miércoles, 13 de mayo de 2015

Oscar Collazos

Oscar Collazos
Fotografía de Carlos Duque
DE OTROS MUNDOS

FICCIONES


Óscar Collazos 
(29 de agosto de 1942 - 17 de mayo de 2015)


Nace en Bahía Solano el 29 de agosto de 1942 y fallece en Bogotá el 17 de mayo de 2015. Hijo de padre caleño y madre chocoana. Su infancia transcurre en esta población del Océano Pacífico, de esta época dan testimonio algunos de sus relatos y novelas. En Buenaventura donde pasa su adolescencia encuentra su vocación literaria a raíz de las lecturas que realizó en la biblioteca pública de esa ciudad. Llega a Bogotá a comienzos de los años sesenta para cursar estudios universitarios donde tiene los primeros contactos con escritores e intelectuales de la época como Germán Vargas, Marta Traba, Germán Espinosa, Santiago García, Enrique Buenaventura, entre otros. En esta época publica sus primeros relatos que fueron bien recibidos por la crítica por algunos aspectos innovadores como la introducción de un mundo familiar conflictivo, el tema erótico y el manejo de unas técnicas literarias prácticamente inéditas en la narrativa de la época. También colabora con entrevistas, ensayos y reseñas en algunas revistas literarias como ECO y Letras Nacionales. En esos momentos se estaba configurando una generación de escritores que en bloque se proponían no solamente un enfrentamiento al Nadaísmo sino a ciertos valores dominantes en la literatura colombiana tradicional. A los escritores de esta época les correspondió revalorizar y seguir una línea de continuidad trazada por autores como José Félix Fuenmayor, Álvaro Mutis, Álvaro Cepeda Zamudio y García Márquez.

Llega a París en 1968, luego de un largo viaje por los países del Este a los que había sido invitado por sus primeros logros literarios. Era un escritor progresista lleno de intenciones revolucionarias que coincidieron con el movimiento estudiantil de mayo de ese año. Sobrevivió gracias al apoyo de Carlos Duplat y dando clases de español a la novelista Christiane Rochefort.

Regresa a Colombia y a los pocos meses es invitado por la Casa de las Américas de Cuba para formar parte del jurado del concurso anual de cuento de este organismo y posteriormente ingresa a dirigir el Centro de Investigaciones Literarias en reemplazo de Mario Benedetti. Gracias a esta experiencia se interesó por sistematizar gran parte de la literatura latinoamericana, de este trabajo quedan testimonios como el libro Los vanguardismos en la América Latina, su polémica con Cortázar y Vargas Llosa y numerosos textos sobre literatura latinoamericana que han sido editados en diferentes países. En la Habana conoció y entabló amistad con escritores de la talla de Alejo Carpentier, Julio Cortázar, Benedetti, Eduardo Galeano, Goytisolo, Fernández Retamar, etc.

Llega a Barcelona, frecuenta al poeta Jaime Gil de Biedma, tiene amistad con Juan Marsé, también se encuentra con los editores Carlos Barral y Ester Tusquets y se le abren las puertas del mundo editorial.

Fue escritor invitado del Berliner Kunstlerprogramm y colaborador invitado de la Agencia EFE en la sección grandes firmas.

Después de veinte años de ausencia, Collazos retornó a Colombia en 1989. Fue un momento de reflexión para el autor, quien tuvo la sensación de que había estado ausente de la violencia y del proceso de lo que denomina la “criminalización” de la sociedad colombiana. En esta época se vinculó como colaborador habitual al Magazín Dominical del diario El Espectador, donde publica ensayos y reseñas. Ha publicado varias colecciones de ensayos, algunos de sus cuentos y novelas fueron traducidos al alemán, francés, italiano y danés.

Actualmente mantiene una columna de opinión en el diario El Tiempo y es colaborador habitual de las Revistas: Cromos, Diners, Soho y de otras publicaciones culturales de habla hispana. Está casado con María Jimena Rojas Casas. Tiene una hija, Laia, de su matrimonio con la escritora española Nuria Amat. Vive en Cartagena de Indias, desde allá sigue escribiendo, sigue involucrado en proyectos académicos, investigativos, periodísticos y narrativos.

