Podés mirarme con esa expresión de desagrado todo el tiempo que quieras, no me importa. Estoy seguro de que a tu manera hiciste lo mismo o algo muy similar, y está bien, me parece perfecto. Este es el mío, es tan válido como el tuyo ―no quiero decir que más para que no te ofendas más de lo que ya estás. En serio, escúchame, siempre evaluamos a los demás, los gestos, si se maquilló o se afeitó antes de vernos, cómo gasta el dinero, si cambió de auto en el último año o si viaja en transporte público, si la ropa es de marca o no, si sus zapatos son nuevos. Los dientes son otro ejemplo, si los tiene todos o al menos se los limpia con cierta frecuencia, también su lenguaje y vocabulario, sus intereses más allá de lo inmediato. Evaluamos cada detalle, por minúsculo que sea, antes de tomar una decisión. Negalo todo lo que quieras, pero sé que lo hiciste antes, lo hiciste conmigo y lo seguirás haciendo con los que vengan después, y como te dije, está perfecto. Nadie le abre la puerta a cualquiera; el miedo a salir herido, a que vuelva a romperse eso que jamás sanará, a sentir que perdemos otra vez, es atroz.
Por eso es que no tiene sentido que te enojes. El mío es un criterio tan válido como cualquier otro, como ya te dije. Claro que suelo ser un tanto flexible y hasta diría que permisivo en algunas oportunidades; cuando la sangre tira, como quien dice, cuando el premio bien puede ser mayor a la apuesta inicial, cuando la desesperación hace su entrada y bajo mis estándares lo suficiente como para obtener algún tipo de descargo momentáneo.
Hay miles de cuestiones que me tienen sin cuidado, con las que no pierdo el tiempo; a pesar de esto, nunca renegaré de mi criterio. Acabás de enfrentarte a él y perder, como sucede en la mayoría de los casos. Yo estoy acostumbrado, noto que vos no, pero no es nada personal, al menos no directamente. Así son las cosas conmigo.
Si no hubieras dicho nada, si hubieras mirado como quien mira sin ver, si hubieras tenido alguna expresión de sorpresa, alguna palabra perdida a media voz, que demostrara que lo que veías no resultaba extraño aunque quizá sin llamativo, hubiera sido diferente. Incluso hubiera tolerado la completa y total indiferencia. Estaba dispuesto a muchas cosas esta noche.
Lo que me resulta inaudito, intolerable e inaceptable es que hayas pensado que aceptaría sin más que apenas entrar dijeras: “para qué querés todas esas cosas si no sirven para nada”. ―Te pido un uber ―respondí descolocándote y ofuscándote al mismo tiempo porque yo no me reía. Para mí no tenía ni la menor gracia.
Es verdad, ya lo pedí, está en camino. Esperalo afuera por favor. Quizá mientras tanto puedas darte cuenta que no es correcto, que no está bien, criticar sin más el esfuerzo de toda una vida que se expresa, como ves aquí, en esta casa, en mi biblioteca.
Gracias a todos por acompañarme en todos estos años y en los que vendrán.
Volvemos a leernos el primer fin de semana de marzo.