Enlace al texto de la LODE con las modificaciones derivadas de la LOMLOE (23-12-2020)
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Enlace al texto de la LODE con las modificaciones derivadas de la LOMLOE (23-12-2020)
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La LOMLOE introduce
menos cambios que los que le achacan
Deja intactos núcleos que arrastra el sistema desde muy atrás. La Constitución aparentó conciliarlos, pero no cesan de motivar desavenencias
Como era previsible, la LOMLOE, desde antes de aparecer en el BOE, ha empezado a dar señales de que molestaba a una parte de la población. No es nada nuevo y hay cuerda para rato. Las protestas de unos y el documento que se va a votar en el Senado son provisionales; forman parte de una tradición alternante que, a lo corta, proviene de una redacción complicada y extraña del artículo 27 de la Constitución, con la que hasta ahora no ha sido nunca posible un pacto educativo firme; más atrás, tiene una larga historia de conflictos, algunos muy graves.
El productivo conflicto educativo
Manifestaciones como la que días pasados hubo en muchas ciudades españolas, de la que quedan huellas en muchos colegios con sus globitos anaranjados, repiten las que hubo, sobre todo, en 2005 –previas a la LOE y a la ampliación- y, también, a algunas anteriores como la de aquellos quince meses de desencuentros continuos –en la calle, en los púlpitos y en los medios afines- anteriores a 1985, en vísperas de que Maravall lograra convencer a los obispos de que aceptaran la LODE, en que se oficializaban sus colegios.
A los dos principales partidos les debe ir bien con este renovado alboroto. Ninguno se rinde en su pelea por tener un motivo simbólico tan fuerte para contentar a sus votantes más fieles, causante, además, de que mientras se habla de esto, parezca que no existen cuestiones más inquietantes. En este momento, los del PP tienen en esta LOMLOE una causa capaz de unirles en el conservadurismo; a su vez, al PSOE le satisface haber frenado algunos excesos en que había incurrido la LOMCE si nadie pregunta qué haya sido de aquella “Alternativa para la Enseñanza” que apareció en el Boletín del Colegio de Doctores y Licenciados de Madrid en febrero de 1976 y reclamaba “escuela única”. ¿No era esa la base del programa socialista en 1982?
Entretanto, muchísimos opinadores que pasan por este asunto como ante un cotilleo más, dicen lo primero que se les ocurre y no tienen inconveniente, incluso, en sacar a relucir a sus hijos como sufridores de unos malévolos que se empeñan en meter el dedo en un mundo de gente guapa y de mucho éxito. Estos días, se puede oír de todo; cada cual saca a relucir sus propias frustraciones con el sistema educativo; todos tienen alguna experiencia escolar hasta los 16 años como mínimo, e invocan a San Narciso con prontitud.
A decir verdad, nadie debiera extrañarse mucho de todo esto; pero cabría esperar más coherencia de nuestros gestores políticos; de lo que han hecho en estos veinte años últimos por ejemplo, y de lo que van a hacer ahora que Casado anima a los suyos a continuar una guerra como taifas desde cada Autonomía, frente a los supuestos despropósitos de esta octava ley orgánica que propone el PSOE.
Una historia larga
Los intereses contrapuestos de esta película vienen de antiguo. Claudio Moyano, cuando inició en 1857 la legislación general sobre el sistema educativo ya fue condicionado por el Concordato de 1851. La otra mitad del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX no fueron una balsa de aceite: los buenos conocedores de la historia de la Institución Libre de Enseñanza conocen bien que la “libertad de enseñanza” -que tanto se menciona- fue invocada para perseguir despiadadamente a los mentores de aquella gran institución. Si se avanza un poco más y se entra en los porqués de la insurrección contra la II República, además de seguir siendo de gran interés el libro de Mariano Pérez-Galán en 1975, si no tienen mucho tiempo lean en el BOE el preámbulo a la Ley de Educación Primaria (BOE del 18.07.1945) y, si tienen humor, también en ese medio oficial encontrarán una secuencia metódica de órdenes por las que se cerraron institutos públicos y se dio cancha abierta a los colegios de la Iglesia; por ejemplo, una de abril de 1939 (BOE del 15.04.1939), en que los 13 institutos que tenía Madrid fueron reducidos a seis y, al menos a dos de ellos, les cambiaron el nombre anterior. En poco tiempo, el 70,7% de los pocos españoles que, en 1943, pudieron hacer Bachillerato Superior habían pasado por colegios vinculados a la Iglesia; en 1931, la proporción solo era del 28,9%.
