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domingo, 28 de febrero de 2016

Las aventuras intergalácticas de los sobres de ketchup caducos.

Capítulo 25 - De los Índice


¿Por qué han de ser siempre personas (o animales) los personajes de todas las historias?
¿Por qué no pueden ser dos sobres de Ketchup, caducados, para más detalles?
¿Por qué esos sobres caducados de aderezo de tomate no pueden estar perdidos por el cosmos?
¿Por qué no pueden dedicarse a la filosofía?
¿Por qué continúan acumulándose los por qué sin que proponga alguna respuesta?
¿No sé trata de eso la filosofía?

Pueden descubrirlo leyendo los capítulos de las aventuras intergalácticas de los sobres de ketchup caducos...
¡Ahora en orden cronológico!

Capítulo 2 - El Vacío y la Verdad
Capítulo 3 - Sobre el Tiempo y Otros Conceptos
Capítulo 4 - Sobre Sabios y Saberes
Capítulo 5 - Del espacio
Capítulo 6 - De la Justicia y Afines
Capítulo 7 - Del Amor
Capítulo 8 - De la Soledad
Capítulo 9 - De la Lengua
Capítulo 10 - Del Sonido
Capítulo 11 - Del Movimiento
Capítulo 12 - De los Nombres
Capítulo 13 - Del Entretenimiento
Capítulo 14 - ¿Qué Somos?
Capítulo 15 - Acerca de la Mentira
Capítulo 16 - Sobre la Verdad y Afines (O a comienzos)
Capítulo 17 - Acerca de la Necesidad de Una y Otra
Capítulo 18 - De los Mitos y los Saberes
Capítulo 19 - Sobre la Duda
Capítulo 20 - Sobre lo que No puede Conocerse
Capítulo 21 - De las Cuestiones Nunca Antes Mencionadas
Capítulo 22 - De la Amistad
Capítulo 23 - De la Muerte
Capítulo 24 - Del Adiós
Capítulo 25 - De los Índices

También se los puede leer de forma aleatoria, que no se perdería ni se ganaría nada...

domingo, 21 de febrero de 2016

Las aventuras intergalácticas de los sobres de ketchup caducos.

Capítulo 24 – Del adiós


Una fuerza imposible de negar, que los atraía sin posibilidad de hacer nada, llevaba a los sobres de aderezo caducados en un antiguo mes de abril, y en un olvidado mes de octubre, hacia un sector del cosmos donde estrella alguna brillaba, donde el movimiento parecía ser cada vez más lento pero más extenso; y, ellos, sólo podían esperar.
            —Se hace más fuerte por momentos —dijo el ketchup de abril.
            —Y más débil al siguiente, lo sé —respondió el otro sobre de aderezo.
            —Nos acercamos a algo inmenso, algo que no responde a nuestra realidad ni a nuestro tamaño.
            —Nada de lo que hagamos ahora evitará que caigamos en él —dijo el ketchup de octubre resignado y amargado como un tomate rancio—, aunque nunca hemos podido hacer mucho, claro.
            —¿Caer en él? ¿Sabes hacia dónde nos dirigimos? —preguntó el ketchup de abril.
            —Es un agujero negro, el gran misterio del cosmos, donde el tiempo se condensa y el pasado, el presento o el futuro confluyen en un mismo punto. Hacia allí nos dirigimos.
            —¿Estás seguro? —preguntó el ketchup de abril con un dejo de tristeza en el tono.
            —¿Sientes como cada vez nos atrae con mayor intensidad? —preguntó el ketchup de octubre.
            —Lo percibo sobre mi envoltorio.
            —Por eso mismo, estoy seguro. Una vez dentro, nadie sabe lo que puede suceder. Tal vez vayamos a morir, o a renacer, o a ser otro tipo de seres, en otra realidad.
            —Ojalá no nos condenen a ser humanos —dijo el ketchup de abril con verdadera preocupación en su voz.
            —No lo sabremos hasta que no hayamos pasado por él; pero, creo, que el que tú mencionas es un castigo demasiado cruel. Como sea, no creo que del otro lado continuemos juntos —respondió el ketchup de octubre, ¿era pena lo que se oía en su voz?
            —Entonces esto es una suerte de despedida —dijo el ketchup de abril.
            —Quizá para siempre, quizá por más tiempo —dijo el ketchup de octubre.
            —Buena suerte —dijo el ketchup de abril que apenas oía las palabras del otro sobre de aderezo caducado ahora que la separación entre ellos crecía en distancia tanto física como temporal.
            —Buena suerte para ti también —creyó responder el sobre de aderezo de octubre sin tener la certeza de haber sido escuchado o, siquiera, de haber pronunciado dichas palabras.
            La fuerza de atracción creció, el tiempo se concentró sobre ellos, fueron aderezo y fueron tomates. Fueron planta y fueron semilla. Fueron la potencia de una nueva vida y un sobre de plástico que los contenía. Fueron todo eso y más, porque nadie, salvo ellos, sabe qué es lo que se encuentra del otro lado de un agujero negro. Nadie.

