Mostrando entradas con la etiqueta Literatura israelí. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Literatura israelí. Mostrar todas las entradas

jueves, 23 de abril de 2020

La caja negra, de Amos Oz



Con La caja negra son cinco las obras entre cuentos, novelas y ensayos que he leído de Amos Oz. Lo cierto es que cada vez que leo algo del israelí me va gustando más que lo anterior. Pero, ¿de qué trata La caja negra? Estamos ante una novela epistolar ambientada a mediados de los setenta, en el Israel que arranca poco después del conflicto conocido como la guerra del Yom Kippur, que motivó el auge de la derecha sionista en el país. La sociedad se haya completamente dividida. Por un lado, están todos los lastres conservadores y la búsqueda de la identidad judía en el rechazo al otro y, por otro, el discurso contracultural hippie que pretende crear lazos entre las diferentes culturas. En un lugar demasiado alejado por su idea, pero con unas miras muy próximas, se encuentra el reconocido Alexander Gideon, un ensayista emigrado a Estados Unidos y que se ha convertido en todo un escritor superventas gracias a sus ideas contra el fanatismo. Quiero hacer aquí un inciso, porque creo conveniente hacerlo. En mi opinión, la falacia biografista que defendían los new critics a mediados de los 1950s del siglo pasado suele ser acertada, pero en este caso es inevitable no mencionar los tremendos parecidos entre este tal Alexander Gideon y el propio Amos Oz, cuya carrera política y sus textos orientados a la vertiente de no ficción giran una y otra vez en torno a este vocablo para él obsesivo. Fanatismo, y de él fanático, es un término clave para entender no solo esta obra, sino buena parte de la mentalidad del propio Oz. Y no quiero ponerme pesado con rollos de la Estilística Idealista y toda esta parafernalia del autor implícito, pero hay mucha miga que académicamente puede trabajarse aquí tirando y tirando del hilo. 

El caso es el siguiente. Alexander Gideon es rico, pero tiene un pasado cuanto menos turbio: una ex-mujer a la que casi lapidan por su culpa y un hijo despreciado que ha crecido sin un padre y una madre y que se ha convertido en un joven macarra de dos metros. El armario empotrado, que a partir de ahora llamaremos Boaz, causa estragos allá por donde pasa y su madre y su padrastro ya no saben qué demonios hacer con él, por lo que le piden dinero a Gideon. Todo con humillaciones y amenazas de por medio. El lector incluso puede sorprenderse al inicio con las misivas y el tono hiriente y cargado de rencor por cada una de las partes. Podría esperar que en cualquier momento Gideon se negase, pero esto no ocurre. El escritor accede a depositar cantidades millonarias en la cuenta de Sommo, el marido de su ex-mujer, a pesar de que es consciente de la verdad de este. Sommo es un auténtico fanático religioso que planea usar ese dinero para convertir al hijo de Gideon en un devoto sionista y poder comprar territorios "sagrados" a los árabes.

Sin embargo, este dinero (que Sommo considera mancillado) será la ruina del matrimonio en lugar de su salvación, lo que hará gravitar la atención de Ilana, la esposa, hacia su ex-marido, a pesar de todo el daño que le causó durante el divorcio. A todo esto, Ilana me parece uno de los personajes, sino el mejor construido de esta obra de largo. Al igual que los demás arrastra una culpa con la que no puede acarrear sola, pero decide rebelarse contra una ley patriarcal muy dura que le exige la religión. Se vuelve la "ramera de Babilonia" para eliminar un vacío dentro de sí y sentir que puede respirar en libertad. Duda sobre si hace las cosas correctamente, baraja bien sus opciones y siente y se expresa con más lirismo que cualquier otro de los personajes. Esto no es nada nuevo en Oz, que suele construir personajes femeninos muy creíbles, pero se agradece la profundidad que se le otorga aquí, ya que es el eje sobre el que gira la historia más que Gideon o Sommo, que actuarían cada uno como antítesis del otro.

