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Mostrando las entradas etiquetadas como Escribir

Finalizando cosas

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 Voy utilizando este blog últimamente como lo comencé a hacer en su origen, como una especie de cuaderno de cosas, un no(ha)lugar que recoge todo aquello que no cabe en otro lado. Cuento cosas, pero no todas, no con la obligación de un diario, al menos de los diarios públicos que he escrito y que se publicaban semanalmente. Por ejemplo, no he escrito aquí que he logrado poner fin a un borrador de la nueva novela. Subí la foto a Instagram, las poco más de 60.000 palabras, pero aquí no escribí nada.  Aunque mientras escribes una novela tienes momentos de todo (una montaña rusa de emociones), lo cierto es que estoy contento. Si no con el resultado (eso aún no tengo la distancia para juzgarlo), sí al menos con el hecho de haber conseguido terminarla. No las tenía todas conmigo, la verdad. He dudado mucho y he estado tentado a abandonar en más de una ocasión. Como he dicho ya más de una vez, esta novela me ha resultado especialmente difícil porque tenía que salir de la anterior. Pe...

Tomar aire

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 Me queda un capítulo para llegar al fin del segundo borrador de la novela (en realidad no es el segundo, es el cuarto, pero lo llamo segundo porque las otras dos versiones apenas fueron esbozos). Vengo sacando tiempo de donde no lo hay para escribir. Momentos robados, madrugones, tardes largas. Voy imprimiendo todo lo que escribo. Acaba un capítulo y lo imprimo. Es la manera de ver ir creciendo poco a poco el manuscrito. De ser consciente de lo que falta pero también de lo que llevo. Hoy, después de imprimir la página 260 y colocarla en la carpeta de anillas en las que voy encuadernando el manuscrito, me he quedado un momento viendo el grosor, las páginas escritas. Sé que es una tontería, pero me he llenado de satisfacción. No sé si esto llegará a buen puerto –si es mejor o peor novela que las anteriores–, pero ahora que emprendo la recta final –al menos la de esta versión– me he dado cuenta de todo el trabajo que hay detrás, del proceso constante, de desvelos y de cómo poco a poc...

El autor se confiesa

La revista El ciervo  ha iniciado una sección en su blog la sección "El autor se confiesa", un espacio para reflexionar sobre los procesos de escritura. Aquí os dejo el que les envié sobre El dolor de los demás "El dolor de los demás  es una novela que reflexiona sobre su propia creación, de modo que mucho de lo que puedo decir acerca de su proceso de construcción está ya contado en sus páginas. Inicié la escritura en serio en julio de 2016, justo después de regresar de un curso académico en Estados Unidos. Ése fue el momento en que me senté frente al ordenador y me encerré en mi despacho durante varios, hasta terminar una primera versión muy preliminar en abril de 2017. Sin embargo, el libro comenzó a gestarse dos años y medio antes, mientras seguía enfrascado en mi segunda novela,  El instante de peligro . En octubre de 2014, tras una conversación con Sergio del Molino, empecé a pensar seriamente en la posibilidad de escribir acerca de una historia que hacia casi ve...

Escribir sobre libros

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[Publicado en La Opinión, 23/5/2015] Escribir sobre libros no es hacer crítica literaria. Eso es de sentido común, pero no siempre se tiene tan claro. La crítica literaria es algo serio. Se necesita experiencia, formación, técnica, conocimiento- del objeto que se analiza… No todo lo que leemos en los periódicos o en los blogs es crítica literaria –de hecho, muy poco–. La mayoría de veces leemos reseñas –algo que está más cerca del periodismo cultural y la mera información–, o simples comentarios con pretensión de objetividad.   Yo no soy crítico literario. Escribo de libros porque me gustan, porque me lo paso bien leyéndolos y porque a veces escribir me sirve para entender mejor lo que he leído, o para recordar, o para compartir las ideas que me resultan interesantes o las que creo que pueden resultar atractivas a otros lectores. Digo esto porque a veces me echan en cara que pongo demasiado bien los libros sobre los que escribo, que me gusta todo y que tengo la mancha muy ...

La espera infinita

La escritura es un lugar de esperas continuas. Uno se queda mirando a las musarañas, espera, y luego se le ocurren historias. En ocasiones, vienen rápido, en otras, no se van nunca; pero en la mayoría, tardan en aparecer. Uno espera a que llegue la historia que tiene que contar, o la historia que puede contar. Después comienza a pensar en cómo hacerlo. Y por lo general tiene que volver a esperar. Esperar a que la historia se aclare en su cabeza. Esperar a que lo que no son más que intuiciones comiencen a alinearse y a estructurarse para poder contárselas a alguien. En ocasiones, uno espera al principio, todo se desenreda, y lo que tiene que hacer después es ponerse a juntar piezas, a coser fragmentos. En otros casos, los más, lo que ocurre es que hay que escribir la historia entera para saber qué es exactamente lo que ocurre. Hay que esperar durante varios años a saber qué pasa con los personajes y las ideas que han estado pululando por tu mente y no te han dejado dormir. Escribir para...