sábado, 23 de enero de 2016

Las aventuras intergalácticas de los sobres de ketchup caducos

Capítulo 23 – De la muerte



Flotaban los sobres de aderezo caducos por la inmensidad del cosmos, contemplando sin ver y en silencio, las estrellas y la danza de los cuerpos celestes. Sintiendo, muy tenuemente, una extraña fuerza que tiraba de ellos.
            —¿Lo sientes? —preguntó el ketchup de abril, con un dejo de temor en su interior.
            —Por supuesto, es una fuerza que nos iguala, que no distingue de jerarquías ni de fundamentaciones en su accionar —respondió, con cierto todo de resignación, el ketchup de octubre.
            —Hablas como si supieras de qué se trata, cuando lo que se siente es, apenas, una suave caricia.
            —No tenemos manos, ergo somos incapaces de entender lo que una caricia significa —respondió el ketchup de octubre.
            —Es una metáfora.
            —Lo sé. Por supuesto que sí, pero, sobre ciertos temas, aunque parezca que sólo puede hablarse a partir de metáforas, en necesario hacerlo abiertamente, sin remilgos.
            —¿Qué es, entonces, esa fuerza que nos igual? —preguntó el ketchup de abril intuyendo que la respuesta no sería del todo de su agrado.
            —Dudo que sea otra cosa más que la muerte —respondió el ketchup de octubre.
            —¡Sabía que dirías eso! —exclamó el ketchup de abril.
            —Lo sabías pero necesitabas escucharlo.
            —Ciertas verdades resultan aceptables sólo cuando alguien más las pronuncia. De ese modo obtienen otra entidad, otra realidad en sus palabras, que sin bien podríamos haberlas dicho, preferimos limitarnos a escucharlas.
            —Es el parlamento más extenso que creo haber escuchado en todo el tiempo que llevamos juntos —dijo el ketchup de octubre—, y eso es demasiado tiempo.
            —Si es un cumplido, gracias; si no lo es, también, gracias. Es poco lo que queda por hacer si tienes razón.
            La fuerza que apenas se dejaba sentir anteriormente, comenzaba a ser cada vez más evidente, más persistente, marcando su presencia, señalando que allí existía algo más que sólo ellos dos.
            —Salvo esperar —concluyó el ketchup de octubre.
            —Como si eso no fuera, de por sí, demasiado —dijo el ketchup de abril.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Las aventuras intergalácticas de los sobres de ketchup caducos.

Capítulo 22 – De la amistad


—¿Cuál estimas —comenzó su nueva ronda de preguntas el ketchup caducado en algún olvidado mes de abril— que es el bien más preciado?
            —Antes de responder a ese cuestionamiento —dijo el ketchup de octubre—, primero debes definir qué hay que entender por un bien. ¿Es un objeto? ¿Es una cosa? ¿Es una idea o una actitud? Por otro lado, también definir qué significa preciado. ¿Lo hace por su valor de cambio? ¿Por su unicidad? ¿Su particularidad de hacernos sentir especiales?
            —¿Por qué siempre complicas hasta las cuestiones más sencillas?
            —Para demostrarte que si antes de molestar a otros con tus preguntas las pensaras, verías que las respuestas están allí, en ti mismo —respondió el ketchup de octubre.
            —Todo para que no interrumpa tu meditación—se quejó el ketchup de abril.
            —Por supuesto, pero también para que estimes tu propia razón por sobre todas las cosas. De otro modo, siempre dependerás de que alguien más te muestre cada solución.
            Flotaron, nuevamente, en silencio, por unos instantes.
            —¿Y bien? —preguntó, ésta vez, el ketchup de octubre.
            —¿Qué quieres saber? —dijo el ketchup de abril.
            —¿Cuál es tu definición del bien más preciado? —preguntó el ketchup de octubre, no porque realmente quisiera saberlo, sino para darle una oportunidad de expresarse a su compañero.
            —Ah, eso. Con un bien me refería a algo que es tuyo, que es particular, que para alguien más puede carecer de sentido pero cuya importancia se la otorga el valor que cada uno puede darle.
            —Continúa —dijo el sobre de aderezo caducado en algún octubre pasado.
            —Entonces, al depender de cada individuo, el valor de dicho bien será, también, variable.
            —¿Qué significa eso? ¿A qué conclusión llegamos?
            —A que no importa lo que diga y/o haga, mientras sea importante y tenga sentido para mí mismo, y que a los demás los parta un rayo. ¿Correcto?
            —Correcto —dijo el ketchup de octubre sabiendo que, si tuviera boca, estaría sonriendo—, sobretodo en la parte del rayo.

jueves, 15 de octubre de 2015

Las aventuras intergalácticas de los sobres de ketchup caducos

Capítulo 21 – De las cuestiones nunca antes mencionadas


—En nuestros diálogos, hay palabras que nunca fueron pronunciadas, expresiones repetidas y cuestiones que ni tú ni yo queremos tocar —dijo el ketchup de abril abriendo el diálogo como tantas veces lo hiciera antes.
            —Algunas cuestiones ni siquiera merecen la pena —respondió el ketchup caducado de algún mes de octubre.
            —Disiento con ello —dijo el ketchup de abril.
            —¿Por qué?
            —Porque aún las cosas más pequeñas, inútiles o ridículas merecen ser tenidas en cuenta y ser discutidas en consecuencia.
            —Eso sería una pérdida de tiempo —respondió el ketchup de algún octubre que supo ser revolucionario.
            —¿Quién lo dice? ¿Quién lo ha establecido de ese modo? —preguntó el ketchup de abril.
            —Quizá lo diga en algún sitio, pero es lo que han demostrado tantas conversaciones contigo. Ciertas cuestiones poseen mayor relevancia que otras.
            —Pero esa relevancia no depende más que de nosotros mismos —dijo el ketchup caducado en algún otoñal mes de abril.
            —Es posible que así sea —concedió el ketchup de octubre.
            —En ese caso, quiero que discutamos otras cuestiones que no hayan sido tratadas con anterioridad.
            —Dame un ejemplo, ¿de qué te gustaría hablar hoy?
            El ketchup de abril guardó silencio, girando uno en torno del otro, a la deriva de las fuerzas gravitacionales de planetas y estrellas cercanas y no tanto, lugares nunca antes visitados por inteligencia alguna. El silencio era cuanto reinaba entre ellos.
            —¿Y bien? —preguntó el ketchup caducado en octubre fastidiado por las constantes interrupciones a su introspección.
            —Es que, ahora mismo, no se me ocurre nada —respondió el ketchup de abril.
            —Lo dicho —dijo el ketchup de octubre con enojo—, pensar en otras cuestiones es una pérdida de tiempo.
            Refutación alguna le fue posible al ketchup de abril que aún continuaba pensando.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Las aventuras intergalácticas de los sobres de ketchup caducos

