Por ahí va el futuro del ciclismo |
En total se han llevado seis etapas. No se recuerda un dominio así desde que irrumpió la EPO en el pelotón, la sustancia que alteró este deporte hasta la médula. Lo más curioso es que el equipo autor de este dominio se vende como limpio, e incluso como el futuro del ciclismo.
Si el futuro del ciclismo es colocar a jefe de filas y gregario como primero y segundo de la general tras dos semanas, ganar seis etapas y tener a alguien como Boasson Hagen tirando 150 km. en etapas de montaña, meterse en sprints e ir escapado el antepenúltimo día, mal vamos.
Pero bueno, a nadie parece importarle mucho ese "mal vamos" que se ha convertido en la coda necesaria para este deporte. Wiggins, el ganador de este Tour, es muy bien recibido por todos porque abre el mercado inglés -de hecho, se diseñó el recorrido a su beneficio-, tiene varias historias que enganchan con el periodismo (incluyendo un padre pistard que ocultaba las anfetas de los setenta en sus pañales) y hasta le llaman Le Gentleman, a pesar de decir canalladas sobre los que no nos creemos su éxito.
Porque no es sólo el Tour: al conquistar la carrera francesa Wiggins logra una temporada sin comparación posible, al haber ganado desde enero París-Niza (1 etapa), Tour de Romandía (2 etapas), Dauphiné Libere (1 etapa) y Tour (2 etapas), más el muy probable oro olímpico en CRI dentro de diez días, una temporada a la altura de las más brillantes de la historia del ciclismo. Ha ganando prácticamente todo en lo que ha salido a competir, con excepción del preparatorio en Algarve y la Volta, donde abandonó por el mal tiempo.
Los necesarios propagandistas de este deporte sin remedio saludan al nuevo campeón, uno que era incapaz de subir una montaña siquiera en el tercer grupo de favoritos hasta 2009, donde sorprendentemente acabó 4º en el Tour. Por entonces, la razón era que había perdido 8 kg. Ahora es que entrena mucho, como si el resto de corredores no lo hiciese. O que las bicis tienen rodamientos de cerámica. Todo vale, ya lo saben.
Su segundo de a bordo ha quedado a 3´21", pero con casi 3´ sobre el tercero. Se han movido en otra galaxia. También aquí todo perfectamente normal para los entendidos del ciclismo, que hoy llenan sus crónicas de elogios y, por poner una pincelada de color en el discurso esperanzador, que quizás la carrera ha sido un poco aburrida.
¿Ganando un mismo equipo con seis minutos de diferencia sobre el primero de los extraños, que jamás recortó tiempo? Es algo más que aburrido: es apisonador. Froome, el segundo, también lo fue en la Vuelta a España de 2011, cuando nadie contaba con el. De repente, en un giro que no hemos visto, salió después de varios años un competidor excepcional. Salió de la chistera. Por lo de chiste.
Nibali, el tercero, hizo lo que pudo: alguna de sus mejores cronos, en La Planche des Belles Filles una de sus mejores subidas, y ataques sin mucho futuro. No abundan los italianos en el podio del Tour: en los últimos 22 años sólo cuatro nombres (Bugno, Chiappucci, Pantani, Basso), y anteriormente estuvieron 20 sin subir a ningún hombre.
Lo del siciliano es digno de encomio: ha conseguido subir al podio de las tres grandes con 27 años (e incluso ganar la Vuelta con 25) y utilizando armas clásicas, o no demasiado exageradas. Sin embargo, es una excepción en su país, que en los 4 últimos Tour ha ganado dos etapas (Petacchi, en 2010) y que ha tenido una presencia residual en carrera, ni siquiera en las fugas.
Cuarto Van den Broeck a 10´15", una distancia insalvable. Es la mejor posición de un belga en el Tour en tres décadas, que se une al podio de De Gendt en el reciente Giro, con similares registros históricos. Atacó varias veces, pero es un corredor que sólo aparece para el Tour y el Tour, con el nivel médico-deportivo registrado este año, queda muy lejos.
Quinto Van Garderen, un extraordinario resultado difícilmente pronosticable en la salida de Lieja. Al americano se le ha subido un poco a la cabeza y ha dicho que ganará la carrera en un futuro no muy lejano. Ese tipo de declaraciones suelen ir en contra de quien las pronuncia, y abundan los ejemplos en la historia del ciclismo. Muy fuerte en montaña, pero aún más en contrarreloj, gana el maillot de mejor joven y coge el entorchado del ciclismo yanki para las grandes vueltas.
