Desde una esquina del tiempo llega el rumor de sus voces. Mucho de lo que susurran a mi oído nunca será conocido. Pero algunas palabras verán la luz del papel, y serán.



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martes, 30 de diciembre de 2014

Preñez



Preñez

Parece

que por los cráteres
de tu tenso vientre
milenariamente
grávido
van a brotar
soles
planetas
estrellas.
Desde la oscuridad
de tu espalda
necesito creer
que vendrá
un rayo
- aunque más no sea reflejado-
de esperanza.
....................

miércoles, 29 de octubre de 2014

Lo que deja la lluvia



Andrajos del alma
que se van
por el cordón cuneta
enredados
con papeles,
ramas
y botellas de plástico.
La lluvia se lleva
la resaca.
Limpia.
Limpia...
Pero deja la certeza
de que todo
volverá a ensuciarse.

............................

domingo, 7 de septiembre de 2014

Distancia


Que se hace
necesario
imperiosamente
necesario
arrancar
del mapa
ciudades
rutas
puentes
sierras
alambrados
puestos de peaje
y carteles indicadores
incluso
el viento
para juntar
tu vereda con la mía
estirar la mano
esconderla
en el hueco
de tu nuca
atrayéndote
para que sea
por fin

el beso.
......................................

jueves, 17 de julio de 2014

PARTO


PARTO

Observaba
la flor,
que me observaba
a su vez,
distraídamente,
desde el vértice
de su tallo,
cuando un soplo
de brisa,
seguramente alentado
por una musa traviesa,
hizo caer
dos pétalos
sobre mi hoja
en blanco.
Y pareció
que la vida,
en cuclillas,
se ponía a parir
letras
ante mis ojos.
El negro
de mi lápiz
se disolvió
en una sinfonía 
de colores
y todo fue
poesía.

........................................................

jueves, 5 de septiembre de 2013

Cábala


         La pelota está colocada en el punto penal. Siento que toda la adrenalina del mundo corre por mis venas. El arquero camina lentamente hacia el arco, llega al centro, y se da vuelta muy despacio, en una guerra de nervios. Se agazapa y mira fijamente el balón, como si quisiera detenerlo con la mirada.
         
         En las tribunas se ha hecho un silencio espeso, palpable. Parece que todos han dejado de respirar, y que el tiempo también se ha quedado en suspenso. No es para menos, el momento es decisivo: si el disparo termina en gol, mi equipo logrará el campeonato. Pero si sale desviado, o el arquero lo ataja, será nuestro eterno rival el que salga campeón. ¡No quiero ni pensarlo! He implorado a todos los santos habidos y por haber y, temerariamente, me he colocado la camiseta número trece. ¡Sí! ¡La trece! Contra la opinión de todos, yo no creo que la mala suerte pueda provenir de una cifra.

            Así que aquí estoy, preparado para la gran definición. Pero… ¿Qué pasa? ¡No puede ser! Siento un dolor muy fuerte en el pie derecho. ¡Es un calambre! ¡No, no, no, ahora no, por favor! ¡El árbitro se lleva el silbato a la boca, ya va a dar la orden!

            El dolor se torna insoportable, y ya no puedo mantenerme en pie. Todo gira a mi alrededor, y siento que caigo en cámara lenta. Todo se vuelve borroso: la pelota, el arco, la gente…


            Unos brazos me sostienen,  impiden que me golpee contra el suelo. El sombrero de colores me cubre los ojos. Alguien me quita la cerveza de las manos, mientras desde el televisor se escucha el grito de gol… ¡Somos campeones!

viernes, 12 de julio de 2013

Mucha merde


   Tengo los ojos cerrados, y mi espíritu se eleva, junto a cada nota que, con virtuosismo, arranco al instrumento. Mi ejecución es perfecta, lo sé muy bien. Me lo confirma el respetuoso silencio del público que, como cada noche, colma las instalaciones del teatro. No los veo, pero intuyo sus rostros tensos, expectantes, con los ojos iluminados por la emoción, ante mi magistral interpretación.

   Así continúo durante una hora y media, deleitándolos y deleitándome. Gozo profundamente con mi música, y logro trasmitir este sentimiento a mis admiradores.

   Aun con los ojos cerrados, ataco el momento culminante de la obra, donde debo poner toda mi energía, para lograr un final apoteósico, inolvidable.

   Cuando la resonancia de la última nota aún flota en el aire, comienza a elevarse desde las butacas una estremecedora ola de aplausos. El piso tiembla bajo la algarabía de esta gente que me vitorea de pie: ¡Viva! ¡Viva el eximio concertista!

   Estoy como fusionado a la silla. No puedo ponerme de pie, las piernas me tiemblan demasiado. Doblo mi cuerpo, hasta casi tocarme las rodillas con la frente, a modo de reverencia. Se redoblan los aplausos. No abro mis ojos. Quiero seguir paladeando el éxtasis de este instante de gloria. Decido esperar a que el telón me oculte, y la sala se vaya quedando vacía.

   Cuando todo el aire parece llenarse de silencio, sé que la magia ha terminado.