Sommo desprecia enormemente a Gideon por el daño que ocasionó a su mujer y a su hijo y al mismo Sommo indirectamente. Lo señala como alguien que es incapaz de remendar sus pecados, pero, al mimo tiempo, acepta todo el dinero que este le cede. Es curioso y hasta cierto punto exasperante contemplar cómo el escritor cede al principio a todo lo que le dicen, aceptando palabras muy duras. Sin embargo, lo hace por una buena razón que se revela a mitad de la novela más o menos y que me voy a cuidar de comentar aquí, porque podría arruinar parte de la trama. Puede parecer absurdo, pero, a pesar de lo antagónicos que puedan resultar ambos maridos, su fin es el mismo: la redención. Porque La caja negra es ante todo una gran novela sobre la redención, ya sea esta de cara a los demás o de cara a Dios. Los personajes hacen acopio de sus pecados, de sus culpas, de sus errores y de sus decisiones más infames y tratan de salir a flote como buenamente pueden. Los tres ejes del triángulo protagonista se mueven por y para ello: acabar en paz con los demás y con sus propios remordimientos. Por otro lado queda Boaz y su filosofía de vivir el momento sin entrar en conflicto con los demás. El hijo de Ilana y Gideon es un pequeño hombre sin rencores que piensa que la vida ha sido dura para él por dos motivos: 1) no se lo han puesto fácil y 2) se ha metido en demasiadas peleas que lo han llevado siempre a estar peor que antes. Por ello, abraza la contracultura hippie, se empapa de ella y decide no atacar y siempre defender lo que es suyo, su familia y amigos.

También hay momentos en la novela para la comicidad. Esta suele venir de la mano de Zakheim, un abogado que parece fiel a Gideon, pero que también flirtea con Sommo. Sus conversaciones telegráficas con el escritor son la sal de la novela y sirven de contrapunto perfecto para el dramatismo de la misma. Otro elemento fuerte en este sentido, y que también da mucho realismo, son las cartas plagadas de faltas de ortografía de Boaz y cómo Sommo lo llama burro ortográfico una y otra vez. Aunque a mí me ha resultado muy divertido, lo cierto es que el pobre hasta pilla complejo y se pone a estudiar muy seriamente.

En definitiva, que creo que me estoy extendiendo más de lo habitual. Como ya he dicho al comienzo de la reseña, he disfrutado muchísimo con la lectura de La caja negra, una novela muy completa, pero que no va a gustar a todos. No es tan fácil empatizar con los personajes de primeras, el comportamiento de Gideon se nos puede antojar errático y misterioso de partida. Hasta que no he superado las primeras cien páginas, me he pasado toda la lectura odiando a todos y a cada uno de los personajes. Esto le resta, pero luego todo tiene una excusa y un fin y está milimétricamente programado. La única pena de esta novela es que Oz ya no está con nosotros para escribir más maravillas. Lo bueno es que aún tengo una buena cantidad de sus obras pendientes. Estas irán apareciendo por este espacio a su debido tiempo. 

Lean mucho, coman con moderación y namasté.

Reseñas de otras obras de Amos Oz en esta esquina: Una pantera en el sótano, La bicicleta de Sumji, Conocer a una mujer, Queridos fanáticos


martes, 5 de marzo de 2019

Queridos fanáticos, de Amos Oz



Amos Oz, el más célebre escritor contemporáneo en hebreo, falleció el pasado 28 de diciembre y ojalá la noticia hubiera sido una inocentada. Se marchó uno de los autores que estaba empezando a descubrir y que más me gustaban. A pesar de que mi conocimiento sobre la historia de Israel y del pueblo judío es bastante reducido y de que Oz habla con desmesura sobre estos temas, la peligrosa capacidad para ampliar y reducir el campo de sus obras, de volverlas locales y mundiales al mismo tiempo, me tenían enganchado. No en vano, este que reseño hoy es su cuarto libro en pasar por mis manos. 

Hasta ahora en la esquina, habíamos comentado dos novelas del israelí y un relato largo. Hoy vamos a introducirnos en su faceta como pensador político y en tres ensayos recopilados bajo el título de la entrada por Siruela sobre los extremismos ideológicos y la situación del Israel actual.  Estos tres ensayos son reformulaciones de conferencias que Oz impartió a lo largo de su vida en distintas universidades y que, pese a datar de épocas más o menos dispares, se compaginan y se completan con muy bien entre sí. El objetivo principal: reconstruir la imagen del fanático y hacernos conscientes del fanatismo que arde en nosotros y de cómo combatir contra él. Son, por lo tanto, charlas descriptivas e instructivas y que buscan reconfigurar algo en nuestras mentes, ponerlas patas arriba y hacernos reflexionar sobre nuestro comportamiento diario y nuestra visión de conflictos muchas veces simplificados y mostrados desde un enfoque de interés. Parcialmente interesado.

