lunes, 30 de marzo de 2009

Hablando del Madrid con Rubén

Pocos hinchas pueden presumir de llevar al Real Madrid tan dentro del corazón como Rubén Alcalde. Cada día, desde su bitácora particular, El Siete Blanco, nos pone al día de la actualidad de su equipo con su particular e interesante punto de vista. Desde este blog, hemos intentado acercarnos lo más posible a su pasión para tener una charla sobre su equipo que, esperamos, resulte tan interesante de leer como a mí me resultó mantenerla.

El Fútbol del Pablo: Buenos días Rubén. Empezamos por la pregunta de rigor ¿Por qué eres del Real Madrid?
Rubén: Típica pregunta que no sé contestar. Yo siempre he tendido a ser de la Real Sociedad por 'presiones' familiares. Mi padre, realista de verdad, siempre me intentó inculcar esos colores. Pero, de la noche a la mañana, inexplicablemente, quizá debido a que ya tenía una edad y comenzaba a pensar por mi mismo (unos 6 años) me empecé a fijar en el Real Madrid. Quizá por sus jugadores, por su grandeza... o por ser diferente a los demás. El caso es que ahora, porque mi tío es del Athletic, si no, yo sería la oveja negra de la famila. Creo que mi padre me guarda cierto rencor desde entonces...

EFDP: ¿Ningún otro miembro de tu familia es del Madrid?
R: Para nada. Soy de San Sebastián y, como respondo arriba, salvo mi tío, del Athletic, todos son de la Real, 'txuri urdin' hasta la muerte. El único inteligente, como puedes ver, yo. Jeje.

EFDP: ¿Cuál es tu primer recuerdo como madridista?
R: Te puedo decir, así a bote pronto, un gol de Seedorf al Atlético de Madrid desde casi el medio campo. También recuerdo un partido aquí, en Anoeta que la Real ganó por 4-3. Aquel año no me atreví a sacarme la foto a pié de campo con los jugadores madridistas por miedo a que mis compañeros de clase se metieran conmigo. Por aquél entonces ser del Madrid era un sacrilegio.

EFDP: ¿Y el mejor?
R: El mejor recuerdo es el gol de Zidane en 'La novena'. El gol y las contínuas paradas de Íker al final. Pero si no te digo también la Liga de Capello, mentiría. El hecho de recuperar el orgullo y la identidad a manos de un hombre como Capello y quitarle la Liga al Barcelona, es un felicidad casi indescriptible.

EFDP: ¿Y qué recuerdo, como aficionado, borrarías de tu memoria?
R: Realmente, como aficionado, en los pocos años (relativamente hablando) que llevo como madridista, no he pasado momentos lo suficientemente malos como para olvidarlos. En la historia de un club, para apreciar los momentos buenos, tenemos que pasar malas épocas. Por ejemplo, el Madrid Galáctico, es una época gris del Madrid, pero de la que hay que aprender y, por tanto, no olvidarse. Si acaso, me gustaría que nunca hubiera ocurrido la victoria de Ramón Calderón. Ése sí es un momento para olvidar. Porque de ahí, no podemos aprender nada.

EFDP: ¿Recuerdas algún día especial en qué perdieses los nervios viendo un partido del Madrid?
R: Perdí los nervios cuando Tamudo y Van Nistelrooy marcaron casi de manera simultánea en el Camp Nou y en La Romareda respectivamente en la Liga de Capello. Normalmente pierdo los nervios con facilidad en la mayoría de partidos. Me corroe ver cómo el Madrid va dando bastante lástima por los campos de España.

EFDP: Explícanos por qué eres florentinista
R: Yo soy muy selectivo. De cada persona busco lo mejor y lo peor y lo coloco en una balanza. Con Florentino, hago lo propio y veo una persona capaz de traer al Real Madrid a los mejores del mundo, de hacer del club la entidad más respetada y envidiada y que, además, tiene un aura de grandeza que eleva al Real Madrid a la máxima potencia. Es cierto que en la balanza la parte negativa pesa mucho, pero, ¿Hay alguien más capacitado que él para reconducir al club? Él puede aportar justo lo que ahora necesitamos, calidad.

EFDP: ¿Qué significa, para tí, el nombre de Santiago Bernabéu?
R: Por todas las historias que he escuchado, Santiago Bernbéu era el más madridista entre los madridistas. Si hoy nos podemos sentir orgullosos del Real Madrid, es gracias a él. Es quien hizo de un club de la capital, el mejor equipo del mundo. Fue quien comenzó, con sus esfuerzos desinteresados, la historia más impresionante de un club de fútbol. Santiago Bernabéu es igual a Real Madrid.

EFDP: ¿Quién es el mejor jugador de la historia del Madrid?
R: Como he dicho antes, mi experiencia como madridista es reducidísima. Apenas he visto una ínfima parte de la historia y sería un error citar a jugadores como Di Stéfano o Gento porque no los he visto. Quizá sea Don Alfredo, por todo lo que he escuchado sobre él, porque junto con Bernabéu, trajeron la mejor época del Real Madrid.