   Enderezo mi cuerpo, lentamente, y abro los párpados con desgano. Cada vez me cuesta más descender a la realidad y retornar a la rutina. Miro el blanco reloj, que cuelga de la pared blanca. Ya es la hora.

   Se abrirá la puerta, y entrará ella. Puntual, eficiente, segura de sí misma, hablándome con ternura mientras me prepara la cama. Luego, pacientemente, me hará tomar, uno a uno, los seis medicamentos correspondientes a la noche.

   Y así, en brazos del sueño, acabará otro día de mi miserable vida en este hospital siquiátrico.
..........................................................


jueves, 6 de junio de 2013

Crecer y soñar

La pequeña píldora se disolvió en su boca, llenando sus papilas gustativas con un sinfín de sabores que, a modo de destellos, fueron asociándose a las imágenes que guardaba en su cerebro. Así, se representaron en su mente, una a una, las diferentes comidas que había degustado a lo largo de su vida: la carne asada, jugosa y humeante; los vermicelli, cargados de salsa; los estofados, llenos de calorías, para los días fríos; las apetitosas ensaladas, propias del verano...

Cada día, a las horas fijadas para el almuerzo y la cena, disponía de tres minutos para optar por uno de aquellos platos. Un sensor telepático daría una señal al Centro Nutricional, y éste le proporcionaría, activando un mecanismo incluido en la píldora, las sensaciones y los nutrientes que correspondieran a la comida seleccionada.

Siempre utilizaba los tres minutos, aún a riesgo de quedarse sin alimento pues, pasado ese tiempo, se interpretaba que había decidido no comer. Le gustaba deleitarse con el menú, que le llenaba los sentidos, y como cada día era una secuencia distinta, le resultaba una experiencia renovada. Lo hacía como un “divertimento”, de los pocos que podía permitirse en la vida monótona de la Estación Espacial. Había llegado hacía nueve meses, y la distancia que lo separaba de la Tierra, era también la que lo alejaba de sus problemas, y del caos en que se había convertido su existencia.

Hizo un gesto de contrariedad. No quería recaer en esos pensamientos negativos. Estaba disfrutando de su almuerzo, y éste era un día muy especial: su cumpleaños, según le había recordado la bitácora, al inicio de la jornada.

Había escogido un plato de pasta rellena, tal como lo preparaba su abuela, cuando él todavía era un niño que soñaba con viajar a las estrellas. Cerró los ojos y saboreó cada una de las sensaciones, que le llegaban a través de aquellas complicadas conexiones. Se sintió saciado y, automáticamente, la máquina le presentó una lista de sus postres favoritos. No tuvo dudas. Su predilección por la torta de chocolate le acompañaría hasta el día de su muerte. El almuerzo culminaba con un té o un café, y luego el sistema se desconectaba, para que él volviera a sus tareas rutinarias.

Esperó un par de minutos, y no se produjo la desconexión. Estaba tan acostumbrado al proceso, que notó enseguida que algo había cambiado. En ese momento surgió, metálica e impersonal, una voz, desde la computadora:

— El Centro Nutricional le desea muchas felicidades en este día. Tenemos un obsequio para usted, que podrá escoger entre una serie que le presentaremos. Por favor, presione la tecla “numeral”, seguida de su número de identificación.

Así lo hizo y, desde el compartimiento de las píldoras nutricionales, emergió una pequeña bandeja, donde aparecía una media docena de... ¡bombones!

Quedó perplejo. Hacía mucho tiempo que no veía aquellos dulces, envueltos en su brillante papel.

De nuevo, se escuchó la voz:
— Cada artículo de la lista posee propiedades especiales, que se activan al comerlo. Sólo podrá escoger uno de ellos. En la pantalla podrá ver la descripción.

Observó el monitor, donde aparecía la lista con los detalles:

Objeto 1: Treinta minutos con su humorista favorito.
Objeto 2: Un paseo por las montañas. País a elegir.
Objeto 3: Un rato de pesca en una apacible laguna.
Objeto 4: Un breve retorno a la niñez. Puede escoger la edad.
Objeto 5: Media hora en un set de filmación, como protagonista.
Objeto 6: Una experiencia submarina.

— Como siempre, dispone de tres minutos para escoger. Tenga en cuenta que las sensaciones serán cien por ciento reales, así que... ¡cuidado con los golpes!

De verdad era un día especial... ¡la máquina, haciendo chistes! Pero no perdió el tiempo sonriendo. Sus ojos se habían quedado clavados en el cuarto bombón. Si era verdad lo que prometía, podría ser su mejor regalo en mucho tiempo.

No dejó correr los tres minutos. Su cerebro hizo la opción, pero luego se dio cuenta que debía estirar la mano y tomar la golosina, gesto que casi había olvidado.

Escuchó con deleite el crujir del papel, y lo sintió entre sus dedos, desenvolviéndose. Luego, el éxtasis, al percibir la textura y el sabor del chocolate, en su paladar.

