Presente continuo (14 - 20 marzo)
VIERNES 14 / Llanto desconsolado
Te levantas cansado y
casi sin haber dormido. La noche anterior fue larga. Ahora, dos horas de clase
en Filosofía. Has empezado las vanguardias y te toca hablar de Las señoritas de Aviñón, el comienzo de
la verdadera modernidad en arte, la fractura más decisiva. Hablas del
primitivismo, de la ruptura del espacio ilusorio de la perspectiva, del corte
respecto al naturalismo… Y luego acabas hablando del contenido: unas señoritas
en un burdel. Dejas caer esa frase que dices todos los años y que ya se ha
convertido en un clásico: “el arte moderno nace en una casa de putas”. Piensas
en Manet (Olympia), por ejemplo, y
comentas el significado del burdel para el arte moderno. Por supuesto, se trata
de una perspectiva masculina, en la que el hombre es el sujeto deseante y la
mujer el objeto del deseo. Aun así, las señoritas de Picasso, como la Olympia,
no ceden al deseo, se muestran literalmente “impenetrables”, y al mismo tiempo
se exponen directamente, sin mediación. Es un cuadro, dices, sobre Eros y Tánatos,
sobre el amor y la muerte, sobre la cercanía entre esas dos ideas sobre las que
el arte ha reflexionado constantemente.
La muerte está
siempre acechando. En todos los lugares. Y la muerte es precisamente la
responsable de que acabes un poco antes la clase. A las once es el funeral de
la madre de M.T. Llegas con el tiempo justo y ya encuentras allí la escena. Los
tres nietos, vestidos de negro riguroso, y un primo al que no conoces, cargando
el ataúd hacia el interior de la iglesia mientras suena una música que se ya
comienza a emocionarte. Por alguna razón, durante toda la misa vas cayendo poco
a poco en la tristeza. Cuando la misa acaba y sacan el ataúd, de nuevo la
escena te conmueve. Te has intentado aguantar las lágrimas durante todo el
tiempo. Pero justo en el momento en el que ves a P. y te abrazas con él, comienzas
a llorar. A llorar desconsoladamente. Luego te abrazas con M.T. Casi te
avergüenzas del momento. Pero no puedes parar. Es como si se te hubiera soltado
por dentro algo y ahora ya no supieras como cerrarlo. Imaginas que es la
emoción del momento y que enseguida se te pasará. Pero cuando subes al coche
para regresar a casa empiezas a llorar con sollozos, desconsoladamente. Tienes
incluso que parar el coche para secar las lágrimas y poder ver algo. No lo
comprendes. No sabes por qué es exactamente ese llanto, de dónde proviene.
Tanto que has escrito
y leído sobre las lágrimas… y ahora no sabes por qué lloras. Sólo sabes que es
bueno, que libera, aunque no sepas de qué te está liberando. Está claro que hay
algo dentro que quiere salir, aunque no sepas exactamente lo que es. Será la
primavera, que está a punto de llegar. O quizá sea otra cosa. No lo sabes. Solo
lloras. Ahora. Durante todo el día –incluso en la noche–. Sin saber muy bien
por qué.
Por la noche te
quedas en casa poniendo en orden las cosas. Respondes mails y planificas
trabajo por hacer.
SÁBADO 15 / Un cuerpo es un cuerpo
Desde bien temprano
retomas la revisión de la traducción del libro de Mieke Bal sobre Doris Salcedo.
Estás prácticamente todo el día sin levantarte de la silla. No te queda
demasiado. Ya ves el final.
A media tarde vas al
cine con R. para ver Ocho apellidos
vascos. Está llena de tópicos fáciles, pero te ríes. Después de tanto
llanto, necesitas reír. Más tarde, compras unas hamburguesas en el bar del
pueblo al que no habías entrado en casi diez años. Se pueden comer. Casi sin
tempo, te despides de R. y asistes con L. y J. al concierto de Yuck. Es un
grupo que te gusta. Fue parte de tu banda sonora en Cornell hace dos años. Y el
concierto no te decepciona. Aunque ciertamente no llega a todo lo esperado. Le
falta ahora algo de punch. Pero es innegable su elegancia pop.