Sexto Zubeldia, el corredor de 35 años y tres-cuatro victorias de profesional, que cuando quedó segundo en el Dauphine del año ¡2000! se anunciaba como el nuevo Indurain. Su principal valor es la resistencia, característica que ya se conocía, a la que ha añadido un certificado médico por una arritmia sobrevenida este mismo año, conocida hace dos días. Ha hecho las mejores cronos de su vida en el Tour de este año.
Su equipo se lleva la clasificación por equipos por apenas 6 minutos sobre el Sky, pero jamás han corrido como un equipo, simplemente como una suma de individualidades, donde quien más ha destacado ha sido F. Schleck con su sonoro positivo. Cayó Schleck y Zubeldia el resistente empezó a flaquear en todos los puertos, igual que cuando cayó Di Gregorio del Cofidis, su compañero Taaramae -impresionante en Les Belles Filles-, también con problemas de salud poco antes del Tour, desapareció. ¡Qué tendrán los equipos!
El caso de Evans podría ayudar: el defensor del título en el Tour se disolvió en la parte final de la carrera, cayendo a un deshonroso 7º puesto. Si bien hay defensores del título mucho peores (los dos españoles: Induráin en 1996 11º, Sastre en 2009 17º), sorprende ese despeñamiento de Evans por cómo se ha producido ("dolores estomacales") y por el ascenso de su gregario Van Garderen, que ni lo esperaba en situaciones de pinchazo.
De rueda, claro. Vale que el australiano tiene 35 años, pero se había presentado al Tour sin mucha competición y batallando mucho en la dos primeras semanas. Le habrá afectado el mismo mal que a Hushvod -temporada en blanco, tras un 2011 prodigioso- o Gilbert, que lleva un año sin ganar y es una sombra del corredor que fue. ¡Qué tendrán los equipos!
Rolland, octavo, también puede hablar mucho de su Europcar, ganador de tres etapas, una suya, tras una cabalgada por los Alpes donde en el último puerto, en vez de flaquear, iba aún más rápido. Su equipo también padeció importantes problemas de salud colectivos antes de la carrera. Dicen que el futuro del ciclismo (otra vez) pasa por él, pero en este Tour también ha emergido el corredor del Franco-Condado Thibaut Pinot.
El más joven del Tour termina décimo, gana la etapa de Porrentruy, y brilla tanto en Alpes como en Pirineos, atacando y llegando con buen sprint a la meta. 22 años. ¿Saben qué? No iba a correr el Tour fue llamado a última hora. Lo pondré de nuevo: no iba a correr el Tour y fue llamado a última hora. Y ha hecho este Tour que ha hecho. No se ustedes, pero creo que hay un patrón que se repite.
Sagan gana el maillot verde en su primer Tour, también con 22 años, más tres etapas, tres segundos puestos y un dominio de la bicicleta y de las situaciones portentoso. De hecho, se puede decir que la mejor etapa del Tour es la que ganó en Seraing, la primera. Sólo otro corredor más joven que Sagan había ganado el maillot verde en su primera participación, nada menos que Walter Planckaert en los sesenta. Por último, la montaña fue para Voeckler, que dice que no se había marcado ese objetivo en la salida.
Ha sido un Tour muy malo, con etapas muy buenas pero que no eran las decisivas, y lo ha sido en gran medida por el extraordinario dominio del conocido como UkPostal, en homenaje al UsPostal, al que ha mejorado en todos sus registros de arrogancia, si eso era posible. El futuro del ciclismo, dicen. Pues se parece bastante al pasado, el más reciente.
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Con tanto baile de nombres hacia el Astana (se habla de los Schleck, Nibali, Froome), Kreuziger ha decidido acabar sus dos decepcionantes años con los centroasiáticos y ficha por el Saxo Bank.
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"A Madrid no le salen las cuentas olímpicas" es el titular de una noticia que se ha hecho mucho de esperar en el periódico, porque los mimbres para titular así existen desde hace años. Celebremos pues la entrada en cordura de un medio de información todavía influyente que se deja muchas veces seducir por la pompa y el boato de los macroeventos deportivos, trascurando su necesaria función crítica sobre los mismos.