PASTRANA
¿¡Qué si soy la mujer más fea del mundo!? ¿Acaso no se han
visto por la mañana en el espejo? Pues háganlo seguido, así entenderán por qué
me cepillo la barba, la cabellera encrespada y el crecido bigote. Las
pilosidades también me crecen en demasía en recodos ignotos, pero eso a ustedes
no les importa, ni les hablaré de ello, aunque les aseguro que tengo quien me
atienda esas zonas, no sólo el zopenco de mi marido, sino también el domador,
el acróbata y el contorsionista, pero ya estoy incumpliendo una palabra empeñada
entre las sábanas. Pero ultimadamente, ¿a ustedes qué les importa mi vida entre
colchones? ¿Que no me preguntaron?, entonces sigo con lo mío. ¿Se miraron
cuando enjugaban su cara en el lavabo? Yo lo hago cada mañana, durante el ocaso
y cuando comparezco ante el inclemente insomnio. Nada les pasará cuando se
miren. Después de hacerlo ya no querrán salir a las calles blandiendo el
cuchillo para guarecerlo en el pecho de su esposa, ni a empuñar la espada para
trozar al vecino escandaloso.
Apenas me contemplo frente al espejo entiendo por qué me
endilgaron los motes de Mujer Oso, Hembra Lobo, Orangután, y entiendo por qué
ladro, aúllo o gruño mientras contemplo mi rostro en esa planicie cenagosa
intitulada espejo, ese impuro azogue que titila una belleza de otro tiempo.
Esta beldad pertenece a otras comarcas. En cuanto me miro, abandono la daga que
me acompaña y plugo al señor que nadie se espante cuando vagabundeo por la
calle, o que ninguna señora cuchichee en esa lengua de perros mientras me
recorta la cabellera la estilista.
Si se asoma el temor en las pupilas de los peatones, o
bisbisean a mi paso, yo los maldigo, ¡Infelices, qué no se han visto ante el
espejo! ¡Háganlo, Julia Pastrana se los encomienda! Cuando lo hagan
dispondremos de menos huérfanos, pocas viudas y entierros menos. Entonces
entenderán que ninguna belleza los acompañaba, que debajo de su piel supura el
odio contra sus semejantes. Entonces entenderán que aún no han aplacado ese
maldito mal emboscado. La bella soy yo, se los digo a ustedes antes de que
partan a sus hogares cuando termine la función. Y antes de que concluya mi acto
les pregunto, ¿se miraron en el espejo por la mañana? Ya lo sabremos a la hora
del desayuno cuando el voceador pregone los muertos abandonados a la vera del
camino.