He de confesaros que no ha sido
un “bebé buscado”; cuando nacieron esos cuatro pequeños ratones, nunca estuvo
en mi cabeza que fueran a dar vida al sexto de mis libros. Con este sucedió que
construí la casa después de tener montado el tejado :)
Primero fue Azucena la que dijo aquello de: “ties cacer un librico, mija” y al poco tiempo fue mi editora la que atacó con nuevos apremios :) La historia estaba escrita, en eso tenían razón, costó poco adaptar el final y en un santiamén ya estábamos hablando de colores, tamaño, fotografías… Cuando tomó forma la primera prueba de edición supe que me había robado el corazón igual que sus hermanos. ♥
Poco hay que explicar más allá de presentároslo; la historia la conocéis bien; ya os conté cómo conocí a Dana y Madelaine y cómo descubrí más tarde a Rombo y su pequeño Requesón; la historia quedó un poco en el aire pero el círculo se cerró cuando mi hermana y editora nos regaló el final que anhelábamos todos y perpetuó en una escena maravillosa la felicidad de mis ratones. Es, por eso, el libro más nuestro de los seis, de Vic y mío, y eso lo hace doblemente especial. Creo que ninguno de mis libros hubiera visto la luz si Vic no hubiera estado conmigo en el proyecto pero en este, ha modelado conmigo una parte de la historia y a ella le debo que esos pequeños ratoncicos de perlé tengan ahora su despensa llena de perdices y de felicidad :)
No voy a marearos más con explicaciones; os presento a “Rombo”, con la portada en azul como el cielo que enmarca el rinconcito de la Alameda en el que ahora está su hogar para siempre.
Y aquí os dejo su historia
porque, aunque mis libros no son escopetica de feria y se pueden leer
perfectamente, hay momentos en que una prefiere saborearlos sin lupa, no creéis? :)
"Rombo"
Rombo era un ratón perro-flauta, cimarrón y arrabalero...
correteador incansable, bandido y seductor... Era... Lo fue hasta la tarde en
que arrancó de los dientes de un gato pardo el cuerpecico inerte de Requesón y aquello
lo transformó hasta el punto de volverlo casi irreconocible...
Requesón
es un ratón de laboratorio que vino a caer en las fauces de un gato pardo
huyendo de las jeringuillas; buscando el sol, vino a terminar en un túnel negro
como la noche negra y, de no haber sido porque aquella tarde a Rombo lo volvió
loco el olor de las sardinas de aquel contenedor, su historia hubiera terminado
con aquel alarde desdichado de libertad...
El
instinto de ratón debería haber llevado a Rombo a correr a todo lo que dieran
sus fuerzas y ponerse a salvo, pero el efecto que en sus oídos produjo el
lamento de aquel pequeño ratoncito blanco, hizo que optara por la más
arriesgada de las opciones y mordiera con toda su ansia el rabo pardo de aquel
gato negro provocando un chillido que liberó a Requesón dejándolo tendido en el
suelo; y al acercarse a él para llevarle consuelo, una extraña fuerza
estremeció su corazón y trajo a su memoria un recodo de alameda y el
nombre que, apasionado, había susurrado en una noche de luna que ya creía
olvidada... Dana... y la añoró y la deseó a su lado como hasta entonces
no había añorado, ni deseado nada...
En los días que siguieron, cuidó amoroso del pequeño
Requesón y no se separó un instante de su lado. Lo arropó y lo veló sin
descanso, lamiendo sus heridas y refrescando su frente asediada por la
fiebre... le hizo tragar un bote de sopa que el destino había puesto en su
camino y no hubo segundo en aquellas largas horas en que no lo atormentara su
cobardía en aquel amanecer de alameda cuando, aterrado por el tronar de su
corazón, abandonó los dulces brazos que, confiados, la noche recostó sobre su
pecho... Dana... Y acunando y consolando entre sus brazos aquella pequeña
bolita de peluche blanco, le habló de ella... de la dulzura de sus caricias...
de la luz de su mirada... de su magia para hechizar el alma y del calor que
emanaba... y perdidos, uno en la pesadilla y el otro en el recuerdo, conformaron
el sueño de tenerla para siempre a su lado y vivir la vida entera al abrigo de
su corazón... Dana...
Y amaneció... Los ojos de Requesón se abrieron una
madrugada para alborozo del que ya era su padre y juntos repusieron las fuerzas
y las ganas, decididos a remover el mundo hasta encontrarla, el uno para
recuperarla, el otro para pedirle que fuera su mamá...
Se pusieron en marcha una fría y desapacible tarde del
mes de enero y a todo aquel con quien se cruzaron le preguntaron por ella, con
tanto anhelo en la mirada que un corcho se hubiera estremecido... Ninguno de
los dos sabía del camino de regreso a Dana, pero en silencio convinieron que no
descansarían hasta llegar a la Alameda donde Rombo la conoció. La noche los
envolvió cuando el horizonte ya esbozaba el perfil de los álamos y la luna se
sobrecogió al escuchar que Requesón, recostado entre los brazos de su padre,
con un hilo de voz preguntaba: “papi... tú crees que ella también me querrá
a mí?"
Con el primer rayo de sol retomaron la marcha
esperanzados y entre los dos, recogieron y trenzaron un collar de guijarros y
jazmines con el que pensaron que resultaría más fácil suplicar su amor...
Dana... Pero la Alameda los recibió solitaria y silenciosa y su sueño fue
topando con las alas en el suelo a medida que avanzaban entre setos, jardines y
bancos de piedra mojada... “Papi... no
está?” ...
Cómo pudo ser tan ingenuo? Cómo pudo pensar que la
encontraría solo porque empeñó la vida en el impulso de buscarla? Cómo iba a
reconstruir ahora los sueños rotos de su pequeño ratón de algodón?
.- “Voy a llevarte
al parque, Requesón! Voy a subirte a las nubes a lomos del balancín!”
...Lo supo en cuanto la vio; ya antes de verla sintió que
su corazón la reconocía... el tiempo se detuvo en el instante en que sus
pupilas se reencontraron, incapaz de reaccionar más allá de mirarla desde lo más profundo de su corazón...
Requesón lo tuvo más fácil...
.- Hola, soy Madelaine! ¿Cada día vengo con mamá a la
Alameda a esperar a mi papá... jugamos?”
:)