Es en los momentos de incertidumbre cuando una minuciosa reflexión tiene más valor y tiempo de análisis. Es ahora, que el rojiblanco pinta en dudas en este comienzo de competición cuando hace falta valorar el verdadero flujo y sentido de esta plantilla confeccionada de manera dispar y en cuyo trayecto quedan depositados miles de ilusiones y esperanzas de cara al último tramo. Es ahora que la nada vuelve a pintar una mueca de desagrado en la cara de cada aficionado cuando vale recurrir al análisis y aclarar si a esta plantilla le cabe la exigencia de sesenta partidos al máximo nivel.
En la espiral de fracasos recientes nos resulta fácil recordar el purgatorio por el que pasaron en su día equipos como Celta de Vigo, Real Sociedad, Betis o Mallorca; todos ellos confeccionados a base de ilusión y castigados al abismo del sufrimiento por los duros quehaceres de la competición. El despiste y agotamiento al que somete la Champions suele pasar dura factura allá por los meses donde el sol comienza a despuntar en las horas altas del día y los concursos vitales suelen afrontar sus tramos decisivos. La necesidad de una plantilla amplia, talentosa y motivada no es una mera conjetura si no un hecho probado y comprobado.
Por todo ello, cabe analizar la profundidad de una plantilla poco compensada y mal confeccionada. A parte de media docena de futbolistas muy buenos y de un filial que para el entrenador es más un adorno que un recurso, provoca pánico comprobar que no existen laterales de garantías, que solamente hay un jugador por banda en el centro del campo y que en la dirección hay mucha cantidad pero poca variedad; no existe el añorado director de orquesta y, en punta, Luis García y Sinama con valores fiables para partidos puntuales pero no para largos periodos de sustitución, privilegio al que ni siquiera llegan los centrales suplentes.
En la espiral de fracasos recientes nos resulta fácil recordar el purgatorio por el que pasaron en su día equipos como Celta de Vigo, Real Sociedad, Betis o Mallorca; todos ellos confeccionados a base de ilusión y castigados al abismo del sufrimiento por los duros quehaceres de la competición. El despiste y agotamiento al que somete la Champions suele pasar dura factura allá por los meses donde el sol comienza a despuntar en las horas altas del día y los concursos vitales suelen afrontar sus tramos decisivos. La necesidad de una plantilla amplia, talentosa y motivada no es una mera conjetura si no un hecho probado y comprobado.
Por todo ello, cabe analizar la profundidad de una plantilla poco compensada y mal confeccionada. A parte de media docena de futbolistas muy buenos y de un filial que para el entrenador es más un adorno que un recurso, provoca pánico comprobar que no existen laterales de garantías, que solamente hay un jugador por banda en el centro del campo y que en la dirección hay mucha cantidad pero poca variedad; no existe el añorado director de orquesta y, en punta, Luis García y Sinama con valores fiables para partidos puntuales pero no para largos periodos de sustitución, privilegio al que ni siquiera llegan los centrales suplentes.
Por ello hubiese sido necesario examinar el tañido de las campanas antes de lanzarlas al vuelo, asegurarse que la piel del oso sería de calidad antes de vender su caza y conocer que para tres competiciones el equipo tiene limitaciones y genera muchas dudas. Por ello, hubiese sido imprudente dejarse llevar por la inercia inicial de triunfos; por generarse una propia, y confusa, dosis de ilusión y por no saber que este equipo solo podía tirar hacia delante hasta que las fuerzas y los goles dijeran basta. Quizá cuando ello ocurra de manera definitiva se hayan ganado más partidos de los previstos y toque la hora de sonreír, pero, de no ser así, que nadie lance escupitajos contra la obviedad porque en la mentira de sus sueños vive la realidad de los resultados ¿Hay buen equipo? Sí ¿Hay buena plantilla? No. En el “sí” de la calidad vivirán los partidos ganados y el estado de ánimo suficiente para afrontar los retos. En el “no” de la limitación vivirá escondido el fantasma de la derrota. Y en la capacidad para saber digerirla, afrontarla y solucionarla estará la clave del éxito de este Atleti al que aún le quedan meses de desierto y oasis.