Mostrando entradas con la etiqueta Viernes breve. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Viernes breve. Mostrar todas las entradas

viernes, 2 de julio de 2010

SEA BREVE (9)

AMENAZAS
-Te devoraré -dijo la pantera.
-Peor para ti -dijo la espada
William Ospina

viernes, 25 de junio de 2010

SEA BREVE (8)


Un viernes más, esta pequeña casa se enorgullece de presentar una nueva y estupenda colaboración. Gracias L.G.G.

ABANDONO

Tras muchos años de ciega y servil afinidad, avenencia y concordancia, y con expresivos gestos de inequívoco agotamiento, acompañados de compulsivos jadeos y sonoros resoples y cuando, completamente desacompasada, se encontraba casi sin resuello: se zafó y le previno.

Imponente silencio al otro lado de la luz.

Nadie contesta, caso omiso, ni una palabra, ni un gesto (ni se tocó el ala del sombrero), ni una mirada: hermético desdén.

Soportó la desoladora sensación de haber sido violentamente despojada de un pasado, una luz (quizás cansada), un tiempo, una vida que nunca fueron la suya. Ahora, ni tan siquiera la sombra proyectada de un desconocido. Sin el peso de la vida, el secreto desvelado de la levedad.

Cae la noche y emprende el camino con profundo desaliento aunque más sabia y ligera.

La Sombra, sin mácula de altanería, estoicamente, abdicó.

Fue antes de desaparecer, modesta y discretamente, por entre la elegante geometría del humo del silencio.

viernes, 18 de junio de 2010

SEA BREVE (7)

Segunda colaboración: un honor tener aquí al señor CROWLEY.

Cuando el dinosaurio desapareció, ya había anochecido.
Se fue igual que llegó, misteriosamente. Apareció de repente en mitad del salón de casa, como surgido de la nada, de la misma manera en que llevaban apareciendo extrañas cosas durante la última semana por todos los rincones.
Cuando se materializó frente a mí, me quedé pálido y mi corazón se arrugó, pero tuve la destreza de deslizarme sigilosamente a sus espaldas y esconderme en el viejo armario de mi abuelo, en el que he estado enclaustrado las últimas horas. Cuando me creí nuevamente solo, abrí sigilosamente la puerta, asomando mi cabeza por el hueco y pude ver a qué se debía todo ese ruido que me llegaba del exterior, de ese forzado presidio en el que me encontraba. Todo estaba prácticamente destrozado y, además, lleno de heces de descomunal tamaño.
La boca se me hizo pastosa ante la angustia que me sobrevino al pensar en todo el trabajo que tenía por delante para arreglar aquel desastre, así que decidí quitarme esa sensación incómoda con un trago de agua fresca.
Cuando abrí la portezuela de la desvencijada nevera, de su interior comenzaron a salir decenas de personajes famosos a un ritmo vertiginoso: Jesucristo con una toga de lentejuelas, bailando claqué junto a doce vedettes que seguían con gracia su divina coreografía; Luis Buñuel domando a un perro verde con acento andaluz y un enorme bigote; los Hermanos Lumière rodando, con su primitiva cámara, unas filminas pornográficas de Marilyn Monroe que harían las delicias de todo un país; Alesteir Crowley a lomos de un dios primigenio de Lovecraft, haciendo trampas para ganar su imaginaria carrera y haciendo lo que quería, pues esa era su única ley; irrumipió también Boris Vian escupiendo sobre las tumbas que iba encontrando a su paso y le asestó una colleja a Hitler, que se encontraba disfrutando de un placentero baño de espuma mientras jugaba con el patito de goma de Epi; se presentó un marchito y decrépito Papa, acompañado de su cohorte de cachondas beatas, solicitando fondos para sus guateques; vino Alfred Hitchcock, desnudo y portando una película rubia como la de Madeline en Vértigo; aparecieron David Lynch y David Cronenberg jugando una partida a la oca, sentados sobre la espalda de Kenneth Anger; un grupo de cerdos, muy enfadados y alzados sobre sus cuartos traseros, portaban pancartas en las que exigían que Orwell se retractase de lo que había escrito sobre ellos; la Madre Teresa de Calcuta surgió de entre los yogures, con un balón en los pies y le hizo a Pelé un milimétrico y calculado pase con su pierna derecha; vino Borges con las manos llenas de arena, fina arena de playa, con las que pretendía fabricar hojas sobre las que escribir su nuevo libro...
Cuando cesó el contínuo ir y venir de ilustres personajes, mi sed ya se había disipado. Y, además, el dinosaurio volvió a aparecer.

viernes, 11 de junio de 2010

SEA BREVE (6)


EL GRAN CONGÓN
El gran congón es un animal mitológico con cabeza de león y cuerpo de león, pero de otro león distinto. El congón goza de fama de dormir mil años para luego surgir entre llamas, especialmente si estaba fumando al amodorrarse.
Se dice que Ulises despertó al congón a los seiscientos años, pero se mostró apático y malhumorado, rogándole que le permitiese quedarse en cama otros doscientos años más.
La aparición de un congón está considerada notoriamente como infausta y acostumbra a preceder a una carestía o a las notas de una fiesta de sociedad.
Woody Allen

viernes, 4 de junio de 2010

SEA BREVE (5)

