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jueves, 23 de marzo de 2017

Sobre mi marido

Ayer hablaba con mi hermana, que lleva dos años con su pareja actual, de los problemillas que tiene con la familia política y que ella solventa no estando nunca con ellos.

Hay cosas que yo hago por mi marido y mis hijos, que me decía que ella no podría aguantar. En un momento dado le dije que hacer lo que ella hace a mi me costaría un divorcio.
Esto me llevó a que en mi desvelo nocturno de cada noche (mi mala calidad de sueño merece capítulo aparte) estuve meditando sobre mi relación de pareja, y me ha apetecido compartir algunos pensamientos y recuerdos.

Hablo poco de mi marido por aquí, a pesar de lo importante que es para mi desde hace más de 22 años.

Nos conocimos unos meses antes de que yo cumpliera 21 años, en la primavera de tercero de carrera. Mi amiga Isa la canaria, hizo una fiesta en el piso que compartía con su hermano, que a su vez era compañero mío de clase y muy amigo. Conocía a todos sus amigos, excepto al gallego con el que nunca coincidía. Incluso estuvimos las dos pandillas en un concierto de Bruce Springsteen y por extrañas casualidades no crucé ni dos palabras con él porque ni le ví.

El caso es que en esa fiesta le vi y desde entonces estamos juntos.

Recuerdo perfectamente ese primer momento, nos cruzamos por el pasillo de la casa, yo iba con una minifalda de ante negro y un top blanco cruzado muy favorecedor. El me miró sonriente y me gustó. Al poco estábamos charlando. Con las copas que iban cayendo según avanzaba la noche, todo se iba haciendo más fácil, cada vez me parecía más guapo y simpático. Y recuerdo que en un momento dado, estábamos en la terracita, tercer piso, calle general Alvarez de Castro, y pensé: si tiene manos bonitas le beso. Y madre mía qué manos tenía, grandes, dedos largos, uñas perfectas. Así que no pude menos que besarle.

Durante el primer año de relación estuvimos jugando un poco al ratón y al gato, porque yo tenía la ridícula idea de no tener novio hasta que terminara la carrera. Quería salir, ir a conciertos, estar con mis amigas, tener ligues de poca trascendencia, estar libre como una paloma en definitiva. Y éste tenía poca pinta de un ligue que no dura. Así que éramos "esos que no son novios ni son ná pero que está todo el día juntos", como decía el amigo Antoñito.

Al final hubo que reconocer la realidad y aceptar que éramos novios tradicionales enamorados hasta las trancas.

Yo terminé la carrera a curso por año y con 23 estaba ya trabajando en consultoría. El muchacho tardó como cinco años más en terminar. En su defensa que estudiaba ingeniería, y no empezó a estudiar de verdad hasta que no empezó conmigo. Además sus padres son los padres más atípicos que conozco, no le metían ninguna presión, preferían que aprovechara las oportunidades de hacer teatro, fotogragía e irse a Canadá en el verano. Impensable en mi casa. De todo tiene que haber, está claro.

Cuando por fin terminó y encontró trabajo, nos casamos. Yo tenía 28 años. Y después ya sabéis, dos hijos con 16 meses de diferencia, comprar piso, trabajar... la vida de adulto. Nada que ver con la que llevamos durante los ocho años de noviazgo, despreocupados, felices, relajados.

En los últimos años hemos tenido a la benjamina, y la relación de pareja se ha deteriorado un poco. Llevamos muchos años juntos y tenemos demasiadas obligaciones para sacar tiempo para cuidar un poco el tema.

Aun así, a pesar de las discusiones, del cansancio, de tener que pasar más de la mitad de mis vacaciones en galicia con toda su familia... me compensa más lo bueno que lo malo.
No privaría a mis hijos de relación con sus abuelos, sus primos, de ir a su tierra en vacaciones, a la casa de su padre de toda la vida. Que es lo hace mi hermana, por ejemplo, para no tener que aguantar determinadas cosas de las que yo sí aguanto.

Perfecto no va a ser nunca nada. Se trata de poner en balanza y ver hacia qué lado se inclina.
No estaría dispuesta a aguantar una relación en la que no compensara lo bueno, por mucho que quiera que mis hijos tengan padre y madre criándoles bajo el mismo techo.

