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lunes, 10 de mayo de 2010

UN HOMBRE


Un hombre trabajado por el tiempo,
un hombre que ni siquiera espera la muerte
(las pruebas de la muerte son estadísticas
y nadie hay que no corra el albur
de ser el primer inmortal),
un hombre que ha aprendido a agradecer
las modestas limosnas de los días:
el sueño, la rutina, el sabor del agua,
una no sospechada etimología,
un verso latino o sajón,
la memoria de una mujer que lo ha abandonado
hace ya tantos años
que hoy puede recordarla sin amargura,
un hombre que no ignora que el presente
ya es el porvenir y el olvido,
un hombre que ha sido desleal
y con el que fueron desleales,
puede sentir de pronto, al cruzar la calle,
una misteriosa felicidad
que no viene del lado de la esperanza
sino de una antigua inocencia,
de su propia raíz o de un dios disperso.

Sabe que no debe mirarla de cerca,
porque hay razones más terribles que tigres
que le demostrarán su obligación
de ser un desdichado,
pero humildemente recibe
esa felicidad, esa ráfaga.

Quizá en la muerte para siempre seremos,
cuando el polvo sea polvo,
esa indescifrable raíz,
de la cual para siempre crecerá,
ecuánime o atroz,
nuestro solitario cielo o infierno.
Jorge Luis Borges

lunes, 23 de noviembre de 2009

EL PODER DE LOS DESEOS


En aquel preciso momento el hombre se dijo:
qué no daría yo por la dicha
de estar a tu lado en Islandia
bajo el gran día inmóvil
y de compartir el ahora
como se comparte la música
o el sabor de una fruta.
En aquel preciso momento
el hombre estaba junto a ella en Islandia.
JLB

martes, 30 de septiembre de 2008

NOSTALGIA



Sé que he perdido tantas cosas que no podría contarlas y que esas perdiciones, ahora, son lo mío. Sé que he perdido el amarillo y el negro y pienso en esos imposibles colores como no piensan los que ven. Mi padre ha muerto y está siempre a mi lado. Cuando quiero escandir versos de Swinburne, lo hago, me dicen, con su voz. Sólo el que ha muerto es nuestro, sólo es nuestro lo que perdimos. Ilión fue, pero Ilión perdura en el hexámetro que la plañe. Israel fue cuando era una antigua nostalgia. Todo poema, con el tiempo, es una elegía. Nuestras son las mujeres que nos dejaron, ya no sujetos a la víspera, que es zozobra, y a las alarmas y terrores de la esperanza. No hay otros paraísos que los paraísos perdidos.

Posesión del Ayer

Jorge Luís Borges


miércoles, 10 de octubre de 2007

LA FAMA




Haber visto crecer a Buenos Aires, crecer y declinar.



Recordar el patio de tierra y la parra, el zaguán y el aljibe.



Haber heredado el inglés, haber interrogado el sajón.



Profesar el amor del alemán y la nostalgia del latín.



Haber conversado en Palermo con un viejo asesino.



Agradecer el ajedrez y el jazmín, los trigres y el hexámetro.



Leer a Macedonio Fernández con la voz que fue suya.



Conocer las ilustres incertidumbres que son la metafísica.



Haber honrado espadas y razonablemente querer la paz.



No ser codicioso de islas.



No haber salido de mi biblioteca.



Ser Alonso Quijano y no atreverme a ser don Quijote.



Haber enseñado lo que no sé a quienes sabrán más que yo.



Agradecer los dones de la luna y de Paul Verlaine.



Haber urdido algún endecasílabo.



Haber vuelto a contar antiguas historias.



Haber ordenado en el dialecto de nuestro tiempo las cinco o seis metáforas.



Haber eludido sobornos.



Ser ciudadano de Ginebra, de Montevideo, de Austin y (como todos los hombres) de Roma.



Ser devoto de Conrad.



Ser esa cosa que nadie puede definir: argentino.



Ser ciego.



Ninguna de esas cosas es rara y su conjunto me depara una fama que no acabo de comprender.




Jorge Luís Borges