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viernes, 29 de diciembre de 2017

SE FUE LA LUZ...



Se fue la luz
y volvieron las penumbras,
como en los viejos tiempos,
aquellos, que recuerdo con nostalgia
y con recelo.

Viejos días ya olvidados
de una infancia,
con bombillas que dejaban
unos hilos de esperanza
en la luz artificial que nos llegaba
cual milagro.

Se me viene a la memoria
los tremendos temporales
de esos años,
con las idas y venidas de la luz
en tantos cortes, sin aviso,
y que a veces se extendían
en las horas que pasaba,
lentamente, desgranando
los minutos,
los segundos,
y ese tiempo que se hacía
casi eterno.

Hoy he vuelto a recordar
aquellos días, ya lejanos,
en un siglo diferente
y unos años de pobreza
y de trabajo en los mayores
intentando recobrar la dignidad
en ese pan y su trabajo por los mares
y los campos,
con que calmar
a nuestras tripas revoltosas
y algo hambrientas.

Yo creía que ese ciclo estaba atrás,
y sin retorno, 
en un pasado ya caduco,
cuando anoche, sin aviso y sin pensarlo,
nos cortaron la energía,
en esta luz que nos alumbra,
en la fuerza que precisa la caldera
para darnos su calor,
en la plancha silenciosa
de la vitrocerámica, sin vida,
en la ducha que ofrecía, solamente,
el agua fría,
en los cables del pecé que parecían
telarañas dormitando,
en las velas y linternas
que tuvimos que buscar
y habilitar para poder andar
por casa.

Se fue la luz durante más de doce horas
y ya estamos en el siglo veintiuno.

Rafael Sánchez Ortega ©
27/12/17

ES UN PLACER INVITARTE...



Es un placer invitarte y salir de paseo 
para ver ese "castillo de los deseos" 
que todos llevamos muy dentro, 
aunque ya sé que unos lo llaman biblioteca, 
otros museo y algunos quizás hasta sueños, 
pero yo sé, como tú, que ese "castillo" no es eso.

Me gustaría vendarte los ojos 
y llevarte por un camino secreto, 
para perdernos por él;
estoy seguro de que llegaríamos 
a una sala de madera con techos altos 
y largas estanterías cubiertas de libros. 
En ella parece que el tiempo se ha detenido 
para nosotros, 
porque está vacía y nadie nos molesta.

Entonces te quito la venda 
y tus ojos se acostumbran a ese sitio perdido, 
a ese lugar encantado y a ver y crear personas, 
estados que hasta entonces nunca habías imaginado.

Quizás en ese instante soy yo el que cierra los ojos 
y se recrea en viejos versos y poemas 
buscando en ellos el trono donde sentarte 
y el lecho donde depositar tu cuerpo. 
¡Sí, quizás es eso lo que pretendo!, 
dejar correr la fantasía y que sea libre, 
que piense en tu figura sentada en esa silla y ese lecho,
que ha formado la imaginación,
mientras yo estoy cerca y a tu lado, 
sintiendo y aguantando el deseo inmenso de abrazarte 
y de besarte mientras te leo unos versos 
que he escrito para ti.

Pero tú ves más allá de mis versos 
y sientes que algo dentro de tu cuerpo se agita 
y se excita, 
porque mi voz va calando 
lentamente en tu sangre 
y miles de mariposas empiezan a revolotear 
en tu estómago.  
Notas que el pulso se acelera, 
que la visión se nubla, 
que tus manos intentan abordar mi cuerpo 
y que sientes la necesidad de calmar esos temblores 
con caricias muy íntimas.

Yo me doy cuenta de todo lo que te pasa
y mi cuerpo también recobra el deseo y la lascivia 
mientras la sangre acrecienta su galope 
y la poesía que sale de mis labios 
va a los tuyos con un mensaje sugerente y provocador 
que raya en la locura.

Hay fuego y lava en nuestros cuerpos 
y una pasión creciente en nuestras almas. 
Mis versos te provocan y te hacen estremecer. 
Te veo desnuda y siento como tus ojos 
me desnudan a la vez. 
Recorres con ellos mi cara, mis brazos,
mi espalda, 
acaricias mis hombros con tus dedos
y dejas que tus labios
recojan un suspiro de mi pecho; 
entonces sientes como algo, dentro de mí, se altera 
y notas que mi alma cobra vida 
y tú la animas para que siga viviendo, 
para que mis labios muerdan los tuyos
y te digan en silencio que te quiero
y que te amo. 

Rafael Sánchez Ortega ©
26/12/17

jueves, 28 de diciembre de 2017

OPRIME EL CORAZÓN...