Una luz, muy blanca, lo iluminó de pronto, encegueciéndolo. Cuando pudo adaptar sus ojos a la intensa claridad, se encontró en un lugar muy diferente al habitáculo que lo había contenido durante los últimos meses. Era una calle de tierra, con amplias veredas, pobladas de árboles. Las casas eran bajas y rodeadas de jardines. El sol se derramaba, cálido, sobre todas las cosas, y se escuchaba el canto de los pájaros.

Caminó, torpemente. Aquello era tan real... Eran los sitios por donde correteaba a los diez años. Allí estaba el añoso árbol que había trepado tantas veces, para imaginar sus aventuras intergalácticas. Y en la esquina, el almacén de don Policarpo, aquel italiano que ponía cara de hosco, pero que tenía un corazón enorme, lleno de amor por los niños. Se había prestado a sus fantasías, y había aprovisionado sus naves, desde los anaqueles poblados de golosinas.

Sus pasos lo dirigieron hacia un pequeño portón de hierro y, tras cruzarlo, caminó por el costado de la casa, hacia los fondos. Un pequeño perro saltaba, alegre, a su alrededor, y se escuchaba el cacareo de las gallinas. ¡Era una aventura salir a recoger los huevos! ¡Los ponían en cualquier parte!

Llegó a la puerta trasera, la que daba a la cocina. El aroma que salía de allí era incomparable. ¿Cómo había podido sustituirlo por la ilusión de las píldoras sintéticas? Se acercó a la mesada, donde su madre trajinaba, y ella se inclinó, para darle un beso en la frente.

— ¡Estaba por llamarte! Ve a lavarte las manos para almorzar, que se hace tarde para ir a la escuela. Mañana seguirás viajando a quién sabe qué mundos. ¡Ah, niño, niño! ¡Cuánta imaginación!


Y volvió a besarlo, en su carita sucia de chocolate, feliz de verlo crecer, jugar, soñar...
....................................................................
(Este relato obtuvo el segundo puesto en el mes de Mayo, en el Foro literario "El Tintero")

domingo, 19 de mayo de 2013

Clímax



El río se enciende
y brotan llamas
de las aguas
antes calmas.
Como si el sol
se disolviera en ellas,
con una efervescencia
de antiácido.
Un vaho caliente se derrama
en las orillas,
y las rocas se licúan,
en lava espesa
y ardiente.
La cálida brisa
no hace más
que avivar el fuego.
Los árboles tiemblan
sobre la tierra
quemante,
y sus vibraciones
estremecen
el aire.
Los pájaros
no huyen,
sino que aúnan sus trinos
en una sinfonía
impresionante,
en un intento
de conjurar
esa terrible ola
que amenaza
abrasarlos.
Las nubes danzan
y todo el paisaje
gira
y gira,
en un sicodélico
espiral
de sensaciones
que preludian
la explosión.
Y luego,
tu respiración
entrecortada,
la piel estremecida,
y el abrazo
húmedo
entre las sábanas
revueltas.
..................................