Con algo de paciencia, en 1953 verán que hay otro Concordato que, a cambio de facilitar al régimen acomodo internacional, reiteró innumerables privilegios al Vaticano en el mundo educativo; era fama que los obispos llevaban las órdenes y decretos al ministro de turno para que los firmara, y la ley de Enseñanza Media de 1953 deja bien claro que pasó la supervisión de los obispos. Cuando Marcelino Oreja se apresuró en 1977 a reafirmar esa situación, en los artículos 16 y 27 de la CE78 –y en los Acuerdos de 1979- quedó la matriz de cuanto desde entonces venimos rondando sin tocar. Tanto si el PP como el PSOE quieren que acabemos con esta pantomima de estar jugando a buenos y malos en los asuntos de todos con reglas medievales, empiecen por considerar adultos a sus votantes; expliquen por qué no quieren o no pueden denunciar estos Acuerdos. Su grado de modernidad estará en entredicho mientras no lo hagan; del refugio en la CE78 olvídense: ya sabemos que fue un paripé.
¿Igualdad de qué?
Por otro lado, las razones que invocan en este momento las personas implicadas en la concertada, no se sostienen ante la supuesta igualdad democrática, que es lo que tiene que procurar, ante todo, cualquier red educativa que financie el Estado. Su avidez monopolística aparece especialmente interesada en un momento en que la Covid-19 está desnudando implacable las adherencias inútiles que tiene nuestra organización social. No estaría de más que se hicieran ver, sin ficción, la proporción inversamente diferencial con el PIB que ha tenido el presupuesto de la enseñanza Pública y el de la Privada desde 2008; y, si tanto aman a esta España de todos, auditen a fondo las prácticas de las Autonomías a las que todo les ha sido poco para incrementar los recursos de quienes menos lo necesitan. La repercusión de las prácticas desleales que, en vez de ocuparse de la mejora interna del sistema educativo solo se han ocupado de las apariencias que tanto gustan a la libertad de mercado, también las pagamos todos, aunque las bendigan los obispos..
Madrid, 24.11.2020
Nuestro compañero nos envía este artículo:
Los primeros pasos de esta nueva ley educativa
vuelven a repetir una historia sin más garantías que la provisionalidad
alternante.
Estamos lejos de
haber llegado a un relato compartido. La llamada “Ley Celáa”, anunciada a
finales de 2018, apenas llegada al Congreso ha vuelto a suscitar las viejas
proclamas en pro de la “libertad de elección de centro” y similares, tan reiteradas
desde 1901 –en que Álvaro de Figueroa y Torres, el segundo ministro que tuvimos
en Educación- echaba en cara a los conservadores su amor a esta libertad
educativa cuando tan enemigos eran de las otras libertades democráticas.
¿Libres?
Hace un año, sin
que hubieran levantado nunca el grito en pro del otro núcleo del art. 27CE, la
universalidad equitativa, la actual ministra les enardeció cuando, ante el
Congreso de Colegios Católicos, trató de situar el alcance de la palabra
“libertad” indicando que nada tenía que ver con lo que la interpretación
neoconservadora ha querido entender. Lo llamativo fue que la propia ministra
intentó poner en claro -para apaciguar el revuelo que suscitó- lo que había
dicho; no fuera a entenderse que estaban en entredicho las jugosas prestaciones
económicas de más de 6.000 millones de euros del Presupuesto anual, destinados
a la red educativa concertada.
La Covid-19 está desnudando, destemplada, los
aspectos más inconsistentes de las políticas sociales, en un momento nada
propicio para que salga adelante
una LOMLOE más propicia a atenderlas con cambios profundos en el terreno
movedizo de la educación. La atención que reclaman las frágiles estructuras
productivas hará que no se repare mucho en si se consolida el cansancio de
pugnar para que no haya el fracaso que sigue mostrando la ESO, con un 25% de
alumnado que no logra el título correspondiente –pese a existir un 29% de
repeticiones- y que, en la práctica, se queda sin acreditación alguna. Son
tantas las demandas de tantos perjudicados por esta pandemia en sus negocios,
que no sería extraño que se volviera a pasar de puntillas sobre la coincidencia
de que la proporción de ese “fracaso escolar” sea tan parejo al de la pobreza infantil, que
UNICEF y Save the Children, entre otras organizaciones, venían acreditando
desde hace años.
