En el fondo de la Alameda, en un recodo que no se deja ver desde el paseo y protegido del viento por los parterres, siempre ha habido un pequeño cobertizo que vivió cien mil batallas hasta que Simón se decidió a adecentarlo y transformarlo en un invernadero encantador... Allí es donde, en cada cambio de estación, Gilda y Salomón compran los bulbos, las semillas, las plantas y las flores que siempre cubren el pequeño jardín y las macetas de la casita donde crían a su cada vez más numerosa prole.
La primavera ya se deja intuir y, como el día ha amanecido hoy lleno de luz y de sol, Gilda y Salomón, felices Sr. y Sra. Mais, han aprovechado para acercarse con sus pequeños a la Alameda; el cobertizo de Simón es un lugar lleno de encanto donde los peques no dejan de corretear y sorprenderse y donde siempre les espera Corneta, la gatita blanca que dulcifica los días de Simón...
Decidirse por estos esquejes o aquellos bulbos no siempre resulta fácil... Gilda tiene muy claro que las lavandas son imprescindibles en su hogar, pero una vez elegidas estas, deja que del resto se ocupen Salomón y los pequeños y ella prefiere esperarlos fuera donde el aire y el sol iluminan los adorables bigotes de la princesita de la casa...
Os confieso que yo visito el invernadero de Simón incluso cuando no necesito plantas... me encanta recorrerlo y disfrutar de las pequeñas maravillas que nacen y crecen bajo el cuidado y la pericia de sus manos... Flores de mil colores a la espera de ser trasplantadas a los jardines de la Alameda...
los pequeños aperos con los que Simón remueve la tierra y da vida a los capullos más delicados...
sus hierbas aromáticas, los botecitos de abono, el cestillo de las lavandas...
Siempre conservaré en mi memoria el recuerdo de tantas tardes de verano en las que Simón me ha permitido leer los libros de sus tesoros al abrigo del sol y meciendo las páginas bajo el cuadro de las mariposas...
Lamento no poder presentaros al artífice de este rinconcito tan acogedor... la visita de los Mais le ha permitido ausentarse dejando a Salomón a los mandos... Simón sabe que puede confiar en él y, en vísperas de la primavera, hay un millón de rincones que atender en la Alameda...
A Balita le encantan el perejil y la hierbabuena...
Perdigón solo quiere las lavandas que le gustan a mamá...
y Balín se llevaría, si se lo permitieran, un millón de flores de cien mil colores que plantaría, si pudiera, hasta en el tejado de la casita donde son tan felices...
y esa regadera mágica de la que, por increíble que parezca, en lugar de brotar agua, brotan exuberantes Dalias...
Y poco a poco, casi sin sentirlo, va corriendo la mañana...
el revuelo de los pequeños atrae como un reclamo a las palomas...
y Gilda, siempre tan paciente, acuna a su pequeña mientras disfruta de una tacita de café con pastitas de canela...
Es increíble lo dulces que son las horas los sábados de felicidad...
Pero todo llega a su fin y la luz de las pequeñas farolas avisa de que la aventura por hoy ha terminado y es hora de volver a casa...
Gilda no lo sabe, pero esos capullos rojos que ya empiezan a abrirse, los está cuidando Simón para ella :) Pronto llega San Valentín... Salomón vendrá a buscarlos y los dejará en su regazo con el más dulce de los besos... Bendita vida, Gilda! ♥
Y bendita Alameda que siempre cobija nuestras emociones y nuestros sueños :)
Voy aprendiendo a hacer buenas fotos, eh? :) Ya falta muy poco... Feliz San Valentín!!!
♥