EFDP: ¿Y el mejor al que tú hayas visto jugar de blanco?
R: Sin lugar a dudas, Zinedine Zidane. Deportiva y humanamente. Sólo con recordar que una personalidad como el francés sudó nuestra camiseta, me lleno de orgullo (y satisfacción, que diría aquél).

EFDP: ¿Algún jugador que haya sido, o sea, especial para tí?
R: Te diría que Raúl, pero como es demasiado evidente, te diré Roberto Carlos. Un futbolista brasileño que se mete en el bolsillo al madridismo y que se hace tan madridista, tiene que ser especial para la afición.

EFDP: Háblame de la cantera del Madrid
R: A la vista está que es una de las mejores. En la actualidad son muchos los futbolistas salidos de 'La Fábrica' que lucen su talento fuera del club y que deberían hacerlo dentro. Quizá sea mucho hablar, pero entre Casillas, Arbeloa, De la Red, Granero, Mata, Luis García y Negredo, podíamos haber formado una nueva 'Quinta del Buitre'. La cantera del Real Madrid es un bien muy desaprovechado. Habría que replantearse muchas cosas al respecto. Se pierden muchos millones y el beneficio que se obtiene es nulo. Es normal que los propios futbolistas no intenten siquiera dar el salto al primer equipo y busquen fuera lo que les niegan en su propia casa. El ejemplo es Mata.

EFDP: ¿Por qué Guti genera tanta controversia?
R: Guti es una persona distinta. Es un generador de polémica nato por sus formas extrañas y excéntricas. Es puro talento, pero su cerebro no está acorde. Mosquea mucho porque en más de una ocasión hemos visto de lo que es capaz y es triste que no quiera demostrarlo más y mejor. Si hubiera tenido alguien que le hubiese asesorado bien, la opinión sobre él y no sólo por parte del madridismo, sería bien distinta.

EFDP: ¿Qué significa Casillas para el madridismo?
R: Es un salvador. Quizá suene demasiado obvio, pero de no haber sido por su descomunal nivel, hoy el Madrid sería menos de lo que es. Además, es la imagen de la cordura, de la normalidad, de la simpatía, de la cercanía... es la antítesis de una estrella del fútbol. Ya comienza a serlo, pero será un símbolo y un icono del madridismo.

EFDP: ¿Volverá Florentino a ser presidente del Madrid?
R: Si quiere, sí (y si Calderón no hace trampas). Ya hemos comprobado cómo sin abrir siquiera la boca tiene casi al madridismo completo a sus pies. Le necesitamos como agua de mayo. Es el único que puede darnos lo que nos falta.

EFDP: ¿Cuál fue el principal error en su gestión?
R: Creerse superior. No supo, bueno, mejor dicho, no quiso dejarse asesorar por los que sabían del tema y se creyó presidente, director deportivo y entrenador a la vez. Quizá si todos tuviésemos la oportunidad de ser presidentes, caeríamos en el mismo error, pero creo y espero que haya aprendido.

EFDP: ¿Y su gran virtud?
R: Hacer sentir al madridismo especial. "Vuestros sueños son nuestros límites y vuestros sueños no tienen límite". Sonará cursi, pero a uno le hace sentirse superior.

EFDP: ¿Qué opinión te merece Ramón Calderón?
R: Si te expusiera todo lo que pienso, probablemente necesitase mucho tiempo y muchos tacos, así que mejor lo abrevio. Calderón es un estafador, un ladrón y un mentiroso. Quiso estar a la altura de Florentino pero se dio cuenta de que no podía. Siempre se ha sentido frustrado porque nunca fue querido entre el madridismo y decidió pagarlo de la única manera que sabía, robando. No debería ser relacionado con el Madrid nunca más.

EFDP: ¿Qué cambiarías del Madrid actual?
R: Cambiaría parte de la plantilla, la actitud pasiva y anestesiada de la afición y el famoso voto por correo. No puedo decir más porque no conozco a fondo cómo está el Real Madrid. Sabemos lo que la prensa nos dice, con lo cual, poco y mal.

EFDP: ¿Y qué es lo que más echas de menos?
R: La grandeza, la envidia y el respeto. La grandeza la dan los títulos, la envidia la dan los títulos bien conseguidos y el respeto viene él sólo después.

EFDP: El Madrid galáctico fue...
R: Fue la demostración de que no todo es la apariencia. Fue un bonito intento, una gran idea, pero se peca tanto por exceso como por defecto. Creo que dentro de lo malo, es una experiencia de la que aprender. Por eso confío tanto en Florentino. Sabe cómo traer a los mejores, pero con la experiencia de que eso sólo no basta.

EFDP: Y Raúl significa...
R: Para mi significa todo. Yo he crecido viendo a Raúl marcar goles y liderar al Madrid en todas sus gestas. Creo que ha hecho méritos suficientes para ser un mito del madridismo, pero veo que hay mucha gente a la que le gusta tirar piedras contra su propio tejado.

EFDP: ¿Cuáles son tus argumentos para defenderle ante sus detractores?
R: Cada día son menos. El tiempo pasa para todos y Raúl no es menos que nadie. Su nivel ha decaido (pese a que lleva 20 goles esta temporada) y defenderle es cada vez más difícil. Pero una cosa es criticar su nivel y otra muy distinta es insultarle. Tolero una discusión deportiva sobre Raúl, pero nunca los insultos y los desprecios.