UNIVERSIDAD DEL VALLE

Óscar Collazos
Foto de Carlos Duque

Bien sea metido en los avatares de la experimentación, o sorteando las particularidades del compromiso político, o lidiando con los requerimientos que en la actualidad plantea la cultura de masas, Óscar Collazos nos entrega siempre la experiencia de un escritor que ha estado atento al pulso de su tiempo. Sus cuentos son el testimonio y la vivencia de un viajero infatigable que ha trasegado geografías diversas, que ha empleado a fondo su pluma desde una sinceridad a veces descarnada pero siempre reveladora. La suya es sin duda una de las obras narrativas más sólidas de la literatura colombiana contemporánea. Y recorrerla es una gran fortuna para cualquier lector.

Alejandro José López Cáceres


Oscar Collazos
Foto de Carlos Duque








La literatura, la felicidad, el dolor 
y la enfermedad según Collazos


Muchas historias han pasado por su vida, sus relatos y su poderosa narrativa.

Por María Paulina Ortiz
27 de enero de 2015

“Mi infancia en Bahía Solano, hasta los 7 años, son muchas imágenes confusas y hermosas. Muchas veces he creído que, por su sencillez, son lo más parecido a la felicidad: el mar, el marco de la bahía cubierto por la neblina del atardecer, la selva cercana, los juegos de niño bajo la lluvia, una humilde y grande casa de madera...”.
Óscar Collazos cuenta esto vía correo electrónico. En un mensaje previo, la semana pasada, yo le preguntaba por su niñez en Bahía Solano, el lugar donde nació el 29 de agosto de 1942 y que está marcado en su literatura. Tanto como lo está Buenaventura, el siguiente destino que tomó su familia: su papá caleño, su mamá chocoana, los once hijos de la pareja.

No había libros en casa.
Tampoco lectores.
Su primaria y su bachillerato los cursó en colegios públicos de Buenaventura y fue allí, gracias a algunos profesores que se dieron cuenta de su talento para contar y escribir historias, donde Collazos empezó a interesarse en la literatura. Primero como lector. Lector desordenado de los libros que encontraba en la biblioteca del colegio.
Lector voraz.
“En la biblioteca pública de la ciudad, el bibliotecario Cleofás Garcés Rentería guardaba para mí dos tomos de las obras de Shakespeare y ‘Hojas de hierba’, de Whitman, en la traducción de León Felipe. No se los prestaba a nadie. Al terminar el bachillerato, había leído lo que puede leer un joven ilustrado. Así que llegue azarosamente a la literatura y de allí a la escritura”.
Escribía cuentos y poemas (que él mismo define hoy como “muy malos”). Tenía 20 años cuando el Magazín de El Espectador publicó uno de esos primeros relatos y entonces el joven Collazos sintió que había tocado el cielo con “la punta de un dedo”. Y pensó que lo que le decían los profesores tal vez era cierto: que escribía bien. Que podría, por qué no, ser escritor.

***
“Cuando la madre dijo, sin ningún esfuerzo, que a la medianoche se acabaría el mundo, ‘y todos deben confesarse para quedar en paz con Dios’, el menor de los hermanos se arrimó a sus faldas y empezó a berrear con un berrido que solo pararía cinco horas después en el agotamiento y el cansancio”.

Así comienza 'Eclipse', uno de sus primeros cuentos, incluido en 'Son de máquina', el libro que (junto a El verano también moja las espaldas, editado en 1967 con ocho relatos reunidos) generó un entusiasmo enorme entre narradores importantes como el propio Gabriel García Márquez y Álvaro Cepeda Samudio, y entre críticos como Ernesto Volkening. Catalogaban a Collazos como una de las mejores voces literarias que aparecía en el panorama, un autor que llegaba para proponer nuevas formas narrativas.

Los primeros relatos de Collazos, publicados cuando tenía 25 años, fueron recibidos con elogios por Gabo y Cepeda Samudio.
Collazos dice hoy:
“El primer sorprendido por la acogida de ese libro fui yo. Y más sorprendido aún porque fue elogiado por grandes escritores admirados por mí. Esos cuentos no fueron escritos con el propósito de cambiar un estilo o desafiar una tradición; fueron escritos con naturalidad y con el empuje secreto de algunas influencias, la de escritores como Cortázar, Salinger, Hemingway, Joyce, Cabrera Infante, William Saroyan. Lo inédito era quizá el mundo que recreaban”.
Un mundo que reflejaba la vida de los extramuros.

