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Saturday, June 8, 2024

NEW LETTER TO THE FINANCIAL TIMES

AM | @agumack

"Interest is raised by defective enforcement of contracts" — Adam Smith

Once again I'm grateful to the Financial Times for publishing my letter on Adam Smith, interest rates and the performance of contracts. Previously published letters include: "Freedom to trade at odds with despotic ambitions" (21 March 2022), "Perón quip is chilling take on Latin American justice" (9 April 2021), "A sound economy needs judicial independence" (19 November 2019).

Last week's letter was a brief comment on a previously published missive by Pete Vatev regarding the importance of institutions to ensure "strong creditor protection rights". This is one of my particular hobbyhorses. A large part of my blog Contrapesos is devoted to that idea.

In one of my favourite exercises in Quellenforschung, I have traced it all the way back to François Bernier (1, 2, 3), Trenchard and Gordon (1, 2), Montesquieu (1, 2), Ferdinando Galiani (1, 2, 3), Guillaume-Thomas Raynal (1, 2), Adam Smith (1, 2, 3, 4, 5) and Jacques Necker (1, 2).


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Here's the text

Pete Vatev makes a strong case as he argues that “creditor protection rights contributed to lowering the risk of lending” (“Florentine bankers knew all about the pricing of risk”, Letters, May 29). It is worthwhile to mention that Adam Smith made exactly this point almost 250 years ago.

In Wealth of Nations we read that “interest is raised by defective enforcement of contracts”. Thus, a “high rate of interest” is to be expected when governments neglect the duty of setting up strong courts of justice. Smith explained that the premium paid by investors as they buy government-issued securities reflects “the universal confidence in the justice of the state”.

He went a lot further in Book IV, arguing that, more than trade policies, differences in economic prosperity reflect an “equal and impartial”, as opposed to an “irregular and partial”, administration of justice.

Agustin Mackinlay
Barcelona, Spain
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Saturday, August 13, 2022

HUME A MONTESQUIEU (1): INDEPENDENCIA JUDICIAL

 AM | @agumack

"... la liberté et l'indépendance" — David Hume

El 10 de abril de 1749, David Hume escribe una larga carta a Montesquieu desde Londres (*). Se trata de una reseña de l'Esprit des lois, publicado un año antes y leído por el filósofo escocés en Italia. Está escrita en francés, la lingua franca de la época. Mariano Moreno, en el Río de la Plata, la dominaba con gran solvencia [ver]. Aunque la carta está muy bien escrita, Hume comete el típico error del anglo-parlante frente a los femeninos/masculinos de las lenguas latinas: le remarque en lugar de la remarque. 

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La carta es un documento sensacional. A los 38 años, Hume se siente seguro para comentar y criticar lo que llama "un ouvrage qui s'est attiré la plus haute estime de toutes les nations et qui sera l'admiration de tous les siècles". Un aspecto descuidado de la correspondencia Montesquieu - Hume es que ocurre por medio de un tal John Stewart, importador de vinos de la región de Bordeaux. El comercio es, a mediados del siglo XVIII, una fuente crucial en el intercambio de libros, cartas e ideas (†).

Independencia judicial. Montesquieu es conocido por su defensa del principio de vénalité des charges, según el cual los cargos de jueces en los Parlements franceses se compran y venden. Es difícil entenderlo en el siglo XXI. Estos jueces tenían la facultad de aprobar o rechazar legislación propuesta por la corona. Formaban una especie de aristocracia que monopolizaba los cargos judiciales. 

Este extraño sistema ofrecía una gran ventaja: permitía cumplir el principio central de la monarquía moderada  el rey no juzga. El tenure del cargo de juez era una garantía de independencia frente al poder del monarca. Cuando estalla el gran conflicto entre Louis XV y los Parlements, en 1771, Denis Diderot —gran admirador de Montesquieu— escribe una memorable defensa de la independencia judicial (ver: "Los jueces & la bronca de Diderot", Contrapesos, 2020).

Hume descarta las opiniones de 'declamadores' y ofrece tres comentarios sobre la vénalité des charges: (1) el aumento en las ventas de cargos judiciales democratiza el sistema judicial francés y lo hace más parecido al sistema inglés de jurados; (2) el elevado precio de los cargos asegura el tenure de los jueces, ya que despojar a un comprador sería "odieux et [...] tyrannique" (esto sucederá finalmente en 1771); (3) la escasez de contactos entre la corona y los jueces da "à vos juges la liberté et l'indépendance".