EFDP: ¿Debe seguir siendo titular indiscutible?
R: No, para nada. El problema es que no ha habido un nuevo Raúl que haya hecho el relevo menos traumático.

EFDP: Raúl, Higuain, Huntelaar, Van Nistelrooy... parecen delanteros de garantías ¿Está cubierto el ataque o ficharías otro delantero de primer nivel?
R: Son nombres de garantías pero que no alcanzan para las exigencias del club. Raúl ya está en el ocaso, Ruud es una incógnita, Higuaín está en camino de ser algo grande y Huntelaar es el único que por edad ya parece estar en plena madurez. No podemos fiar toda la temporada sólo a estos nombres. Yo creo que habría que incorporar alguien más, pero a falta de saber quién va a ser el entrenador y cómo va a jugar, no se pueden dar nombres todavía.

EFDP: ¿Qué puesto es prioritario reforzar?
R: El de organizador distribuidor. Tenemos muy buenos stoppers y equilibradores (Lass y Mahamadou Diarra) y a falta de saber qué pasará con De la Red, necesitamos un tío curtido, que sepa llevar el peso del equipo, un Xabi Alonso.

EFDP: Sergio Ramos ¿Central o lateral?
R: Central. Hay muchos más laterales de garantías que centrales. Y dada la escasez de efectivos en dicha zona (Cannavaro no debe ser renovado), es la oportunidad perfecta para que, junto a Pepe, formen la pareja del futuro.

EFDP: En la comparación con Fernando Hierro sale...
R: Perdiendo, aunque su polivalencia le hace ser un jugador más completo. No puede ser que Ramos, con el poco tiempo que lleva en el Madrid sea el jugador que acumule más expulsiones. Es un dato muy negativo y que demuestra que está fuera de su sitio.

EFDP: ¿Te atreverías a darme una alineación histórica del Real Madrid?
R: Buf. es un acto de inconsciencia porque me he perdido a tantos jugadores... pero lo intentaré: Casillas, Ramos, Hierro, Sanchís, Roberto Carlos, Redondo, Seedorf, Zidane, Di Stéfano, Juanito y Raúl.

EFDP: ¿Y cuál sería, para tí, la alineación idónea con el equipo actual?
R: Casillas, Sergio Ramos, Pepe, Heinze, Torres, Lass, Parejo, Higuaín, Marcelo, Raúl y Huntelaar. Es un equipo de circunstancias, lejos de lo que deber ser el Real Madrid.

EFDP: ¿A qué entrenador ficharías para el Real Madrid?
R: Mi apuesta es Michael Laudrup. No quiero los míticos nombres de Mourinho o Ancelotti porque es gente que tiene mucho que perder. No se atreverían a arriesgarse con chavales, irían siempre a lo seguro (no hay más que ver cómo gestiona Carlo el Milan). La otra opción, Wenger, no sé cómo se hallaría en el vestuario de un grande grande, con exigencias de un grande grande y con estrellas de primer nivel, aunque lo mismo podría decirse del bueno de Laudrup.

EFDP: ¿Raúl selección?
R: No. Capítulo cerrado. No encaja en esta selección. El perfil de delanteros que necesita el equipo no se asemeja a lo que Raúl puede dar y una hipotética vuelta del siete madridista sería negativa para él, para el seleccionador y para el grupo en general.

EFDP: ¿Hubiese ganado España la Eurocopa con él como titular?
R: Es algo que nunca sabremos. Yo creo que sí (claro, como soy raulista, jeje). La Eurocopa no se ganó por una individualidad, se ganó por un colectivo. Con Raúl creo que también se habría triunfado. Los que piensen que se ganó porque no fue él, creo que se equivocan.

EFDP: Como seleccionador ¿Luis o Del Bosque?
R: Del Bosque necesita tiempo para ser calificado. No olvidemos que hasta la Eurocopa, la selección con Luis dio mucha pena. Al Mundial llegamos por los pelos y en los amistosos previos al toreno continental jugamos muy mal contra rivales mediocres como Perú y Estados Unidos.

EFDP: Un supuesto: Mismo día, misma hora, dos partidos; el Madrid juega la final de la Copa de Europa y España juega la final del mundial. Tienes entrada para los dos partidos ¿Cuál irías a ver?
R: El partido del Real Madrid. Como buen tonto, por culpa de Luis, me distancié de la Selección y ahora no me siento identificado con este equipo. Le dí muchos palos a Luis por llevar a muchos jugadores de los que llevó (y que ahora siguen yendo) y sería muy ventajista subirme ahora al tren.

EFDP: ¿Cómo es visto un madridista en San Sebastián?
R: Mal, pero mal, mal. Aquí ya sabes cómo está el tema político. Nunca salgo de casa con una camiseta del Real Madrid (y menos aún con una de la selección) porque no quiero movidas. Ahora la cosa va mejorando levemente (ya puedo jugar al fútbol con los colegas con mi camiseta) pero no gusta. Voy a contracorriente y es un poco triste tener que celebrar las ligas, y los éxitos en general, sólo.