Con dosis de violencia, y erotismo.
Un mundo que tenía un escenario propio: Buenaventura. La primera etapa de su obra literaria está definida por esta ciudad; relatos protagonizados por jóvenes que rompen con el orden establecido en casa, que quebrantan las normas morales, todo en medio de una vida de pobreza y del ingenio al que deben acudir para su supervivencia.
“Buenaventura tenía el laboratorio más intenso que pueda conocer un muchacho en los comienzos de su vida: el puerto y la vida portuaria, con su componente cosmopolita. Se perdía la inocencia rápidamente”.
Pero Óscar Collazos no iba a quedarse quieto en un solo lugar. Eran finales de los años 60. Y él era un joven con ganas de escribir, de cambiar el mundo con las letras. ¿A dónde ir?
Llegó a París, por supuesto. Antes había realizado un recorrido sustancioso por la Unión Soviética, por Cuba y algunos países del Este donde era invitado no solo por sus logros literarios, sino por sus coincidencias ideológicas: Collazos era también un muchacho progresista, convencido entonces de muchas de las ideas de izquierda. Para abril de 1968 ya estaba en París y recuerda así una de las experiencias que vivió:
“Un día me encontré con el director de teatro Carlos Duplat y me preguntó si quería darle clases de español a una escritora francesa. Le pregunto quién. Christiane Rochefort, me dice. Yo había leído dos de sus novelas: ‘El reposo del guerrero’ y ‘Los niños del siglo’. Le dije que sí. Y me encontré dándole clases de español a una mujer encantadora. No solo me pagaba, me dio las llaves de un estudio para que viviera allí, con agua caliente y calefacción. Recuerdo sus diez gatos. Se subían a la mesa y ella les daba el desayuno. Me preguntó si quería conocer escritores. A Marguerite Duras y Simone de Beauvoir, entre otros. Me dio pánico. ¿Para qué conocerlas? Me bastaba leerlas y admirarlas”.
También vivió en Barcelona y compartió allí con algunos de los autores que en ese momento empezaban a formar el llamado 'boom' latinoamericano. García Márquez, Vargas Llosa, José Donoso y un escritor que para la propia biografía de Collazos era muy importante, no solo por la influencia que tuvo en su obra sino por el debate que protagonizó a su lado: Julio Cortázar.
A finales de 1969, Collazos –que trabajaba en ese momento en Casa de las Américas, en La Habana, como director del centro de investigaciones literarias– escribió un ensayo en la revista 'Marcha', de Uruguay. La nota mereció una respuesta de Cortázar, a la que siguió una de Collazos y así hasta dar pie a un intercambio de textos que terminaron por conocerse como Revolución en la Literatura y Literatura en la Revolución. Entre otras frases, Cortázar escribió: “La novela revolucionaria no es solamente la que tiene un ‘contenido’ revolucionario sino la que procura revolucionar la novela misma”. Se armó un debate, que tomó por sorpresa hasta a Collazos.
“Todo el mundo quería intervenir. Creo que el tema que trataba era un tema de época: los escritores y las revoluciones, la literatura y la política, la realidad y la imaginación. Claro, estaba de por medio un momento tenso y difícil de la política cultural de la Revolución cubana y, en cierto sentido, la polémica se leyó desde esa perspectiva”.
Y agrega, en su correo electrónico:
“Yo era un joven simpatizante de la Revolución cubana y, encima, escritor de ficciones. Desde allí salieron mis puntos de vista, algunos de los cuales superé poco tiempo después”.
Al final ese intercambio de ideas, como lo llamó Cortázar, fue publicado por varios medios latinoamericanos. Luego la editorial mexicana Siglo XXI lo volvió libro.
***
Collazos siguió fuera del país sin dejar de ser un escritor colombiano. La distancia le servía, sin embargo, para “bajarle el voltaje a la vanidad personal, tan cultivada en la provincia”.

