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05 noviembre 2022

Sesquidécada: octubre 2007

Es difícil rastrear el momento exacto en el que uno se aficiona a un género. Aunque suele leer de todo, la novela policíaca nunca había sido mi pasión, pero creo que hace más o menos 15 años, los que recuerdan estas sesquidécadas, empecé a formalizar mi relación con los clásicos del género negro. En este mes de octubre aparecen dos de ellos.

El primero es Los mares del sur, uno de los libros de la saga de Pepe Carvalho, el detective eterno creado por Manuel Vázquez Montalbán. No es la primera novela de la serie, pero quizá es la más conocida por haber recibido el premio Planeta en 1979. El contraste entre los barrios altos y los bajos fondos de Barcelona acompañan al lector en una intriga por las pasiones y por la historia más o menos reciente de nuestro país. Las novelas de Vázquez Montalbán (y las de otros de su generación, como Marsé o González Ledesma) permiten acercarnos a los pequeños detalles que no se cuentan en las enciclopedias, como si viajásemos en el tiempo y pudiéramos asomarnos por las ventanas de la España gris de los años 60 y 70. Muy recomendable.  

Otro clásico del género es La dama del lago, de Raymond Chandler. Tal vez esa afición por el género que reconocía arriba se deba en parte a aquella colección de quiosco que venía con el diario El País, con novelas imprescindibles y autores que no había leído jamás, pero que, a partir de entonces, se convirtieron en favoritos. Libros de baja calidad material (qué podemos pedir por un euro que costaban) pero exquisita calidad literaria. Libros que han acabado en la biblioteca del instituto o en las librerias de saldo, porque uno ya no cabe en casa. La novela de Chandler está protagonizada por otro detective inolvidable: Philip Marlowe. Novela negra estadounidense, novela que se impregna también con las adaptaciones cinematográficas, con las caras de actores que acaban adueñándose de los personajes. Cine y literatura, drama y pasión, dinero, poder, sexo... La vida en blanco y negro.

Finalmente, para mi grupo de 2º de bachillerato elegí como lectura una selección de cuentos de Julio Cortázar: La autopista del sur y otros cuentos. En aquellos años no había literatura en Selectividad, así que aproveché la oportunidad que brinda el relato breve de Cortázar para acercarlos a la literatura de calidad. Cada quince días leíamos y comentábamos alguno de los relatos del libro, y les ofrecía en el blog adaptaciones o versiones sobre ellos. Era días de lecturas y tertulias que permitían un descanso en el ritmo frenético de ese nivel. Creo que ahora no lo podría hacer, y es una pérdida para mí y también para mis estudiantes, porque las aulas están hechas para leer obras, no para estudiar teoría sobre ellas.
 



26 noviembre 2017

Sesquidécada: noviembre 2002


Noviembre de 2002 me pilló lejos de casa, casi enclaustrado en una habitación de piso compartido de estudiantes, pero con edad impropia de ello. En aquella especie de retiro espiritual, me acompañaron, entre otros, el fino humor surrealista de Cortázar y sus Historias de Cronopios y Famas, y la austera Consolación de la filosofía de Boecio. Sin embargo, quiero destacar para esta sesquidécada no a esos grandes maestros, sino una obra de un autor no tan conocido, que vuelve 15 años después para aterrizar de nuevo en mi vida y mi aula. Se trata de La visita del inspector, de J.B. Priestley (también traducida como El inspector llama o Ha llegado un inspector), una obra de teatro con unos giros dramáticos muy interesantes y con un trasfondo social también importante. Es complicado hablar de ella sin desvelar la trama, así que os animo a que la leáis, ya que creo que puede dar juego en clase. Por eso la voy a recuperar este trimestre para mi grupo de 4º de ESO, con la intención de remover un poco las conciencias.

Y ya sabéis, si os toca algún día el destierro en soledad, entregaos sin mesura a la compañía de los clásicos, que siempre animan y consuelan a partes iguales.