Capítulo 20 – Sobre lo que no puede conocerse


—El cosmos es infinito —dijo, de improviso, como siempre lo hacía, el ketchup vencido en algún antiguo mes de abril.
            Esperó a que su compañero de deriva dijera algo al respecto pero, cuando el silencio se extendió más tiempo del acostumbrado, continuó.
            —La vida, en cambio, es finita —dijo—, tiene un límite. Somos finitos en un infinito incomparable. Mínimos, minúsculos.
            —¿Dónde quieres llegar con tantas palabras? —intervino, finalmente, el ketchup de algún octubre hace tiempo olvidado.
            —Creo que, por más que nos esforcemos durante nuestras extremadamente interesantes vidas, en acumular conocimiento, habrá cosas que nunca llegaremos a conocer.
            —Me temo que así es —respondió el ketchup de octubre—. Resulta hasta obvio que así sea. De otro modo, todo conocimiento sería imposible.
            —¿Por qué lo dices? —preguntó el ketchup de abril.
            —Si fuéramos infinitos como el mismo universo, tendríamos el tiempo suficiente para saberlo todo. Y, sabiéndolo todo, no habrá lugar para la duda para los cuestionamientos, para el desarrollo de las ideas.
            —No comprendo, lo intento, lo sabes, pero soy incapaz de descifrar tus palabras.
            —Si tuviéramos el mismo tiempo de vida que el universo, conoceríamos todo, al detalle, porque nada nos limitaría. Y, el saberlo todo, no significa, aunque haya momentos en que así se lo crea, el ser inteligentes, o el saber qué hacer con ese saber.
            —Claro —dijo el sobre de aderezo caducado en abril.
            —Entonces, lo sabríamos todo sin cuestionamientos, acostumbrados a aceptar lo que está dado.
            —Seríamos crédulos —dijo el sobre de abril.
            —Quizá sí, quizá no; la cuestión es que necesitamos ignorar algo, por mínimo que sea, para continuar haciéndonos preguntas, para continuar conociendo.
            —La ignorancia es la fuente de la sabiduría. ¿Eso quieres decir?
            El silencio, una vez más, fue la respuesta a la última pregunta del sobre de aderezo del mes de abril, que continuaba flotando en el infinito vacío del cosmos.

jueves, 20 de agosto de 2015

Las aventuras intergalácticas de los sobres de ketchup caducos

Capítulo 19 – Sobre la duda


—Me gustaría saber —comenzó, como siempre lo hacía, el sobre de ketchup caducado en un olvidado mes de abril—, por qué siempre dudo. Porque todo me resulta tan necesario de explicación y/o justificación.
            —Y por qué nunca acepas mis razonamientos —acotó, flotando junto a él, el ketchup de octubre.
            —Si, eso también. ¿A qué se deberá mi estado natural tendiente a la duda?
            —Todos, cualquiera de nosotros, dudamos. Eso es bueno. Pero sólo en las dosis adecuadas —explicó el ketchup de octubre—, sobre algunas cosas mejor nunca dudar.
            —¿Por qué no? —preguntó el otro sobre de aderezo rancio.
            —En esos casos, la respuesta es tal que podría causarnos dos reacciones opuestas. Acabar con todas las dudas, aún la menor.
            —Eso es interesante —dijo el ketchup de abril girando sobre sí mismo en el vacío del cosmos.
            —Con lo cual estaríamos, por cierto, muertos.
            —Eso no lo es tanto —continuó el ketchup de abril—. ¿Por qué lo dices?
            —Porque si no está muerto lo que yace eternamente, los muertos que lo hacen carecen de la posibilidad de dudar. Porque, ¿para qué hacer si de todos modos ya han agotado su vida?
            —Los muertos, entonces, no dudan —resumió el ketchup de abril.
            —Así lo entiendo —respondió el ketchup caducado en algún pasado mes de octubre—. Así me lo indica mi razonamiento.
            —¿Y cuál es la otra reacción que mencionaste?
            —Cierto, tú no olvidas nadas —dijo el ketchup ya no tan revolucionario de octubre—, la otra opción es que la respuesta a ese tipo de dudas abra una infinidad de nuevas cuestiones, de subdudas, razón por la cual pasaríamos nuestras vidas enfrascados en esos diminutos cuestionamientos, desprendimientos de la gran duda, hasta que, inevitablemente, acabemos…
            —Muertos —concluyó el ketchup de abril en tono sombrío.
            —Probablemente sea así.
            —Entonces, algunas dudas, mejor no enfrentarlas.
            —Al menos no con las herramientas actuales —explicó el ketchup de octubre.
            —¿Qué propones hacer, entonces? —quiso saber el ketchup de abril.
            —Continuar razonando —dijo el ketchup de un antiguo revolucionario octubre—, en silencio, por supuesto.
            —Por supuesto —fue la última acotación del ketchup caducado en un dudoso mes de abril.

