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miércoles, 5 de febrero de 2014

Sobre mis hijos XX: quien no tiene abuela no tiene cosa buena

La semana pasada el niño estuvo malo con amigdalitis, y tuvo que quedarse varios días en casa. Desde que mi madre se jubiló hace dos años, esta situación no es tan dramática como era antes. No está escrito lo que sufrí por dejar al mis hijos con una cuidadora o tener que llamar al trabajo a pedir días de vacaciones para poder quedarme yo con ellos. Toda esa agonía quedó atrás gracias a la bendita jubilación.

El niño y la abuela, se han pasado unos días juntos en casita, que ambos describen como maravillosos. El primer día le digo al niño que tiene que agradecer mucho a la abuela lo bien que le está cuidando y me contesta: “Claro, pero ella está contenta mamá. Hoy básicamente ha cocinado, ha hecho pis, y ha visto la tablet conmigo porque nos gustan las mismas cosas. Tan contentos”.

Sobre el tema de la cocina – entenderéis que los dos otros puntos mencionados por el niño no los desarrolle –, cierto es que con lo que ha cocinado estos días le podrían haber convalidado con primer premio en máster chef.
Para que el niño no pasara hambre y tuviera qué elegir, le ha deleitado con: tortilla de patata, albóndigas en salsa, guisantes con jamón, lentejas, espaguetis carbonara…. Con lo que sobraba, cenábamos los cuatro y todavía he tenido que congelar. No digo más. Ha tenido al niño como un sultán.

El momento duro del día era cuando por la tarde, llegaba la hermana del colegio, con una hojita de la profe en la que le indicaba lo que tenía que hacer de deberes. El niño miraba la nota y le caían lagrimones como canicas. Se quedaba llorando en silencio y murmurando: no hay derecho. Después de mucho lagrimón, se ponía a hacer los deberes como alma en pena. Uno de los días tenía que hacer una redacción sobre la paz y le oigo que pregunta a la hermana a voz en grito:
- ¡¡Hermana!! ¿Don Marcelino es el Papa de nuestro cole?
- No, es el cura.
- Ah eso.

¡Venga ya!, ¿el Papa del colegio?, pon un Papa en tu vida..., no fastidies. No se si me sorprende más su desconocimiento de la materia estando en cuarto de primaria de un cole religioso, o la pasmosa tranquilidad con la que le contesta la hermana. A saber las preguntas que le hace el chaval, para que ya nada la sorprenda.

El niño está en su mundo, por no decir directamente que está en la parra. Para que os hagáis una idea: el padre ha estado dos días en Lisboa por trabajo, y le pregunta mi madre dónde iba, y le contesta “A Hawai”. Con un par, viaje de un día de trabajo a Hawai…

En cuanto a la niña, contaros que está mucho mejor del sonambulismo. En sus momentos más agudos que ya os conté aquí, empecé a escribir un diario con las horas, días y lo que hacía al levantarse dormida. Gracias a ese registro confirmo que las caminatas se han ido espaciando cada vez más. Casualmente, se redujeron muchísimo sus paseos nocturnos, en cuanto trajo las notas del cole bien plagaditas de sobresalientes. Así que mi teoría de que uno de los focos de tensión era el tema académico por su auto-exigencia, parece que no iba desencaminada. Además le doy una infusión de tila casi todos los días después de cenar, y creo que eso también ayuda. Sigue teniendo sus momentos, como el otro día que se levantó arrastrando su edredón y se lo llevó al cuarto del hermano para taparle (para haberse cocido uno y helado la otra…). Pero ya son muchas menos veces las que hace de las suyas. Estoy encantada.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Mi hija es sonámbula

Mi hija es sonámbula, desde bien pequeña empezó con su trasiego y charlas nocturnas.
No es que me pillara por sorpresa, porque tenemos bastantes antecedentes en la familia, es como el daltonismo del niño, pero aún así el primer día que te encuentras a tu hija con chupete en mitad del salón, el susto te lo pegas.

El caso es que antes era algo espaciado en el tiempo, pero desde que ha empezado el curso la cosa se ha intensificado mucho. En las últimas semanas ha sido un no parar, mis hijos se acuestan a las 9, pues a las 11, casi cada día ha tenido alguna movida, del tipo:

1. Plantarse en la mitad del salón. La hablamos y no contesta, así que ya se que está dormida, la cojo de la mano, la llevo a su cuarto y sigue durmiendo como si no ha pasado nada.
2. Aparecer en el salón y decir: “mamá” y yo: “¿qué?” ella: “ale, pues nada, nada, qué pesada, siempre igual”. Lo que comúnmente se conoce como echarme la peta. Sin venir a cuento y dormida… Miedo me da.
3. Levantarme por la mañana y no encontrar la cafetera. Como es de vaso de cristal y émbolo, dar por hecho que se le debió romper a alguien y no avisó. Descubrir horas más tarde que la cafetera reposa tranquilamente en la mesilla de noche de mi hija.
4 Ayer noche me llamó, voy a su cuarto y me la encuentro sentada en la cama diciendo: “mamá, dímelo ahora que estamos en privado. Ah! y dile a papá que me traiga el metal”.

JODER, yo ME CAGO.

Cuando era algo que pasaba una vez cada dos meses, hasta nos reíamos con sus charlas y paseíllos nocturnos. Ahora no me río. Tengo demasiados miedos.
Primero a que le pase algo en su danzar nocturno. Me sorprende lo bien que camina y se orienta dormida, pero aún así, ¡¡¡ESTA DORMIDA!!!!. El día de la cafetera estuve en shock imaginando cosas terribles que le habrían podido pasar en su aventurilla del rapto de cafetera. Me tranquilizó un compañero de trabajo que se mete paseos por la casa dormido desde que tiene uso de razón y nunca le ha pasado nada, pero aún así…
Además, no entiendo por qué está tan activa últimamente. ¿Le pasa algo? ¿es simplemente parte del proceso de desarrollo a sus 10 años? ¿está más nerviosa? ¿por qué?...
Dejamos la puerta de la calle cerrada con llave y alarma puesta, el camino desde su cuarto al baño despejado y con las puertas del pasillo cerradas. Pero aún así… ay madre…

Por favor, no me dejéis comentarios de historias chungas de gente sonámbula, que bastante tengo con mis propios miedos… Pero si tenéis alguna sugerencia, o idea que nos sirva de ayuda para minimizar riesgos y movimientos nocturnos ¡¡¡eso sí sería bienvenido!!!