Un error de apreciación, una señal ignorada, una maniobra forzada producen el derrumbe, el dolor, la frustración, la herida en el alma.
El encuentro es mucho más que la simple coincidencia en un lugar y en un momento.
Una verdadera concurrencia empieza a producirse cuando dos personas pueden permanecer una ante la otra exponiendo progresivamente sus diferencias, sus aspectos incompletos, sus características singulares, sus cualidades intransferibles, sus necesidades impostergables, sus rasgos inesperados, sus atributos incomparables.
Cuando, siendo los que son y no los que deberían ser, pueden elegirse y ser elegidos.
Nada de esto puede saberse ni garantizarse ni predeterminarse al iniciar una búsqueda.
Las búsquedas que se dibujan como flechas y parten hacia blancos previstos, cuando se desvían o no aciertan en el centro exacto, son sólo flechas perdidas.
Las que toman la forma de un hilo de cometa explorarán cielos despejados o tormentosos y podrán elevarse hasta casi perderse de vista o, simplemente, no levantarán vuelo porque ese no es el día, el lugar ni el viento indicado y esperarán otra oportunidad para remontarse.
Las condiciones del buen amor – Segio Sinay