Hacía tiempo que le tenía ganas a esta entrada, y qué mejor manera de comenzar el mes del consumismo por antonomasia que hablando de algo tan relacionado con este fenómeno.
Considero, para empezar, que la publicidad es todo un arte capaz de aunar aspectos tan dispares como la comunicación, el diseño y la psicología, por solo mencionar unos cuantos. En ella hay profesionales como la copa de un pino que no solamente dominan las técnicas de persuasión que caracterizan a este mundillo, sino que además controlan la redacción y la ortografía de una forma que haría enrojecer a más de un filólogo.
Considero, para empezar, que la publicidad es todo un arte capaz de aunar aspectos tan dispares como la comunicación, el diseño y la psicología, por solo mencionar unos cuantos. En ella hay profesionales como la copa de un pino que no solamente dominan las técnicas de persuasión que caracterizan a este mundillo, sino que además controlan la redacción y la ortografía de una forma que haría enrojecer a más de un filólogo.
Desgraciadamente, no todos son así. Es más, me consta que se trata de un sector tan sumamente competitivo que, en ocasiones, los trabajos se "corrigen" una y otra vez, para evidenciar que lo que uno hace es mejor que lo que hace el compañero y, al final, lo que comenzó siendo pura inquina, mezclada con el atrevimiento de la ignorancia, termina derivando en muestras de algo rayano en la oligofrenia. Si a ello unimos las prisas y la falta de revisión, no es raro encontrar resultados desastrosos y plagados de errores (aún recuerdo el anuncio de DanUp que rezaba "mucho hambre, tiene mucho hambre", posteriormente vuelto a grabar con la cancioncilla corregida) que, más que persuadir, acaban provocando vergüenza ajena.
Últimamente he tenido ocasión de encontrarme alguna que otra de estas muestras; sin embargo, al abrir mi correo esta mañana y acceder al boletín de noticias de Accessorize, una marca inglesa de complementos, me he dicho que de hoy no pasaba.
La primera muestra de este particular Museo de los Horrores Publicitarios es un banner que encontré en una página de viajes y vuelos baratos. En él se preguntaban "¿A qué sabe Gijón?"; lo único que ocurre es que se ventilaron la interrogación de apertura y la tilde del pronombre interrogativo qué.
Otro problema con las tildes lo encontré en el diario Sur de Málaga; a Benalmádena parece habérsele caído la suya.
Más bochornoso todavía es lo que sucedió con la marca "Castilla y León", en la que la tilde brillaba por su ausencia de manera deliberada. Al parecer, hay diseñadores que consideran que la tilde es simplemente "ruido" y, por eso, se la ahorran vilmente, contraviniendo cualquier regla ortográfica. Juan Miguel, lector de este blog, me pasó un fantástico enlace comentando tal despropósito. No obstante, finalmente rectificaron e incluyeron la tilde en la tipografía, pero ya habían dejado claro que la ortografía correcta no entraba dentro de sus prioridades.
Esta reconozco que me ha escocido bastante, pues Córdoba es una ciudad a la que debo muchísimo, que siempre he defendido con uñas y dientes en el aspecto cultural (más de un rifirrafe he tenido con algún malagueño en relación con la candidatura de ambas ciudades a la capitalidad cultural en 2016; Málaga finalmente ha quedado fuera y Córdoba permanece aún). El anuncio que insta a disfrutar de las visitas nocturnas a la Mezquita (me niego a llamarla catedral) es una muestra evidente de que quien lo elaboró no sabe que el término alma es femenino; que solamente se utiliza el artículo masculino cuando precede inmediatamente a la palabra femenina que comienza por /a/ tónica y que el adjetivo también debería haber ido en femenino.
Volvemos a Málaga y a su Instituto Municipal de la Vivienda; un banner insertado en el periódico Málaga Hoy evidencia que a la institución pública no le interesan demasiado las tildes.
Tampoco el ámbito académico se libra de las meteduras de pata. En diferentes anuncios he podido encontrar el plural de la palabra máster formado como al redactor le ha venido en gana. El Diccionario panhispánico de dudas es firme: el plural de máster es másteres. Y no hay más que hablar.
En este caso, además, han decidido mantener la t en "Postgrados" cuando se prefiere desde hace tiempo el prefijo pos-, sin ella.
En el presente ejemplo, el "ente" público ha pecado de neologista, pues alguien se ha inventado el término metereológico que, supongo, sustituye al correcto meteorológico. Imagino que esta palabra se encuentra en el mismo diccionario que dentrífico y cocreta.
Los encargados del márquetin de Accessorize también tienen ciertos problemillas con el acento gráfico, pues no parecen saber que solo solamente lleva tilde si es adverbio y exclusivamente en caso de ambigüedad (tilde que en la nueva Ortografía desaparece, por cierto); en consecuencia, el adjetivo jamás debería haberla recibido, y mucho menos en femenino, donde no ha de distinguirse de ningún homónimo.
He querido dejar esta para el final porque me ha parecido la más abyecta con diferencia. El ejemplo anterior contiene exactamente el mismo error que este, solo que en él habían rizado el rizo colocándoselo al femenino. Sin embargo, esta imagen está tomada de un banner del banco BBVA. Precisamente el banco que auspicia la Fundéu (Fundación del Español Urgente). ¿Será que en casa del herrero, cuchara de palo?