Estos textos son:

  • Queridos fanáticos
  • Luces, no luz
  • Sueños de los que Israel debería librarse pronto

En el primero de ellos se va a perfilar la imagen del fanático. ¿Qué es? ¿Por qué existe? ¿Cuáles son sus motivaciones? Para Oz, un fanático es alguien que entiende que el fin justifica los medios. Este fin puede ser cualquier cosa: la "defensa" de un estado-nación, de un sector poblacional frente a los abusos de otro, la lucha por la conquista o la supresión de una serie de leyes y derechos sociales, la búsqueda de una redención, sea del tipo que sea, etc. Según Oz, el fanático es quien cree tener la verdad absoluta, la verdad redimible, la verdad que, según él, todos necesitamos. El hebreo piensa que el fanático busca ser un hombre público, quiero decir, el hombre más público que existe, deseando fervientemente que todos piensen como él. Se mueve hacia los demás con ese fin y trata de convencer de muy diversas maneras. Dependiendo de la paciencia del fanático, el salto mortal del amor al odio puede tardar más o menos. 

Defiende Oz:

"Todo lo que quiere el fanático es darte un abrazo del que no escaparás, sacarte de inmediato del lugar paupérrimo donde estás hundido y llevarte al lugar fantástico y sublime que él ya ha descubierto y en cuyas alturas brilla desde entonces [...]
Constantemente, el fanático se apresura a lanzarse a tu cuello para salvarte, porque te ama. Siente por ti un amor incondicional.
O, por el contrario, te aprieta la garganta y te ahoga, porque se ha dado cuenta de que, por desgracia, de verdad, de verdad eres incapaz de ser redimido. Un caso perdido. Y por tanto, sintiéndolo mucho, su deber es odiarte y erradicarte del mundo."


Uno no se convierte en fanático de la noche a la mañana. Hay todo un proceso. Empieza con las ganas de pertenecer a un grupo que reafirme la naturaleza y la identidad del individuo y su necesidad animal instintiva de enfrentarse a algo, de luchar por sobrevivir. El fanatismo es más viejo que el Sol (existía antes de que descubriéramos el fuego) y alcanza su máximo exponente en las dictaduras más referenciadas del siglo pasado. Oz solo cita a Hitler, Stalin y los japoneses, pero estoy seguro de que el lector encontrará símiles más o menos cercanos (y más o menos comparables) en su país o en el vecino. El fanatismo, pues, tiene varias caras y posee toda una escala de grises. 

Oz nos dará ejemplos de rasgos fanáticos en el comportamiento habitual de ciudadanos comunes y corrientes. Nos hablará de ese proceso de radicalización y nos dará pautas para enfrentarlo. Entre ellas, las más destacadas son el cotilleo y la literatura. Sí, ¡han oído bien! El cotilleo y la literatura y lo que tienen en común; ese interés por los demás, por vidas distintas a la del lector, nos permite ver más allá de nuestros ombligos. Descubrir que el mundo es ancho y ajeno y que la vida está por encima de cualquier propósito.

Sin extenderme mucho más, deciros que los otros dos textos están más centrados en la historia de Israel como nación y en su conflicto con Palestina y en cómo se inserta este en el espectrograma de la política internacional. Aquí Oz da su visión sobre la problemática y ataca a fanáticos de ambos sectores sin ningún miedo o pudor. No duda en decir que los judíos fueron los que trajeron el fanatismo a su país antes de crearlo. Ataca a derechas e izquierdas. Echa pestes del pacifismo, con un aura a personaje de Clint Eastwood realmente memorable. Los fanáticos del Gran Israel, así como los soldados del Estado Islámico estarían equivocados en opinión de Oz, pues son facciones que no contemplan el futuro de un mundo en el que los que hoy son sus enemigos puedan seguir existiendo. Oz habla de la posibilidad de la violencia, pero de que esta se quiere justificar mucho más de las ocasiones en las que es verdaderamente necesaria. Muchas veces se reprime en estas ocasiones y, por el contrario, brota ante las premisas más absurdas. La violencia, deriva de la agresividad y esta, como buen rasgo silvestre, no entiende de lo justo; su dominio es lo propio.