Oprime el corazón una tristeza profunda.
Hay soledad y silencio.
Si miro atrás veo sombras detenidas.
Alrededor una niebla espesa
impide continuar el camino.
Avanza la tarde y se acerca la noche.
El dolor desgarra el alma.

Hoy entiendo lo que es la soledad,
el silencio prolongado 
y no buscado,
la falta de alegría en el ambiente,
la ausencia de risas y carreras infantiles,
la nota diferente que ofrecían aquellos ojos,
cansados de mi madre,
la melodía de los labios amados
con su voz en la distancia,
las luces de fiesta poniendo su nota
y distintivo a estos días,
la ilusión de mi corazón por reunirnos,
                                                             todos, 
en estas horas únicas del año
y, así, sentirnos más cerca...

Pero hoy la soledad y el silencio
son la nota de tristeza que me rodea.

Quisiera llorar pero no debo ni puedo.
Quisiera correr y huir, 
partir hacia otros lugares,
marchar lejos de esta realidad 
y estas fechas,
pero no es lo sensato y debo asumir 
que todo ha cambiado,
que ella ya no está,
que los demás ya no vendrán,
que los niños respetarán el silencio
que yo, ahora, quisiera romper y quebrar
en mil pedazos,
para que cada uno siga su vida,
igual que yo debo de seguir la mía...

Pero me duele el alma y debo de gritarlo,
debo decirlo,
debo escribir 
                     y hablarte 
                                    y hablarme.

Debo decirte que mi corazón sangra
y que la herida no está cerrada,
que me falta el aire
y que los suspiros van en aumento
ante esta tristeza que llega, 
                                          aprieta,
y atenaza el corazón con ese nudo
que trazaron tus dedos.

Pero debo escribir, 
                             gritar, 
hablarle al viento,
al cielo y a cualquiera que me mire,
aunque me tomen por un loco,
y debo hacerlo, 
                        para no ahogarme, 
en este círculo cerrado
donde ahora me encuentro
y porque la poesía y la vida
me lo exigen y precisan
con el galope incesante
de la sangre por mis venas
que quiere desbocar 
y dar un nuevo aliento y esperanza
a mi viejo y cansado corazón.

Rafael Sánchez Ortega ©
24/12/17

miércoles, 27 de diciembre de 2017

BUENOS DÍAS, CONCIENCIA...



«Ave, Caesar, morituri te salutant»
(Salve, César, los que van a morir te saludan)

Buenas días conciencia.

Ahora que acaba el año
y se entierran las ilusiones,
ahora que se marcha el otoño
y llega el largo invierno y la nieve,
ahora que los campos amanecen mojados
y los pajarillos no se ven en las ramas
de los árboles,
ahora que los mortales brindamos en las fiestas
y los poetas buscan rescoldos en el alma,
ahora sí, ¡es ahora, conciencia!
cuando paso a tu lado y te saludo.

Beberé contigo el licor 
que guardaba en mi corazón
y compartiré, también, mis confidencias.
Lo haremos en ese juego de copas especiales
que compré para la ocasión,
esperando que unos labios singulares
se posaran en ellas,
como si fuera entre mis labios.

Y lo haré sin temblar ni dudar,
dejando a un lado los momentos
de fracaso,
aquellos en los que una moral cristalina
me hizo vacilar,
ser prudente en demasía,
y dejar las palabras ahogadas en la garganta
mientras un suspiro escapaba de mi boca.

Luego arrojaremos las copas a nuestras espaldas
y escucharemos el ruido del cristal
al romperse.

Será en la noche que llega tras el día,
y la saludaré.
La saludaremos.

Te presentaré a la amiga y conocida,
que ha vivido a mi lado desde siempre,
y que su interés por mí ha sido tan excelso
que incluso ha llegado a axfisiarme
con sus consejos, precauciones,
con las advertencias veladas
y con ese sinfín de recomendaciones
que siempre me ha dedicado.

Pero esta vez será diferente.
Esta noche quiero que sea distinta.
Quiero romper las amarras de la moral,
quiero caminar por las aceras y las calles
sintiéndome libre,
quiero buscar en las cloacas de la vida
esa flor abandonada que alguien tiró,
esos pasos vacilantes del beodo
y del mendigo,
esas sombras que protegen al cobarde,
esas luces navideñas que se ofrecen
a los niños,
esa luna que se esconde entre las nubes
persiguiendo a las estrellas
y ese cuento que se escapa de algún libro
y no sé cómo atraparlo.

Buenas noches conciencia.