Cuando inicié esta sección, animé a los amables comentaristas de este blog para que me mandaran al correo de contacto sus propias brevedades y de ese modo ir enriqueciendo tan humilde sección.
Ante el apabullante éxito de la Primera Llamada de colaboración, me veo en la obligación de ampliar la oferta en una Segunda Llamada. En esta ocasión, considero justo dificultar un poquito las características de tan singular convocatoria, como una manera de incrementar el interés y alejar a los ociosos.
Así pues, los minirrelatos recibidos, para ser publicados, deberán comenzar con la misma frase, símbolo indiscutible del genio creador y homenaje palpable de un augusto autor venerado: Cuando desperté, el dinosaurio...
Como muestra de la, en el fondo, bondad de la prueba, aquí va un modesto ejemplo:

AMOR IMPOSIBLE
Cuando despertó, el dinosaurio ya no estaba allí. Se había llevado todos sus discos de tangos y la colección entera de cuentos de Monterroso.
Aunque la convivencia no había resultado fácil, dado su tamaño y la imposibilidad de mantenerse en un discreto segundo plano, siempre pensaron que esos serían detalles insignificantes para la magnitud de su amor.
En la soledad de la primera noche, trató de escamotearle argumentos al desaliento. Bien mirado, disponía de mucho más espacio libre y se ahorraría las incómodas explicaciones que tanto le molestaba dar a los extraños.
Pero en lo profundo del sueño, comenzó a añorar su intenso aliento, su piel rugosa y sus tiernos alaridos de placer.
Lula Fortune

viernes, 28 de mayo de 2010

SEA BREVE (5)


Posesión del ayer

Sé que he perdido tantas cosas que no podría contarlas y que esas perdiciones, ahora, son lo que es mío. Sé que he perdido el amarillo y el negro y pienso en esos imposibles colores como no piensan los que ven. Mi padre ha muerto y está siempre a mi lado. Cuando quiero escandir versos de Swinburne, lo hago, me dicen, con su voz. Sólo el que ha muerto es nuestro. Sólo es nuestro lo que perdimos. Ilión fue, pero Ilión perdura en el hexámetro que la plañe. Israel fue cuando era una antigua nostalgia. Todo poema, con el tiempo, es una elegía. Nuestras son las mujeres que nos dejaron, ya no sujetos a la víspera, que es zozobra, y a las alarmas y terrores de la esperanza. No hay otros paraísos que los paraísos perdidos.
Jorge Luis Borges

viernes, 21 de mayo de 2010

SEA BREVE (4)

La fortuna ayuda a los audaces: primera colaboración recibida que publico con ilusión y tremendo honor. Espero que esto anime a todo el mundo a mandarme sus breves.

DÍAS Y NOCHES

El despertador sonó como todos los días, sin demasiada piedad. Se levantó con desgana, se frotó el rostro para despegar los vestigios del sueño, y se asomó a la ventana. Ya había amanecido, y el horizonte lo saludó como una hermosa tabla de colores pastel. Lo asaltó el deseo de ir hasta el horizonte y, como Alfanhuí, recoger ollas enteras de sangre fecunda y triste. Pero tenía dos asuntos importantes, urgentes. Su mirada bajó del horizonte a la cama, y allí se quedó un instante eterno en el que todas sus metafísicas se enredaron sin remedio. Sus ojos se soltaron de la cama, de la tersura de la colcha que aún no había abierto. Se sorprendió de que el cielo estuviera plagado de estrellas, que la impersonal luz nocturna de la ciudad no las apagara. Cuánto hubiera dado por pasear durante horas bajo ese cielo oscuro, para descansar del fulgor del día. Pero mañana tenía más asuntos importantes, urgentes. Así que se durmió enseguida, tan agotado que ni siquiera advirtió los sueños que tuvo.

viernes, 14 de mayo de 2010

SEA BREVE (3)


En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra.
Fue fusilada.
Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.
Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.
Augusto Monterroso.

viernes, 7 de mayo de 2010

SEA BREVE (2)

De una carta tirada sobre la mesa sale una línea que corre por la plancha de pino y baja por una pata. Basta mirar bien para descubrir que la línea continúa por el piso de parqué, remonta el muro, entra en una lámina que reproduce un cuadro de Boucher, dibuja la espalda de una mujer reclinada en un diván y por fin escapa de la habitación por el techo y desciende en la cadena del pararrayos hasta la calle. Ahí es difícil seguirla a causa del tránsito, pero con atención se la verá subir por la rueda del autobús estacionado en la esquina y que lleva al puerto. Allí baja por la media de nilón cristal de la pasajera más rubia, entra en el territorio hostil de las aduanas, rampa y repta y zigzaguea hasta el muelle mayor y allí (pero es difícil verla, sólo las ratas la siguen para trepar a bordo) sube al barco de turbinas sonoras, corre por las planchas de la cubierta de primera clase, salva con dificultad la escotilla mayor y en una cabina, donde un hombre triste bebe coñac y escucha la sirena de partida, remonta por la costura del pantalón, por el chaleco de punto, se desliza hasta el codo y con un último esfuerzo se guarece en la palma de la mano derecha, que en este instante empieza a cerrarse sobre la culata de una pistola.
Julio Cortázar