A partir de su regreso a Colombia, a inicios de los años 90, en uno de los momentos más duros de la violencia nacional, comenzaron a aparecer en sus páginas, de forma más directa que en sus primeros relatos, la guerra y sus protagonistas. En una ocasión, el escritor uruguayo Mario Benedetti dijo sobre Collazos: “La realidad parece haberse convertido en una innegable provocación para los narradores colombianos. Unos, como García Márquez, tienden a hacerla mito; otros, como Óscar Collazos, a desmitificarla”.
Esto se ve en libros como 'La modelo asesinada', 'Rencor', 'Señor Sombra' y, más reciente, en su novela 'Tierra quemada'. Volver al país le implicó un proceso de adaptación difícil del que, sin duda, alimentó mucho su obra posterior.
Collazos recuerda:

“Un día le pedí el carro a un amigo y me atreví a manejar al mediodía en Bogotá: La Jiménez, la décima, la Caracas... Regresé a casa enfermo. Sentí que había llegado a Colombia, al reino de la transgresión, la agresividad, del sálvese como pueda, malparido”.
'Tierra quemada' (publicado en 2013) es, en efecto, una alegoría de esta guerra que nos ha tocado vivir. Un libro que revela lo que la violencia hace en el alma. También es una de las novelas más exigentes que ha escrito Collazos. Porque fue imaginar un país devastado, envuelto en una violencia que parece no tener fin.
“Yo no elegí ni la violencia ni la guerra como temas de mis libros. Fui cochinamente elegido por la violencia y la guerra en la medida en que han ocupado mi vida consciente y el imaginario de mi generación. Se nos han metido hasta debajo de la cama. No he hecho más que responder a ese tumor, tratando de extirparlo con la escritura”.
***
Collazos escribe esto en su computador, en su casa en Cartagena, donde decidió irse a vivir desde hace varios años. Collazos no pasa al teléfono porque ha estado enfermo. En agosto del año pasado, después de varios exámenes y consultas médicas para determinar el origen de una disfonía, le diagnosticaron una enfermedad de las neuronas motoras.
“Es un enfermedad progresiva que afecta el sistema muscular. Nos hemos resistido a etiquetarla como ELA (Esclerosis lateral amiotrófica), así sea de la misma traviesa familia. Desde entonces, el impacto de la enfermedad ha sido notable, aunque sigo teniendo autonomía motriz y realizando a plenitud mi trabajo intelectual. Hemos preferido mantener esta situación en discreción, pese a que gran parte de los familiares y amigos conocen la situación”.
La enfermedad, tan propia de la vida como de la literatura, ha sido tratada por Óscar Collazos en su obra. Su novela 'En la laguna más profunda' (publicada en 2011) habla de “la enfermedad del olvido”, el alzheimer, y él la describe como uno de los textos más conmovedores que ha hecho.
Conocedor como es todo buen escritor del alma humana, dueño como es todo buen escritor de una gran sensibilidad, ¿cómo ha sido la relación de Óscar Collazos con su propia enfermedad? Es una de las preguntas que le envié y que él respondió así:
“He estado aprendiendo a vivir con sus síntomas. Espero aprender más, pero si de algo he aprendido ha sido de la dimensión del amor y la amistad. Todo es imprevisible. La enfermedad, como el dolor y la felicidad, son experiencias íntimas”.


Oscar Collazos
SOBRE LA AMISTAD
18 de marzo de 2015

El poeta Jotamario Arbeláez acaba de publicar en El País de Cali uno de los más bellos textos que yo haya leído sobre esa afortunada desviación del amor llamada amistad: ‘La ciudad de los amigos’. He leído el escrito fingiendo no ser su amigo. De esa forma me obligaba a buscarlo y decirle que a alguien que escribe así sobre la amistad hay que tenerlo de amigo.

Una de las cosas más gratificantes que uno encuentra a cierta altura de su vida es el hecho comprobado de no tener enemigos, que si creyó haberlos tenido no fue más que un malentendido. Una de nuestras grandes frustraciones debería ser, en cambio, no habernos podido reconciliar con los amigos que, por una suma de malentendidos, superables si se excluía la vanidad, parecían enemigos. Un enemigo es a veces el viejo amigo a quien no se tuvo la delicadeza de decirle ‘me equivoqué, lo siento’.