Ben Lerner, o cómo ser contemporáneo

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[Publicado originalmente en Paisajes eléctricos ] Hay novelas perfectas, obras maestras que te apabullan y que te anulan por completo. Ante ellas poco se puede hacer. Quitarse el sombrero y alabar su maestría. Luego están los libros malos o los mediocres. Tras su lectura, uno tiene la sensación de haber perdido el tiempo. Mejor haberlo dedicado a otra cosa. Pero luego hay otros libros geniales, que no llegan a ser perfectos del todo, pero cuya imperfección los acerca a la realidad y acaban llegándote incluso más que los libros perfectos. Hay mucho en ellos de genialidad, de maestría, de brillantez, pero también hay otras cosas que los vuelven terrenos, accesibles, que los llevan a un lugar en el que es posible la conversación. Ante ellos, el lector no se siente apabullado y anulado, sino todo lo contrario, es impelido a hablar, a situarse, a discrepar, en definitiva, a pensar. Saliendo de la estación de Atocha , la primera novela del joven norteamericano Ben Lerner (Topeka, Kansas...

Ya está todo

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      –Bueno, ya está todo, ¿no?       –Sí. Por fin. Acabo de enviar las últimas pruebas de la novela y he sudado sangre.       –No me digas. ¿Tanto trabajo te ha costado?       –Ya no es trabajo, creo que te lo dije, es esa sensación de que cada palabra podría haber sido escrita de una manera diferente.       –Bueno, pero eso es siempre así, ¿no? Es el lenguaje.       –Lo sé, pero es que sentía que si ahora me pusiera a escribir lo haría todo diferente. No sé, con lo que he aprendido escribiéndola, ahora haría otra cosa. Pondría otras palabras, utilizaría otras fórmulas... Quizá lo único que dejaría igual sería la trama y las ideas. Eso es lo que sí funciona de verdad. La historia. Estoy convencido.      –Pues eso es lo importante.      –En parte sí, pero a mí siempre me ha preocupado el estilo, y aquí parece que lo he sacrificado un poco.      ...

Ola k ase? Corrigiendo galeradas

–Ola k ase? –Pues aquí, corrigiendo las pruebas de la novela. –Y komo lo yevas? –No demasiado mal. Aunque ahora todo me acojona un poco. –Normal, colega. Mazo de responsabilidad, k no –Es que ahora me da el miedo escénico y ya no me fío de nada de lo que he escrito. Leo las frases en voz alta para buscar el tono perfecto y la palabra justa y todo me suena mal. –Ya te digo. –Es verdad. Es como cuando te pones a repetir la misma palabra muchas veces y deja de tener sentido. –Jamón jamón jamón jamón jamón jamón... ostia tú, pues es verdad. –Claro. Eso es lo que me pasa. Todo me suena extraño y ortopédico. –Orto ké? –Ortopédico. Sí, artificial, como si todas las palabras no fueran más que palabras. ¿Sabes una cosa? –What? –Me gustaría que la novela se publicara traducida. –¿Mande? –Sí. Me doy cuenta de que me gusta más lo que digo que cómo lo digo. Y pienso que en francés o inglés, o en cualquier otro idioma, todo va a sonar mucho mejor. No sé por qué pienso esto, pero me vi...

Decir No

Mis queridos amigos, lo digo una y otra vez, me lo propongo, lo intento, parece que lo hago, pero al final siempre acabo cayendo y me lleno de cosas que no me dejan un minuto libre. Luego lo escribo aquí, me quejo, escribo que ya no voy a aceptar nada, ningún encargo más, nada, por muy apetecible que sea. Pero esta vez va en serio. Y va porque es un propósito del nuevo año que comienza ya. Porque  si entrego y hago todo lo que tengo que hacer y entregar en diciembre habré trabajado y dejado cosas hechas para todo el año siguiente. Y lo digo, lo escribo, lo prometo, lo juro y lo rejuro: un año entero sin aceptar nada, nada más. Lo siento. Quiero comenzar a escribir mi nueva novela. Quiero terminar las cosas por las que me va a juzgar la ANECA, las cosas de los sexenios y esas mierdas, que luego todos los textos de catálogos, artículos y conferencias están muy guays pero ellos se los pasan por la entrepierna. Tengo que ser práctico. Si no me adelantan por todos los lados mientras yo ...

