hong Kong, convirtiendo a la ex colonia en el centro de sus operaciones durante los años ‘60. Aunque edificó su fortuna con las tiendas duty-free, también tiene negocios con el magnate de la comunicación Rupert Murdoch. Junto a su mujer, la ecuatoriana Chantal, organizó durante décadas las fiestas más sonadas de Hong Kong. En el transcurso de una de estas celebraciones, la bella Chantal se disfrazó de reina inca y dio la bienvenida a los invitados desde un globo aerostático. Incluso fue contratado el disc-jockey de moda entonces en las discotecas parisinas.
Marie-Chantal fue criada en Hong Kong hasta los 10 años. Ella y sus hermanas eran las reinas de la casa. Entre 1977 y 1982 fue educada en el Instituto Le Rosey, en Suiza, luego estudió en una escuela bilingüe en París y tomó un curso de un año en la Academia de Artes de Nueva York. Desde muy joven, Marie Chantal aparecía en revistas de sociedad junto con sus dos hermanas como fieles exponentes de la moda y el estilo.
El 1 de julio de 1995 contrajo matrimonio con el príncipe heredero Pablo de Grecia, hijo del último rey de los Helenos, Constantino II, y de su esposa, Ana María de Dinamarca. Se habían conocido en Suiza. Dos años más tarde volvieron a coincidir en una fiesta organizada por amigos en Nueva Orléans y, después de un breve noviazgo, el príncipe le propuso matrimonio a bordo de un teleférico en la estación de esquí de Gstäad. Así comenzó la relación entre el heredero de una de las más añejas dinastías y la heredera de una de las fortunas más fabulosas. Pablo estaba hecho a la medida de Marie-Chantal. Recibió una esmerada educación en Inglaterra, donde se formó en la academia militar de Sandhurst y, siguiendo los pasos de su primo Felipe de Borbón, continuó estudios en la Universidad Georgetown, en Estados Unidos. Para formalizar el compromiso, regaló a su novia una reliquia de la familia, un zafiro de incalculable valor y un diamante con forma de corazón.
La ceremonia de casamiento se efectuó en la Catedral de Santa Sofía de Londres, lugar de residencia de la familia real griega, por el rito de la Iglesia Ortodoxa. El templo fue decorado con 30.000 flores y entre los quinientos invitados había representantes de casi todas las monarquías europeas. Valentino diseñó el vestido de novia, que costó 170.000 euros, y la fiesta se prolongó durante una semana. Marie Chantal debió cambiar su religión católica por la ortodoxa y decidió aprender griego. Desde su matrimonio con el príncipe Pablo se convertiría en Princesa de Dinamarca.
La pareja tuvo cinco hijos (príncipes de Grecia y Dinamarca):
María Olimpia (1996)
Constantino Alejandro (1998)
Aquiles-Andreas (2000)
Odiseas-Kymon (2004)
Aristides Stavros (2008)
Marie Chantal y su familia se establecieron primero en Nueva York y más adelante en Londres, donde residen en la actualidad. En 2000 lanzó al mercado su propia línea de ropa para pequeños de hasta ocho años, llamada "Marie Chantal LLC", diseñada por ella misma y de venta en 125 almacenes de prestigio en Nueva York, Londres y Atenas.
El mundo de la moda no es en absoluto ajeno a la princesa, que aparece con regularidad en las listas norteamericanas de “las mejor vestidas”. Sus diseñadores favoritos son Chanel, Oscar de la Renta, Armani y Valentino. A pesar de que repita una y otra vez que sus veladas favoritas son aquellas que pasa en casa con los niños, es de las socialites más fotografiadas en el circuito social de Manhattan. En los últimos tiempos ha reforzado su posición gracias a sus obras caritativas, fundando su propia organización (“Castillo de Arena”) para ayudar a los niños más desfavorecidos. Esta actividad, como ella se encarga de remarcar, le roba mucho tiempo para cuidar su propio aspecto. Aunque se la asocia siempre con el lujo, Mari-Chantal se ha esforzado en mantener una vida discreta y se apresura a marcar distancias con las “princesas de Park Avenue”, selecto grupo de millonarias que mantiene ocupados a los columnistas sociales de Nueva York.
La familia ha visitado Grecia en los últimos años y su hijo menor ha sido bautizado en el Peloponeso. Asimismo, la princesa ha educado a sus hijos en inglés y en griego y les ha inculcado la cultura griega. Participa, junto a su marido, en eventos de sociedad, destacando casi siempre en las revistas de la prensa rosa por su elegante estilo en el vestir. Los pocos periodistas que han logrado entrevistarla destacan su timidez y su aire distante, gélido. Sin embargo, ha sido considerada la más perfecta representante del glamour, una “moderna Grace Kelly”, como ha dicho el diseñador Valentino, y fue aclamada por Vogue como la mujer que mejor reúne las cualidades de una princesa moderna: una educación impecable, un estilo exquisito y una gran carrera profesional.
Títulos y tratamientos
Miss Marie-Chantal Miller (1968-1995)
Su Alteza Real La Princesa Heredera de Grecia (pretendiente), Princesa Marie-Chantal de Dinamarca (1995-presente)