Mañana será otro día.
Habré dormido y empezará el invierno,
no sé lo que me traerá el nuevo día,
ni me importa,
sé que puedo reír o llorar,
que puedo ganar o perder, si es que apuesto,
aunque lo más fácil es que no haga nada,
pero no por seguir tus consejos,
sino porque me da la gana.

Al final, es posible que te salude,
aunque no te lo prometo.
Ya ves, estas son las ventajas
de tener una "conciencia tranquila"
y de saber que, ahora, puedo querer y amar
sin tener que preguntarte,
y también puedo escuchar la respuesta del viento
y el silencio,
cuando lleguen cada día,
con su abrazo y su mensaje, sin palabras.

Buenos días conciencia, ó buenas noches...

Rafael Sánchez Ortega ©
22/12/17 

ALGO DE MÍ...



Quiero que sepas algo de mí.
De sitios y lugares que he visto.
Te diré que todo lo siguiente es cierto
aunque sólo te mostraré
unos cuantos rincones.

He subido a la cima del Monte Perdido.
He paseado por los Jardines del Generalife.
He recorrido las calles de Salzburgo.
Toqué las aguas del lago Costanza.
Escuché las campanadas de la iglesia
en Lourdes.
Recorrí parte de las cañadas Reales
en Gredos.
Me bebí una coca-cola en Valladolid.
Tuve frío en Los Picos de Europa
y calor en el Jerte.
En resumen, lo pasé muy bien,
disfruté, y lo plasmé en fotos
que conservo.

Pero te diré algo más:
De todos estos sitios y viajes,
prefiero el que hice 
entre tus brazos,
en mis sueños.
Ese es mi viaje preferido,
que guardo celosamente,
y que nunca olvidaré.

Rafael Sánchez Ortega ©
22/12/17

ESTÁ LLOVIENDO...



Está lloviendo.
Me gustaría salir 
a caminar bajo la lluvia.
Dejaría volar la imaginación.
Intentaría buscarte,
pensaría,
soñaría...

Sería hermoso
encontrar tu cuerpo
entre la lluvia.
Te cubriría con mis brazos,
te taparía con mis alas,
te llevaría hasta el pórtico,
cercano, de la iglesia,
y allí te secaría
con mis besos.

Está lloviendo, sí,
precioso día para soñar,
para pensar,
para sentir
y para cerrar los ojos esperando,
que al abrirlos,
los sueños
se conviertan en utopía,
y estés aquí,
a mi lado,
con la lluvia,
sintiendo mis latidos,
compartiendo mi silencio,
buscando, en lo alto,
esa estrella que se oculta
tras las nubes y la lluvia.

Está lloviendo
y escribo todo esto,
porque sí, 
porque la lluvia me inspira
y porque te quiero.

Rafael Sánchez Ortega ©
21/12/17

sábado, 23 de diciembre de 2017

ESA PASIÓN...



Esa pasión que de tu voz
escapa y me subyuga...

Esa pasión que nace de tu piel
y me contagia...

Esa pasión que llega de tus labios
con tus besos...

Esa pasión que deja tu mirada
en mis pupilas...

¡Esa pasión es la receta que ansío y necesito
para sobrevivir! 

Rafael Sánchez Ortega ©
09/12/17

AMARTE...



Amarte es romper los sueños
para vivir la pasión intensamente.

Amarte es amanecer cada día,
con la ilusión de abrazarte.

Amarte es sentir los latidos
de tu corazón en el mío.

Amarte es oler el aroma de tu cuerpo
y embriagarme en él.

Amarte es mirarte a los ojos
y encontrar una respuesta
en tus pupilas.

Amarte es pronunciar tu nombre
y escuchar el mío de tus labios.

Amarte es acunar tu cuerpo
y cerrar tus ojos con mis versos.

Amarte es caminar a tu lado,
y respetar tu silencio.

Amarte es entregarte el alma
para que tu alma sonría.

Rafael Sánchez Ortega ©
09/12/17

viernes, 22 de diciembre de 2017

AÚN VEO TU FIGURA...



Aún veo tu figura 
en el columpio.

La tarde oscura
presagiaba la noche.

Pero tú te balanceabas,
sonriente, con tus sueños.

Ahora soy yo el que sueña,
y el que busca aquel columpio.

Pero está vacío...

Rafael Sánchez Ortega ©
08/12/17

martes, 19 de diciembre de 2017

ESCRIBIREMOS...



Escribiremos, dijiste,
hasta descubrir el cielo con los dedos 
y recoger su esencia con el alma.

Escribiremos para seguir avanzando,
para seguir viviendo,
para encontrar el paso tras la niebla
y ver el día tras la noche.