jueves, 23 de abril de 2015

Las aventuras intergalácticas de los sobres de ketchup caducos

Capítulo 18 – De los mitos y los saberes


—En verdad —dijo el ketchup de abril tras flotar un largo tiempo en silencio, llevando a su compañero de deriva cósmica, el ketchup de octubre, a creer que por fin había logrado hacerlo callar—, que ese es un gran problema.
            El sobre de aderezo que debía responder, por el momento, nada dijo.
            —Tenemos la verdad y la mentira, ¿cierto? —preguntó retóricamente el sobre de abril—, y los encumbrados como el ideal de justicia e injusticia.
            —Algo que nunca terminaste de definir —respondió dejando de lado su mutismo, el otro sobre de ketchup—, ya que no puedes definir una recurriendo a la otra y viceversa.
            —Eso lo dices tú, mientras que yo digo lo contrario. Si la injusticia es ausencia de justicia, la justicia es ausencia de injusticia.
            —Carece de sentido, ¿qué es entonces lo justo? ¿Qué no lo es?
            —Bueno, eso depende.
            —Todo es relativo —dijo el ketchup de octubre.
            —Por supuesto, salvo la verdad y la mentira.
            —¿Por qué? —preguntó el ketchup de octubre rompiendo su papel de ser él quien daba respuesta a todas las preguntas. Al menos yo lo sé desde que tú lo dijiste.
            —Porque una verdad siempre será una verdad y una mentira siempre será una mentira. Eso cualquiera lo sabe.
            —Hace falta definir cada uno de los términos que utilizas. Pero, supongo, ya lo has hecho.
            —Claro que sí. Verdad es ausencia de mentira. Y mentira es ausencia de verdad. Así como la verdadera verdad es la verdadera ausencia de mentira y la verdad absoluta es la misma realidad, antes de cualquier mentira. Es algo más bien lógico.
            —Y carente de sentido. Nada es absoluto. Lo que era verdad hace quince minutos, un mes o quince millones de años, bien puede ser una mentira ahora. Como la vida misma.
            —¿Qué con ella?
            —Que no sabemos que estamos vivos hasta que morimos y, una vez que hemos muerto, ya no estamos vivos.
            —Me parece un razonamiento muy lógico —dijo el sobre de aderezo vencido en algún olvidado mes de abril.
            —Si, por supuesto —respondió el sobre de aderezo tan caducado como el anterior en el inmenso vacío del cosmos, flotando, solos, como siempre.

viernes, 6 de febrero de 2015

Las aventuras intergalácticas de los sobres de ketchup caducos

Capítulo 17 – Acerca de la necesidad de una y otra
El capítulo de hoy continúa el capítulo 15 y el capítulo 16; aunque también puede leerse de forma autónoma.


—Entonces —continuó el sobre de aderezo de un abril tan lejano y olvidado como caducado—, ¿de qué sirven una y otra? Digo, para qué recurrir a la verdad que puede destruirlo todo y para qué echar manos a la mentira si de nada sirve.
            —Ese, mi querido y derivador amigo, —respondió el ketchup en octubre caducado—, es el misterio de la vida. Cómo lograr el equilibrio es lo que nadie sabe.
            —En ese caso, la vida sería sólo un ejercicio —declaró el ketchup de abril más sorprendo por su descubrimiento que otra cosa.
            —Un ejercicio tan extenso como la vida misma; saber cuándo conviene una mentira, y cuándo una verdad, no es sencillo.
            —¿Qué criterios pueden utilizarse para definir ese tema?
            —La verdad es que no lo sé.
            —¿Mientes? —preguntó, en tono de reproche, el ketchup de abril.
            —¿Por qué lo dices?
            —No lo sé, así me lo pareció. Tal vez tu tono, o la seguridad de tus palabras. Algo.
            —Podríamos definir, a partir de esto, uno de los criterios para saber cuándo utilizar una mentira, y cuándo una verdad.
            —¿Cuál sería ese criterio?
            —La desconfianza —explicó el ketchup de octubre.
            —Pero eso sólo serviría para obstruir toda posibilidad de diálogo —dijo el ketchup de abril—, si cada uno duda todo el tiempo de lo que dice el otro, nunca llegaríamos a nada; solamente a más dudas.
            —Tus palabras son muy oportunas y verdaderas —dijo el ketchup de octubre.
            —¿Mientes? —preguntó el ketchup de abril.
            —Tal vez —respondió, cerrando el diálogo, el aderezo de octubre.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Las aventuras intergalácticas de los sobres de ketchup caducos

Capítulo 16 – Sobre la verdad y afines (o a comienzos)