Las guerras son espantosamente, horriblemente inútiles, no solo porque las partes pretendan destruirse hasta la humillación, sino porque, infligida la derrota, no queda cabida para la amistad, sino para el resentimiento y la venganza.

“La amistad conserva los muertos con vida, saca vino del agua, le da ojos al que está ciego, impide que a las prostitutas les tiren piedras”, escribe Jota. “Gracias a la amistad se conserva la esperanza de que no se acabe la especie, el vecino duerme tranquilo, se hace más vivible la tierra, cobra fuerza la carcajada”.

Las amistades, como los amores, se cultivan, se riegan y se abonan. En la adolescencia de mi generación, casi todos los que leíamos libros nos conmovimos con las historias de Herman Hesse: DemiánEl lobo estepario, etc. La amistad tocaba los límites de la ambigüedad. Y esa era la inquietante belleza platónica de esos textos. Tal vez por eso no es aconsejable volverlos a leer: conmueven una sola vez.

La menos amistosa de las actividades humanas es la política. Está hecha de pragmatismo y resultados, se vuelve más eficaz en la medida en que renuncia a principios morales como el respeto y la lealtad. La política y el deseo de acumular fortuna transgreden más fácilmente las normas de la amistad. En la política y en los negocios se pierden los mejores amigos.

Jotamario –que es un poeta juguetón y gocetas– es capaz de ser optimista y decir que “en pocos lugares como en Colombia es tan cálida y tan firme la mano de la amistad”. Si es así, se me ocurre pensar que los colombianos somos lo que dice Jota por una especie de mecanismo defensivo: desde que somos un país, no hemos dejado de matarnos.

Muchos aceptarán conmigo que somos un país de desconcertantes extremos: la ferocidad que nos separa está en el polo opuesto de la sensiblería que a veces nos une. Vamos de 'La copa rota' a 'La cuchilla', de las Hermanitas Calle. Pero si la ferocidad es el trabalenguas de quienes por odiarse buscan destruirse, la sensiblería, que no hace daño a nadie, sería mil veces preferible: es la más sencilla y desvergonzada expresión de la amistad, preferible al par de piedras inamistosas de los resentidos.

Entre líneas, sin atreverse a decirlo, Jotamario Arbeláez –mi amigo desde hace 50 años– quiso decir que, aunque parezca utópico, nos queda la amistad para ir convirtiendo este país en una geografía vivible. Fue el gran sueño de Walt Whitman, el juglar de la fraternidad en la poesía moderna. No es que vayamos a volvernos amigos de todo el mundo. Lo aconsejable sería vacunarse contra la peste rabiosa de una guerra que ha vuelto enemigos a quienes podrían tolerarse y tratar de vivir relativamente juntos. Juntos, respetándose. No estaría mal hablar también del efecto civilizador de la amistad.

EL TIEMPO



Oscar Collazos

Alfonso Carvajal
UN OSCAR PARA COLLAZOS

Lo conocí gracias a Guido Tamayo a su regreso de Barcelona; corría el año de 1992. Tuvimos de inmediato la empatía por el Chocó y la literatura. Él, porque había pasado su infancia en Bahía Solano, y ya tenía una reconocida trayectoria en las letras. Y yo, por mi tránsito como corresponsal de este diario en ese maravilloso y paradójico departamento del Pacífico colombiano y la publicación de mi ópera prima El desencantado de la eternidad, una recreación de las fiestas de San Pacho en Quibdó. Tuve la fortuna de ser su editor en la Biblioteca del Darién (Colcultura), con la publicación de Fragmentos del Pacífico, una serie de relatos suyos sobre el Chocó y Buenaventura, antes de comenzar su periplo europeo.

Recuerdo de esa época remota a un Óscar vital, irónico, y su voluptuosidad de animal literario. El azar me permitió tenerlo de jefe en el programa Al filo de la madrugada, de Señal Colombia, un magazín de las veleidades y sorpresas que trae la noche.