Escribiremos para sentir nuestros latidos,
para escuchar la voz del verso
que susurra nuestro nombre,
para mirar nacer el pulso de las letras
y soñar con el abrazo irreverente del poema.

Escribiremos para sentirnos más cerca
y conseguir cruzar nuestros latidos
en un lazo indestructible,
que nos una más y más.

Escribiremos para amar intensamente
a todo lo que nos rodea,
desde las flores al desierto,
incluso a los cuervos 
y al propio cementerio,
ya que la vida empieza en todas partes.

Escribiremos para sobrevivir en esta vida,
en esta jungla que llamamos mundo,
en esta civilización enferma y decadente,
en esta bacanal de superhéroes,
donde los payasos y los niños
aún conservan la cordura.

Escribiremos, dijiste,
y eso hago.

Escribo para vivir, para seguir,
para continuar el camino sin descanso,
para sentirte siempre cerca,
para continuar la huella de tus pasos,
para escuchar tu voz en la distancia,
para rezar al dios que existe 
y que se oculta en mis entrañas,
para morir en paz sencillamente...

Escribiré y escribiremos,
si tú quieres.

Rafael Sánchez Ortega ©
07/12/17

martes, 12 de diciembre de 2017

HA HABIDO...



Ha habido muchos poetas
que escribieron a la luna,
pero yo, sin ser poeta, 
quiero llevarte hasta ella
para que te hable 
y te cuente sus secretos;
quiero que rompa esa bruma intensa
que la separa de nosotros
y que se acerque hasta tu lado 
con su fibra sensible
para que te cuente de la vida 
y de los hombres 
de los niños que acuna
y de aquellos otros que la miran
con sus ojitos traviesos,
quiero que te relate las promesas
y proyectos de los enamorados
que acuden para certificar el beso, 
el abrazo,
y hasta la pasión incontrolada
de esos años juveniles,
quiero que te hable a ti
y te susurre los misterios que ella guarda,
quiero que te llene de su luz,
que te cubra con su manto blanco
y te haga soñar y reír, cuando la mires,
para también lograr la paz y el amor
que tú buscas,
necesitas y mereces.

Piensa que más allá de la luna
está el infinito,
ese vacío inmenso y lleno de interrogantes
que tanto nos asombra,
pero seguro que la luna sabe del mismo,
y sabe lo que contiene y existe,
y hasta el camino correcto
de los planetas y de los hombres.
Aunque pienso que lo que tú deseas
es que te hable de aquí,
de lo que te rodea,
de lo que ella ve cada noche,
de lo que escucha cuando hace la ronda,
de lo que huele en esas largas horas
por calles y campos, 
por tejados y trigales,
por ríos y playas,
por montañas y por mares
de lo que palpa y acaricia al estirar su luz
por la piel del que duerme,
de lo que intenta decirte cuando se acerca
hasta tu lado, en la ventana,
y de lo que siente al notar tu cuerpo 
estremecerse
cuando llega con su beso 
para decirte: "buenas noches".

Rafael Sánchez Ortega ©
02/12/17

lunes, 11 de diciembre de 2017

EL DÍA ESTÁ GRIS...



El día está gris, y llueve
y vienta,
con un olor a invierno
en el ambiente,
quizás porque ha llegado diciembre,
sin avisar,
para arañarnos con sus primeras horas,
para decirnos que hay que levantarse,
que la vida continúa 
y que hay que avanzar en el nuevo día,
a pesar de las heridas 
y de los puntos de sutura,
ya que las cicatrices 
y los campos y caminos, cargados de recuerdos,
hay que dejarlos atrás 
y solamente recordarlos para no volver
a tropezar ni caer.

Pienso en ti en este otoño,
como también lo hago en las otras estaciones, 
sin darme cuenta, o quizás si, 
porque te busco,
porque te necesito,
porque cierro los ojos y me abandono
como una barca a la deriva,
en la bajamar de su otoño.

Es curioso que tras desearlo y añorarlo
llegaras a mí,
llegó la nieve y tu carita soñadora, 
palpitando en este otoño,
llegó tu voz, tan especial, 
que me susurra en la distancia,
también tus ojitos infantiles
y castaños,
llegó el sabor de tu pupila,
siempre intenso,
y llegó el labio que se anima
y que me habla nuevamente,
aunque antes ya lo hacía "sin palabras".