EFDP: Cuando gana el Barça sientes...
R: Como madridista quiero que pierda siempre. Pero cuando ganan, siento indiferencia. Sería muy estúpido centrar mi alegría en si ellos ganan o pierden. Viviría muy amargado, porque como casi siempre ganan...

EFDP: ¿A qué jugador del Barça ficharías para el Madrid?
R: A Iniesta. Es un crack y es el culpable del bajón que tuvo el club catalán y que permitió que el Madrid se acercase. Veremos cómo gestionan su nueva lesión.

EFDP: ¿Y a qué otro jugador del resto del mundo?
R: A Frank Ribéry. Soy seguidor del Olympique de Marsella y desde que lo ficharon del Galatasaray le seguí de cerca y he visto cómo ha evolucionado. Está a nivel de crack mundial.

EFDP: ¿Qué te parece la radicalización de la prensa en favor o en contra del Madrid?
R: Mal. Me parecen mal las formas de Marca y As porque generan mucho antimadridismo mal informado. El Madrid se ha convertido en una casa de señoritas de compañía y eso no puede ser así. Debe haber un criterio y un rigor para informar sobre el Madrid que hace mucho tiempo que no existe.

EFDP: ¿Ganaréis la liga este año?
R: El corazón me dice que sí, pero la razón me dice que no. Creo que se impondrá ésta última.

EFDP: ¿Noventa minuti en Bernabéu siguen siendo molto longos?
R: Qué va. De eso ya no queda nada de nada. Ni de eso ni del miedo escénico. Si algo cierto dijo Calderón en su mandato, además de que Guti es una eterna promesa, es que el público del Bernabéu es como el de un teatro. Cuánta envidia me dan los estadios y las aficiones de Inglaterra.

EFDP: Muchas gracias por todo, amigo. Un abrazo.
R: Muchísimas gracias a tí. Es un placer y un honor que hayas querido conocer mi opinión.

lunes, 23 de marzo de 2009

Aquella derrota tan dolorosa y aquel orgullo intacto

Todo el mundo, con motivo de su paseo vital por el transcurso de los años, tiene el privilegio de pintar su memoria de recuerdos dolorosos que, sin embargo, y pese a los finales infelices, consiguen colorear de orgullo el matiz del momento vivido. Suele ocurrir que ocasiones perfectas para la tristeza se convierten, sin mediar duda ni extrañeza, en momentos perfectos para sentirse feliz por el instante disfrutado.

Como socio del Getafe, tuve la suerte de vivir en directo, en plena grada del Coliseum, un partido contra el Bayern que cambió la historia del equipo a los ojos del planeta. Como aficionado perpétuo del Atlético, he vivido noches de infortunio y tardes de tedio insoportable, pero en el cúmulo de las derrotas, ninguna me entristeció tanto y, al mismo tiempo, me hizo sentir más orgulloso de mis colores, que aquella sufrida contra el Ajax en la recién estrenada primavera de 1997.

Recuerdo que aquel Ajax era un manual del fútbol ofensivo, el mismo equipo que el año anterior habíamos visto bailar al Madrid en el estadio Bernabéu y el mismo que tanto miedo infundía por lo imprevisible de sus movimientos y jugadas de contragolpe. Recuerdo también que el Atleti pudo haber evitado el enfrentamiento contra los holandeses de no haber ganado en el Calderón aquel último partido de liguilla ante el Widzew Lodz polaco; el empate nos condenaba a la segunda posición del grupo y nos situaba como visitante en el partido de vuelta de los cuartos de final. El rival hubiese sido el Auxerre francés. Pero ganamos, porque Pantic coló una falta de las suyas a pocos minutos del final y porque a aquel equipo no le valían las segundas posiciones después de tanto tiempo sin haber disputado la máxima competición continental.

Y allí estaba el Ajax. Ante un Calderón repleto y pintado en colores de guerra, rojo y blanco, y miles de gargantas postulando un sueño. El partido de ida, en el recién estrenado Arena de Amsterdam, había terminado con un empate a uno más que esperanzador y allí nos plantamos todos los atléticos dispuestos a llevar a nuestro equipo al cielo más rotundo, el de la victoria épica; unos, los afortunados, en su localidad de grada, con bufanda y bandera al viento, otros, los que no teníamos los recursos suficientes, frente al televisor con los auriculares en los oídos y el estómago a punto de estallar.

Y recuerdo, como si fuese ayer, que durante los primeros quince minutos no vimos el balón. Pero cuando lo obtuvimos fue para no soltarlo durante el resto del partido. Y marcó Kiko, y nos volvimos locos, y fallamos mil ocasiones, y nos hundimos en la desesperación. Empató De Boer mientras Aguilera buscaba una lentilla perdida junto a la línea de cal y quisimos creer que aquello no era más que un incidente afortunado que convertiría en más inolvidable aún nuestra victoria. De aquel Ajax que nos pintaron infernal no conocíamos ni el color y de aquel Atleti lanzado recordamos uno a uno cada jugador, desde Molina hasta Esnáider ¡Ay! Esnáider.