Como jefe, fue laxo y bonachón, exhibía una inmensa ternura detrás del director conspicuo y de alto vuelo intelectual. Una vez que realicé una crónica nocturna sobre el tango en Bogotá, llegué a Inravisión pasado de tragos y lo encontré de frente; él tuvo la sabiduría de pasar de largo para evitarnos un bochorno mayor. Luego, celebrando su medio siglo de existencia en su apartamento de las Torres del Parque, no olvido a las cinco de la mañana en un excéntrico ritual –somos recolectores de imágenes– cantando, con su boca de negro ‘jaggeriano’ Satisfaction, de los Rolling Stones, y luego emular al monstruo Pavarotti con una fidelidad sorprendente. También lo acompañé con Ruth, mi compañera de ruta, a un matrimonio fallido en una finca de la Sabana. Si algo ha distinguido a Collazos es su generosidad, en las malas y en las buenas, un gran anfitrión, un amigo de sus amigos.

Ahora, que una súbita tempestad ha nublado su vida, mas no su lucidez, que sigue allí resguardada como un faro inalterable, dijo en medio del caos: “Una de las cosas más gratificantes que uno encuentra a cierta altura de su vida es el hecho comprobado de no tener enemigos, que si creyó haberlos tenido no fue más que un malentendido”. Estas palabras lo enaltecen y enaltecen la amistad, esa cosa vaporosa y duradera, esa línea sutil que nos da la última posibilidad de la esperanza.

EL TIEMPO



Óscar Collazos

Recuerdos de Óscar Collazos

"Le prometí que nos veríamos en junio en Cartagena. Pero no se pudo. La esclerosis lateral amiotrófica que lo atormentaba desde hacía un año cortó su vida".

Por Jose Luis Díaz-Granados
Bogotá, 17 de mayo de 2015, 2:38 PM

Una noche de marzo de 1966, el novelista Manuel Zapata Olivella convocó en su apartamento del barrio Santa Fe a un grupo de jóvenes colaboradores de su revista Letras Nacionales. Se trataba de hacerle un homenaje a Jorge Artel, conocido como "el poeta de la raza negra", hombre de izquierda y exiliado en Panamá a raíz de los sucesos del 9 de abril de 1948, quien acababa de retornar a Colombia. Viejos amigos de Artel como Manuel Mejía Vallejo y el novelista chocoano Arnoldo Palacios, aguardaban ansiosos su llegada.

Cuando el fornido escritor ingresó a la sala del pequeño apartamento todos los presentes nos pusimos de pie. Aparte de los ya citados, éramos unos noveles escritores que apenas rebosábamos los 20 años y ninguno, salvo Germán Espinosa, tenía libro publicado. Recuerdo, además deGermán, a Luis Fayad, a Olga Elena Mattei (poeta y bellísima modelo antioqueña), a la pintora Josefina Torres y a Óscar Collazos, con estampa de boxeador, tímido y expectante, quien había publicado en la revista de Manuel un cuento sobre un burdel en Semana Santa, escrito en impecable estilo y con aciertos narrativos sorprendentes, el cual había suscitado laadmiración pública de Gabriel García Márquez. Desde entonces, entre el cuentista de Bahía Solano y el escritor de Aracataca se suscitó una buena aunque distante amistad. (En los años 80, Collazos publicó una semblanza de Gabo, titulada: García Márquez, la soledad y la gloria).

A partir de la tertulia en casa de Manuel, comenzamos a reunirnos casi todas las tardes en la sala de Letras Nacionales. Allí se realizaban recitales poéticos y lecturas de cuentos de jóvenes inéditos, siempre regados con ron "Tres Esquinas" o aguardiente "Néctar", encuentros que luego prolongábamos en los cafés circunvecinos del sector de Las Nieves.

La empatía entre Collazos y quien esto escribe fue inmediata. Me llamaban la atención su desfachatez, la seguridad de sus conceptos siempre originales y sorprendentes y la total antagonía con la solemnidad bogotana. Cuando alguien preguntaba a los nuevos autores por los comienzos literarios, hablábamos de las novelas de Joyce, Faulkner, Hemingway o de El cuarteto de Alejandría, de Durrell, que se convirtió en lectura emblemática de nuestra generación. Óscar, por el contrario, soltaba la carcajada y decía: "Mientras ustedes estaban leyendo a Faulkner y a Durrell yo estaba bebiendo aguardiente "Platino" en los burdeles de Buenaventura"...