Te confieso que no pude reprimir
las mariposas,
y las siento, desde entonces, en el pecho,
y me pregunto si vendrán con tus latidos,
y traerán esa sonrisa encantadora
de tus labios,
aunque pienso si serán unos gorriones
simplemente,
como aquellos de las rimas de un poeta sevillano,
y estarán sobrevolando por tu cuerpo
y besando, con sus alas, tus mejillas, 
y buscando ese refugio entre tus senos
intentando descansar del largo viaje,
que iniciaron en un puerto de la costa.

Sé que el día está muy gris 
y así lo veo por la ventana, 
pero pienso en ti 
y en lo cerca y en lo lejos que hemos estado 
en este tiempo.
Pienso en las resacas de los mares y sonrío,
ya que hemos sido algo así, 
como ellas,
unas aguas inquietas, y revoltosas, 
que se acercan a la playa, 
amenazantes en principio 
y que luego se deslizan suavemente 
hasta dormir en la arena tan dorada
de las mismas.

Quizás tenemos, al menos yo
desde este otoño,
la necesidad de llegar y varar la trainera,
de recoger los remos,
de tendernos entre los brazos de la poesía
y cerrar los ojos,
de dormir profundamente entre sus brazos
y sentir unos dedos recorrer la piel,
deslizarse por mis brazos y mi pecho,
para así sentir, y compartir,
hasta el soplo de la brisa de tus labios,
porque quiero que mi alma se estremezca,
porque quiero sonreír con tu sonrisa,
y decir y gritar a los cuatro vientos
que te amo, que te quiero,
que te necesito,
aunque tú no lo sepas, 
o quizás sí.

Rafael Sánchez Ortega ©
01/12/17

domingo, 10 de diciembre de 2017

ACABA NOVIEMBRE...



Acaba noviembre 
y terminan los días grises,
aunque continúen en diciembre,
y en un inverno cercano, a menos de un mes ya.

Quizás es el momento de quitarse 
la tristeza y la venda de los ojos
y las almas,
de mirar a este invierno cercano, que decimos,
y a sus primeros días 
con esas fiestas de Navidad 
y la blancura que las mismas
desprenden,
en esa infancia renovada y latente,
con la sonrisa de los niños,
que nos contagia un tanto, 
y nos acerca a ellos, 
y a los instantes maravillosos
que un día vivimos 
y ahora añoramos.

Pero también vivimos y soñamos, 
lo hacemos ahora,
en este hoy y en el mañana, 
en el otoño presente
y en el invierno cercano,
lloviendo y nevando 
y aguardando la llegada lejana, aún, 
de la primavera;
y lo hacemos para volver a ver la luz como renace
en las cosas que nos rodean,
y recordando, de lejos, este otoño pasado,
con sus grises y sombras
que, en algunos instantes, 
nos encogió el alma.

Pero no, no te apures, te dices,
así es la poesía.
Unas veces amanece el día 
y ves lo que te rodea 
de una forma maravillosa y hermosa,
y otras te levantas, tras el alba, 
y persigues su luz que no encuentras,
y te invade la nostalgia,
los recuerdos,
incluso te acuerdas de los años que tienes,
y te sonríes, ya que no puedes hacer trampa
al espejo del baño.
Él sabe la cuenta exacta y te lo indica
cuando te afeitas,
cuando te lavas los dientes,
cuando te refrescas la cara,
y sí, ya sé que a ti te da igual,
pero los años están ahí, 
y aprietan en las articulaciones,
en los riñones cansados,
en las piernas que tiemblan un poco
al subir las escaleras,
en ese pulso acelerado ahora, tras caminar,
y no con el paso de la vecina del cuarto,
ni tampoco con la imagen que esperabas,
tantas tardes, en aquella alameda
para tomarla del brazo y acudir a la academia.

Por eso te digo que se acaba noviembre
y que, aunque debemos cerrar los balcones, 
por el frío,
tenemos que abrir las ventanas del alma
para ver el pulso de la ciudad que nos rodea,
para sentir la vida en sus mínimos detalles
y para gozar de esos segundos que ella nos
regala cada día.

Porque noviembre empieza con tristeza
en esos primeros días de Todos los Santos
y acaba con la ilusión y la esperanza infantil
de la Navidad y el invierno,
con esas fiestas a la vuelta de la esquina,
con esos momentos mágicos para vivir 
y compartir con la familia,
con las miradas de los niños de hoy,
con los que están cerca,
con los que están lejos,
con la cantidad de proyectos 
para el nuevo año,
con las caricias prometidas
y aquellas que se ofrecen de verdad,
entre el mazapán y los dulces,
olvidando las espinas pasadas,
los cristales rotos,
las uvas amargas que rascaron el alma.