Recuerdo que me escondí bajo la cama de mi habitación en el mismo momento en el que el señor Mumenthaler señaló el punto de penalti. Confiaba mis instintos en el grito desgarrador de mi padre, pero pasaron los minutos y este no apareció por ningún rincón de mi casa. Una vez abandoné mi rincón del pánico, pregunté por el lanzamiento y con la voz entrecortada, mi progenitor me explicó como Van der Saar había echado al traste todas nuestras ilusiones.

Y entonces llegó la prórroga. Parecía mentira, pero después de haber borrado del mapa al campeón holandés y haberle chutado a puerta durante una docena de ocasiones, nos veíamos condenados a treinta minutos más de esperanza deseperante antes de comprobar si de verdad éramos capaces de alcanzar las semifinales de la Champions League. Hubiese esperado la Juve de Zidane, hubiese esperado otro Calderón a reventar, hubiese esperado otra eliminatoria de esas que se pintan históricas, si no hubiese aparecido la pierna izquierda de Dani para volver a ponernos de cara a la dura realidad.

Del enorme cabreo que engaché, puede dar fé el viejo walkman que hice añicos estrellándolo contra el suelo. Del enorme desasosiego que se apoderó de mí, pueden dar fe todos los familiares que me vieron hundirme en mi propio regazo mordiéndome la lengua para no romper a llorar. Y aunque empató Pantic y, por un momento, albergamos la esperanza de una justicia que merecíamos de veras, el nigeriano Babangida terminó de romper el sueño culminando un contragolpe cuando el Atlético más muerto de desidia y más volcado en el área rival se encontraba.

Ganó el Ajax un partido que no mereció y perdió el Atleti un partido que dominó de cabo a rabo. Del baño que les dimos apenas queda constancia en un puñado de buenas memorias pues, como cada capítulo de la historia deportiva, las gestas son menos para los equipos que terminan derrotados. Pero una vez terminó el partido y aguanté el llanto para no caer en el ridículo que, a menudo, pinté en mi infancia, me rompí las palmas para aplaudir a un equipo que perdió por infortunio y que ganó el corazón de cientos de aficionados agnósticos que, durante un par de horas inolvidables, comprobaron como también existía épica en el otro lado de la capital.

martes, 17 de marzo de 2009

El gol eclipsado

Durante los torneos deportivos, de manera similar a lo que ocurre en otros acontecimientos sociales, existen hechos puntuales que alcanzan el cénit de lo asombroso y se queda para siempre en nuestra memoria como un acontecimiento único. Puede que veamos algo muy bello, que nos entusiasme, pero que inmediatamente veamos algo mucho más fabuloso e inmediatamente olvidemos lo que tanto nos encandiló durante el día anterior. No tardamos en sustituir lo bueno por lo mejor, ni lo mediático por lo bonito.

En el mundial de México, celebrado en 1986, todos quedamos impresionados con una jugada inolvidable protagonizada por Diego Maradona. Tanto impacto tuvieron sus dos goles en aquel partido que, durante muchas alusiones al torneo, parece que no existió ningún partido más allá de aquel que protagonizaron Argentina e Inglaterra en cuartos de final. Pero aparte de aquella mano de Dios y de aquel recorrido memorable dejando en el camino a tanto inglés, se marcaron otros goles y se jugaron más partidos.

Para alcanzar una concrección al motivo de este post, nos pondremos en situación dentro de los octavos de final. El anfitrión, México, se enfrentaba a una Bulgaria en pleno proceso de composición. Tras una larga y trastabillada jugada, el balón le llegó Negrete que, tras una rápida combinación con Aguirre (el mismo que hasta hace poco más de un mes entrenó al Atleti), se inventó este remate.

Hubiese sido el gol del mundial, si a Maradona no le hubiese dado por acaparar para sí todo el protagonismo.


viernes, 13 de marzo de 2009

Como la maduración de la fruta

Si alguien ha sido tan impacientemente torpe y ansioso como para morder una fruta inmadura, habrá comprobado, con los ojos cerrados por la sensación, como la acidez invade su boca y la sequedad impide tragar el alimento. A las frutas, como complemento energético a nuestra alimentación, hay que dejarlas madurar para que alcancen el punto justo de azúcar y terneza. Como, sin embargo, en la vida ilusoria en la que vivimos, nos empeñamos en pisar los peldaños antes de colocar la escalera, no pensamos en gestaciones ni maduraciones cuando de endiosar a un futbolista se trata.

Cuando nos enteramos que Arsene Wenger había fichado a un chico de dieciséis años por doce millones de libras, todos comenzamos a imaginarnos al nuevo Thierry Henry. Las definiciones eran más esclarecedoras que los conocimientos reales; velocidad, regate y gol. Parecía el extremo perfecto. Comenzaron a resonar los rumores, los idealistas le compararon con los más grandes y le convocaron para jugar el mundial de Alemania cuando apenas había disputado algún partido en la Premier League.

En nuestra prisa por la comprobación no nos paramos en argumentar cada uno de los calificativos. El chaval pasó de promesa a Dios sin haber demostrado nada y, por ello, cada vez que los instigadores le veían en el banquillo comenzaron a pensar que el chaval quizá no merecía tanto la pena ¡Y solamente tenía diecisiete años!