10 julio 2016

Túneles y literatura


Tal vez hayáis visto este vídeo de promoción de la secuela de Cazafantasmas: una estación de metro, unos andenes semivacíos y unos fenómenos paranormales. Nada más verlo, recordé un relato que leí hace años en la revista Cacumen, Un subte llamado Moebius, de A.J. Deutsch. En ese cuento se plantea una red subterránea tan topológicamente compleja que adopta la estructura de la banda de Moebius, ese cuerpo tan singular que sólo tiene una cara y una arista. Os dejo el relato por si os apetece compararlo y comprobar que la realidad acaba pareciéndose a la ficción: Un metropolitano llamado Moebius

Aprovechando esa coincidencia, he descubierto que voy acumulando lecturas diversas que tienen como escenario los túneles que horadan montañas y ciudades, túneles que, siendo para algunos tan cotidianos, encierran a menudo misterios y fantasmagorías. Por ejemplo, sin ir muy lejos, seguro que conocéis la historia de las estaciones fantasma del metro de Madrid o de las cercanías de Barcelona.

Al margen de esos pequeños engaños y abandonos de la realidad, es en la literatura donde se vuelve más interesante el tránsito por los túneles. Así nos encontramos en primer lugar con el imprescindible Julio Cortázar, del que vale la pena recuperar un relato inquietante como casi todos los suyos: Texto en una libreta


Gentes que entran en túneles pero que no salen, un auténtico universo oculto... La salida de un túnel es también un elemento central en uno de los relatos más conocidos de Charles Dickens, El guardavía, un cuento salpicado por el misterio y lo sobrenatural que podrían haber firmado Edgar Allan Poe o el propio Cortázar.

Siguiendo con historias de miedo y avanzando hacia el horror, encontramos un cuento de Clive Barker, uno de los escritores más sanguinarios (no os perdáis los Libros de Sangre) de los últimos tiempos. Se trata de el Tren de la Carne de Medianoche, una de esas historias que te quitan las ganas de viajar a deshora.

De la ficción a la ciencia-ficción, para encontrarnos con una novela de Dmitri Glujovski, Metro 2033, ambientada en el Moscú postapocalíptico de esa misma fecha. Es una historia tan interesante como claustrofóbica, aunque encierra un mensaje bastante profundo, nunca mejor dicho.

Para los más jóvenes, quizá convenga recordar uno de los títulos de la serie Los tres investigadores (y Alfred Hitchcock), Misterio del dragón, que transcurre en una ciudad costera que esconde unos túneles de un metro inacabado. En esta aventura, Júpiter, Pete y Bob tendrán que esforzarse por resolver las apariciones de un extraordinario monstruo que, como es habitual, esconde unos entresijos de lo más prosaicos.

Cerraré este monográfico de túneles con una novela cuyos protagonistas son precisamente los túneles: Los túneles del paraíso, de Luciano G. Egido. No es una novela metropolitana, sino un homenaje literario a los esforzados trabajadores de la línea ferroviaria que unía La Fregeneda con Barca d'Alva, una línea clausurada que encierra un tesoro paisajístico singular y una obra civil descomunal. Literatura y realidad unidas por los túneles de la lectura.

23 julio 2014

Sesquidécada: julio 1999

Hay libros que uno acaba de leer con la inquietante sensación de no haberlos saboreado al completo, de no haber paladeado bien los matices... con la sensación de haberlos tomado a destiempo y haber echado a perder su bouquet. Me ocurrió con La región más transparente, de Carlos Fuentes, con Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño, con las Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, y también con una de las lecturas rescatadas en esta sesquidécada: Rayuela, de Julio Cortázar.

Leí Rayuela con la impaciencia de un joven ante su primer amor, con la exigencia -moral y profesional- de disfrutar de una obra maestra. Me impactó el universo de la Maga, Horacio Oliveira y Rocamadour; noté que paseaba por las calles de un París mítico y, todavía hoy, quince años después, veo a los personajes vagar por sus calles con un cierto halo de nostalgia. Aunque había leído bastantes relatos de Cortázar, me pareció una escritura nueva, un estilo distinto, intelectual pero profundamente humano. Sé que he de volver a Rayuela cuando llegue su momento, con la serenidad de un tiempo sin prisas y sin miedo, como se reviven los amores juveniles desde la atalaya de la edad. 

Reconozco que la segunda lectura que rescato me impresionó tanto o más que la anterior. Se trata de Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll. Os voy a ahorrar cualquier reseña de esta novela mal catalogada como infantil, como tantas otras de su estilo. El universo de Lewis Carroll es una delicia para cualquier lector en general y para los filólogos en particular. Por cierto, si os gusta Carroll y tenéis ocasión, leed el relato de Fredric Brown La noche a través del espejo, otra delicatessen.