Y sé que el alma se transforma,
porque lo precisa,
porque quiere soñar,
porque ambiciona un mundo mejor,
porque siente la poesía de la vida
y esta vez se dice que sí,
que escuchará los latidos de la misma
y los seguirá allá, donde vaya,
de día y de noche,
a pesar del otoño en que estamos
y del invierno que llega,
hasta alcanzar y conseguir
la ansiada primavera,
porque entonces, unas manos estrecharán
las suyas de nuevo y unos labios
llegarán hasta sus labios
para decirle en un susurro
que le aman.

Rafael Sánchez Ortega ©
30/11/17

viernes, 8 de diciembre de 2017

ME GUSTARÍA...



Me gustaría hablarte,
charlar contigo,
compartir unos minutos
y saber de ti.

Es curioso que piense esto ahora,
pero al verte, nuevamente,
al escuchar tu voz en un poema,
al leer las letras,
que dejaste en el cuaderno,
algo aceleró los latidos
de mi pecho
y la sangre ha corrido, impetuosa,
por mis venas,
como lava descendiendo
de un volcán.

Recuerdo, de aquel tiempo, 
tu mirada de niña,
la sonrisa triste pero sincera,
aquella voz temblorosa y especial
que decía tantas cosas en su tono.
Recuerdo tu presencia invisible,
el cariño que emanaba tu figura,
la sensibilidad con que pronunciabas
mi nombre en aquel apelativo
que ambos conocemos.
Recuerdo que te amé como la niña
que eras,
y también en la mujer que salía de la infancia
y daba sus primeros pasos 
en un nuevo mundo,
alejado de la poesía y dentro de ella,
donde el amor y la mentira estaban presentes,
donde la duda y los sueños apenas tenían cabida
porque había que vivir con los pies en el suelo
y donde los sentimientos eran una utopía
cegados por la pasión y la velocidad del tiempo
que pasaba a nuestro lado,
sin dejarnos respirar.

Recuerdo que creí que me amabas
y que fui inmensamente feliz 
durante unos días,
pero luego todo cambió
y la tormenta cegó mis ojos
y también mi corazón 
haciéndome ver personajes de ficción
donde solo había molinos de viento.
Recuerdo que te perdí y que lloré,
que supliqué como un niño
en aquella infancia lejana,
porque había perdido algo más que el amor
ya que la magia que emanaba de tu persona
no podía conseguirla en ninguna otra parte.
Y recuerdo que te seguí amando en silencio,
sin palabras,
mirando tu caminar en la distancia,
sabiendo de tu vida por tus letras,
escuchando tu voz 
y soñando que aquellos versos
eran para mí,
aunque bien sabía que eran para otros.

Recuerdo aquel pasado y no me arrepiento
de amarte, pero sí de ser idiota
y no tener el valor suficiente
para enfrentarme a la verdad,
para hablar de frente,
para preguntar,
para aclarar malentendidos
y para retener los latidos de tu corazón;
pero la vida es así 
y no sirve el consolarse
pensando lo contrario.

Hoy te he visto, como tantas veces,
de aquel entonces,
y pensé en ti,
en que me gustaría hablarte,
charlar contigo,
preguntarte por tu vida,
compartir unos minutos,
tomar un café, como aquellas tardes,
en que lo hacíamos de una manera virtual,
pero sincera,
y luego, tras las sonrisas,
continuar nuestro camino
hasta otro momento,
hasta otro instante,
hasta cuando quieras,
o hasta siempre.

Rafael Sánchez Ortega ©
28/11/17

domingo, 3 de diciembre de 2017

CADA MAÑANA...



Cada mañana abro los ojos
y me despierto.
Hoy tengo frío y un sabor amargo
en la boca.
Vuelvo del sueño, 
salgo de la noche,
regreso al mundo, mientras mis dedos 
retiran unas legañas juguetonas 
para que mis pupilas puedan ver la luz,
percibir las cosas que me rodean
y sentir el pulso de la vida misma.

He vuelto a la poesía,
ya siento los latidos de sus versos,
ya percibo el aroma del café
que me espera en la cocina,
ya escucho el paso de los autos
por la carretera vecina,
incluso el autobús que hace su parada
a recoger los pequeños
y llevarlos al cole.