A mediados de 1966 publicó su primer libro de cuentos, El verano también moja las espaldas, - obra que sigo considerando la mejor de Collazos, por encima de sus novelas- y casi enseguida, Son de máquina, también de cuentos. Durante esos años, hasta que viajó a Europa del Este, París y luego a Cuba (donde reemplazó a Mario Benedetti en la dirección delCentro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas), anduvimos por Bogotá "para arriba y para abajo", siempre fumando, tomando café y bebiendo aguardiente, discutiendo de literatura y política, recorriendo las calles del centro y de Chapinero sin un peso en el bolsillo, visitando alnovelista José Stevenson, quien tenía una biblioteca gigantesca, alternando con otros escritores como Germán Espinosa, Luis Fayad, Jotamario Arbeláez, Eduardo Escobar, Roberto Burgos Cantor, Hugo y Roberto Ruiz, Alberto Duque López, Umberto Valverde, Policarpo Varón, Fernando Cruz Kronfly, Fanny Buitrago, Isaías Peña Gutiérrez, Óscar Alarcón Núñez y los poetas de la "Generación sin Nombre" (Giovanni Quessep, Juan Gustavo Cobo Borda, Álvaro Miranda, Darío Jaramillo Agudelo y Augusto Pinilla), entre otros. 

Fui testigo de muchas noches de penurias y altibajos: recuerdo a Óscar con una preciosa mulata, con una rubia italiana, con una elegante galerista; también, quejándose de un dolor de muelas; o con un sello negro en el ojo causado por una pelea callejera el día anterior; tomando café fuerte en abundancia con todos nosotros, admirados ante una lúcida disertación ideológica del joven maestro barranquillero José Ramón Llanos Henríquez; discutiendo con el maestro Eduardo Carranza y atacando su actitud a favor del franquismo; respetuoso y con temor reverencial ante León de Greiff, Jorge Zalamea y Luis Vidales, y defendiendo a Cuba, a Fidel y a su Revolución con vehemencia provocadora ante los dirigentes del liberalismo reinante en Colombia.

Durante muchos años dejamos de vernos. Collazos estuvo varios años viviendo en Barcelona. Siempre inquieto, tanto política como intelectualmente, sus opiniones suscitaban polémica y atención obligada. En 1970 publicó un libro que lo proyectó internacionalmente: Revolución en la literatura y literatura en la revolución, en coautoría con Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa. Publicó luego media docena de novelas, todas ellas interesantes - Crónica de tiempo muerto, Todo o nada, Fugas, Morir con papá, La modelo asesinada, Señor Sombra y Rumor-, con el estilo ágil y elegante que lo caracterizaba, aunque siempre nos dejó con la impresión de que su "gran" novela se le había escapado de las manos. A nuestra generación nos dejó esperando con su novela estelar.

En Colombia se destacó en los últimos veinte años en el diario El Tiempo como columnista de opinión culto, racional y rebelde. Estaba vinculado a la Universidad Tecnológica de Bolívar y participaba con su luminoso saber en eventos literarios tanto en el país como en el exterior. Me sorprendió verlo hace pocos años en un congreso literario en Cali,confundido entre el público que escuchaba una conferencia mía sobre Pablo Neruda. Al final me felicitó por mi "poder hipnótico" en la narración de la vida novelesca del poeta chileno.

Hace dos meses recibí una carta de Óscar en la que me invitaba a participar en un diplomado sobre Gabo: "Pensé en ti -me escribe- para que nos dieras una conferencia sobre la saga de los García Márquez, una especie de árbol genealógico en cuyas ramas estás enredado".

Le prometí que nos veríamos en junio en Cartagena. Pero no se pudo. Laesclerosis lateral amiotrófica que lo atormentaba desde hacía un año cortó su vida en la mañana del 17 de mayo de ese 2015, un año y un mes después de que abandonara este mundo el fabulista de Macondo. Había nacido en Bahía Solano (Chocó), el 29 de agosto de 1942. En el mar de su ciudad natal serán regadas sus cenizas.

