Safo saltando al mar desde el promontorio leucadio. Théodore Chassériau |
Hoy, por primera vez en el blog, traigo un
par de poesías de autores clásicos grecolatinos. Me encanta la cultura clásica
desde que era adolescente, aunque no le he dedicado todavía ningún espacio en
este pequeño rincón de Internet. El otro día se me ocurrió compartir con
vosotros un poema de Catulo, autor que leí con fruición en mi época
universitaria. Es cierto que buena parte de su poética es obscena y soez, pero
tiene bellísimos poemas de amor. Cuando leí de nuevo el poema, me acordé de que
está inspirado en uno de la poetisa griega Safo.
La imagen con la que acompaño esta entrada pertenece a un cuadro del pintor romántico francés Théodore Chassériau. Se desconoce cómo fue la vida de Safo, pero a través de su poesía muchos han querido vislumbrar su biografía. Según una leyenda, la poetisa puso fin a sus días arrojándose desde un risco en la isla de Léucade, al sufrir un desengaño amoroso.
Os dejo con el poema de Catulo y con el de Safo.
Aquél
me parece igual a un dios,
aquél,
si es posible, superior a los dioses,
quien
sentado frente a ti sin cesar te
contempla
y oye
tu
dulce sonrisa; ello trastorna, desgraciado
de mí,
todos mis sentidos: en cuanto te
miro,
Lesbia, mi garganta queda
sin
voz,
mi
lengua se paraliza, sutil llama
recorre
mis miembros, los dos oídos me
zumban
con su propio tintineo y una doble noche
cubre
mis ojos.
El
ocio, Catulo, no te conviene,
con el
ocio te apasionas y excitas demasiado:
el ocio
arruinó antes a reyes y
ciudades
florecientes.
Catulo
Me parece el igual de un dios, el hombre
que
frente a ti se sienta, y tan de cerca
te escucha absorto hablarte con dulzura
y reírte con amor.
Eso, no miento, no, me sobresalta
dentro del pecho el corazón; pues
te miro un solo instante, ya no puedo
decir ni una palabra,
la
lengua se me hiela, y un sutil
fuego no tarda en recorrer mi piel,
mis ojos no ven nada, y el oído
me zumba, y un sudor
frío me cubre, y un temblor me agita
todo el cuerpo, y estoy, más que la hierba,
pálida, y siento que me falta poco
para quedarme muerta.
Safo
Besos,
Teresa