Salís de la sala de
conciertos y volvéis al centro. Allí te encuentras con N. y más tarde coincides
con M. y una amiga suya canadiense. Estáis hasta bien tarde hablando de la
admiración por la inteligencia. Después te das cuenta de que sigue siendo sólo un
discurso. Un cuerpo es un cuerpo. La historia se repite. Te sientes muy Marcos.
No sabes aún que esta semana tu novela va a volver a tu imaginario, por varias
razones.
DOMINGO 16 / Victimizar
Todo el día con la
traducción. De hoy no pasa. Apenas te levantas para comer y poco más. Por la
noche, ves en la tele el documental sobre la artista mexicana Teresa Margolles.
Es curioso, lo tienes de fondo mientras revisas el libro sobre Doris Salcedo.
Las dos hablan sobre las víctimas de la violencia. Pero mientras que en la obra
de Margolles la violencia se vuelve obscena y la víctima vuelve a ser
victimizada, las obras abstractas de la artista colombiana intentan salvar a la
víctima de una nueva muerte: son sutiles, elegantes, abstractas, y sin embargo
potentes y perturbadoras. Te está costando más de lo previsto esta traducción,
pero te has enamorado de la obra de Salcedo.
LUNES 17 / Fin
Te levantas con
sueño. Y acabas por fin la traducción. Han sido varias semanas de trabajo duro.
Juras que nunca más harás algo así. Y sales a correr para cerrar una etapa. Hace
calor. Un sol de justicia. Vuelves casi deshidratado.
Por la noche,
comienzas a leer Es un decir, la
última novela de Jenn Díaz. Es una escritora joven que ya te cautivó con Belfondo. A esta novela le tienes ganas.
Muchas.
MARTES 18 / Organización
Dos horas de clase en
Historia del Arte sobre Marina Abramovic. Recuerdas cuando estuvo en el
CENDEAC. Primero, Ulay y después, Marina. Los dos. Lo piensas. Has sido muy
afortunado. Recuerdas especialmente un viaje en coche con Abramovic hacia Cabo
de Palos. Una noche entera contando chistes verdes. Recuerdas que le contaste
el chiste célebre de la orgía. El de “organización, organización”. Y te viene a
la cabeza la voz intensa y grave de Marina –“organizzazione… organizzazione …”–
y su risa perversa. Pocas veces has estado más cerca de tocar el cielo. De ella
también te enamoraste. Fue una experiencia intensa como pocas.
Sales corriendo para
la radio: territorio G. Los nombres del sexo. Dices “Yo soy muy de conejo”. Y
te paran antes de que se te vaya la cosa de las manos –más bien, de la boca–.
No tienes vergüenza. Ninguna.
Por la tarde, dos
horas y media de Crítica de arte en Bellas Artes. Sólo vienen cinco alumnos de
treinta matriculados. Es extraño hablar para tan pocos. Te cuesta trabajo
ponerte en situación. Es una pena, piensas. La mejor asignatura.
MIÉRCOLES 19 / Es un decir
Día del padre. Ni por
arriba, ni por abajo. Ni tienes, ni eres. Recuerdas al tuyo. Más de diez años
ya sin poder felicitarlo. Y un padre también es un padre. También se ama.
También se añora. También duele. Aunque nunca logre ser una madre.
Hoy, por fin, retomas
la novela. Desde ARCO no has escrito una línea. Vuelves a leer parte del
cuaderno; la última parte. Necesitas volver a coger el tono. Escribir es como
tocar música; es necesario afinar el instrumento. Y la lectura te sirve como
diapasón. Vuelves a oír la voz. Vuelves a sentir que late. Está ahí. Es
cuestión de tiempo que vuelva a surgir de tus dedos.
