El tren de la vida hay que aprovecharlo en su momento porque las paradas son cortas.
Hay veces en la vida en las que se agradece que un hijo precise de la ayuda del padre.
El tren desde Granada hasta Algeciras pasa forzosamente por la estación de Cortes.
Allí espera el padre al hijo para traerlo de nuevo al querido pueblo.
El tren hizo su breve parada.
El hijo saludó al padre.
Y el padre, por el lugar del hecho,
recordó a su padre -el abuelo del hijo.
Y los dos lo recordaron y lo añoraron.
Y rememorando, padre e hijo hicieron un alto en el camino de vuelta para recorrer
los mismos pasos por la misma calzada que antaño recorrieran abuelo y padre...
aunque el acceso cuente con algunas curiosas y estéticas novedades
-por aquello de la puesta en valor para el turismo, entonces inexistente.
Al igual que otrora, el padre dirigió al hijo hacia la curiosa piedra junto a la calzada.
La juventud del hijo siempre por delante, ansiosa de nuevo conocimiento.
La madurez del padre detrás, con la remembranza y actualización de vivencias pasadas.
Subidos en la longeva y solitaria piedra arenisca de considerables dimensiones,
se pueden adivinar sugestivas formas que la hacen única en porte e historia.
La huella de una antigua techumbre se abre en ángulo
y se desliza por la roca, bajo los pies.
Pero cambiemos de perspectiva. Bajemos al suelo.
La roca original y genuina, ha sido desde tiempo inmemorial modelada y adaptada.
Cincel y martillo le dieron forma y la ahuecaron para adaptarla a la vida humana.
Delante se ven los restos de la construcción de lo que queda de la arcaica vivienda.
El hijo prueba su propio equilibrio aún latente.
El padre comprueba una vez más que el equilibrio ya no es el mismo.
¡Los años no pasan en balde!
La mejor forma de interiorizar una vivencia es fijarse en todos los detalles.
Así pudieron comprobar como ellos...
¡No eran los únicos pegados a las paredes de la singular y combinada construcción!
Si la formicidae trepa y se integra en la gran roca...
el hijo trepa y se integra -enfocada la mirada hacia el infinito-
en el hueco inconcluso de una iniciada segunda planta.
El hijo mira al padre y lo reta...
-"¡Ahora te toca a ti trepar!"
El padre piensa para sus adentros...
-"¡Vaya, el circo del Sol! ¡No está uno ya para estos trotes!"
Y rechaza el desafío del hijo usando la típica respuesta para estos casos...
-"¡Vamos! ¡Ahí arriba, se va a montar tu padre! ¡Jojojo!"
Mejor pasaron al interior y comprobaron que, lo que se supone fue una
pequeña ermita paleocristiana excavada en roca arenisca previa a la venida
del mundo árabe a nuestras tierras, esta curiosa estructura
se estuvo usando como fresco lagar donde se pisaba la uva para
obtener buen mosto separando el hollejo de la pulpa.
Hornacinas y alféizares completan las superficies horizontales útiles.
Y como casa que se precie, no le puede faltar el ojo de la ventana con vistas y marco.
El padre piensa en las historias que su padre le contó en aquella lejana ocasión.
Las mismas que cuenta al hijo.
Y mientras, el hijo se absorta en pura meditación trascendental y generacional.
La Casa de Piedra en Cortes, además tiene un tesoro nada oculto
y de una antigüedad menor al resto del ahueque.
La fuente, tallada en su lateral. Se nota el poder de la erosión de la lluvia
en su parte externa aunque los arcos de la decoración aun se distinguen bien.
La decoración resguardada, al abrigo de la inclemencia...
se muestra indemne y eso que el "picapedrero" grabó a golpes pausados y armónicos, su arte...
luciéndose su trabajo artesano e inédito desde el mil ochocientos cincuenta y seis.
Y ante tal tesoro, fue inevitable posar a su lado...
tanto el hijo...
como el padre.
Ya podían continuar de camino al querido pueblo.
La historia entre abuelo y padre, se repetía entre padre e hijo...
con la Casa de Piedra como vetusto testigo.
Una de las maravillas pétreas protegidas de aquestos lares.
Sobre ella nos damos cuenta de que es un tesoro más pero inigualable,
de la riqueza de nuestro entorno privilegiado.
Historia y añoranza se han unido en pro de tres generaciones.
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