Siempre se ha dicho que todo en la vida es cíclico, que todo vuelve. Y es verdad. La práctica continua de la reinvención y la adaptación del ser humano no deja de sorprendernos. Giramos y somos capaces de volver a quedarnos en la misma posición, pero cuando lo hacemos, no es lo mismo. Porque no somos los mismos. Durante esas vueltas que parecen durar una eternidad, aprendemos.
Además, no deja de ser curioso que esos cambios siempre llegan cuando ya nos estamos adaptando a la nueva situación; como si un mecanismo hiciera saltar el piloto de alarma y nos diera aviso de que nos estamos acomodando.
Además, no deja de ser curioso que esos cambios siempre llegan cuando ya nos estamos adaptando a la nueva situación; como si un mecanismo hiciera saltar el piloto de alarma y nos diera aviso de que nos estamos acomodando.
Nos encontramos en un momento en el que todo el mundo echa la vista atrás hacia el tiempo en que la vida marcaba otro ritmo, y las cosas se hacían pensando en cubrir las necesidades que iban surgiendo, y no como pasa ahora, que nos crean necesidades y a la vez nos las cubren. Esto permitía que la utilidad y la estética fueran de la mano. Seguramente una estética conseguida fortuitamente, fruto de lo que la época daba de sí misma. Simplemente las cosas eran bonitas por que era lo que había, sin más.
Ahora perdemos mucho tiempo intentando entenderlo todo, ponerle nombre a todo. Tendencia, corriente, inspiración, estilo, moda...La inmediatez es la prioridad, y la estética retro está aparcada en el arcén a la espera de que algún buen samaritano la ponga al día a precio de oro, mientras los sentimentales nos conformamos con rebuscar en mercadillos, ferias y otros baños de nostalgia.
Fotos Vía: vineetkaur
Besitos
Clara