—Qué objeto terrible —dijo, entonces, el sobre de aderezo en abril caducado—, ese al que denominas mentira.
            —Eso no es nada —respondió el ketchup de un octubre vencido—, existe, aún, algo peor.
            —¡Imposible! —exclamó el aderezo de abril.
            —Pero así es. A ese objeto, tan maligno como benigno, se lo conoce como la verdad.
            —Terrible —respondió el ketchup de abril, para luego agregar—. ¿Qué significa eso?
            —La verdad es todo lo contrario a la mentira. Aquí no importa quién la utilice, el cómo o el por qué. Aquí lo único que importa es lo que trasciende a los demás.
            —¿Pero cuáles son sus características?
            —Principalmente, la veracidad. Decir la verdadera verdad no siempre es fácil, es cierto. Pero, cuando se logra hacerlo, es un arma de tremendo poder para quien la posee. Tanto es así que es capaz de destruir a su propio portador.
            —¿Cómo es eso posible? —preguntó superado por el miedo ante las palabras de su compañero, el ketchup de abril.
            —Esa es la función de la verdad —respondió el ketchup de octubre—, tornar imposible cualquier otra posibilidad. Una verdad anula cualquier mentira, cualquier falta, cualquier hipocresía. Así como también a una verdad de menor rango.
            —¿Menor rango? No sabía que la verdad se medía en rangos.
            —Ignorabas su existencia, mi amigo —dijo el ketchup de octubre—, no me extraña que ignores también su jerarquización.
            —¿Cómo es dicha jerarquía?
            —Así como existe la mentira piadosa, que busca un bien a través de un mal; la verdad es una cosa, la verdadera verdad otra y la verdad absolutamente verdadera una muy diferente.
            —Terrible —dijo el ketchup de abril sin estar seguro de haber entendido la diferencia entre una y otra.
            —Exacto —continuó el ketchup de octubre—. Es una suerte, entonces, que nadie sepa con exactitud qué es una verdadera verdad absolutamente verdadera.
            —Si, una suerte —afirmó el ketchup de abril.

Para entenderlos un poco mejor, el diálogo comenzó aquí.

miércoles, 6 de agosto de 2014

Las aventuras intergalácticas de los sobres de ketchup caducos

Capítulo 15 – Acerca de la mentira


—Entre las cosas que has dicho últimamente —comenzó el ketchup de abril; resquebrajando el fino manto de silencio e indiferencia que lo uniera a su compañero de deriva cósmica, el ketchup de octubre—; además de desconocer términos como pies y manos, con los que amenazaste castigarme, por lo que supongo que serán algún tipo de herramienta inerte que no cumple ninguna función por sí sola, la palabra mentira fue la que me sorprendió.
            —Y ahora quieres que te explique de qué se trata.
            —Así es, aunque, intuyo que será equiparable a la injusticia, de la que ya hablamos antes.
            —No necesariamente —dijo el ketchup revolucionariamente caduco de octubre—, una mentira no siempre es injusta. A veces esconde otro tipo de cosas tras de sí.
            —¿Qué tipo de cosas? —preguntó el ketchup de abril—. Porque cosas es un término demasiado indefinido para servir de explicación.
            —Cosas como la ignorancia, el odio, la vergüenza, la resignación, el amor, el orgullo, la satisfacción y, por qué no, una mentira escondida dentro de otra mentira; porque así como debajo de una máscara puede haber otra máscara igual, detrás de una mentira puede haber otra mentira.
            —Intentas confundirme, lo sé —dijo el ketchup de abril—, para no responderme qué es una mentira, qué significa esa palabra.
            —Según el diccionario de la RAE, mentira es, entre otras cosas, una expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, cree o piensa.
            —¿Quién rayos es Rae?
            —¡Una mentira! — exclamó el ketchup de octubre sin poder contener la risa.
            —Nunca comprendo tu humor —dijo el ketchup de abril.
            —Tampoco es necesario hacerlo —respondió el ketchup de octubre—, la mentira, en sí misma, como ente u objeto, no es lo importante, sino el por qué de ella, ¿comprendes? No importa quién miente, sino por qué miente. Como en las fábulas sobre los políticos que mencionamos antes, ellos mienten todo el tiempo porque necesitan ocultar sus falacias con otras mentiras, pero esa situación siempre se descubre.
            —Claro, porque son moralmente réprobos —dijo, lleno de orgullo además de jugo de tomate triturado, el ketchup de abril.
            —No —refutó el ketchup de octubre—, porque se creen sus propias mentiras.

Comentario:
A diferencia de lo que los personajes creen, el autor sabe que la Rae no es una mentira, sino una hipocresía. Aclarado ese detalle, disfrute de su lectura
Rae: Hipocresía: fingimiento de cualidad o sentimientos contrarios a lo que verdaderamente se tienen o experimentan.

domingo, 27 de abril de 2014

Las aventuras intergalácticas de los sobres de ketchup caducos

Capítulo 14 - ¿Qué somos?


—La duda —dijo el sobre de aderezo de octubre, siempre tan silencioso que, al romper su costumbre sorprendió a su compañero de deriva cósmica—, es sorprendente. ¿No lo crees?
            —Siempre lo he dicho —respondió el sobre de abril—, tal vez no con las mismas palabras, sí con mis preguntas.
            —Por supuesto, algunas resultan más molestas, algunas con respuestas tan obvias que ni siquiera me molesté en responder.
            —Lo recuerdo bien. Como cuando quise saber qué somos, no de dónde venimos o quiénes somos, sino qué.
            —El silencio —dijo el caducado revolucionario ketchup de octubre—, no siempre es señal de sabiduría, aunque así sea más fácil de creer, para ti y para mí.
            —Entiendo tus palabras, creo —respondió el ketchup de abril—. Pero me cuesta aceptar que, con toda la sabiduría que posees, haya algo en el universo que ignores.
            —Pues créelo, porque así es.
            —¿Habrá alguna reprimenda si no lo hago? —Preguntó, sorprendido por sus propias palabras más que por la situación, el sobre de salsa de tomate del mes de abril.
            —Sabes muy bien que no. Me es imposible dañarte de algún modo físico. Carecemos de pies y manos; pero el daño moral y psicológico que puedan causar mis palabras, no puedo vaticinarlo.
            —Oh, si es por eso no te preocupes, estoy bastante acostumbrado a ello. Hace tiempo que viajamos juntos, y si tus palabras fueron filosas y dañinas en algún momento, ya no lo son tanto.
            El silencio, el mismo de siempre, el que inunda el cosmos vacío de vida pero no carente de sentido, los envolvió.
            —Pregunta, pues —dijo el ketchup de octubre en voz baja.
            —¿Qué somos? ¿Lo sabes?
            —He creado, para responderte con seriedad, una nueva categoría. Te diré que somos parte de un evento azaroso e instantáneo de mutación.
            —…es…es…—comenzó el ketchup de abril—, sorprendente.
            —No, no lo es —lo corrigió el ketchup de octubre—, es una mentira.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Las aventuras intergalácticas de los sobres de ketchup caducos