EL ESPECTADOR



Óscar Collazos






Murió el escritor Óscar Collazos, 

en una clínica en Bogotá

Fundación Cardioinfantil, donde permaneció bajo cuidado médico, confirmó la noticia.


El escritor y columnista Óscar Collazos murió en la madrugada de este domingo en la Fundación Cardioinfantil, en Bogotá, según informó el centro médico.  
En agosto de 2014 le diagnosticaron al escritor una esclerosis lateral amiotrófica, ELA, que, entre otros síntomas, le producían “dificultades de deglución” y en el habla. “Me puedo mover por mis propios medios, pero me fatigo pronto y demasiado”, escribió en febrero de este año en una columna dirigida al científico colombiano Rodolfo Llinás.


A pesar del avance de su enfermedad, Collazos reiteró que su vida intelectual seguía siendo la misma. “Escribo mis columnas de opinión cada semana y trabajo en la escritura de una nueva novela, mientras descubro una dimensión desconocida del amor y me conmuevo con la solidaridad de los amigos”,  dijo.


Su espacio editorial en EL TIEMPO, titulado ‘Quinta columna’, lo tuvo desde 1997 y fue reconocido con el Premio de Periodismo Simón Bolívar en el 2003, por su columna ‘Soy zurdo a mucho honor’. Un año más tarde, recibió el mismo galardón, con la columna ‘Bebo luego vivo’, que publicó en la revista ‘SoHo’. Sin embargo, el autor de libros como ‘Rencor’ y ‘Tierra quemada’ era colaborador habitual de ‘Lecturas’, el suplemento cultural de esta casa editorial, desde 1993.


Nacido en la población de Bahía Solano, el 29 de agosto de 1942, Óscar Collazos se inició en la literatura con unas obras muy comprometidas con la región Pacífica colombiana.

Su última columna en EL TIEMPO fue publicada el pasado 7 de mayo, titulada El ladrón de libros, sobre el robo de un ejemplar de la primera edición de 'Cien años de soledad' de una vitrina de la Feria Internacional del Libro de Bogotá.




BIBLIOGRAFÍA

Novelas
  • Crónica de tiempo muerto (1975)
  • Los días de la paciencia (1976)
  • Memoria compartida (1978)
  • Todo o nada (1979)
  • Jóvenes, pobres amantes (1983). Incluye el texto "De putas y virtuosas"
  • Tal como el fuego fatuo (1986)
  • Fugas (1988)
  • Las trampas del exilio (1992)
  • Adiós a la virgen (1994)
  • Morir con papá (1997)
  • La ballena varada (1997), novela juvenil
  • La modelo asesinada (1999) / titulada en España La muerte de Érika (editorial Espasa)
  • El exilio y la culpa (2002)
  • Batallas en el monte de Venus (2004)
  • Rencor (2006)
  • Señor Sombra (2009)
  • En la laguna mas profunda (2011)
  • Tierra quemada (2013)

Cuentos
  • El verano también moja las espaldas (1966)
  • Son de máquina (1967)
  • Esta mañana del mundo (1969)
  • A golpes (1974)
  • Biografía del desarraigo (1976)
  • Adiós Europa, adiós (2000)
  • Cuentos escogidos (2011)

Antologías y otras obras
  • Primeros cuentos (1964-1968), edit. Universidad del Valle (1993)
  • Obra en marcha 2. La nureva literatura colombiana, edit. Instituto Colombiano de Cultura (1976)
  • Literatura en la Revolución y Revolución en la Literatura (coautor con Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar) (1970))
  • Disociaciones y despojos (1974), obra autobiográfica
  • Los vanguardismos en la América Latina (1977)
  • Textos al margen (1979)
  • Malraux (1982)
  • García Márquez: La soledad y la gloria (1983)
  • Para un final de siglo (1991), ensayos breves publicados por Agencia EFE en serie Grandes Firmas)
  • Arte y cultura democrática (coautor) (1994)
  • Cartagena en la olla podrida (2001) investigación sobre la corrupción en Cartagena
  • El poder para quién (2001) , entrevistas con candidatos a la presidencia de Colombia, 2002-2006
  • Cartagena de Indias: Visión panorámica desde el aire (2002)
  • Desplazados del futuro (2003)