Tercer aspecto de la leyenda newtoniana que vamos a examinar. —Este punto es mucho más fácil de resolver, puesto que para solventarlo el mejor camino es el de ir in situ.
D. José Echegaray que tanto hizo por despertar amor y entusiasmo por la ciencia en general y la matemática en particular entre nosotros los españoles, en su biografía del matemático noruego Abel, el Newton del Norte, como le llama, afirma que en el epitafio de la tumba del Newton inglés, del auténtico Newton, esta escrita la fórmula del binomio. Aparte de que esta fórmula sea un escollo serio del estudiante de matemáticas elementales, no es más que uno de los descubrimientos más insignificantes de Newton y no parece mereciera tan alto honor, como para figurar en lugar tan señalado. Cualquiera otra de sus felices invenciones, y en especial la ley de la gravitación universal, mereciera mejórese puesto. La leyenda está muy difundida y el sabio Florián Cajori, profesor de Historia de las Matemáticas de la Universidad de California, se ha visto obligado a desmentirla entre sus alumnos.
Pero en este caso, el que os dirige la palabra, es testigo de mayor excepción y os aporta una prueba de primera mano.
Cuando, corno peregrinos de la Ciencia, visitamos la Abadía de Westminster, panteón de los grandes hombres de Inglaterra, vimos en el sitio preferente, lado izquierdo del crucero, el monumento que la admiración de sus contemporáneos elevó a la memoria de Isaac Newton. Leímos el epitafio latino elegido entre varios otros que el celo, vibrante de emoción, de los poetas de aquel tiempo le dedicaron. No encontramos la fórmula del binomio por ninguna parte. Al pie del monumento, haciéndole guardia de honor, reposan el naturalista Carlos Darwin y el descubridor del planeta Urano y multitud de maravillas celestes Guillermo Herschel. Esto es una prueba de que la memoria no me falla y de que miré con detenimiento, allí y alrededor.
Con esta comprobación debiera de dar por terminada mi conferencia y, sin embargo, para rematarla de un modo ameno, no resisto a la tentación de contaros algo y aún algos, que no tiene que ver con la leyenda newtoniana; pero sí con Newton y que por casualidad llegó a mi conocimiento. Debo la noticia a Fitzmaurice Kelly, el ilustre profesor inglés de Literatura Española.
Carlos Jervas: retratista de Newton y traductor del Quijote.—Es curioso conocer como se cruzó la vida de Newton con algo relacionado tan íntimamente con nosotros como es el Quijote, la inmortal obra de nuestro genio nacional.
La versión inglesa del Quijote mas popular en su país, tan minuciosa y precisa en seguir al original cervantino (muchas de las poesías del Quijote están rimadas en la traducción, no habiendo sido esquivados, en muchos casos, hasta los juegos de palabras), es la de Carlos Jervas, de quien decía uno de sus coetáneos, el poeta Pope, a quien ya hemos mencionado como autor de unos encomiásticos versos a Newton, que la había hecho sin saber palabra de español—se ve que los hombres de letras se arañaban en aquella época.
Pues bien, Newton regaló a la Royal Society, de la que, como dijimos, era Presidente, un retrato suyo pintado por Jervas y que ahora permanece colgado tras el sillón presidencial de la más alta Academia de Inglaterra.
Es de advertir que Jervas presumía de pintar tan primorosamente que, en ocasión en que copiaba al Tiziano, bastante bien al decir del cronista; —superándole según él—se apartó del original y copia, con el conocido gesto de los artistas, mirólo detenidamente y entornando los ojos, exclamó: ¡Pobre Titi!, ¡qué sorpresa si hubiera visto la copia!
En otra ocasión, haciendo el retrato de la Condesa de Brigwater de la que estaba enamorado, al acariciar, con arrobamiento, las facciones del modelo, prorrumpió:—No puedo por menos de decir a Su Honor que no tiene una oreja perfecta.—¿No?—contestó la Condesa—, ¿entonces, Jervas, qué considera usted una oreja bonita? El artista no contestó; pero inclinó su cubrecabeza y mostró la suya.
En vista de estos antecedentes, no puede chocar que sus contemporáneos le dieran algún mordisco llegada la ocasión. La acusación de Pope, de no saber español, es una muestra.
Se desmiente el refrán de que nadie es profeta en su tierra.—El mérito y talentos de Newton fueron reconocidos por sus contemporáneos. Su entierro y funerales se asemejaron a los de un rey; seis Pares de Inglaterra, llevaron las cintas; Voltaire, que presenció las ceremonias, quedó sorprendido por la magnitud de los actos.
Este ingenioso y sarcástico espíritu saturado de escepticismo, que no era un humorista según afirma
Chesterton, que no perdonaba a nada ni a nadie, creía y respetaba, por lo menos, alguna cosa. Admirador de Newton, ya veremos hasta qué límite, se encara con
Maupertuis, el matemático que había ido a Laponia a medir un arco de meridiano, diciéndole:
Habéis encontrado
Con fatiga no escasa,
Lo que Newton ya supo
Sin salir de su casa.
Lo que Newton había averiguado sin salir de su casa, era el achatamiento de la tierra por los polos y su correspondiente expansión ecuatorial, comprobándolo Maupertuis sobre el terreno, en aquellas regiones hiperbóreas, de donde trajo, además de sus medidas geodésicas, unas laponas bastante agraciadas que despertaron la animosidad, más o menos envidiosa, de Voltaire.
Este, en otra poesía, se dirige, no a Maupertuis con el que ya estaba enfadado, sirio a los ángeles que rodean el trono del Altísimo y les pregunta si andaban envidiosos de genio tan excelso, como era el de Newton.
De este modo vemos, que aún seres ajenos a la especulación matemática y física, supieron comprender que la Ciencia comenzaba a mirar a la Naturaleza de frente y sin miedo y a filosofar acerca de la realidad délos fenómenos y respecto a la existencia de leyes naturales. Pero la mayoría de las gentes, no veían esto y, por tanto, tan filosóficas ideas no nos bastan para justificar el respeto que, entre sabios e ignorantes, se profesó a Newton ya en vida. La popularidad de Newton, procede, de que sus trabajos siempre se relacionaron con la inmensidad délos cielos, el movimiento délos astros que los pueblan, la palpitación de los océanos, el enigma de la luz, es decir, los infinitamente grandes, junto con las cantidades fluentes y las fluxiones, los corpúsculos luminosos, o sea los infinitamente pequeños; y el Creador sobre, todo ello.Las gentes observan que en conceptos tan incógnitos, Newton aportó claridades nuevas y sin llegar a comprenderlas, adivinaron el misterio que les rodea y la trascendencia de los mismos. Y es que los descubrimientos e invenciones de Newton, tienen algo de lo que Echegaray llamaba las coqueterías de la verdad, esto es, la verdad dándose a medias; comprender de una cosa un poco y sospechar que en lo no comprendido hay mucho es lo que más excita la admiración. Pero la admiración es una cualidad sublime que predispone a embellecer y amar lo admirado. De aquí la gloria universal de Newton.