Me levanto y paso por el baño.
Miro ese rostro en el espejo
que es el mío. 
Me afeito y me cepillo los dientes,
luego me doy una ducha templada
para despertarme totalmente.
Acudo a tomar el café apresuradamente
porque el tiempo apura.
Salgo a la calle para ir al trabajo.
Camino por las aceras
entre gentes que saludan.
Por fin llego al santuario laboral.
Allí me esperan papeles, informes,
decisiones incómodas, entrevistas.
De esta forma paso la mañana
y llega la hora de comer algo, 
de salir a despejar un poco la cabeza.
Voy a la cafetería de siempre 
donde he visto un plato combinado
que me seduce.
Saludo a la camarera que me atiende,
intercambio un breve coloquio insustancial,
entre bocado y bocado.
La televisión está dando las noticias.
Miro el reloj, 
debo apresurarme,
ya casi es la hora de regresar, nuevamente, 
al trabajo.
Mientras me acerco a la mesa
suena el teléfono.
Tengo que visitar a un cliente
ya que su pedido le ha llegado
en malas condiciones.
(Menos mal que su domicilio
está cerca de donde trabajo).
Me paso hora y media explicando
que no se preocupe, 
que el pedido salió bien del almacén,
que ha tenido que ser el servicio
de mensajerías 
y que eso lo cubre el seguro.
Al final, el cliente, me invita a un café
y yo acepto.
Cuando vuelvo a la oficina
los compañeros están recogiendo.
Es la hora de salir,
marchar a casa,
volver a intentar buscar esa vida privada
que todos merecemos,
pero no tengo ganas de meterme en un bar,
en un club o algo parecido.
No tengo ganas de buscar una figura dorada
ni de apoyarme en un vaso de licor
para mantener mis sueños y esperanzas 
en esta sociedad en la que vivo.
Prefiero regresar a casa,
preparme algo de cenar,
ver un poco la televisión,
aunque sea zapeando,
leer aquel libro de poemas
que tengo empezado 
y quizás, quedarme dormido 
con él entre mis dedos,
para volverme a despertar,
mañana, tal vez,
en ese bucle de la vida
y de mi vida.

Rafael Sánchez Ortega ©
26/11/17

miércoles, 29 de noviembre de 2017

LA POESÍA Y LA VIDA...



La poesía y la vida
están aquí,
y nos acosan,
con sus brazos alargados
que se estiran para atraparnos,
para cubrirnos de caricias,
para dejarnos su hermosura
y su tristeza,
para que veamos en ellas
la esencia y el camino 
a seguir,
para que cortemos con el cuchillo
esa piel de nata que las cubre
y entremos adentro,
en el paisaje recubierto de ensueño,
allí donde las margaritas florecen
entre la hierba,
donde los vencejos platican
sin cesar en la mañana,
donde las mariposas suspiran
en su vuelo de colores,
donde las olas murmuran
en las rompientes,
donde los trigales bailan
bajo el sol de agosto,
donde los niños persiguen 
a las sombras,
donde los ancianos dormitan
en el parque
y donde los sueños se transforman
y persiguen a la poesía 
y a la vida.

La poesía y la vida 
están aquí,
y están en ti y están en mí
y nada podemos hacer para impedirlo
ya que sus largos dedos
toman los nuestros, de trapo,
y nos llevan en un viaje irrepetible
por un mundo apresurado,
por un mundo soñoliento,
y aceleran sus latidos
y despiertan a las calles y ciudades,
a sus hombres y mujeres
y les dicen que se animen,
que sonrían,
que se aparten y que olviden a las dudas,
que no teman al futuro
y que vivan el presente,
intensamente,
recogiendo los detalles
que perciben los sentidos;
esa voz, inolvidable, de la tierra,
esa otra, incomparable de los cielos
y del mar, 
esa música del viento y de la brisa,
cuando llega y acaricia,
cuando arranca las cuadernas 
de las almas
y desnuda, ante el espejo,
el corazón de los cobardes
y los hace más valientes.

Porque la poesía y la vida
están aquí,
y tú lo sabes, como yo,
ya que bebimos de su copa
y escanciamos ese néctar en sus versos,
nos llenamos con su tinta
y vivimos embriagados
unos días de placer y de agonía,
persiguiendo los gorriones,
y después las golondrinas,
como dos enamorados;
y ahora mismo proseguimos el camino,
retomando en el cuaderno de la vida
todo aquello que palpita,
esa brizna que susurra una plegaria,
ese eterno carrusel 
de sensaciones agridulces 
que componen el poema,
esos versos que destilan los segundos,
esa estrofa, sin sentido, que se encuentra
en todas partes,
y ese soplo que nos dice, "sin palabras",
que adelante,
que la vida no se acaba ni termina
cada día,
y que todo continúa en un poema,
con tu nombre y con el mío.

Rafael Sánchez Ortega ©
22/11/17

viernes, 24 de noviembre de 2017

LA NOCHE...



La noche se presentaba larga y escurridiza 
y más tras la siesta y el descanso 
que la había precedido. 