Por último, no voy a dejar pasar la ocasión de reseñar una joya de la literatura tal vez relegada por la grandeza de otras obras del autor. Se trata del Tirano Banderas, de Ramón María del Valle-Inclán. En esta época de calor no sé si será procedente embarcarse en una "novela de tierra caliente" sin sufrir en demasía. Lo que sí recomiendo es que os acerquéis en alguna ocasión a esa prosa inimitable de Valle, a su humor negro, al preciosismo lingüístico y literario de sus diálogos, a la creación de un arquetipo, el del tirano americano, que ha traspasado ya las fronteras del tiempo y del espacio. Lecturas que son un lujo a nuestro alcance.

14 abril 2010

Sesquidécada: abril 1995

Resulta llamativo que la mayor parte de lecturas que recupero en estas sesquidécadas sean literarias. Puede que a alguien esto le parezca obvio, pero en mi caso, siendo un profesor de lengua y literatura, debería haber aparecido algún manual de lingüística, alguna monografía de semiótica, algún tratado de preceptiva ortográfica, etc. Admito que en la facultad leí obras de este tipo a toneladas y que, salvo excepciones, pocas han quedado para el recuerdo; al menos si las comparo con sus equivalentes en el ámbito de la teoría e historia de la literatura o con las propias obras de ficción. Seguramente, la lingüística ha sido para mí más un oficio que una devoción, sobre todo porque siempre tenía ese aspecto utilitario que parece alejarla del ocio.
Para remediar este injusto olvido, recupero un manual que considero bastante interesante: Introducción a la Semántica Funcional, de Salvador Gutiérrez. Supongo que será una obra ya pasada de moda, pero en su día (junto con otro manual de Stephen Ullmann) me pareció que ofrecía un panorama bastante claro y orientativo del áspero mundo de la semántica funcional. Me da la impresión que muchos libros de lingüística pecan de un formalismo teórico llevado al extremo, como si quisiesen ser deliberadamente abstrusos, en un afán innecesario por ganar la consideración de ciencia 'seria'. No creo que sea este el caso de la obra de Salvador Gutiérrez, a la que se puede acceder sin haber leído a Hjemslev.
El segundo autor que recupero es Julio Cortázar, un clásico de este blog. En abril de 1995 leí una recopilación de cuentos bajo el nombre de Reunión y otros relatos, en una de esas ediciones marrones de Seix Barral que formaban las "Obras maestras de la Literatura Contemporánea". En este volumen aparecían algunos de los grandes relatos de Cortázar, como "El Perseguidor", "Final del juego", "La autopista del Sur" o "Texto en una libreta". De este último relato también hablé en el blog a propósito de Moebius y los túneles del metro. Como no son horas de ponerse estupendo ensalzando a Cortázar, os dejo un videorrelato basado en su cuento:


10 febrero 2009

Cortázar en bachillerato

Por segundo año consecutivo, hemos leído a Cortázar en 2º de Bachillerato. Hemos dedicado cinco sesiones, una cada lunes, a la lectura de los relatos contenidos en la edición de La autopista del Sur y otras historias, de la editorial Bruño. Cada semana, los alumnos traían preparados uno o dos relatos que comentábamos en clase. Todo se ha desarrollado como en un club de lectura, bastante al margen de cuestiones excesivamente técnicas, permitiendo a los alumnos (y al profesor) intercambiar sus propias lecturas de Cortázar.
No sé hasta qué punto estas lecturas encajan en el currículo de Bachillerato. Es cierto que Cortázar (y toda la literatura de los siglos XIX y XX) aparecen en el currículo, pero también hay que recordar que en el examen de Selectividad no hay preguntas de literatura. Sacrificar cinco sesiones al placer de leer, cuando andan tan verdes en comentario de texto, me produce cierto remordimiento (quizá un remordimiento no demasiado acerbo, es verdad).
Para ampliar la información sobre cuestiones literarias o culturales que surgían a raíz de las lecturas, he ido escribiendo unas notas en el blog de 2º de Bachillerato, Seres de lengua, que se corresponden con las sesiones de esta actividad. Os dejo los enlaces ordenados según aparecen los relatos en el libro:

21 mayo 2008

Se van, pero se llevan a Cortázar

Esta semana acaban sus clases los alumnos de 2º de Bachiller. Les quedan las recuperaciones de la semana que viene y, después, una pequeña tregua hasta los temidos exámenes de Selectividad. Ha sido mi primer año con ellos aquí en la Comunidad Valenciana. Ya conté el dilema que suponía tener que programar la literatura cuando no hay ninguna pregunta sobre ella en la Selectividad. Al final, no he renunciado, pues han elegido algunas lecturas interesantes, han trabajado la poesía y, en la última evaluación, se han encontrado con la prosa de Cortázar.
Concretamente, hemos trabajado una recopilación de ocho relatos de Cortázar (La autopista del sur y otras historias, de la editorial Bruño), a los que hemos dedicado cuatro sesiones, en cada una de las cuales los alumnos comentaban dos cuentos. He empleado el método dialéctico: Nada de teoría, sólo derribar certezas, sembrar dudas. Las clases tenían un cierto aire de club de lectura y quienes iban siguiendo los relatos de Cortázar han tenido la oportunidad de disfrutar con los continuos engaños al lector. Si la vista no me falla, creo que les ha gustado, aunque sólo sea porque han descubierto que leer nunca es fácil. En una de las entradas del blog, un alumno dejó un comentario que para mí resume todas las teorías sobre la lectura:
Yo leo, no pienso.
Efectivamente, la literatura juvenil les enseña a leer, los acostumbra a un hábito más o menos sano para sus mentes. Pero, cuando acceden a la Literatura, supone un esfuerzo leer, exige un sacrificio para ellos que pocas veces valoramos. Este es el gran salto para el que hay que prepararlos. Porque, en las sesiones de debate sobre Cortázar, muchos reconocían no haberse enterado de nada y, cuando releían, comenzaban a apreciar el valor de los textos. Por eso, me parece incongruente mantener una programación que abarca toda la literatura contemporánea cuando apenas podemos sustraer diez o doce sesiones al curso para leer en condiciones. Todo el tiempo se lo lleva ese comentario de texto que deben realizar en Selectividad. Y gracias a ello, sabrán un poco de morfemas, raíces, deícticos, cátaforas y perífrasis, pero a costa de haberse perdido un montón de buenas lecturas.

Crédito de la imagen: www.flickr.com/photos/36849102@N00/242574557

09 noviembre 2007

Cortázar y Moebius

Tenía ganas de publicar esta nota acerca de Cortázar, el subte y Moebius. La lectura hace poco de una entrada en Nosololibros sobre un cuento de misterio de Cortázar hecho vídeo me llevó a recordar otro cuento también inquietante leído hace mucho más tiempo en la revista Cacumen, en el que un tren completo del metro se perdía en la red ferroviaria porque los túneles se habían diseñado como si fuesen una gigantesca cinta de Moebius. Ya he hablado aquí de Moebius y de los trucos de magia en clase. Ahora simplemente he aprovechado la referencia a Cortázar para que mis alumnos de 2º de Bachillerato tengan información complementaria en su blog.
Y para vosotros, curiosos lectores, si disponéis de tiempo y ganas, estos son los enlaces:

25 marzo 2007

Cortázar no se vende

No paran de emitir un anuncio de coches en televisión que tiene como fondo la voz (imitada) de Julio Cortázar recitando parte del Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj (uno de los capítulos de Historias de cronopios y de famas).
Es lamentable que para una vez que los medios se acuerdan de la buena literatura, no hayan tenido la decencia de citar al autor (aunque fuese en chiquitito como hacemos en nuestros blogs con las fotos). Y luego quieren convencernos del pago punitivo de derechos de autor para cualquier uso tecnológico, del canon en las bibliotecas y todas las zarandajas que se les ocurren.
Mañana, les ofreceré a mis alumnos de 4º de ESO algunos textos originales de Cortázar que acabo de preparar en un documento de Word, donde se incluye el texto citado arriba. Si algún día se deciden a comprar ese coche que se lo deban a Cortázar y no a un anunciante indecente.

Imagen original: www.flickr.com/photos/97165017@N00/411850512