domingo, 28 de abril de 2013

El amigo


Entraste como una tromba al restaurante, mirando a todos lados, buscándolo. Tal vez aún estuviera allí. Pasaban ya las tres de la tarde, y las mesas ocupadas eran pocas. No estaba en ninguna de ellas, pero la sensación de su presencia no te abandonaba, por lo que decidiste sentarte y esperar. Podía estar en los lavabos, o en las cabinas telefónicas, que desde allí no se divisaban.
Pasados diez minutos, el mozo ya se había acercado dos veces a preguntarte si deseabas algo. El hombre te miraba con simpatía y extrañeza, y no insistió demasiado, cosa que agradeciste. Cuando pensabas en una excusa creíble para retirarte sin consumir nada, tus ojos se posaron en una mesa, cerca de los ventanales que daban a la calle. Todavía no habían retirado el pocillo vacío, y bajo el platillo se veía un papel, cuidadosamente doblado.
Desde la mesa contigua solicitaron al mozo que trajera la cuenta, circunstancia que aprovechaste para escurrirte hacia aquel lugar, que te atraía como un imán. Disimuladamente, pusiste el papel en el bolsillo y, ahora sí, seguro de que él se había retirado, llamaste al mozo para pedirle un café. Te miró un momento, y pareció que iba a decirte algo, pero luego se encogió de hombros y marchó a traer tu pedido. Claro —pensaste—, le habría llamado la atención tu actitud, desde que llegaste, pero debía estar acostumbrado a las rarezas de los clientes, así que asunto olvidado.
Pero tú no podías olvidarlo: esa extraña sensación de que el hombre a quien venías siguiendo los pasos te comunicaría algo trascendente. Sacaste tu libreta de apuntes, y mezclaste el papel entre sus hojas, para poder abrirlo y leerlo con tranquilidad. Tus ojos, urgidos por la ansiedad, recorrieron los trazos nerviosos del mensaje:
“Yo lo hice. Y sé que no podré vivir con esto. Usted debe ayudarme”.
El texto resonó en tu mente, como un angustioso grito de auxilio. Se notaba la carga emotiva, y el peso de la conciencia sobre la mano que escribió aquellas líneas. Pero, rápidamente, ordenaste tus pensamientos, anteponiendo la realidad a las emociones: tu tarea, como policía, era perseguirlo y detenerlo. Él debía enfrentar las consecuencias de sus acciones. Estabas investigando un asesinato, y a juzgar por lo que decía la nota, el hombre se declaraba culpable. Tu trabajo era atraparlo, y hasta allí llegaba tu responsabilidad. El problema era que, misteriosamente, él te había involucrado en el caso, desde antes de cometer el crimen. Te había enviado señales difusas, que te fueron dirigiendo, sin darte cuenta, hacia la víctima.
La víctima… Un término técnico, que no puede expresar lo que ella significaba para ti: la mujer más hermosa que hubieras visto nunca, dueña de la personalidad más subyugante que hubieras podido conocer. Y —lo supiste más tarde— dueña del corazón más frío y calculador que alguien pudiera albergar en su pecho. Fueron dos meses de pasión arrebatadora, y luego, en cuestión de horas, tu amor se transformó en el odio más profundo que alguien pudiera sentir. El dolor fue lacerante. Por momentos, creíste que nunca lograrías superarlo. Entonces, el misterioso personaje ocupó toda la escena. O por lo menos, eso te pareció, por la situación en la que te encontrabas. Sus mensajes llegaron casi a diario, adoptando una actitud de contención hacia tu persona, que logró evitar que enloquecieras. Eso, y sumergirte de lleno en el trabajo. Tomaste los turnos dobles y las tareas más arriesgadas, para apartar de tu mente su rostro, sus besos, su traición… Hasta el día —fatídico, según resultó después— en que recibiste un lacónico mensaje del desconocido:
“Ya puede estar tranquilo. Yo me ocuparé de todo.”
No comprendiste a cabalidad el significado de aquel mensaje hasta la noche siguiente, cuando encontraron el cadáver de ella, en su propia casa, con un disparo en el pecho, a la altura de su helado corazón.
En el Departamento no conocían tu relación con ella, así que te enviaron a ocuparte del caso. Tuviste que verla así, rota, desmadejada, con el bellísimo rostro desfigurado por una mueca de horror.
Sentiste que caías en un pozo muy oscuro, donde te asaltaban horribles pesadillas. ¿Qué mente macabra había tramado todo esto? ¿Quién era el misterioso personaje? ¿Aquello era “ocuparse de todo”? Tú no deseabas aquella muerte, tu odio no llegaba a tanto. Además, ya casi lo estabas superando. ¿Por qué ese hombre se había tomado tal atribución?
Los recuerdos, tan recientes, giraban a ritmo de vértigo en tu mente, y el café ya estaba frío, por lo que pagaste, y saliste corriendo a la calle. Necesitabas el aire fresco, no podías aturdirte ahora, que tenías a tu presa tan cerca. En esos meses, a través de los mensajes, habías aprendido a conocer a tu misterioso “amigo”, y casi podías prever sus próximos movimientos. Aunque algo había fallado la noche del asesinato: hubo una desconexión que te desorientó, y luego fue muy tarde. Pero ahora todo estaba muy claro.
Caminaste unas cuantas cuadras, para tranquilizarte. Además, el lugar adonde te dirigías no quedaba lejos. Al llegar, subiste por las escaleras hasta el tercer piso. Te detuviste frente a una puerta y retiraste los precintos que tú mismo habías hecho colocar, para proteger la escena del crimen. Cruzaste el recibidor, y pasaste a la sala, iluminada por el sol, a través de las cortinas. En el piso, la silueta dibujada amenazaba con traerte otra vez una vorágine de recuerdos.
De nuevo apartaste de un manotazo las emociones. Necesitabas toda tu lucidez. Te sentaste en el sillón, de frente a la puerta. Todo terminaría pronto. Sabías que él vendría, y no podría escapar. Sacaste tu arma, y revisaste rutinariamente el tambor. Te quedaban cinco balas. Más que suficientes. Con ella sólo necesitaste una.
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domingo, 24 de marzo de 2013

Gestación




            El titilar del cursor amenaza convertirse en una visión insoportable. Su sonido, inexistente, comienza a crecer en el centro de mi cabeza, como un martillo que, golpe a golpe, va hundiendo un clavo, que penetra hasta el tuétano de mi voluntad.
            Ese pequeño punto arriba, a la izquierda de la pantalla en blanco, se me aparece como el ojo de un remolino, por donde se fueron todas las palabras.
            El cursor sigue machacando, y el dolor llega hasta los dedos, que languidecen sobre el teclado. Las letras, otrora cómplices de incontables aventuras, han tornado signos incomprensibles, revoltijo de trazos desconocidos.
            El caos, ensombrecido, sube brazos arriba y acongoja al corazón, que no puede reprimir una lágrima. La angustiosa perla rueda mejillas abajo, y cae blandamente sobre la hoja en blanco. Mis ojos, enrojecidos por la estéril vigilia, reparan en la brevísima mancha que se ha dibujado en el papel. Entonces, el ensordecedor tableteo del cursor se detiene bruscamente, y mi mirada, atónita, asiste al nacimiento de las primeras letras:

Llanto que has venido
en auxilio de mi alma
que, desorientada,
imploraba el milagro
de ver destruidos
los muros horrendos
donde, prisionera,
mi musa clamaba.
Llanto que haces fértil
mi imaginación,
donde fluyen de nuevo,
en versos, mis palabras.
...............................................


martes, 12 de marzo de 2013

Vida




          La humeante taza de café, como otras veces, le ha servido de excusa para dejarse llevar por los recuerdos. Con los ojos entrecerrados, se reclina un poco en el sillón. La madera de haya cruje levemente. Los mullidos almohadones, forrados de piel natural, amortiguan su peso. Imágenes de diferentes momentos de su vida comienzan a desfilar, en una lenta secuencia, como si el inmenso televisor de plasma de cincuenta pulgadas, que domina la sala, se hubiera puesto de pronto a trasmitir su biografía.

          Se ve más joven, en las aulas de la Universidad, audaz y pujante, con la mirada llena de sueños por cumplir. Imposible olvidar el día de su graduación: el ingeniero más joven de su generación, con las máximas calificaciones. Los éxitos, que comienzan a sucederse en progresión geométrica, la fama, el reconocimiento… Y ella. Ella, que llena todos los espacios que quedaban vacíos, y redondea la perfección de su vida.

          La boda. Los viajes. Los hijos. ¡Ah, los hijos! ¡Cómo transformaron su vida! La alegría inundaba los rincones de la casa. Y todo coronado por la sonrisa, plena de felicidad, de la mujer amada.

          Un suave tintineo lo saca de su abstracción. Se incorpora, sin sobresalto. Ya está acostumbrado. Un transeúnte que, al pasar, ha dejado caer una moneda en el sucio cuenco de lata.

          Se arrebuja un poco más bajo las hojas de periódico que lo cubren –apenas- del intenso frío.
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martes, 29 de enero de 2013

In extremis

"El grito" Edvard Munch

In extremis


Contemplo
en el horizonte,
la herida
abierta,
sangrante,
mortal.
La rojiza llamarada,
oprimida
entre el cielo y la tierra,
lanza un gemido
estremecedor,
doloroso,
inefable,
que sólo a mí
me aturde,
me embriaga,
me angustia.
El muro de mis manos
no alcanza
para evitar que
mis ojos,
mis oídos
y mi alma
se saturen
dolorosamente
de morados,
ocres
y naranjas.
Un agónico estertor
escapa
del enorme vientre azul,
que  admiré,
sorbí,
gocé,
cuando nacía,
celeste.
La última punzada
la dan los mástiles
erectos,
filosos,
vacíos
de las velas, arriadas,
en el barco.
La madera carcomida
del mirador
se sobrecoge,
bajo el peso inexplicable
de mi tristeza,
ante la muerte
espléndida,
luminosa,
fascinante,
de este día,
que acontece allí,
donde la noche se ha tragado
todos los brillos
del lago.
Y me duele la mirada
indiferente,
apática,
lejana,
de los paseantes.


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viernes, 28 de diciembre de 2012

Libertad



Estaba sentado junto al enorme ventanal, que daba al jardín. La tarde era luminosa, y los rayos del sol atravesaban la habitación, haciendo resaltar el blanco a la cal que lucían las gruesas paredes.

A lo lejos, por el camino que llegaba hasta la entrada de la casa, se veía venir a alguien, caminando muy despacio. Cuando estuvo a una distancia que le permitió reconocerlo, el hombre se paró de un salto. Acercó su cara casi hasta tocar el cristal de la ventana, como no dando crédito a lo que veía. Luego, caminó nerviosamente por la habitación, de un lado a otro, tratando de decidir qué hacer. Finalmente, se dirigió a la maciza puerta de roble, la abrió, y salió al pasillo. Allí la luz llegaba a través de una claraboya, cuyos cristales de colores daban un aspecto particular al ambiente. Pero no era la luz diáfana que entraba por los ventanales. Aquí, los cuadros y las esculturas proyectaban unas sombras extrañas, matizadas de distintos tonos.

Caminó hasta el otro extremo, y desembocó en un pequeño hall, donde se encontraba la puerta principal. Un instante antes de llegar, recordó que no traía la llave, por lo que giró sobre sus pasos y regresó a la habitación.

Al abrir la puerta, la oscuridad lo envolvió totalmente. Sólo el resplandor que venía del pasillo le permitió caminar unos pasos sin tropezar, pero duró muy poco, porque la pesada puerta se cerró tras él, y todo se volvió negro.

La sorpresa y la oscuridad lo paralizaron por unos minutos. Sintió las manos húmedas y temblorosas. Estiró los brazos, buscando a tientas una de las paredes. Necesitaba llegar al interruptor de la luz. Sus dedos chocaron con la dureza del muro, y comenzaron a recorrerlo. Notaba claramente las aristas irregulares de los toscos ladrillos. Aquello no era su habitación, de paredes lisas y blancas...