Capítulo 13 – Del entretenimiento


Flotar, en el vacío inconmensurable del cosmos, sin limitación alguna pero, también, sin forma de influir en ese viaje sin igual, no parece ser todo lo interesante que cabría de esperarse.
—¡Me aburre esto de flotar a la deriva! —exclamó el sobre de aderezo de tomate del mes de abril, tan caduco como su compañero.
—Dedícate a otra cosa —respondió el sobre de aderezo de octubre.
—¿A qué? Si aquí ni siquiera decidimos hacia dónde ir, o cómo flotar, o hacia donde mirar…
—O quiénes somos… —agregó el sobre de octubre.
—Deja tus juegos para otro momento —dijo el sobre del mes de abril, difícil saber si su incorpórea voz iba cargada de odio, fastidio o resignación. Difícil saber algo en aquel vacío sin tiempo sin lugar.
—Dedícate a pensar —respondió el ketchup de octubre, siempre revolucionario con sus propuestas —, inventa conceptos, problemas y soluciones. Crea tu propia versión de la historia universal, numera las estrellas que aquí nos rodean. Piensa, filosofa, responde tus propias preguntas. De ese modo, el tiempo pasará, continuaremos aquí flotando, es cierto, pero no te aburrirás.
—¿Es lo que tú haces?
—Todo el tiempo —respondió el aderezo de una revolución caduca.
—¿Por eso siempre estás en silencio…?
—Hasta que me interrumpes.
—Pero no puedo hacerlo.
—Deberías intentarlo. Así sabrías de lo que es capaz tu propio entendimiento, tu cerebro, del cual, al igual que cualquier humano, sólo utilizas un pequeño porcentaje. ¿Qué dices? ¿Podrás hacerlo?
—Digo que no somos humanos.
—Cierto, carecemos de sus limitaciones.

jueves, 15 de agosto de 2013

Las aventuras intergalácticas de los sobres de ketchup caducos

Capítulo 12 – De los nombres


—¿Quién le dio su nombre al cielo? —preguntó el sobre de aderezo caducado en un otoñal abril de un hemisferio inexistente—. ¿Quién nombró los planetas y las estrellas?
—Por mi parte —dijo el ketchup vencido en alguna revolución caduca de un olvidado octubre—, quisiera saber cómo es que albergas tantas dudas en tu interior.
—Tal vez, si respondes a mis preguntas, yo pueda responder a la tuya.
—Dudo mucho de que seas capaz de hacer eso —dijo el ketchup de octubre, le veríamos una amplia sonrisa de no ser porque carece de rostro—, pero hagamos el intento.
Permanecieron en silencio girando sobre sí mismos, acercándose o alejándose por momentos, hasta que el ketchup de octubre habló nuevamente.
—La culpa la tiene el miedo —dijo y previendo la intervención de su compañero de deriva cósmica, continuó—, a lo desconocido, a no saber qué es lo que nos rodea, a nosotros o a los demás, a quien haya inventado las palabras para nombrar los objetos.
—¿Por qué? No lo comprendo —dijo el ketchup de abril.
—Porque de esa forma, conociendo los nombres de todas las cosas, se las rebaja a nuestro nivel, las conocemos aún sin verlas. Decimos mundo, apocalipsis, dios, Juan Salvo, y la comprensión de esos términos nos ayuda a continuar viviendo.
—Entonces…
—Metafóricamente hablando, le restamos poder e importancia dándoles nombres, poniéndoles títulos como rey, duque, gerente o presidente, que no significan nada, que no otorgan dignidad, al contrario, exponen a quien los detenta al ridículo y al escarnio. ¿Comprendes?
—Si, creo que sí —respondió el ketchup de abril.
—Bien, porque ahora tienes que explicarme tus ansias de conocimientos y tu capacidad de hacer tantas preguntas.
—Es que, lo que sucede —dijo el ketchup de abril—, verás sólo sé que no sé nada…

