Para desarrollar una relación satisfactoria con el amante interior debemos, literalmente, aminorar el paso. Cuantas veces corremos por la vida, impulsados por una meta u otra sin detenernos a oler las rosas ?
Nadine Stair, a los 85 años escribió unas reflexiones que expresan de una manera elocuente y sencilla la importancia del momento:
“Si viviera mi vida de nuevo me gustaría cometer más errores la próxima vez. Estaría más relajada. Soltaría un poco las riendas. Sería más tonta de lo que he sido en este viaje, me tomaría menos cosas en serio y me arriesgaría más… Tendría más problemas reales, pero menos imaginarios.
Verás, he sido una de esas personas que han vivido de manera sensata y saludable, hora tras hora, día tras día. Sí, he tenido mis momentos y, si pudiera vivirlo todo de nuevo, tendría muchos más. De hecho, intentaría no hacer otra cosa…. Solo momentos, uno tras otro…, en vez de vivir tantos años por delante del presente.
Si pudiera vivir mi vida de nuevo, la comenzaría descalza en la primavera y seguiría así hasta la caída del otoño. Iría a más bailes. Me daría más vueltas en el tiovivo. Tomaría más rosas”.
Nadine Stair está realmente hablando de un amante interior relegado.
Cuando apreciamos la belleza y la magia del momento, tenemos acceso al amante interior que por suerte, siempre está disponible, en estado latente, pero listo para convertir lo que sólo es potencial en realidad. El amante emerge siempre que transportamos los sentidos y la conciencia al momento presente, un acto que establece nuestra relación sentimental con la naturaleza y la vida.
En contraste, la preocupación por las metas y los resultados fuerzan al amante interior a sumergirse en el mundo subterráneo. Las preocupaciones y el parloteo mental crean tanto ruido e interferencias que es imposible oírle. De igual manera, cuando la mente está repleta de estrategias y el cuerpo lleno de defensas, no podemos sentir o percibir su danza.
El artista entra a menudo en contacto con su amante interior. De hecho, la creatividad es el manantial del que emana el amante; aunque, por desgracia, muchos de nosotros pensamos que no somos creativos.
La verdad es que aun cuando no tengamos el talento, las pretenciones o el deseo de llegar a ser artistas profesionales, todos llevamos dentro el potencial de vivir la vida como una experiencia creativa y artística, pues la vida misma puede ser una forma de arte.
Si concebimos la vida como una expresión artística, nuestra conciencia cambia y nuestra percepción sensorial se agudiza. Andar por la habitación, poner un plato en la mesa, hablar con un amigo, llorar, hacer el amor … se convierten en actos de gran placer sensorial – y estético. Un paseo por el vecindario puede abrir nuestros ojos a la fascinante paleta de colores, al estudio de formas y diseño. Al hechizo del reino animal y vegetal. Si uno permanece silencioso un instante, la orquesta de grillos servirá de música de fondo en la calurosa velada. Cuando encontramos una pluma, nos maravillaremos de su suavidad y, mientras acaricia nuestra piel, agradeceremos a su propietario el obsequio.
Si vivimos la vida así, gozaremos de una aventura amorosa con ella. Eros habrá sido develado. En ese estado de despertar se vuelve evidente lo que es importante, el sentido del humor mejora, hacemos menos de jueces y nos volvemos más indagadores.
Estaremos vivos, despiertos y preparados para el milagro del momento