Miró embelesada el reloj de esfera ovalada, los números
romanos de trazo fino y elegante. Estaba segura de haberlo visto anteriormente.
Estudió a su dueño, llevaba varias semanas coincidiendo con él cuando salía a
tomar café en la pausa del trabajo.
Esa mañana como si el verse a diario le hubiera hecho ganar cierta confianza, se acercó y le dijo:
Esa mañana como si el verse a diario le hubiera hecho ganar cierta confianza, se acercó y le dijo:
— Lleva usted un reloj precioso.
— Es muy antiguo, herencia familiar. Usted también tiene un lunar muy llamativo junto a su boca.
Sin saber por qué al escucharle un escalofrío la recorrió como un látigo.
Aquella tarde, cuando volvía a casa, el peso invisible de una mirada la hizo volverse. No había nadie, salvo una persona que doblaba con prisa la esquina. Alcanzó a ver unos zapatos de lustroso charol negro.
Entonces encajó todas las piezas, los mocasines, el reloj, y la voz melosa. Recordó el atraco que presenció hacía años, ese hombre era el encapuchado que mató a sangre fría a tres personas delante de ella. Instintivamente se llevó la mano a su lunar, con la certeza de que él también había hecho su puzle.
Asun, octubre 2014