domingo, 23 de junio de 2013

Las aventuras intergalácticas de los sobres de ketchup caducos

Capítulo 11 – Del Movimiento


Flotando en medio del vacío del cosmos infinito, donde cualquier punto es el centro de una esfera sin igual, los sobres de ketchup caducos continuaban su, por llamarla de algún modo, existencia.
—¿Nos movemos o, acaso, es que el resto de las cosas lo hacen mientras nosotros permanecemos estáticos? —preguntó al vacío, a la inmensidad, aunque más probablemente, a su compañero, el ketchup caducado un abril.
—Ninguna de las dos opciones —fue la respuesta del sobre de aderezo vencido en un octubre pasado.
—Te noto un poco más misterioso que de costumbre. ¿Puedes explicarme tu respuesta? —dijo el aderezo de un olvidado abril.
—Carece de misterio. No hay nada en el universo entero que permanezca estático. Cada diminuta o gigantesca cosa se mueve. El polvo que flota junto a nosotros, nosotros mismos, los planetas, las estrellas y las galaxias. Aunque me condene a la hoguera por decirlo, todo se mueve.
—Dudo de tu aseveración, compañero, ya que desde haca rato que tenemos las mismas estrellas frente a nosotros.
—Se mueven, pero nosotros también nos movemos, por lo que nuestros movimientos se anulan mutuamente creando la ilusión de que nos encontramos siempre en el mismo sitio.
—¿Tienes otro ejemplo para que comprenda mejor lo que planteas?
—Podemos ver el sol nacer por el este y ocultarse por el oeste y creer que es éste quien gira en torno a nosotros, cuando es al revés. Nosotros giramos en torno al sol, que a su vez gira en torno al centro de la galaxia que, también, gira en torno al centro del universo.
—Es decir, que todo gira en torno a nosotros.
—¿Por qué dices eso? —preguntó el ketchup de octubre.
—Porque somos la única inteligencia que conocemos en el universo, y es por demás obvio que existimos para ser su centro. Somos los elegidos.
—Ah —exclamo el aderezo de un revolucionario octubre caducado—, eso…

miércoles, 1 de mayo de 2013

Las aventuras intergalácticas de los sobres de ketchup caducos

Capítulo 10 – Del sonido


—Pensaba —comenzó el ketchup de algún otoñal y apacible abril—, que ignoro cómo hacemos para escucharnos…
El ketchup de octubre nada dijo, dejó que su compañero de deriva cósmica, continuara con su soliloquio.
—Porque la lógica de cualquier razonamiento indicaría que, para escuchar, es necesario un órgano capaz de captar las ondas de sonido. Algo, por minúsculo que sea.
La verborragia habitual del aderezo de abril, ahora que las irónicas palabras del otro sobre de tomate triturado no la interrumpían, se mostraba con todo su esplendor.
—Y nosotros, tú y yo, en medio de tanta noche, tanto vacío, no somos más que nosotros. Dos pobres sobres de ketchup flotando sin más, quizá las inteligencias más brillantes del universo —dijo el sobre de abril.
El ketchup de octubre mantenía su obstinado silencio.
—Pero carecemos de todo órgano, de todo complemento orgánico que nos permita escucharnos. Sin embargo, nos venimos comunicando desde hace tiempo, intercambiando ideas y pareceres, casi todos los días. ¿Cómo es posible?
El silencio fue toda la respuesta que obtuvo a sus dudas.
—Claro que, tampoco, tenemos boca, y no es que necesitemos gritar, pero creo que ha de ser necesaria para hablar —dijo el reflexivo sobre de abril—, y tampoco la tenemos. Carecemos de tantas, tantas cosas. Oídos, bocas, neuronas quizás. Pero aquí estamos, siendo nosotros… como ha de ser.
—Disculpa… —dijo el ketchup de octubre—, dormía. ¿Decías algo?
—No, nada —respondió el ketchup de abril flotando, como siempre, como nunca, en el frío vacío cósmico.

domingo, 3 de marzo de 2013

Las aventuras intergalácticas de los sobres de ketchup caducos

Capítulo 9 – De la lengua


—Flotamos en el vacío —dijo, de pronto, despertando de un letargo sin final, el ketchup de abril.
—Cierto —respondió con sequedad el ketchup revolucionario de un octubre pasado.
—Y en el vacío no existe el sonido.
—Cierto.
—Entonces, ¿cómo es que podemos hablar y comunicarnos? —preguntó el sobre de abril.
—Sabes —dijo el ketchup de octubre—, esa es una incógnita que aún no he podido responder. Sabemos que vivimos, sabemos dónde estamos y por qué estamos donde estamos. Pero no comprende nuestra posibilidad de comunicarnos.
—¿Será que hemos nacido de éste modo?
—No seas ridículo —respondió el ketchup de octubre—. Nosotros no nacimos, a nosotros nos fabricaron. La sociedad ya no da nacimiento a sus miembros, al contrario, los crea y arroja al mundo para que se desenvuelvan y sobrevivan. Los que lo consiguen tienen la opción de un breve triunfo.
—¿Y aquellos que fracasan?
—Para ellos queda el olvido más atroz.
—Terrible —dijo el ketchup de abril.
—Bueno, eso depende —murmuró el sobre de un octubre caducado.
—¿Qué dices?
—Que no me gustaría ser recordado por un error que ocultara mis logros, por ejemplo.
—Es cierto. No había pensado en ello. ¿Qué harás para evitarlo?
—Lo que haré será no responder a tu duda de por qué podemos hablar entre nosotros, o si nuestro lenguaje es ininteligible o no. Y, de ese modo, si mi respuesta es incorrecta, nadie en el futuro podrá achacarme ese error de razonamiento.
—Tus premisas son correctas —dijo el sobre de ketchup caducado un abril —, y muy interesantes.
—Como siempre —dijo el sobre de aderezo de un octubre caducado—, lo sé muy bien.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Las aventuras intergalácticas de los sobres de ketchup caducos

