Poco a poco se acostumbraba a esa nueva
vida. Y se sentía mucho más cerca de su mujer de lo que hubiera imaginado,
dadas las circunstancias. Ella seguía sumergida en su descanso y aunque no tan
rápido como pensaron, no tardaría en llegar el día en que vería sus ojos de
nuevo abiertos.
Sus ojos, deseaba tanto verlos
otra vez, tan llenos de luz, con ese color tan especial, tan claros, tan
atentos, risueños o preocupados, pero siempre tan vivos.
Se acercó a ella y acarició su
mejilla, y no se resistió al impulso de rozar apenas su rostro con sus labios.
Un beso leve y a la vez enorme, suficiente.
Volvió al ordenador. Investigaba las
últimas palabras de Marta, esos sonidos se ajustaban a una lengua hablada en
una de las principales islas filipinas.Y los caracteres más parecidos eran:
Magtan-aw sa akong anak nga lalake, ang akong anak nga lalake, nga ako nahigugma kaninyo.
Magtan-aw sa akong anak nga lalake, ang akong anak nga lalake, nga ako nahigugma kaninyo.
La traducción supuso un mazazo.
De manera diferente, pero tan demoledor como
la noticia del atropello de su mujer.
Inevitablemente repasó todo lo que sabía
de su mujer, todo, desde el día en que se habían conocido.
Se conocieron hacía 11 años, tontearon
durante uno, y ahora llevaban una década viviendo juntos. No se habían casado,
nunca lo creyeron necesario.
Le resultó duro, duro y deprimente,
comprobar que apenas sabía nada de ella. Es decir creía saberlo todo, porque no
necesitaba saber nada más que la realidad que vivía día a día. Día a día y en
presente. Alguna vez habían hablado del futuro, pero no querían tentar a la
suerte, si eran felices, ¿para qué pensar más?
Sobre el pasado, nada, muy poco.
Eran personas corrientes, con un pasado corriente. Él, hijo único, su padre ya
fallecido, y su madre, una mujer muy discreta que les dejaba hacer su vida.
Marta no tenía padres, se había
criado con una tía, muy cariñosa, comían con ella al menos dos días por semana,
y todo era normal. Comentaban anécdotas de infancia, del colegio. Manías,
gustos, todo normal.
Hoy había descubierto algo nuevo. A veces
le venían ideas, como si fueran ráfagas de viento: el pasaporte, ella viajaba
relativamente a menudo, a causa de su trabajo en el laboratorio. Así que le
asaltó la idea de ver su pasaporte. Le costó mucho abrir el bolso para buscar
su cartera. Porque tenía todo lo que su mujer llevaba el día del accidente
guardado en un cajón de la cómoda, y no lo había vuelto a tocar.
Otro mazazo. No solo estaba sellado,
sino que en más ocasiones de las que hubiera imaginado. De hecho había visados
de viajes periódicos. Y ninguno a
Alemania, donde se supone estaba la sede de su empresa.
Dirigió la vista a la fotografía enmarcada
que ocupaba gran parte de la pared, junto a la ventana y le hizo una pregunta,
en voz alta, como lo más natural del mundo ¿quién eres Marta?, porque tenía la
sensación de que “su Marta” no era la que él creía, y empezaba a tener claro
que tampoco era suya, como gustaba ella misma de decir: “Hola cariño soy tu
Marta”…
Tuvo otra idea, otra ráfaga. Sin pensarlo
buscó en su teléfono móvil la última llamada de Penélope, la inseparable amiga
de Marta y la llamó.
Inmediatamente tuvo la voz agradable
voz de la mujer al otro lado.
- No, no ocurre nada malo, no hay novedades. Es solo que quería hacerte
una pregunta acerca del último viaje de Marta.
Silencio al otro lado, y
precaución por parte de él.
- Ah, ¿el de hace dos meses?
- Sí, justo. Fue como siempre a Alemania, ¿verdad?
- Sí claro, como siempre, ya sabes, los viajes rutinarios de la
empresa…
- Pues yo diría que no, que desde luego no fue a Alemania.
- Oye Mario, no sé qué quieres decir, te noto muy nervioso.
- ¿Me notas muy nervioso? Claro es que no tengo motivos para estarlo ¿verdad?
Dado que Marta no puede explicarme que está pasando aquí, ¿podrías tú al menos
dejar de mentirme?
- Mario, si te parece nos vemos mañana y te prometo que aclararé todo
lo que esté en mi mano, pero cálmate, en serio, todo esto es terrible.
- Muy bien comemos juntos, en el Retiro.
Y colgó sin esperar contestación
de ella.
1*1*1*1
Juan, el camarero del bar Retiro,
terminó de dejar los cafés en la mesa y se retiró discretamente.
- Entonces, ¿no vas a contarme porqué viajabais a esa isla?
- No puedo, tienes que comprenderlo, es ella la que tiene que
explicarte todo.
- Si, lo entiendo, pero ella, ya sabes como está.
- Pero cuando mejore te lo dirá.
- ¿Tú crees? no lo ha hecho hasta ahora.
- Pero lo iba a hacer, esto es terrible, lo iba a hacer justo cuando le
pasó esto.
- Pues entonces cuéntamelo tú, piensa que no me cuentas ningún secreto
de ella, sino algo en lo que tú también tienes parte. ¿Cuántas veces la has
acompañado?
- Bueno, no tantas. Me cuesta mucho decirte esto. Espero que Marta me
perdone y me comprenda. No creas, para mi va a ser un descanso poder hablarte
de ello, porque creo que no mereces tanto engaño.
Mario volvió a tener la sensación
de vacío, de mareo, que tanto le visitaba últimamente. Había dejado de
escuchar, su cabeza ocupada con las últimas palabras: tanto engaño, tanto
engaño.
Pero Penélope continuaba
hablando, contando una extraña historia, extraña y sin embargo verdadera.
- Marta es filipina, si claro que no lo parece, su madre era hermana de
su tía, como sabes. Su padre, bueno, su padre es alguien, no te lo voy a decir.
- Querrás decir era, su padre está muerto.
- No, no lo está. Vive, vive allí en Cebú, con su hijo.
- Y ¿por qué tanto misterio? Aunque no se llevaran bien, ¿por qué
ocultarlo?
- No me has escuchado, vive con su hijo, el hijo de Marta, y… de él.
Otra vez el mareo, mareo y
náuseas.
1*1*1*1
De nuevo corría por los pasillos del hospital, tras recibir
la llamada urgente del jefe de servicio de neurología.
Si el médico estaba en lo cierto,
todo estaba a punto de terminar.
Marta había salido de su
ensoñación hacía unos instantes, y una vez estabilizada estaba dispuesta a
enfrentarse de nuevo al mundo.
La pesadilla estaba a punto de
terminar, o de comenzar… Y vinieron a su mente las palabras que ahora sabía de memoria: Magtan-aw sa akong anak nga lalake, ang akong anak nga lalake, nga ako nahigugma kaninyo. (Busca a mi hijo, hijo mío, te quiero)
Asun ©27 de agosto de 2013