Se marcha la noche
y el día no empieza,
hay sombras y brumas
que forman tinieblas.
También en el alma
el día comienza,
con largos suspiros
que evocan tristezas.
Hay sombras veladas
que abruman y acechan,
y encogen al hombre
que al día despierta.
Temblando, los cielos,
sonríe a las cejas,
aparta legañas
y aurora les niega.
La luz para el alma,
calor a la tierra,
con el nuevo día
las brumas despeja.
Entonces el día
se estira y comienza
a dar los latidos
que el día presenta.
Sonríen los labios,
las caras se alegran,
igual que las brumas
se pierden y alejan.
La noche se marcha
con sombras y penas,
y un día amanece
con aires de fiesta.
Rafael Sánchez Ortega ©
02/02/25