-¡Roberto! ¿Te quieres estar quieto?… ¡atiende!
Y Rober pedía disculpas poniendo una gran sonrisa y cara de novolveráapasar, pero ¡pasaba!
Suspendía, recuperaba, volvía a suspender…. se pasaba el curso en un tira y afloja con las asignaturas y al llegar junio conseguía que “sólo” le quedasen una o dos para septiembre. En las notas siempre tenía un comentario del tutor para que se esforzase más puesto que podía haber aprobado todo si hubiese puesto un poco de ganas.
Cuando Roberto no estaba delante los profesores hablaban de él:
- ¡Pero mira que pierde el tiempo! ¡No hace nada! ¡Con el potencial que tiene! ¡Que desperdicio! ¡Y el caso es que es buen chaval! …
Era muy inteligente, incluso le habían hecho estudios que mostraban signos de superdotación, sabía manejar bien las situaciones y como persona era de esos alumnos que “se hacía querer” a pesar de la guerra que daba.
En 4º de ESO su tutora, estuvo encima de él todo el curso para que trabajase y lo aprovechase. Anduvo como siempre… a trancas y barrancas, por eso cuando en la evaluación final Carmen comprobó que había aprobado todas le hizo mucha ilusión, no se si porque se lo merecía de verdad (la verdad es que no) o por pensar que su seguimiento y su empeño había dado fruto. Por eso, esperaba su gran sonrisa al entregar los boletines de notas…
-¡Enhorabuena! le dijo y él la miró desconfiado
- ¡Que has aprobado todas!
Y no sonrió, sino al contrario, su expresión era de fastidio y decepción…. ¡Vaya por Dios! ¡Me fallaron las cuentas! y se marchó sin decir más.
A los dos días volvió por el colegio y se pasó por la clase a buscar algunas cosas que le quedaban allí y se encontró con Carmen qeue estaba también recogiendo.Parecía que se le había pasado el enfado y ella no pudo menos que mostrarle su extrañeza ante su actitud.
- ¡No lo entiendo! Con lo mal que has llevado el curso, al final apruebas todo y ¿no estás contento?
- Verás, le escuché decir, mi padre se dedica a la agricultura y en verano se acumula el trabajo. Si estoy en el pueblo no descanso ni los domingos. Por eso yo todos los años intento que me queden una o dos, así me dejan en Salamanca con clases particulares y me libro de la faena. Como no son muchas con poco esfuerzo apruebo en septiembre sin problemas. Este año calculé mal y ¡mira!… ya me está esperando fuera con el coche para llevarme al campo con él.
No se llamaba Roberto y no he vuelto a saber de él pero tengo la seguridad de que habrá encontrado la forma de triunfar en aquello que se haya propuesto