Ayer, la selección española de fútbol se proclamó campeona del mundo, dos años después de haber conseguido el europeo en Viena. Al final, en la elástica roja, encima del escudo, se llevará la estrella que acredita su nueva condición, después de tantos sinsabores y decepciones, llegando a instaurarse en el imaginario nacional la maldición de cuartos. Pero, al fin, esta generación de futbolistas han conseguido que los españoles nos echemos a la calle de felicidad y de orgullo, con un triunfo, por cierto, bastante sufrido.
Punto aparte, fue la final, no sólo por ganarla sino por la táctica utilizada por la anteriormente conocida como Naranja mecánica, que, desde ayer, deberían cambiar el apodo por la "Naranja asesina", "los matones del tulipán" o los "macheteros de naranja", porque su actuación fue criminal empezando con la coz que De Jong propinó a Xabi Alonso que quedó en una simple amarilla cuando debió ser roja directa. Como Johan Cruiff afirmó el día de hoy, en el Periódico de Cataluña, el juego del combinado de su país fue "feo, ramplón, duro, hermético, poco vistoso y poco futbolístico". Y, de paso, aprovecho para censurar el mal perder de los jugadores holandeses como Sneijder y Robben que no han tenido la vergüenza de callarse y se han atrevido a decir que el árbitro les robó el partido porque consideran que a Puyol debio ser expulsado antes de acabar los 90 minutos, pero me voy a remitir a lo que su compatriota Cruiff dijo del árbitro Howard Webb que "se puede arbitral mal, equivocarte, pero lo que no se puede es crear tu propia justicia y, peor aún, inventarte una aplicación demasiado personal del reglamento", añadiendo que el árbitro "no sólo dejó de expulsar a dos holandeses (incluso Robben mereció la segunda amarilla)". Desde luego, si el árbitro hubiera hecho bien su trabajo, Holanda no habría sido la beneficiada de la decisiones arbitrales visto el juego sucio que ha defendido el seleccionador holandés, Van Marwijk, como medio para lograr la victoria, aunque no sea su estilo.
Otro de las curiosidades de este mundial es la demostración de hasta dónde llegan las supersticiones, agarrándonos a estadísticas, a las causalidades e incluso a los cefalópodos adivinos para conseguir los augurios que mejor se acomoden a nuestros deseos e ilusiones. Por cierto, hablando de casualidades, comentar que en marzo de 2008 nació mi primera sobrina y en abril de este año, mi segundo sobrino. ¿Tendrá algo que ver?
¡¡¡ENHORABUENA A LOS NUEVOS CAMPEONES DEL MUNDO!!!
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!