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sábado, 22 de marzo de 2008

Requiem por Discoplay

Hace unos días, me enteré de la noticia de que Discoplay ha desaparecido. Ya llevaba unos meses con la mosca detrás de la oreja al ver que no recibía el puntual y mensual boletín en papel. Pensé que se trataba de una cuestión de política medioambiental, para ahorrar papel y potenciar el uso de la web. Además al entrar en la página se mostraba un mensaje de página en renovación. Van a mejorarla, pensé y habrá que olvidarse del querido boletín impreso, que guardo desde el primero que recibí, allá por abril de 1989. Pero no, definitivamente han pegado el cerrojazo. Discoplay ha pasado a la historia.
Cuando hace unos años cerraron Sevilla Rock, debí darme cuenta que Discoplay tendría el mismo destino. Ya se notaba en los últimos boletines, que más de la mitad de las páginas ya no se dedicaban a música, sino a libros y otros artículos. Solo hay que comparar un boletín reciente con otro de hace 10 años para ver la diferencia. Se ve que estaba agonizando e intentaba sobrevivir con otro mercado, pero no lo han conseguido.
Los culpables de todo esto son muchos. Por un lado los consumidores, que en un porcentaje muy alto, les da igual tener un disco original que una copia en mp3, en un CD compartido con otras docenas de LPs. Para la mayoría no tiene ningún valor el artwork de la portada, la información en el libreto, las fotos, las fechas, los créditos. Además todo eso está en Internet. Además cuando se cansen del disco lo tirarán a la basura. Además les sale gratis. Yo también era un pirata al principio, grabándome muchos vinilos a cintas de casete (TDK de cromo, a ser posible).
Por otro lado están los autores y discográficas, que no han sabido prever lo que pasaría, que han pretendido mantener los márgenes de beneficios subiendo el precio de los discos nuevos, que han hecho ver a todo el mundo el abuso que supone pagar 20€ por un disco que cuesta muy pocos ponerlo en circulación y que puede vender millones de copias. En los últimos años, han intentado enganchar a los compradores con remasterizaciones, ediciones aniversario, bonus tracks, bonus DVD y otras parafernalias, que han hecho las delicias de unos pocos, pero que nos ha “obligado” a recomprar títulos que ya poseíamos. Como esto no ha sido suficiente, adoptan medidas sinvergüenzas como es el asunto del canon.
Los más afectados por todo esto somos unos cuantos desgraciados, que seguimos comprando discos caros y encima pagamos el puto canon. Y digo unos cuantos porque de todos mis amigos, sólo unos pocos compramos discos originales. Bien es verdad que nos hemos convertido en perros de presa en busca de la oferta y que no consumimos muchas novedades discográficas. Que nuestro interés se centra más en las rarezas y en completar discografías y que nuestro coto de caza está en el mercado de segunda mano y, aunque parezca extraño, en los Carrefour y los Media Markt. Pero con el cierre de Discoplay, y antes con el de Sevilla Rock, hemos perdido muchísimo. Al menos nos han abierto la Fnac, a ver lo que dura (¿alguien se acuerda de la Virgin?).
Y es más un tema sentimental que comercial. Me da mucha pena no volver a recibir el boletín mensual. Durante años los he guardado celosamente y nunca me he atrevido a tirarlos. Mucho menos lo voy a hacer ahora, aunque empiezo a tener problemas de espacio en casa. Los más antiguos los tengo mutilados; recortadas algunas portadas de discos para pegarlas en las cintas de casete (ahora me arrepiento).

Recuerdo con nostalgia cómo jugaba con amigos en el instituto a hojear cada página y señalar con el dedo qué disco de esa página me gustaría poseer. Recuerdo que a través de Discoplay puse en marcha con otros amigos mi primer y único negocio en mi vida: consistía en comprar al por mayor posters a la revista (si comprabas más de diez salían a unas 100 ptas cada uno) y después los revendíamos a 300 ptas, montando un kioskillo en el extinto mercadillo de la Alameda de Hércules (la verdad es que nos cansamos pronto y no sacábamos mucho dinero). Y qué decir de la ilusión que me hizo cuando un buen día recibí por sorpresa un diploma honorífico de la revista (yo y miles de clientes más, supongo), que tengo guardado en la misma carpeta que el título de licenciado en Física y el First Certificate.

Qué nostalgia esos pedidos conjuntos con los amigos para repartir gastos de envío. Y qué pena de servicio de atención al cliente, que ha sido, con diferencia, el mejor, más efectivo y más amable de los que me he topado en mi vida. Todo un ejemplo a seguir.
Terminando. Que me ha dado muchísima pena esta noticia y he sentido la necesidad de poner por escrito lo que pienso, y haceros partícipes de ello.