Su entrenador, más consciente de los ciclos que la mayoría de alineadores que imperan en el fútbol, supo conservar la fruta en el árbol y dejar que tomase color con pequeñas porciones de minutos. En su primera temporada apareció testimonialmente, en la segunda dejó algunos fantásticos detalles (recuérdese la jugada del gol de Adebayor ante el Liverpool en la pasada edición de la Copa de Europa) y en la tercera, una vez ha espantado el fantasma de las lesiones, vuelve al once titular para convertirse, por fin, en la estrella de un equipo que, durante el último lustro ha vivido en constante estado de promesa.

Ahora que la fruta ha caído del árbol, que Wenger piensa en él como titular del equipo y Capello se agarra a su velocidad para imponer su ley del fútbol directo, comienza el nuevo ciclo futbolístico de Theo Walcott. Los que le vieron humillar a Croacia, le pedirán una exhibición en cada partido internacional. Los que aún añoran los desbordes de Henry, le pedirán un remake desde el mismo momento en el que reciba el balón. Y los que queremos verle disfrutar, le pedimos que no se deje comer por aquellos adanes que ansian morder la fruta prohibida. Como cada joven que intenta llegar a la cima, debe pararse en cada tramo de la escalada. Solamente con constancia y paciencia, la fruta verde se convierte en pieza estrella del mercado.

lunes, 9 de marzo de 2009

La hora de la redención

Durante años, justo el tiempo que duró la estancia de Fernando Torres en el Atleti, anduve compartiendo mis sentimientos entre la duda y el cariño. La duda estribaba de sus continuos escarceos con las jugadas imposibles y los goles fallados a bocajarro. El cariño, claro está, se desprendía solo con ver la camiseta rojiblanca impregnada en sudor y lágrimas al final de cada partido.

Todo gran futbolista necesita un punto de inflexión. Los hay que derriban las puertas desde el mismo día de su debut y los hay que necesitan un tutor que les enseñe y un tiempo que les apacigue. Durante su estancia en el Atleti, Torres se equivocaba casi siempre porque no encontraba a su lado el recurso exacto hacia el que llegar al gol. Como los compañeros eran más retales de segunda fila que aunténticos cerebros de la creación, cada vez que el balón asomaba por el círculo central, Torres debía olvidarse de los desmarques y buscar la jugada de Maradona en cada encuentro con la pelota. Siempre acababa atorado entre un mar de piernas y con la portería como una misión imposible.

Cuando llegó a Liverpool, todos los que sabíamos de sus condiciones pero dudábamos de su capacidad para hacerlas explotar, sabíamos que la oportunidad de Fernando pasaba por escuchar y aprender. En una liga donde se juega a mil por hora y con dos lanzadores por detrás como Xabi y Gerrard, no podría pararse a intentar la imposible en cada jugada de ataque si quería convertirse en el goleador que buscaban en Anfield Road. Bastaba con que aprovechase su capacidad de desmarque, su velocidad y su remate para llegar a ser el fantástico delantero que, durante años, nos hubieron anunciado en portadas de ilusión y deseo.

Ahora que está lejos de casa y se ha convertido en un hombre, los que vimos nacer a aquel niño celebramos cada gol como si fuera nuestro y, aunque aún atisbamos un pequeño hilo de desesperanza al comprobar que los balones de plata no los gana con nosotros, somos realmente conscientes de que el cambio de aires le sirvió como acicate para su progreso y su formación. De haber continuado aquí hubiese seguido siendo la eterna promesa que nunca crecía, el niño que gastaba cada gramo de sudor para no encontrar nada y el escudo perfecto para un grupo de compañeros que nunca dio la cara de verdad por el equipo.

Y mientras esperamos el día en el que regrese como el hijo pródigo que viajó al extranjero en busca de fortuna, los que seguimos viendo en su mirada la alegría de un rojiblanco de corazón, le dedicamos textos como este ahora que se enfrenta al ogro que tantas veces le hizo caer de bruces. Mañana, cuando el sol se esconda bajo los graderíos de Anfield, Torres saltará al campo para hacer volar los augurios y quitarse por fin las espinas que convirtieron su corazón en un auténtico colador. Enfrente tendrá a Casillas, detrás el aliento de millones de atléticos y en el recuerdo aquella inolvidable celebración con la camiseta estirada hacia el cielo el día que rompió su gafe.

jueves, 5 de marzo de 2009

La máquina perfecta

Para los que aman el fútbol de vencedores, sería considerado como un sacrilegio comenzar un texto sobre el Milan de Sacchi haciendo relucir una manida frase de Juanma Lillo. "Para jugar en zona hay que vivir en zona". Con tan luminosa reflexión, el entrenador de Tolosa quiso hacerle saber al mundo que la zona no es ejercicio de besar al santo y arreglo despreocupado sino que requiere una conceptualización, un aprendizaje y, sobre todo, una ideología futbolística muy concreta. La zona, esa forma de vida futbolística que los más románticos agradecen a Menotti, alcanzó su culmen en el último lustro de la década de los ochenta, cuando el humilde hijo de un zapatero de Fusignano se hizo cargo del Milan y consagró a un equipo que, durante años tuvo que vivir a la sombra de su envidiable vecino del Piamonte.