Es muy probable, sin embargo, que una
de las matrices de los desajustes que, desde hace ochenta años tiene incrustada
en su estructura la enseñanza española, continúe facultando en esta LOMLOE ayudas
específicas para que la red privada y concertada sigan creciendo a cuenta de
los impuestos de todos, mientras sostienen idearios ajenos a una libertad y
universalidad educadoras en términos de equidad. El
precedente, abierto en la LOE equiparando en el art. 108.4 el rango del servicio
público de la educación que prestan “los centros públicos y privados
concertados”, lo ratificó, de nuevo, la reconsideración de las medidas que, con
motivo de la “reconstrucción post-Covid-19”, se habían pensado solo para la enseñanza
pública y que, a finales del pasado mes de julio, fueron revertidas para
atender, “sin segregar”, a la red concertada, privada en definitiva.
La necesidad que tiene la coalición
gobernante de que catalanes y vascos les apoyen para sacar adelante la LOMLOE,
sumada a lo que hace el PP en las Comunidades que gobierna, reafirma un sistema
educativo favorable a seguir interpretando el art.27CE según las posiciones
conservadoras. Aleja, además, la posibilidad de que la legislación española se
parezca a la que rige en Francia las relaciones del Estado y la Iglesia desde
1905; mientras rijan los Acuerdos de 1977-79 con el Vaticano –con la historia
que acarrean de atrás-, un homenaje a los docentes e investigadores exiliados y
depurados en los años cuarenta, similar al que los franceses acaban de tributar
en nombre de la libertad de expresión al profesor Samuel Paty, el pasado día 21
de octubre de 2020, habrá de seguir esperando.
Desiguales
Todo indica que
la arqueológica división del sistema educativo en “escuelas” y “colegios”
-socialmente tan determinante hasta muy entrados los años setenta-, seguirá ahí
y, en algunos aspectos, puede que aumente. La conciliación que imaginó la LODE
en 1985 para poner orden en las subvenciones franquistas a “los colegios”, no
se ha producido; la brecha social que muestran sigue creciendo. En España, uno de los países más
desiguales de Europa según la Comisión Europea, los aproximadamente 671.000
docentes de la enseñanza pública atienden a un alumnado con proporciones de
favorecidos y desfavorecidos inversa -en términos socioeconómicos y culturales-, al que tiene la privada-concertada; esos
profesores y maestros son conscientes de que la relación de su alumnado con
estudios superiores y puestos de trabajo de alta cualificación tendrá una
proporción idénticamente inversa a la de chicos y chicas que atienden los
193.972 profesores y maestros del circuito privado-concertado.
El sistema
educativo actual sigue segregando por este capítulo como lo hizo prácticamente
siempre. Según los datos oficiales, esta otra red de educación ha pasado en
estos cinco últimos a controlar un quinto de los 34.746 millones de Euros del
presupuesto educativo de 2017, un 7,2% más que diez años antes; en el mismo
tiempo, la participación de la enseñanza pública en el crecimiento del presupuesto
solo creció un 1,4 %. No se pierda de vista, además, que cuando de comparaciones
se trata, cuestión que a menudo sacan a relucir los gestores de centros
privados, en su cómputo hablan del gran servicio público que hacen y con menor
coste; no incluyen lo que ha de atender la enseñanza pública subsidiariamente:
la ruralidad de muchas escuelas, los plus de desdobles, profesores de apoyo y
adaptaciones curriculares que, en desigualdad manifiesta, ha de cuidar para no
ser excluyente de raíz con los
ciudadanos más necesitados.
Nómadas
El mundo que
muestra la Covid-19 no se parece al que algunas memes tranquilizadoras han tratado
de imaginar como ocasión para una conversión masiva a la bondad esencial; ese perfeccionamiento místico deja cómodamente fuera la avidez de cuantos ven en
la Sanidad, en los servicios sociales y en la Educación una fuente de negocio.
Más pronto que tarde, sus fautores habrán de escuchar lo que, en un camping
americano de caravanas, entre víctimas de la economía actual, cuenta Jessica
Bruder (País nómada: Supervivientes del
siglo XXI. Capitán Swing: 2020), que le dijo una muchacha conocedora del mundo universitario, con ganas
sobradas para estudiar pero con escasez de recursos –y mucho pánico por
endeudarse con los estudios: “-¿Para qué
seguir estudiando si el mercado de trabajo solo ofrece puestos del nivel más
bajo?”
Manuel Menor Currás
Madrid, 10.11.2020