Memoria de este amor, / tráeme de esta noche/ el mayor número posible de recuerdos.
Suministra tus remedios, Arte de la Poesía,/ que impiden (por un tiempo) sentir la herida.
CUERPO, RECUERDA
Cuerpo, recuerda, no solo el ardor
con el cual fuiste amado;
no sólo los lechos sobre los cuales
te has acostado, sino esos deseos
que brillaban por ti en los ojos
y temblaban en los labios,
y un obstáculo fortuito
ha impedido que se cumplan...
Ahora que todo eso pertenece al pasado,
casi parece que te has abandonado a ellos...
Cuerpo, recuerda esos deseos
que por ti brillaban en los ojos
y temblaban en los labios.
Traducción: Juan Carvajal
Tomo este poema de Constantino Kavafis (Alejandría, Egipto, 1863—1933) por una serie de vivencias siempre renovadas, relacionadas con este texto. Hay obras de arte capaces de producir una marca o una huella. Reconocemos un buen poema porque no nos deja indemnes: no somos los mismos después de leerlo. Poemas que nos piensan o nos dicen, allí donde cualquier otra forma del lenguaje colapsa. La primera persona que me habló de «Cuerpo, recuerda», fue una chica, hacia fines de los años noventa. Me contó que pensaba en este texto cuando, por diferentes motivos, atravesaba largos períodos de soledad. Entonces, le regalé una antología de Kavafis, con pétalos de una flor depositados en la página del libro que incluía el poema referido (a manera de señalador). Años después, cuando una poeta amiga debió atravesar la complicada instancia previa a una intervención quirúrgica, le sugerí que pensara en este texto, para conectarse con el cuerpo desde un lugar que no fuera el dolor ni el miedo. No muchos meses después, ella debió recomendarme el poema a mí, ante una instancia similar. Algo de eso transmite «Cuerpo, recuerda». Un dolor pequeño e inlocalizable junto a la pulsión del Eros.
«No sólo los lechos sobre los cuales te has acostado » — escribe Kavafis. No sólo el deseo que escapó a la dimensión de la fantasía, sino también eso que, al no haber sido concretado, puede siempre resurgir.
Ante la pérdida de un momento fugaz, queda constancia de ese haber mínimo e indecible, a través de la memoria del cuerpo. Un resto o estremecimiento. Todos los «podría haber sido». Algo que actúa por sustracción: la dimensión inasible de las insinuaciones. Resto que hace al caudal inabarcable del deseo mismo. La fuerza reparadora, incluso curativa, de un intercambio de miradas. Un mutuo y fugaz reconocimiento entre cuerpos. Ese saberse y no, no saberse. Dulce nostalgia de lo no ocurrido, reparaciones pequeñas como la lectura de la carta de una amante de otro tiempo. El poema: algo bello y evasivo como la seducción, cuando la vida nos busca donde no estamos y entonces se hace insinuación y promesa. Glosando otro poema de Kavafis:
«El arte da cierta forma a la belleza, completando la vida de forma imperceptible, ante vagas memorias de amores incumplidos».
© Javier Galarza
Breve antología aquí: Kavafis o el deseo
2 comentarios:
Kavafis escribió poco pero todo lo que escribió era bueno.
Excelente poema! Tu texto, muy bueno!
Saludosss
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