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jueves, 20 de septiembre de 2007

la línea editorial: marca de identidad y de distinción

Supongo que quien en algún momento decide abrir una editorial busca darle una línea —es decir, una orientación y unos rasgos que la distingan de todas las demás—. Como la variedad de intereses, necesidades y expectativas existentes es bastante amplia, considero que es deseable y saludable que haya editoriales dedicadas a publicar ediciones críticas de literatura clásica, guías de viaje, ficción literaria, textos de divulgación científica, literaturas no occidentales, libros de texto, reportajes de actualidad, narrativa breve, manuales prácticos, literatura de fronteras, diccionarios, pensamiento contemporáneo, libros esotéricos, antologías de crónica periodística, ciencia ficción, manuales para ejecutivos, libros ilustrados, informes de investigación, poesía, toda clase de lecciones para Dummies, textos técnicos, literatura fantástica y cualquier otra cosa.


En numerosas ocasiones he afirmado que la segmentación del mercado favorece la búsqueda de nichos por parte de las distintas editoriales —sobre todo de las independientes—. Al respecto dice Gabriel Zaid que ‘con raras excepciones, el mundo del libro no corresponde a los mercados masivos e indiferenciados, sino a clientelas segmentadas, a los nichos especializados, a los miembros de un club de interesados en tal o cual conversación’.


En el caso de algunas de las editoriales jóvenes con las que he tenido la oportunidad de entrar en contacto hasta el momento es evidente la definición de una línea que las distingue de todas las demás —desde aquellas que se ubican en segmentos de mercado diferentes del suyo hasta las que compiten por el mismo lugar que ellas ocupan o aspiran a ocupar—:


- ‘Libros del Asteroide tiene como objetivo publicar libros fundamentales de la literatura del siglo XX no disponibles en castellano’.


- minúscula propone ‘libros sin recurrir a estridencias, casi en voz baja. Pero [su nombre] es también una descripción de lo que somos: una editorial pequeña. Esto no significa, sin embargo, que renunciemos a ser ambiciosos, queremos construir un catálogo sólido y atractivo, una constelación de libros. Publicamos tres colecciones. “Alexanderplatz”, cuyo nombre se refiere a uno de los lugares emblemáticos de la cultura en lengua alemana del siglo XX, alberga traducciones de novelas y ensayos, con el ánimo de dar a conocer a los lectores algunas de las claves de esa cultura y de la extensa zona sobre la que ha ejercido su influjo. “Paisajes narrados” reúne narraciones, diarios y fábulas de distintas procedencias que ofrecen una perspectiva original sobre un lugar, ya sea una ciudad, una región concreta o un paraje imaginario. “Con vuelta de hoja“, nuestra colección más joven, incluye obras de carácter exploratorio y controvertido que adoptan las variadas formas del ensayo, la biografía y la autobiografía’.


- ‘La edición discográfica y la ensayística convergen en el objetivo fundacional de Global Rhythm Press: dar a conocer la obra y las memorias de los grandes creadores de la música contemporánea, al tiempo que los estudios realizados sobre la obra de dichos artistas. Paralelamente, en un esfuerzo inspirado por la necesidad de contextualizar las obras de esos grandes creadores en su época y en el campo de la producción artística en general, la editorial tiene por objeto ofrecer también una ventana abierta a la difusión de textos que se inscriben en el campo del ensayo cultural, a través de “PoliRitmos”, colección cuyo espectro temático arranca con el ensayo político y literario si bien abarcando, desde sus inicios, otros campos para también contribuir a una mayor difusión del pensamiento musicológico, antropológico y artístico’.


- Impedimenta se propone ‘recuperar, con criterio y con nuevas traducciones y ediciones, obras esenciales del canon occidental, con prólogos autores de referencia de nuestra literatura’.


Hace dos días me referí al vínculo que se establece entre la editorial y el lector que se siente identificado con su catálogo porque considera que éste satisface sus inquietudes e intereses —lo cual nos permite definir a alguien como "lector de una editorial x". Creo que muchas veces el establecimiento de este vínculo es posible justamente gracias a la definición tan clara de una línea y de un registro por parte del editor.


Me imagino que en algunos casos las editoriales que logran sobrevivir con el paso del tiempo buscan conquistar nuevos nichos, por lo cual van diversificando sus registros aunque intentando guardar una coherencia con su línea inicial para que su identidad no se desdibuje y para conservar o mejorar la posición que han conseguido alcanzar.