Tú dormías a mi lado en un sueño profundo,
aunque de vez en cuando te movías inquieta 
y pronunciabas palabras sin sentido
y producto del sueño. 

Te miraba y escribía.
Buscaba las estrellas que brillan a lo lejos, 
más allá de una luna de plata, 
silenciosa,
que asomaba su cara entre las nubes oscuras. 
Había en el ambiente como una música imperceptible 
que bajaba del cielo y parecía querer
acariciarnos con sus notas. 

Pensaba en ti mientras escribía y te miraba.
Pensaba en aquel día en que te vi llorando 
y con unas lágrimas bajando
por tus mejillas. 
Recordaba ese instante en que te pregunté
por el motivo 
y tú me respondiste con un beso
para cerrar mis labios a las preguntas...

Beso agridulce con lágrimas saladas
y con la tristeza anidando en mi alma
inocente.

Pero la noche acababa de comenzar
y aún quedaban muchas horas.
Horas en que las letras nerviosas
saldrían al cuaderno a protestar,
a gritar a decir, en su escritura,
lo que los labios se negaban 
a decir.
Horas en que los versos se formarían,
sin darse cuenta,
perfilando un poema cruel y sincero.
Horas largas e interminables,
horas en que escucharíamos el latido 
de los corazones
en esa partida irremediable por el tiempo 
que conduce
al alba.

Atrás quedaría el beso y las lágrimas,
la tristeza y los sueños.
Atrás quedaríamos nosotros,
con aquella ilusión y tantos proyectos
que el destino no quiso
llevar a buen puerto.

Recuerdo que vimos las luces llegar,
que recogimos las maletas
y nos subimos al tren,
en vagones diferentes
y en una estación equivocada,
mientras la noche marchaba lejos
con su manto negro de tristeza.

Rafael Sánchez Ortega ©
17/11/17

jueves, 23 de noviembre de 2017

EN LA MESA...



En la mesa me espera
el café de cada tarde
y tu recuerdo.

Porque aquella tarde
fue una tarde diferente
que llegó tras el paseo
que dimos en la montaña.

Nos sentamos en la cafetería 
y nos miramos;
se buscaron nuestras manos
en silencio
y dejamos que brotaran
las palabras de los labios.

Tú me hablaste de tu vida,
del trabajo, de la familia 
y de aquellos mil detalles
que intuía y me fueron acercando,
de una forma más precisa,
a tu figura.

Yo te hablé de mis proyectos,
de mi vida personal,
de mis sueños inmediatos e irreales,
de los otros que vivía cada día
en el trabajo,
y también de ese poema que me oíste
recitar en una tarde
y que llamó tu atención
produndamente.

Me preguntaste por el mar
que ¿cómo era?, 
si tenían sus praderas horizontes
y si había los veleros y las olas
que decía y que salían en mis versos.

Tú me viste sonreír y enmudeciste.
Diste un sorbo a tu café
que te esperaba, muy templado,
y con él a mi respuesta.

Yo te hablé de aquella Mar que conocía,
del abrazo irreverente de sus olas,
de las miles de caricias que dejaban
por la arena de la playa 
extendiendo su melena,
de los besos incontables que ofrecía
a cada instante,
del susurro y los acordes que mandaban
las resacas,
de sus ojos de turquesa que embobaban
los sentidos,
del suspiro inacabado de su boca
tan salada,
de los brazos extendidos que ofrecía
con la brisa,
de la fuerte marejada que dejaba
la galerna con su ira
y quería secuestrar a mis poemas...

Yo te dije todo esto en un instante
y hasta viste deslizarse, de mis ojos,
unas gotas de rocío inmaculadas.

Tomé un sorbo de mi taza de café
ignorando un sobresalto en las pupilas.

Sentí tu mano acercándose a la mía,
noté tus ojos penetrando en mi alma
y diciéndome que no siguiera,
que no te hablara del mar,
ni de ese Mar, 
que, con tanta asiduidad y frecuencia,
plasmaba entre mis versos 
y llegaban al cuaderno.

Seguimos tomando los cafés,
los apuramos muy despacio, 
y dejamos las tazas vacías
sobre la mesa.
El sol se despedía en la tarde
y su manto amarillo se extendía
por el cielo.
En aquella cafetería estábamos nosotros,
con las manos unidas 
y los dedos acariciándose,
olvidando, por un momento,
al mar y a la Mar
que nos había unido, en un poema,
y que dentro de unas horas
nos haría volver, cada uno,
a nuestra realidad,
haciéndonos pensar
"si aquella tarde no habría sido,
también, un sueño"

Rafael Sánchez Ortega ©
16/11/17