Silvio Berlusconi, por entonces magnate de la comuniación y excéntrico millonario ávido de negocios y fama, encontró en el fútbol el filón perfecto para su popularidad y se empeñó hacer de su Milan la envidia del mundo. El equipo, más castigado por su pasado reciente que envalentonado por su brillante palmarés, aún relamía los desengaños y las trampas que lo habían condenado a la Serie B italiana. El presidente, en un ejercicio de audacia que chocó contra el clasicismo triunfador del incontestable Trappattoni, dejó su juguete en manos de Arrigo Sacchi y el entrenador respondió con un método tan innovador que cambió, para siempre, los conceptos tradicionales del fútbol.

Sacchi construyó un equipo de fútbol en constante armonía que se cimentaba en media docena de magníficos jugadores italianos y se remataba en el lujo de los tres mejores jugadores holandeses del momento. Rijkaard era un mediocentro de corte holandés con lo que el concepto llevaba implícito, un tipo que abarcaba la zona ancha a su antojo y siempre alcanzaba el balón un segundo antes que los demás. Gullit era un atleta perfecto, en su cuerpo armonioso entraban una zancada inalcanzable, una sorprendente capacidad para asociarse y un remate técnicamente brutal. Van Basten era la guinda del pastel, un tipo de uno noventa con garbo de bailarín y pies de pluma, entendía el juego como un concepto colectivo y por ello era capaz de desarmar defensas arrancando desde segunda línea, cuando entraba en el área siempre encontraba el remate perfecto dentro de su extenso manual.

Pero si aquel equipo era increíblemente certero en ataque, donde realmente creo escuela fue en la manera de entender los conceptos defensivos. El Milan de Sacchi comenzaba a defender desde el delantero centro con unas premisas muy claras: atención y orden. Sacchi era tan minucioso que no dejaba escapar ningún detalle y mientras aquellos futbolistas tuvieron más hambre de victoria que de libertada, el equipo funcionó como un reloj suizo. Ocupaban los espacios de manera que siempre encontraban dos o tres jugadores por zona, en su ejercicio de basculación proponían una vuelta a empezar y volvían a morder en la banda contraria, la defensa jugaban tan adelantada que se convirtió en costumbre ver caer en fuera de juego al delantero rival y el centro del campo defendía tan cerca de la portería contraria que cada robo de balón se convertía en rápido y corto contraataque y una clara ocasión de gol.

En aquella época, si existía un equipo en Europa que deslumbraba por su juego vistoso y sus incontestables goleadas era el Real Madrid. Con una expectativas tan ambiciosas, tan solo era cuestión de tiempo que ambos conjuntos terminaran enfrentándose en la máxima competición continental. En abril de 1989 Madrid y Milan quedaron emparejados en una semifinal de infausto recuerdo para los madrileños. El partido de ida, jugado en el Bernabéu terminó con empate a uno y con la certeza de que hacía tiempo que no se veía un visitante tan competitivo en Chamartín. Los que acudieron al partido se marcharon a casa con la sensación de haber encontrado un equipo diferente, ni siquiera podían imaginarse lo que les esperaba quince días después bajo las solemnes gradas del remozado San Siro.

La imagen más elocuente que dejó aquel partido fue la del exquisito Míchel con las manos en la cadera y la mirada perdida encontrato un pequeño rincón por donde pasar el balón frente al imberbe Maldini. El hijo del gran Césare había debutado dos años antes, con la mayoría de edad aún en el horizonte de los logros por cumplir y con el oficio de un tipo de treinta años.

A Maldini le acompañaba su amigo Costacurta, criado, como él, en la recién renovada fábrica de Milanello. Un tipo que, como Ancellotti, Donadoni, Tassotti o Evani, tuvieron que reinventar su forma de jugar al fútbol. A una Italia reconocida por sus triunfos recientes a nivel internacional, Sacchi le cambió el libreto. Sus detractores le consideraron un sacrílego y sus defensores le consideraron un revolucionario. Los futbolistas se empeñaron en hacer escuela de aquel sistema y el mundo entero agradeció la sintonía de un equipo que manejaba los espacios y el tiempo con total pulcridud.

Pero si había un jugador que manejase el tempo de los partidos, un general al mando de la tropa y una continuación del entrenador en el campo, era Franco Baresi. El veterano capitán milanista, superviviente de las peores épocas y abanderado de una nueva escuela de defensores que crecieron a la sombra del inolvidable Gaetano Scirea, era el eje a través del cual se movía el equipo. Con el simple sonido de su voz de mando, el equipo se movía como una máquina engrasada; adelantaba líneas, abandonaba a su suerte al delantero rival e iniciaba el ataque con una precisión de cirujano. La palabra "Milan", utilizada como clave transitoria, se convirtió en la contraseña de un capitán que movía a su equipo y de un equipo que esperaba la orden de su capitán. Baresi no era un virtuoso, ni destacaba especialmente por sus condiciones atléticas, pero era un manual defensivo en todos los conceptos; no necesitaba ir al suelo para robar, ni perder la posición para socorrer, el balón le buscaba como un imán y a él no le hacía falta más que buscar al compañero más cercano para iniciar el camino hacia la ocasión de gol.