De pronto, una tenue luz rasgó la oscuridad, y escuchó unos pasos. Alguien se acercaba por el pasillo, y la luz se hacía cada vez más clara. Podía verlo, a través del hueco de la puerta, que ahora... ¡aparecía cerrado con una reja!

Se acercó a los hierros oxidados, y se aferró a los barrotes, sacudiéndolos, pero no cedieron un ápice. La cadena y el candado evidenciaban no haber sido abiertos en mucho tiempo.

El desconocido llegó frente a la puerta, y colocó en un soporte la lámpara de aceite que traía en su mano izquierda. Una gruesa capucha le cubría la cabeza y le ocultaba el rostro. En su mano derecha traía un plato de lata, con un trozo de pan y un vaso de agua, que dejó al pie de la reja. Luego se fue, lentamente, por donde había venido.

Del otro lado de los barrotes, un grito de horror pugnaba por salir de una garganta, mientras un cuerpo, cubierto de andrajos, se deslizaba, despacio, hasta caer de rodillas, sobre las cucarachas que se disputaban el rancio trozo de pan.
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miércoles, 12 de diciembre de 2012

Colores


La calle polvorienta se encuentra desierta. El calor agobiante del mediodía ha obligado a reducir los esfuerzos a su mínima expresión. Los niños han desaparecido en el interior de las casas, dejando tras de sí, en la tierra reseca, las marcas de sus juegos, que lentamente comienzan a borrarse, a manos del cálido viento del sur.

A la sombra de uno de los pocos árboles que ornan las veredas, un herrumbrado cartel señala la única parada de ómnibus que posee el pueblo.

Un rumor sordo comienza a hendir el pesado silencio. Desde el fondo de la calle, con un traqueteo lento y desparejo, el vetusto coche se aproxima, transportando una docena de pasajeros. Cuando llega frente al ilegible cartel, la puerta delantera se abre, con un chirrido lastimero. El conductor desciende, cansinamente, portando una gran corona de flores, sustentada en un trípode de madera, que deposita junto a la pared más cercana. Luego, hace lo mismo con un ramo, algo más pequeño.

Antes de retirarse, se persigna torpemente, y adivino que, dentro del ómnibus, todos hacen lo mismo

El destartalado vehículo reanuda su marcha, y la vereda polvorienta vuelve a quedar vacía. Los intensos rayos del sol se reflejan en la blanquísima cinta de seda que atraviesa la corona, luciendo, con letras doradas, el nombre del difunto.

Desde la esquina cercana, donde me he detenido a observar la escena, puedo advertir los casi imperceptibles movimientos de algunas persianas, y los consecuentes cuchicheos detrás de las ventanas. Pero sé que nadie saldrá a la calle. Entonces, aunque no había pensado hacerlo, me dirijo al velorio, para avisar a los familiares que algún amigo de la ciudad ha tenido con ellos un gesto de condolencia.

Y allí, junto a la pared semiderruida donde han quedado apoyadas, las coloridas flores regalan, contradictoriamente, una explosión de vida, que se da de lleno contra el ocre y el gris de este pueblo olvidado de la mano de Dios. 
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lunes, 3 de diciembre de 2012

Lugar


Soy de aquí

y aquí estoy,

porque es donde quiero

estar y ser,

ir y venir,

llorar y reír,

amar y creer.

Porque aquí

estás,

vives,

sientes,

amas,

y dejas que

me asome

a tu amor.
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martes, 20 de noviembre de 2012

Franela




Exhausto,
he dormido,
tras dura jornada.
El sol, que camina
impertérrito,
lleva en sus entrañas
el frío cansancio
de la noche
pasada.

La fina silueta
inclinada,
de la varita
de incienso,
señala,
aún sin la brasa,
un punto
en la nada.

Mi mano busca,
en la cama,
otra silueta:
la tuya,
la amada.

Mis dedos encuentran,
siguiendo tu aroma,
la presencia
cálida,
tersa,
suave,
delicada,
de tu sexy
pijama
doblado
en la almohada.
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martes, 13 de noviembre de 2012

Entrevista



Anteriormente he compartido con ustedes mi participación en el reto propuesto por Mos en su blog "Mos en la orilla", en el cual mi texto "Metamorfosis" resultó ganador, por el voto de participantes y lectores. Uno de los "premios" era que Mos realizaría una entrevista a cada uno de los ganadores, (tres en cada categoría), y la publicaría en su blog, como forma de conocernos mejor en este mundo de redes. Pues bien, ahora comparto dicha entrevista, y al final tienen el enlace al blog de Mos, para conocer a los demás participantes.