Todo en conjunto, me ha resultado un legado valioso y digno de reflexión. Cuenta con momentos especialmente bien escritos y le dejan a uno preguntas de peso, por lo que, como mínimo, diría que es recomendable. Aunque lo que más me ha gustado, ha sido tener el placer de volver a leer a Oz y de poder traeros hoy una nueva reseña. Tenía muchas ganas de escribir aquí y me alegro de estar de vuelta. Este último par de meses he estado muy liado y no he leído casi nada. Tengo pendiente comentar varios libros, muchos empezados (Pram, Trabajos forzados, Zombi, El corazón es un cazador solitario, Rant,...), y otros ya terminados (Tiempos de Swing, Farándula,...), pero que tendría que repasar para poder decir algo mínimamente de interés para cualquiera. Voy a mi ritmo. La Esquina seguirá aquí mientras no cierre Blogger. Intentaré compartir más lecturas con vosotros muy pronto. Por cierto, y para que sirva de regreso a Oz, no me despido sin recomendaros la reseña que hace Montuega en Un libro al día sobre la conferencia original del primero de los textos del volumen que comentamos hoy y que podéis leer aquí

Lean mucho, coman con moderación y namasté.

Más reseñas de obras de Amos Oz en esta esquina: Una pantera en el sótano, La bicicleta de Sumji, Conocer a una mujer, La caja negra





miércoles, 24 de enero de 2018

Conocer a una mujer, de Amos Oz



Yoel Ravid es un agente de la Mossad que tras la trágica muerte de su esposa en un "accidente" decide retirarse y mudarse con su hija, su madre y su suegra a un dúplex en Tel Aviv. Allí tendrá que buscar una nueva y más tranquila forma de ocupar su tiempo: granjeándose amistades, trabajando en el jardín, ojeando los libros de la biblioteca de su casero, viendo el telediario, etc. Aunque, sobre todo, a lo que se dedicará principalmente será a averiguar la forma de comprender a las mujeres con las que convive y ha convivido a lo largo de su vida, que siempre habían resultado para él un enigma irresoluble que el universo le colocaba delante entre misión de espionaje y misión de espionaje. ¿Ibriya, su mujer, murió por accidente, se suicidó o la mataron? ¿Es cierto que su hija Neta está enferma, o lo finje? ¿Su suegra planea un complot contra él o sólo trata de defender la memoria de su hija? ¿Su madre comienza ya a estar senil o es la más lúcida de la casa? ¿Su matrimonio está basado o no en una violación? ¿Ibriya le era infiel con su vecino? ¿Qué tipo de relación mantiene su hija menor de edad con su jefe?

Todas estas y muchas otras preguntas irán sirviendo para plantearnos la problemática situación que rodea a un Yoel que, lejos de tomar partido, pasa la mayor parte de la novela reflexionando. Es así como, a pesar de que Oz titule esta obra Conocer a una mujer, buena parte de la misma la pasaremos intentando conocer a un hombre. Yoel hace un ejercicio instropectivo que lo lleva a replantearse la utilidad de sus actos y la necesidad de su trabajo. ¿Ha sido completamente libre siempre o han jugado con él para que se convirtiera en lo que es? ¿Está marcado por el doloroso destino del judío? ¿Hasta qué punto puede vivir sin su trabajo, sin una ocupación? ¿Es ya, como afirma Ibriya, una máquina de matar sin corazón, incapaz de hacer cualquier otra cosa? El año que pasa Yoel inmediatamente después de la muerte de su mujer le sirve para ponerse a prueba y para recapacitar todas sus acciones pasadas. Toma así una responsabilidad en la muerte de Ibriya y en la supuesta enfermedad de su hija, que piensa que podría haber evitado ejerciendo otro oficio; trata de rehacer su vida con varios altibajos, donde le tentarán y se dejará tentar para equivocarse una y otra vez hasta dar con la tecla que le permita ser feliz de nuevo.

Conocer a una mujer es una novela lenta, pero tan bien construida que engancha desde la primera página a la última. Oz genera una intriga en base a una serie de imágenes y escenas que funcionan muy bien en sucesión y que se conectan a través de los recuerdos continuos de un Yoel que en pleno duelo roza más de una vez la desesperación. Las palabras llegan cargadas de tristeza y en contadas ocasiones podemos encontrar elementos más desenfados  o cómicos. Oz consigue muy bien transmitirle al lector las emociones de su protagonista, con el que, a pesar de su mutismo general, es muy fácil empatizar, lo que, por supuesto, representa todo un logro.