(*) Carta No. 65, "To PRESIDENT DE MONTESQUIEU", en G. Y. T. Greig (ed.) The Letters of David Hume, Vol. 1, 1727-1765. Oxford University Press, 1932, pp. 133-138.

(†) Pensaba que se trataba de un caso aislado, pero ahora veo que ya sucedía en el siglo XVI. Los editores de los Essais notan que el humanista escocés George Buchanan (1506-1582), profesor de Montaigne, recibía y mandaba cartas cuando los negociantes escoceses compraban vinos en Bordeaux. ¿Hay una relación entre el esprit de commerce de los vinicultores de Bordeaux y la apertura a las ideas del exterior que caracteriza tanto a Montaigne como a Montesquieu? Después de todo, se trata de dos gigantes del 'espíritu de moderación'. Ver Montaigne, Les Essais. Paris: Gallimard, 2007, p. 1406.

[CONTINÚA]

Saturday, January 2, 2021

¿CONTRA-FUERZAS O CONTRAPESOS?

AM | @agumack

"... le systême des contre-forces, établi dans tant de nations" — Diderot

¿Contrapesos o contra-fuerzas? En sus brillantes e injustamente desconocidos escritos sobre los contrapesos institucionales, Denis Diderot utiliza el término contre-forces en lugar de contre-poids. Lo hace, creo, por una buena razón: un peso puede ser un cuerpo inerte, muerto; el concepto de fuerza, en cambio, nos lleva a pensar en términos de naturaleza, vida, actividad—y conflicto. Porque es justamente bajo esta perspectiva que debe entenderse la idea más importante de la ciencia política. El conflicto político estuvo, está y estará siempre con nosotros. Diderot lo describe de manera muy cruda, tanto en Histoire des deux Indes como en las notables Observations sur le Nakaz [1].

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Lo mejor que podemos hacer —para vivir en seguridad, en un marco de justicia—, es que el conflicto ocurra de manera civilizada. Para eso es necesario institucionalizar las (naturales) contra-fuerzas políticas. Diderot era un reconocido helenista [2]. Justamente creo haber descubierto la palabra griega que designa 'contra-fuerzas'. En Historias (7.220.4), Heródoto cita la ambigua respuesta del oráculo de Delfos sobre el desenlace de la guerra entre helenos y persas:

οὐ γὰρ τὸν ταύρων σχήσει μένος οὐδὲ λεόντων ἀντιβίην

En el segundo volumen de su brillante estudio sobre Esparta en la era clásica, Paul Rahe reproduce la traducción: "For neither the might of bulls nor that of lions can stand as a counter-force" [3]. El término ἀντιβίην es (creo) el acusativo singular de ἀντιβιος, opposing force to force, Gewalt gegen Gewalt setzend, che combatte con violenza, con resitenza. Sabemos que ἀντι (anti) significa over against, opposite. A su vez, βία es bodily strength, force, power, might, forza, violenza. De ahí, seguramente, el término moderno antibiótico

[1] « Ce que l'on objecte aux contre-forces physiques d'un corps politique, surveillant de l'autorité souveraine, me paraît peu solide, témoin le Parlement d'Angleterre qui me paraît une terrible contre-force au pouvoir du roi ». A notar la idea de contra-fuerzas físicas que vigilan la autoridad. La política no es broma: implica una auténtica oposición de poder contra poder para evitar "ríos de sangre" y así generar seguridad. En estas mismas páginas, Diderot describe los estragos de la falta de seguridad en términos del mercado de crédito. También hace referencia a « contre-autorité ». Ver HDI: « ... le systême des contre-forces, établi chez tant de nations » (Histoire des deux Indes, 1780.xviii.35). Estos textos están publicados en Œuvres, Tome III, Politique. Paris : Robert Laffont, 1995. 

[2] Raymond Trousson : « Diderot helléniste », Diderot Studies, No. 12, 1969.

[3] Paul A. Rahe. The Persian Challenge. The Grand Strategy of Classical Sparta. Yale University Press, 2015, p. 193 (1, 2, 3).
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