Mira con precaución el conjunto de la sala de espera. Nada nuevo.
Desde que trabajo en la consulta del doctor Robles, he tenido ocasión de
observar multitud de personas y de comportamientos, ocupo un puesto
privilegiado. Puedo parecer una simple auxiliar que recibe a los
pacientes. Pero la realidad es que dispongo de una atalaya inmejorable,
un puesto de observadora silenciosa. En este preámbulo cada uno se
comporta como lo que es, aún no están frente al especialista, aún no se
saben estudiados. Aún no tienen que hablar. Hablar es para ellos como
desnudarse, aunque yo doy fe de que todos lo hacen delante de mí, porque
sin abrir sus bocas, su cuerpo lo dice todo.
La joven es dulce, a su manera guapa, inocente.
Excepto su mirada. Sus ojos carecen de vida, son un pozo oscuro, a pesar de su azul luminoso.
Descompuesta, intento recuperarme de la sorpresa. La muchacha ha
mudado el gesto por uno de compungida burla mientras con una crueldad
infinita, sin pronunciar palabra, me ha respondido ¿A ti que te importa,
puta?
Imagen
Annie Leibovitz
Relato para ENTC Puedes comentar AQUÍ
¡Vaya! Menudo chasco, claro que los relatos estupendos como este merecen un final sorprendente y el que tu le has dado lo es.Abrazos
ResponderEliminarGracias Ester, eres estupenda y yo muy mala por no haberte contestado antes. Besos
ResponderEliminar