La novela está escrita y ambientada en Israel, pero se presiente un cierto aire internacional que me ha gustado mucho. Si bien, hay muchas referencias a las costumbres isrealíes, también hay una cierta preocupación por lo que sucede en el mundo exterior. Se habla de las lluviosas y estrechas calles del centro de Londres, pero también de las chabolas entre pagodas de los suburbios de Bangkok. Se bosquejan ciudades como Madrid o Helsinki en función de los recuerdos que despiertan en el protagonista, por lo que su visión es sesgada y onírica. 

La intriga está muy bien regulada y funciona, a pesar de que la trama avanza a un ritmo bastante lento, aunque creo que lo más importante en Conocer a una mujer son las reflexiones que plantea y la belleza de una prosa dedicada al detalle y a la abstracción. No obstante, el punto este de Yoel recordando sus aventuras con la Mossad en países voluptuosos y las reuniones que tiene con su exjefe que tratará de convencerlo, incluso mediante su hija, de que vuelva al trabajo, tienen cierto toque de novela de espías que descoloca al lector y que lo pone en guardia ante cualquier trampa que pudieran tenderle a Yoel en un momento dado. ¿Conoce verdaderamente a sus nuevos vecinos estadounidenses? ¿Por qué su agente inmobiliario quiere de repente ser tan amigo suyo? ¿Puede uno fiarse de los demás si ha sido espía y asesino a servicio del gobierno de Israel? Para Yoel la respuesta obvia es no; así que lo veremos avanzar con mucho tiento a lo largo de cada una de las nuevas y cotidianas peripecias que le suceden en su inacostumbrado retiro. 

Una novela brillante para leer con calma que consigue que siga queriendo más libros de este autor israelí. El próximo no tardará en caer. Tenéis otra excelente reseña en Devoradora de libros

Más obras de Amos Oz reseñadas en esta esquina: Una pantera en el sótano, La bicicleta de Sumji, Queridos fanáticos



martes, 14 de noviembre de 2017

La bicicleta de Sumji, de Amos Oz



Sumji es un chico judío de unos once años que vive en el protectorado de Palestina meses antes de que se forme el estado de Israel. Aunque nada va demasiado bien en su mundo, cuando su tío, un estraperlista alemán, le regala una bicicleta de chica nada volverá a ser lo mismo. En una sola noche tendrá una serie de experiencias que le harán consciente de lo efímero que son los objetos materiales y la compañía de determinadas personas en el largo transcurso de la vida. La bicicleta de Sumji es un relato largo de Oz en el que trabaja desde lo que empiezo a creer que es su zona de confort: la infancia como niño judío en el protectorado británico de Palestina. Si bien Una pantera en el sótano me pareció mucho más sólida que esta Bicicleta de Sumji creo que para lo poco que pesa (casi) merece la pena, aunque si no se lee tampoco pierde uno gran cosa. Quizás no tenemos la visión adulta sobre la infancia que tanto sorprendía en Una pantera ni las cuestiones políticas y éticas gozan de esa profundidad, pero el tema es otro y la forma de narrarlo es bastante humilde, lo cual se agradece. Algo tan sencillo como la búsqueda de la estabilidad de un niño y el descubrimiento de que nada es eterno. Quizás lo que más me ha llamado la atención es la mención al sargento Dunlop y a las clases de inglés-hebreo que mantiene con el protagonista. Muy posiblemente ese diálogo habría sido el germen de Una pantera en el sótano, que Oz escribiría casi veinte años después.

Reseñas de obras de Amos Oz en esta esquina: Una pantera en el sótano, Conocer a una mujer, Queridos fanáticos, La caja negra,


viernes, 13 de octubre de 2017

Una pantera en el sótano, de Amos Oz




Jerusalem, 1947. Profi es un niño judío hijo de padres inmigrantes que se han asentado en la ciudad santa con la promesa de los Aliados de que la creación de un estado hebreo es inminente. Sin embargo, la retirada de las tropas inglesas del Protectorado de Palestina está tardando más de lo esperado, lo que lleva a los judíos allí afincados a organizarse en pequeños grupos de guerrillas que se dedican a sabotear al ejército inglés en la medida de lo posible. Como si no fuera suficiente el problema, los árabes autóctonos de la región ven amenazadas sus tierras y sus vidas, por lo que asistimos a un conflicto triple. En medio de todo este berenjenal, Profi crea con sus amigos un equipo de resistencia hebreo. Sin embargo, cuando en su vida aparece el joven sargento Dunlop la trama se tuerce, los prejuicios comienzan a desaparecer y los pilares patrióticos se resquebrajan hasta el punto de ser acusado de traición por sus amigos, familiares y camaradas.