Capítulo 8 - De la soledad


—¿No te sientes solo por momentos? —preguntó el ketchup caducado en abril interrumpiendo el letargo filo-filosófico de su compañero de derrotero cósmico.
—Imposible —respondió el ketchup de un octubre olvidado—. Porque siempre estás tú aquí para recordarme.
—¿Qué te recuerdo? —preguntó sin fingido interés el ketchup de abril.
—Que mi ideal es imposible de lograr mientras nuestras órbitas tiendan a converger…
—Pues yo sí me siento de ese modo —dijo el ketchup de abril—, aún estando aquí, contigo, soportando tus silencios y suspicacias.
—Me lo imaginaba.
—Me sentiría de igual modo de encontrarme en medio de una multitud, sin dudas, si ésta no compartiera mi sensibilidad.
—¿Ah, si? —dijo, más lleno de desinterés que de tomate triturado, el sobre de octubre.
—Por supuesto. Estar rodeado por entes que no perciben lo mismo que tú, que no interpretan el universo de la misma manera es estar, también, un poco sólo.
—Sabes que nunca has estado en medio de una multitud, ¿cierto?
—Si, lo sé.
—Muy bien. Entonces sabes cómo me siento en cada momento de mi vida —dijo, antes de volver a guardar silencio, el revolucionario ketchup de un octubre caducado.

domingo, 21 de octubre de 2012

Las aventuras intergalácticas de los sobres de ketchup caducos

Capítulo 7 - Del Amor


—Hay una palabra —comenzó el sobre de ketchup de abril—, que ronda en mi entendimiento desde hace unos cuantos giros…
—¿Entendimiento? —susurró el ketchup caducado en algún revolucionario octubre.
—Quizá tú puedas ayudarme a darle un sentido.
—Tal vez —dijo el sobre de octubre—. Dime qué altera tu cómodo ser sin ser aquí, flotando en esta infinidad sin igual del cosmos.
—Es el amor. Eso es lo que me tiene mal.
—¿Qué aspecto del término amor es el que te molesta?
—Todo, por supuesto. Porque si pudiera definirlo aunque sea mínimamente, o con sólo una de sus fases, cómo cualquier luna, la estaría definiendo por completo —dijo el ketchup de abril.
—No sabes lo que es una luna —le recordó el ketchup de octubre.
—Precisamente —aseveró el ketchup de abril—. No lo sé. Hay tanto que no sé.
—La ignorancia suele considerarse sagrada.
—Pero yo sólo quiero saber —respondió el sobre de aderezo de algún olvidado abril.
El ketchup de octubre giró y giró buscando una respuesta, una definición que englobara los miles de aspectos de aquel problema tan difícil de solucionar con unas pocas palabras.
Por fin, luego de una cantidad de tiempo imposible de definir (ni en minutos, años ni milenios, pero tampoco en parpadeos, suspiros ni gemidos); su compañero de deriva cósmica supo plantearle, luego de varios intentos vanos, una interrogante capaz de despertar su sabiduría dormida entre las estrellas.
—Podríamos comenzar diciendo que se trata de una emoción, de un sentimiento, de una forma de encarar la vida misma —dijo para poner en palabras los frutos de su meditación.
—¿De qué estás hablando? —preguntó, sorprendido por lo que escuchaba, el ketchup de abril.
—Intento develar la incógnita que has planteado —respondió el ketchup de octubre.
—Pero yo hablaba de otra cosa.
—Preguntarte sobre el amor —dijo, con un dejo de enojo, el ketchup de octubre.
—Oh, eso —respondió el ketchup de abril—. Si, es que a veces uso las palabras al revés, para no aburrirme tanto. No me refería al amor, sino a Roma. ¿Tú sabes qué significa eso?

martes, 5 de junio de 2012

Las aventuras intergalácticas de los sobres de ketchup caducos

Capítulo 6 – De la justicia y afines



Flotando en la libertad de saberse movidos por flujos y energías más grandes que los soles y planetas, los sobres de aderezo caducado recorrían la vastedad del cosmos.
—Es tan injusto —suspiró el sobre caducado en abril. Pero, al no recibir respuesta inmediata como las veces anteriores, repitió—. Es tan, tan injusto…
Imbuido en su silencio, el ketchup de octubre no dijo una palabra.
—¿Qué haces? —preguntó, por fin, el sobre de abril.
—Vacío —respondió su compañero—, quería demostrarte algo. Pero parece que ya no tiene importancia. ¿Qué decías?
—Que es tan injusto.
—¿Cómo defines algo injusto? —preguntó el sobre de octubre.
—Algo injusto —respondió lleno seguridad además de jugo de tomate, el ketchup de abril—, es algo que no es justo.
—¿Y cómo defines lo justo?
—Como un atributo de la justicia.
—La cual es… —dijo el ketchup de octubre.
—¿Qué?
—¿Qué es la justicia? —preguntó el ketchup de octubre.
—La justicia es algo justo —respondió el ketchup de abril.
—No puedes definir lo justo como un atributo de la justicia, y a la justicia como un atributo de lo justo. Eso es una tautología.
—Bien, entonces, la justicia es lo contrario a la injusticia.
—Pero qué es la injusticia.
—Algo que no es justo —dijo con tranquilidad el sobre de abril.
—No se puede hablar de este modo —dijo el sobre de octubre—. O defines los parámetros sobre los que construyes tus conceptos o nunca tendrás respuesta para tus preguntas.
—Pero es sencillo —dijo el sobre de abril—. Lo justo es lo contrario a lo injusto. Y lo injusto es la ausencia de justicia. Es evidente que las cosas son de ese modo.
­—¡Pero qué es lo justo!
—Ya te dije, un atributo de la justicia.
—¡Eso es una tautología, no un razonamiento! Es ridículo pensar de ese modo —dijo al borde del enojo el ketchup de octubre.
El sobre de abril guardó silencio unos instantes antes de responder:
—Sabes, a veces eres tan injusto…