HUGO JESÚS MION

Hola Hugo, en primer lugar quiero felicitarte por ese primer puesto conseguido con tu relato en el reto  METAMORFOSIS y agradecerte la facilidad que me has dado para hacer esta entrevista.
Creo que es interesante saber un poco más de ti; por ejemplo a qué te dedicas, desde cuándo escribes, qué otras aficiones tienes, etc., etc.
He trabajado en muchas cosas a lo largo de mi vida, fundamentalmente en la construcción (albañil por más de 25 años) en la seguridad privada y en radio. Actualmente tengo una pequeña empresa de Construcción. Tengo 49 años, y he tenido 4 hijos junto a mi primera esposa, ya fallecida. 
Desde niño tuve facilidad para redactar textos, y desde la adolescencia comencé a escribir poesía. Hace un par de años incursioné en el relato corto, y me he sentido cómodo.
Otra afición que puedo mencionar es la fotografía, aunque totalmente amateur y sin ningún tipo de formación.

¿Has pertenecido a algún taller literario?, ¿qué opinión tienes de ellos?
He intergrado dos años un taller de escritura, corrección y reescritura, vía internet, que no es estrictamente un taller literario. Ha sido muy importante para mí, pues me ha abierto la mirada hacia todos los géneros y estilos. Ha sido el disparador que me ha impulsado a escribir cuentos y relatos, y debido a ellos estoy aquí, ¿no es cierto?
Creo que en esta época de ciber-comunicación, el mundo de los blogs cumple muy bien la función de “taller literario”, por más que no haya un coordinador, el hecho de compartir ayuda a crecer y descubrir nuevas posibilidades.

¿Te manejas mejor en prosa o en verso?
Lo mencioné antes, he descubierto mi potencialidad en la prosa, y estoy explorando ese camino, tal vez dejando un poco de lado la poesía. Pero cada situación o sentimiento tiene su propia forma de expresión, ya sea en prosa o en verso, y me siento cómodo en ambas.

¿Dónde buscas la inspiración?, ¿con qué género te sientes más cómodo?
La participación en el taller, que he mencionado antes, hace que cada mes deba escribir tres o cuatro textos donde la inspiración es “dirigida” por un texto motivador y una propuesta concreta, y eso es un excelente ejercicio. Luego, la inspiración puede nacer de cualquier lado: de una emoción, un sentimiento, una frase leída al pasar, o un trozo de la letra de una canción. Muchas veces escribo una frase al azar, y desde ahí nace un cuento, yendo contra la regla que dice que hay que conocer el final, antes de empezar a escribir…
Estoy escribiendo cuentos cortos, micro y nano relatos. Por un lado, me siento cómodo, y por otro, en este mundo de los blogs y las páginas literarias, lo breve es lo que “funciona”, yo mismo desisto de leer los textos largos, muchas veces, por falta de tiempo.

Y las críticas, ¿aceptas bien las críticas?
Las críticas son fundamentales para quien quiere desarrollarse en la escritura. Hasta el texto más cuidado adolece de errores cuando son más ojos los que lo leen. Pero en este mundo de los blogs o las páginas no es muy común que se critique con hondura y objetividad. Hay muchos errores, algunos garrafales, pero nadie se atreve a mencionarlos. Se forman redes de simpatía y amistad, y erróneamente todos se cuidan de no “ofender” al otro marcándole un error. Hay, además, una tendencia a valorar el mensaje del texto por sobre su presentación –ortografía y gramática-, y eso hace que se toleren verdaderas aberraciones porque “me gustó”, o “me hizo llorar” o “me hizo reír”. En ese sentido, soy un “maniático” de la corrección. Pero comprendo las susceptibilidades, y generalmente trato de hacer las observaciones por mensaje privado, o con mucha cautela.

¿Tienes algún premio literario?
No, ninguno. Hasta ahora, que he recibido esta cálida aceptación en la orilla de Mos…

¿Con qué escritores te identificas?
Con ninguno en particular, creo que eso sería demasiada arrogancia. Tomo cosas de aquí y de allá, Cortázar, Poe, Lovecraft, Bécquer, Machado, Rubén Darío, y los uruguayos Morosoli, Horacio Quiroga, Juana de Ibarbourou, Benedetti.

He visto que abriste tu blog “De musas y otros cuentos” en enero de este año. ¿Qué te impulsó a ello?
El deseo de compartir y conocer lo que otros están escribiendo, cómo cada uno encara el proceso creativo, los temas y las técnicas que se eligen. Hay mucha riqueza en la blogósfera, creo que en eso todos estamos de acuerdo.

También tienes abierto el blog “A través de las fotos”. ¿Qué intentas aportar con él?
Abrí ese blog para repicar la experiencia que nació en Facebook, con la página del mismo nombre “A través de las fotos”, donde subo distintas fotos de paisajes de mi país, especialmente de la zona donde vivo, la ciudad de Florida y su entorno. Actualmente tiene casi mil seguidores, y es muy visitada por los uruguayos que residen en el exterior. Siempre aclaro que no soy fotógrafo profesional, y que sólo cuento con una cámara sencilla. Pero lo hago con cariño y la gente lo valora. Se trata de encontrar belleza en lugares que transitamos todos los días, inmersos en la prisa y la rutina. Este blog, realmente, lo tengo bastante descuidado.