El Madrid de la Quinta se presentó aquel diecinueve de abril en San Siro con la intención de saltar los cerrojos de un equipo en vías de consagración. Como a ellos, al Milan solamente le faltaba la Copa de Europa para rematar un ciclo vigoroso y entusiasta. Y no empezó mal el Madrid aquel partido; como indicaba su jerarquía histórica y la calidad de la plantilla, saltó al campo en plan mandón y durante quince minutos intentó parar la máquina rossonera. Michel cruzó en exceso un balón franco en las inmediaciones del área pequeña y, tras una certera ocasión que pudo haber cambiado el rumbo del partido, se pasó a un remate durísimo de Ancellotti ante el que Buyo pudo haber hecho más. El uno a cero destrozó al Madrid y envalentonó al Milan. A raíz de aquel gol, la historia se conoce de carrerilla para aquellos que vivimos el nacimiento de un equipo imponente. Rijkaard hizo el segundo y Gullit el tercero tras sendos cabezazos llenos de vigor, estética y fuerza descomunal. La goleada se certificó en los diez minutos que prosiguieron a la reanudación; Van Basten ponía el balón en la escuadra para hacer el cuarto y Donadoni remataba la goleada con un disparo ajustado pegado al palo.

Los que tuvimos a la década de los ochenta como referencia generacional para el aprendizaje y la modelación de mitos, recordamos a aquel Milan como un equipo perfecto, que nos enseñó que se podía jugar al fútbol como una máquina, que el fuera de juego era un arma tan ofensiva como cualquier triangulación y que la zona era, como dijo Lillo, una forma de vida. Aquel equipo duró poco; los jugadores se cansaron de Sacchi y Sacchi se cansó de soñar en vano. Capello terminó por cincelar su invencibilidad; durante temporadas posteriores volvió a ganarlo todo, Sacchi pasó al olvido y se entregaron a nuevos tiempos. En aquellos tiempos Van Basten siguió goleando, Donadoni siguió entusiasmando y Maldini siguió creciendo. La esencia permanecía intacta y en ella se impregnaron las nuevas generaciones. Antes de Sacchi todos los equipos ganadores defendían al hombre, después de Sacchi el marcaje al hombre se convirtió en el recurso agónico de los equipos menores.

lunes, 2 de marzo de 2009

Una engañosa vara de medir

El nivel de exigencia tiende a subir siempre que comprobamos que, por costumbre, la gente es capaz de rendir al máximo nivel siempre que los retos motivan más que las causas. Que el Atleti le gane al Barça tras un gran partido no suena a novedad en tanto nuestra memoria es capaz de listarnos más de media docena de hazañas similares. Porque si de rendir al máximo se trata, no existe mejor acicate para el Atlético que el de recibir a un Barça en plenitud de dudas existenciales. Lo de ayer no fue sino un deja vu que nos retrae al mismo partido del año anterior, y del otro, y del otro, y del otro, así hasta el principio de los tiempos.

Desde que el Atleti no es el Atleti y el gilismo se hizo partícipe de su particular lema de perdedor lastimero, el equipo tiene dos máximas que cumple a la perfección temporada tras temporada: Dejarse el alma ante el Barça y hacerse caquita contra el Madrid. Como, en realidad, no somos si no conscientes de que el equipo está hecho más para la heroica que para la mediocridad, nos dejamos los nudillos presos de la rabia cada vez que comprobamos que, con entusiasmo, motivación y aliento, son capaces de todo. Pero no nos engañemos, porque lo que ayer vimos no es sino el mismo sueño que cada año acaba en pesadilla: seremos capaces de arrollar al Barça, sí, pero no seremos capaces de ganar el resto de partidos que realmente importan.

Y como lo que se avecina es el mismo desazón que cada temporada me come el alma y las ganas de seguir celebrando, prefiero ir poniéndome la venda antes que la herida y llenar de sal las cicatrices que, tras cada visita al Bernabéu, vuelven a abrirse para mostrar mi estado de ánimo en carne viva una vez más. A este equipo mío que ganó por cero a cuatro al mejor Madrid que vieron mis ojos, o al mismo que muchos años atrás, los viejos aficionados vieron ganar dos finales de copa al mejor Madrid de la historia, ya no lo reconoce ni la madre que lo parió. Y el que hoy vaya dando saltos de alegría y colmando su satisfacción por haberle remontado al mejor equipo del mundo, les diré que lo para ellos es conformismo para mí no dejar de ser una obligación. Y como en mis deseos cabe todo tipo de exigencia, les diré a los jugadores que partidos así no deben guardarse para partidos puntuales y les diré a los aficionados que achacan la derrota azulgrana a su propia extenuación, que el Barça perdió ayer contra un equipazo. Lo que nos duele a los que le queremos, es que ese equipazo solamente sea capaz de demostrar un par de veces al año lo que realmente puede llegar a ser.