Escribir sin autoridad

El viernes pasado presentamos en La Central del Reina Sofía Materializar el pasado. El artista como historiador (benjaminiano). Fernando Castro hizo una lectura seria y profunda del libro, pero también crítica con algunos aspectos. Una lectura que agradezco mucho y que me ha hecho plantearme algunas cosas que me gustaría compartir aquí. Hablo de Benjamin, pero ni mucho menos soy un experto en Benjamin. Hay mucha gente estudiando toda su vida al pensador alemán y yo soy apenas un advenedizo en este campo –por mucho que lleve ya un tiempo convertido al "benjaminismo"–. Y lo mismo pasa con la teoría y filosofía de la historia: soy un recién llegado al campo, que me he sorprendido con muy gratamente con los debates teóricos de la disciplina; debates sobre cómo hacer, contar y materializar el pasado que pueden ser importantes para el arte, tanto para la Historia del arte como para la producción artística. Y en última instancia, tampoco soy yo un experto en arte español contempor...

Conversación sobre nada

–Oye, ¿qué pasa con tu blog que no escribes nada nuevo? –No sé, empiezo a pensar que no tengo mucho que decir. –Se te ha secado la imaginación. –Eso es. No encuentro nada nuevo que escribir. –Pues haz como antes. Relata tu experiencia. –Me resulta difícil. –¿Es que ya no te ocurren cosas o es que no quieres contárnoslas? –No eso. Me ocurren muchas, como a todos. De hecho, esta semana pasada ha sido dura. Cosa rara. Estuve en Medellín, donde disfruté hablando de John Cage y el silencio y conocí a gente estupenda. Pero a la mitad me tuve que venir corriendo. –¿Y eso? –El padre de womahn murió de repente. –Qué putada. Lo siento. –Ya ves, qué te voy a contar a ti que no sepas. La vida es tan cabrona a veces. Además, iban las cosas demasiado bien. –¿Y eso qué tiene ver? –Qué se yo, a veces piensa uno que cuando todo va perfecto, mejor incluso de lo que debería, el universo tiende a regularse y a buscar el equilibrio. –Eso es una gilipollez. –Lo sé. Pero no puedo dejar de pens...

Materializando el pasado

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Muchas veces –por lo general– escribe uno un texto y pasan siglos hasta que lo ve publicado. Si el texto en cuestión es un libro, la cosa se dilata y cuando viene a editarse ni siquiera se reconoce como hijo propio. Pero también hay veces –mucho más escasas– en las que ocurre todo lo contrario: el editor está a la espera de que llegue el manuscrito acabado para maquetarlo, corregirlo y rápidamente meterlo a la imprenta. Eso es lo que está sucediendo en estos momentos. Un editor está sufriendo porque yo no hago sino retrasar una y otra vez el libro que espera. Es un texto pequeño, casi diminuto, pero aun así no encuentro la manera de acabarlo. Recorto, pego, cambio, borro, re-escribo, me meto en un jardín a coger una simple flor y acabo arando el campo el entero. Así llevo algún tiempo. Y la portada ya está diseñada, el libro se ha anunciado (el primero de la editorial Micromegas ) y yo todavía sigo girando una y otra vez sobre él. Hoy, sin ir más lejos tenía la mesa del despacho que pa...

Duelo al blog

Lo sé, tengo el blog abandonado. Menos mal que a estas cosas no se les pega el polvo, que si no tendría telarañas en las esquinas y óxido en las pestañas. Ya lo he dicho en más de una ocasión, Facebook y Twitter lo están matando. Y es una pena tremenda, sobre todo porque, al final, Facebook y Twitter son puro presente sin memoria –por mucho que ahora Facebook introduzca la "Biografía", que pretende hacer algo de memoria con lo más efímero. Escribo esto sobre todo porque el artículo que Enrique Vila-Matas escribía hace dos días en El País me ha hecho pensar mucho. Tiene toda la razón. Hubo un tiempo en el que los blogs estaban de moda, y tener un blog era un signo de diferencia, casi de modernidad, un espacio privado/público donde poder decir y comunicar con total libertad. En ese momento, al principio, los blogueros eran gente rara. Y daba gusto escribir aquí porque, como digo, constituía una diferencia. Después, el blog se generalizó y todo el mundo comenzó a tener espacios ...

Escribir, perder historias

Es curioso lo rápido que se olvida uno de las cosas, o lo rápido que pasa página. Antes siquiera de haber recibido una respuesta (positiva; porque esta gente no responde si es que no) de editores o agentes, ya me he comenzado a olvidar por completo de la novela que, con todo el esfuerzo del mundo había conseguido escribir. En el momento en el que imprimí los casi 300 folios, y aun sabiendo que había miles de cosas que podía mejorar –si supiera, claro está–, la cosa ya dejó de tener sentido. Y ahora, si digo la verdad, hasta me da igual que se publique o no. Yo ya he conseguido lo que quería. Acabarla. Saber lo que pasaba, contar una historia. El resto no importa demasiado. A mí me da de comer otra cosa. Lo curioso es que, durante el tiempo en el que la estaba escribiendo, no dejaba de pensar en los posibles lectores, en la gente que querría que la leyese, en lo que podía gustar o no gustar, en enviarla a premios, a editoriales de prestigio... era una manera de mantener la ilusión. Pero...