En general son las mujeres las que más visitan los blogs. También las que más leen libros por lo que observo de camino al trabajo. ¿A qué crees tú que se debe esto?
No tenía presentes esos datos, tal vez tengan varias lecturas. Siempre se ha dicho que en la mujer anida mucho más la sensibilidad que en el hombre, y ésta se necesita para disfrutar y valorar la literatura. También pueden influir las consecuencias de la sociedad (todavía) machista: las limitaciones en el acceso al mundo del trabajo hace que tengan más tiempo para dedicar a estos temas, y por otro lado, muchas mujeres viven una especie de liberación a través de las redes, donde se expresan y comparten cosas que, en la vida “real”, no pueden compartir.

¿Qué consejo darías a quién quiera escribir?
Leer y escribir mucho. Leer lo que sea y escribir lo que sea. Leyendo se aprende ortografía y gramática, se conocen distintas palabras, géneros, estilos, formas de ver la vida y el mundo. Escribiendo, se aprende a escribir. No creo que haya otra manera.

Si paseamos por la blogosfera literaria podemos observar que hay cientos de blogs de gente que escribe. Es imposible acceder a todos. ¿En qué criterios te basas para seguir un blog?, ¿Qué opinión tienes del blog “Mos en la orilla”?
Es cierto, es imposible conocer todos y cada uno de los blogs, uno se siente impotente, cuando ve pasar páginas interesantísimas, y no tiene tiempo ni para leer el encabezado. Hay mucho de azar en la forma en que uno se conecta con ciertos sitios determinados. Entras a un blog que te gusta, lees un comentario interesante, vas al blog del autor, allí miras los seguidores y vas a otro blog, y así te pierdes en la red y no recuerdas cómo comenzó el camino. Si me apuras, no sé cómo llegué a tu orilla… Influye mucho la gente que te lee y te sigue, pues devuelves las visitas y conoces lugares muy ricos. Pero todo está fatalmente determinado por el tiempo de que dispones.
Tu orilla, Mos, tiene características particulares, pues no haces énfasis en tus propios textos, que los tienes y muy buenos, sino en la participación de los lectores. No hay muchos blogs con ese estilo, y por eso atrae a tantos amigos. Muestra mucha generosidad de tu parte, porque ofreces tu lugar y dedicas muchísimo tiempo a elaborar y desarrollar las distintas propuestas.

Bueno, Hugo, hasta aquí unas cuantas preguntas más “literarias”; ahora me gustaría que contestases al cuestionario Proust lo más sinceramente posible:

CUESTIONARIO PROUST

1. – ¿Principal rasgo de tu carácter?
Romántico, a la vieja usanza.
2. – ¿Qué cualidad aprecias más en un hombre?
La responsabilidad.
3. – ¿Y en una mujer?
La femineidad, que sea mujer.
4. – ¿Qué esperas de tus amigos?
Sinceridad y respeto.
5. – ¿Tu principal defecto?
La ansiedad.
6. – ¿Tu ocupación favorita?
Leer y escribir.
7. – ¿Tu ideal de felicidad?
Se construye día a día.
8. – ¿Cuál sería tu mayor desgracia?
Perder la integridad.
9. – ¿Qué te gustaría ser?
Lo que soy, con algún defecto menos.
10. – ¿En qué país desearías vivir?
Donde vivo, Uruguay.
11. – ¿Tu color favorito?
Azul.
12. – ¿La flor que más te gusta?
La rosa.
13. – ¿El pájaro que prefieres?
El hornero.
14. – ¿Tus autores favoritos en prosa?
Juan José Morosoli, Cortázar.
15. – ¿Tus poetas?
Bécquer, Juana de Ibarbourou.
16. – ¿Un héroe de ficción?
Tal vez  El Zorro…
17. – ¿Una heroína?
La Pequeña Lulú…
18. – ¿Tu compositor favorito?
Si te refieres a la música clásica, ninguno.
19. – ¿Tu pintor preferido?
Joaquín Torres García.
20. – ¿Tu héroe de la vida real?
José Gervasio Artigas.
21. – ¿Tu nombre favorito?
Jesús. Lo llevo yo y uno de mis hijos.
22. – ¿Qué hábito ajeno no soportas?
La manía por el orden.
23. – ¿Qué es lo que más detestas?
La injusticia.
24. – ¿Una figura histórica que te ponga mal cuerpo?
Pinochet. (Tal vez le quede grande lo de figura histórica).
25. – ¿Un hecho de armas que admires?
Valoro los que llevaron a la independencia de mi país, aunque los hechos de armas no son de admirar.
26. – ¿Qué don de la naturaleza desearías poseer?
La renovación, aún en las condiciones más hostiles.
27. – ¿Cómo te gustaría morir?
En paz conmigo mismo.
28. – ¿Cuál es el estado más típico de tu ánimo?
Huy, huy… ¿Fluctuante?
29. – ¿Qué defectos te inspiran más indulgencia?
Todos, porque todos los tenemos.
30. – ¿Tienes un lema?
No, cada situación de vida requiere un “lema” o un principio que oriente nuestras acciones.

Y esto es todo, estimado Hugo. Gracias por contestar a mis preguntas y sigue escribiendo porque nos gusta lo que escribes.
Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.