Mientras comes, ves
en el telediario las imágenes del “gran salto”. Son tremendas. Nunca llegas a
entenderlas del todo. “Entrar en España o morir”, escuchas decir a un
inmigrante. Te quedas sin palabras. Los medios hablan de “amenaza”. Las
imágenes de los inmigrantes en la valla los hacen parecer animales. Objetualización,
animalización… el otro como una masa informe. Ahí nadie tiene un nombre. Son sólo
inmigrantes. No llegan a ser personas. No aún. Quieren entrar en Europa.
Quieren tener lo que nosotros tenemos. Y eso no puede ser; no todos somos
iguales. Eso parecen decirnos las vallas, las leyes, las fronteras. Es, lo confiesas, lo que más asco e incomprensión
te produce.
Por la noche, acabas la
lectura de Es un decir. Lo lees casi
de una sentada. Está escrito como si alguien te susurrara al oído una historia.
Está claro que Jenn, a pesar de su juventud, es una contadora nata de
historias. Una escritora que ha logrado una voz, un tono –uno como ese que tú
buscas desesperadamente– justo y preciso para lo que tiene que ser contado. La
voz de Mariela, la joven protagonista de la novela, se queda reverberando en un
tu mente después de cerrar el libro; su voz, sus giros, su modo de decir y de
ocultar. La novela fluye como si hubiera sido escrita de un tirón, es una
flecha, una historia de amor y muerte –de muerte extraña, fría, distanciada–. La
historia de hombres que no hablan y de mujeres que ceden ante su destino
aciago. Pero también la historia de una niña que necesita saber. Saber para no
repetir. Saber para poder ser.
Acabas la lectura
justo después de medianoche y sales en moto a recibir a J., que acaba de llegar
en tren desde Barcelona y mañana actúa en el Centro Párraga. Tienes previsto tomarte
una copa con él y volverte rápidamente, pero la noche se alarga hasta las cinco
y pico de la madrugada, y acabáis con unos amigos en La vie en Rose. Querías llevarlo allí porque ese bar en tu novela
se llama Rrose Selavy, como el
personaje andrógino
de Duchamp. Y te
apetece que un duchampiano como él conozca en profundidad la noche murciana.
Como primera cata está bien.
JUEVES
20 / Loopoesía es amor
Te levantas con algo
de resaca y continúas en clase con la obra de Abramovic y Ulay. Acabas con The Great Wall Walk, su última acción
conjunta, en la que los dos representan su ruptura como pareja artística y
real. Es una acción emocionante que no puedes ver sin que se te salten de nuevo
las lágrimas.
Justo después de la
clase, subes al “fiestódromo” del campus de Espinardo y pasas allí unas horas
celebrando las fiestas de Bellas Artes. Este año regresas pronto a casa. Estás
cansado y tienes varias cosas por entregar.
A las nueve, en
primera fila, Loopoesía en el Párraga. Jordi Corominas urde un espectáculo
divertido y memorable. Lo notas a gusto, entregado. El espacio está lleno.
Disfrutas. Y te alegras mucho por él. Después, como no podía ser de otro modo,
la noche se alarga. Te encuentras a varios alumnos desperdigados por los bares.
Habláis de literatura, de ciudades y de mujeres –es un tema común–. J. se
inclina por la teoría del doppelgänger. A última hora, un tapón de ron acaba
con tu estómago masoquista. La noche termina tarde, aunque no tanto como
preveías. Desde las doce es el día internacional de la poesía. Ha entrado la
primavera. Y sólo tienes clara una cosa: Loopoesía es amor.
Hola, acabo de leer en tu blog que has tenido no solo la suerte de leer sino de poseer el libro de Clement Rosset, "impresiones fugitivas", yo vivo en argentina y estoy preparando una tesis sobre él, y aquí sufrimos mucho el problema de las importaciones, me preguntaba si poseerías una versión virtual del libro que puedas enviarme, yo desconozco la dificultad de conseguir libros en España pero si tengo alguno que andes buscando en un formato virtual con gusto te devolvería el favor. En caso de ser imposible, no te preocupes, solo trato de surcar todas las posibilidades. Mi mail es paravano69@hotmail.com
ResponderEliminarTu blog me ha agradado.
Un Saludo.
Gabriel.