El catastrofismo, igual que el exceso de jolgorio, suele convertirse en prisión emocional de la opinión pública una vez han contrastado que su hilo, como conductor de corriente, mueve tantas pasiones como portadas es capaz de generar. El análisis, sin embargo, como punto de partida a la hora de predecir cualquier barbaridad, es apartado a un lado de la mesa porque interesa más creer lo que va a pasar antes de deducir en qué estado llegarán los barcos realmente al puerto.
Suele ser tradición que los equipos grandes se dejen puntos a principio de temporada. Suele ser tradición porque en la vorágine comercial en la que vivimos, cada uno de nuestros equipo se ha convertido en carne de mercado y, a medida que aumentan su grandeza patrimonial, van planificando sus veranos en función a una ley de la oferta y la demanda que les envía cada vez más lejos y cada vez durante más tiempo.
A los equipos importantes les interesa más el final que el principio. Les interesa más estar como una moto en marzo que estar como un Ferrari en septiembre. Por eso, por planificación, por desinterés y por filiación mercantil, suelen ser comparsas a final de verano para irse convirtiendo, poco a poco, en auténticos adalides de la competición. Y es por ello que suelen tener malos comienzos de temporada que van solventando con el paso de los meses y, sobre todo, con la aplastante diferencia de talento que atesoran en comparación con el resto de sus rivales.
Pero, claro, para qué vamos a tomarnos en serio el análisis, para qué vamos a perder el tiempo mirando atrás y para qué vamos a saber que, realmente, la liga se la van a jugar entre los dos de siempre por más que los agoreros de la desinformación se empeñen en vender emergencias y catástrofes. No son fáciles los comienzos de temporada porque falta tensión, capacidad física y poder de reacción. Y, sobre todo, falta la motivación de saber que la temporada ha empezado de verdad. Cuando empiece la Champions y la maquinaria empiece a funcionar, los engranajes irán moviendo la locomotora y entonces los que hoy son agoreros serán cómplices de la exageración. Pero en el sentido contrario. En cuanto ganen cuatro partidos seguidos, ya no habrá equipo que se les compare en la historia del deporte.