Vale la pena recordar que varias editoriales maduras que en sus inicios tenían una línea muy específica hoy en día manejan una gama de registros bastante diversa: mientras que al principio Siruela se especializó en la publicación de textos medievales —sobre todo del ciclo artúrico—, en sus inicios Alfaguara se centró en la literatura infantil y Anagrama empezó siendo una editorial de ensayo político de izquierdas.

martes, 18 de septiembre de 2007

la identificación como vínculo entre la editorial y el lector

Me ha pasado varias veces que en algún momento me doy cuenta de que una editorial saca de manera sistemática libros que yo siento que han sido publicados para mí. Y me ha pasado también que el simple hecho de ver el logo de una editorial me hace pensar directamente en alguien. Lo que quiero decir es que creo que es posible sentirse identificado con el espíritu que expresa una editorial mediante su catálogo —y también a través de su diseño—.


Tal vez mi primera experiencia de este tipo se remonta a cuando fui consciente de que la mayoría de los libros que últimamente me habían gustado o llamado la atención tenían en común unas carátulas color crema o de colores estridentes —que, entre otras cosas, nunca me han parecido muy bonitas—. Desde entonces adquirí la costumbre de recorrer a paso lento los estantes de las librerías y de detenerme cada vez que a mi ojo se le atravesaba uno de esos lomos marcados con el logo de Anagrama. Con la práctica fui afinando la técnica, de manera que al cabo de un tiempo ya sabía en cuáles librerías encontraría esos libros cuyo denominador común parecía ser el estar impregnados de cierto aire trasgresor e iconoclasta. Incluso en algunas librerías ya tenía identificados los estantes hacia los que debía dirigirme para encontrarlos.



Para mí Anagrama empezó a ser sinónimo de literatura contemporánea refrescante y de buena calidad. Tenía la sensación de que tenía un vínculo estrecho con cualquier libro de Anagrama que escogiera. En cierta manera gracias a esta sensación de que podía apostar a ojo cerrado por cualquier cosa que tuviera el sello de la editorial barcelonesa descubrí a Roberto Bolaño, a Raymond Carver, la mayoría de los libros de Truman Capote, La conjura de los necios, a Ryszard Kapuściński, a Tom Wolfe, a Carlos Monsiváis, a Gabriel Zaid, a Antonio Tabucchi, a Julian Barnes, a Martin Amis, a Alessandro Baricco, a Sergio Pitol y a Paul Auster.


También tengo que decir que gracias a esta forma impulsiva de escoger mis lecturas de vez en cuando me encontré con una que otra pifia o con libros con los que no conseguía establecer una conexión. Debido a lo anterior al cabo de un tiempo pasé por un proceso de desidealización de Anagrama que me permitió dejar de asumir que todo lo que allí se publicaba me gustaría, sin que ello significara dejar de reconocer que es una excelente editorial.


Después me identifiqué también con el espíritu que expresaban mediante su catálogo otras editoriales como Alianza, Bruguera, Norma, Tusquets y Lumen. Y hoy en día me sigue pasando que de repente tengo la impresión de que los libros de editoriales como minúscula, Artemisa, Libros del Asteroide, Global Rhythm Press, La otra orilla, Periférica, Alpha Decay, Lengua de trapo, 451 editores o Ediciones del viento están siendo publicados para mí. Sin embargo, por cuestiones de distancia crítica agradezco el hecho de no haber vuelto a tener con respecto a ninguna editorial una percepción idílica como la que en su momento tuve de Anagrama.


Hay gente a la que en mi mente identifico con la colección de literatura medieval de Siruela, con las ediciones bilingües de Gredos de los clásicos griegos, con el vasto fondo de poesía de Hiperión y de Visor, con los libros ilustrados de Media vaca, con los Cuadernos marginales de Tusquets, con el catálogo de Alianza que recoge un montón de autores fundamentales de la modernidad, con los ensayos de ciencias sociales de Gedisa y Paidós, con los autores de Europa del Este de Acantilado, con el catálogo de ciencia ficción de Minotauro, con las ediciones críticas de Cátedra o con la narrativa hispanoamericana de Alfaguara.


Son impresiones extrañas pero certeras que están relacionadas con lo que en sus Opiniones mohicanas el editor Jorge Herralde llama “la marca editorial como contraseña”. ¿Las han tenido alguna vez? ¿Saben de qué estoy hablando?