La historia es narrada por el propio Profi, pero muchos años después, por lo que el retorno a los hechos de la infancia del narrador no se produce desde la fingida inocencia del niño, sino desde la madurez del adulto. Esto le permite implementar diversos saltos temporales, así como introducir reflexiones más sesudas y justificar, reorganizar y suprimir algunos actos que habría realizado como niño, dándonos la impresión de que el Profi niño era mucho más sensato e inteligente de lo que posiblemente habría sido. Este juego de edad que fuerza el narrador funciona muy bien dentro de la novela porque rompe con la figura típica del narrador infantil, anclado a una sintaxis y a una temática no demasiado elaborada para resultar verosímil, y que puede gustar un rato, pero que pasado determinado número de páginas se vuelve irremediablemente tedioso para cualquiera.

Amos Oz coje y desarrolla la tradición hebreica del Antiguo Testamento y, mediante la cita constante, intenta trasladar sus enseñanzas a las situaciones de la vida que le toca vivir al pequeño Profi, "un judío de la tierra de Israel" que, gracias al discurso paterno, siente el deber de protegerse a sí mismo y a los suyos de los invasores de la pérfida Albión, como ya se habrían protegido los judíos de todas las invasiones históricas que les tocaron. Sin embargo, cuando descubra que existen personas honorables en ambos bandos Profi se alejará del cómodo margen del prejuicio y entrará de pleno en  el dilema del patriotismo, sintiendo como sus ideas se desmoronan dentro de él y le hacen sentir culpable. Para él y para sus allegados se convertirá en un traidor por aproximarse al enemigo. Él lo justificará creando la fantasía de que en realidad sus conversaciones con Dunlop pueden servir como prácticas de espionaje para obtener información, lo que le llevará a sentirse traidor nuevamente para con el sargento, que lo trata con un respeto y un cariño al que no está acostumbrado. Convertido así en un doble traidor, Profi entiende que sus traiciones resultarán las experiencias más enriquecedoras que podría tener, pues estudiando diferentes perspectivas del mundo podrá elegir como construir su propio camino, entendiendo que éste va mucho más allá que la ideología adscrita a cualquier concepto de patria. En este sentido la novela de Oz constituye un ataque elaborado y sútil al patriotismo, otorgando más importancia a la vida de los individuos que a las diferencias étnicas, idiomáticas y territoriales. Persiste la identidad y la integridad como persona individual sobre la pertenencia a un grupo u otro, una cuestión que a algunos les parecerá obvia, pero a otros no tanto. Otros temas e ideas presentes en Una pantera en el sótano y que casi me voy a limitar a mencionar por falta de tiempo son: el amor por los libros, la primeras inquietudes sexuales de la pubertad, las películas hollywoodienses de los 1940s y su universo de actores y actrices todavía en blanco y negro, el despotismo fascista -que puede apreciarse en el discurso de Yardena sobre los mecanismos de su hermano para manipular a sus amigos-, el deber de prestar ayuda a cualquier ser humano, la capacidad para perdonar grandes afrentas y así vivir en paz con uno mismo, etc.

En definitiva, un libro bastante recomendable sobre todo por las ideas presentes en él -muy a flor de piel ahora con todo el barullo mediático de Cataluña y la democracia española- y alguna que otra escena especialmente enternecedora que empatiza excelentemente con el lector y que le da muchísima fuerza. Los personajes están bastante bien construidos y se sienten simbólicamente muy vivos. El nivel intertextual es también una maravilla, con una complejidad camuflada que consigue que puedas leerlo sin problemas si ignoras las referencias, pero que te aportará mucho más si vuelves a él una vez las tengas. Podéis encontrar más reseñas en Un libro al día (a quienes agradezco haberme descubierto el libro) y en La brújula literaria (de una brillante lucidez, si se me permite decirlo).

Más reseñas de obras de Amos Oz en esta esquina: La bicicleta de Sumji,Conocer a una mujer, Queridos fanáticos, La caja negra