Pero compensando lo bueno, creo que hay que hacer el esfuerzo y estar ahí.

Me veo dentro de unos años, cuando nuestras obligaciones de padres no nos supongan tanto tiempo y esfuerzo - y también grandes alegrías -, retomando muchas cosas que han quedado aparcadas.
Viajando los dos juntos, riéndonos, cuidándonos. Y solo espero no estar equivocada.
Ahora también tenemos momentos de salir a cenar juntos, de estar viendo una serie acurrucados en el sofá con una copa de vino, claro que los tenemos, pero son pequeños momentos en medio de la tormenta.

Me encanta la vida familiar que tenemos ahora, pero reconozco que muchas veces es detrimento de la vida romántica en pareja , no se si me habré explicado bien. No cambio lo que tengo, pero también querría recuperar algunas cosas.

viernes, 26 de agosto de 2016

Breve anécdota. Padre, madre y abuela ante un mismo hecho


Basado en hecho reales de la vida de una servidora.

Tres formas distintas de enfrentarse a un mismo hecho: llevar a los hijos a la estación del AVE.

Antecedentes: los hijos de 11 y 13 a ños respectivamente, van a pasar una semana con los abuelos que están en Málaga, por lo que van a ir y volver solos en el tren. Esto mismo ocurrió el año pasado, por lo que podemos comparar la operación por parte de la madre, por parte del padre y la vuelta en la que es la abuelita la que se encarga.

- La forma de mi marido: deja a los niños en el control de billetes, les da dos besos y hasta luego Lucas. Manifiesta una gran sorpresa ante mi pregunta de si les dejó sentados en sus asientos y comprobó que el tren salió a su hora con ellos dentro.

- Mi forma: pido en Atención al cliente una autorización para que me dejen acompañarles hasta el andén y no me voy hasta que no veo que el tren se pone en marcha con ellos dentro. Mando wasap a la abuela confirmando salida y pidiendo confirmación de la recepción de las criaturas.

- La forma de mi madre: pide una autorización para que la dejen acompañarles hasta el andén y me manda wasap en el que literalmente dice: “He esperado hasta que arrancase el ave de los ni ños y tomara velocidad”. Más tarde me llama para aclararme que es importante asegurarse de que el tren ha cogido velocidad y no queda nadie en el andén.

Eso de esperar a que el tren tome velocidad para marcharte es muy grande y muy de dramaabuela. Y digo yo, ¿es por si los niños se bajan al ver que el tren no va muy rápido?. Las puertas no se abrirían así que tendrían que tirarse por una ventana, pero oye, toda comprobación es poca para una abuela.
Si ya me cuesta hacerle entender a mi marido que debería esperar a dejarles sentados en sus asientos y con el tren en marcha, a ver cómo le explico yo a él el concepto abuelil de “esperar a que tome velocidad el tren”. 
Las madres podemos ser muy plastas pero lo de las abuelitas es más allá del arcoíris.

domingo, 23 de marzo de 2014

Lo mejor de la semana; me quedo con dos

Siguiendo el ejemplo del blog 1piña , que acabo de incorporar a mi lista de lectura, voy a hacer mi selección de los dos mejores momentos de la semana:

1. Gracias a mi falta de memoria visual, cada día disfruto de la "nueva" ubicación de mi oficina. Lo de "nueva" hay que matizarlo, llevo allí desde septiembre, la friolera de 6 meses, pero como decía, ese defecto mío se convierte en una suerte en estos casos. Cada mañana cuando salgo del metro y paseo hasta el edificio en el que trabajo, voy disfrutando del entorno, de los edificios, de las azoteas... Es un gran momento cada mañana, una recompensa por el madrugón.

Fotos: SAMUEL SÁNCHEZ  ( http://www.elpais.com/especial/gran-via/fotos-edificios-emblematicos )






2. Ya ha vuelto marido de sus dos semanas de trabajo en Costa Rica. Se me han hecho eternas, y es una gran alegría tenerle en casa. Aparte de por motivos sentimentales  - que le quiero y esas cosas -, también por motivos prácticos. Esta familia está organizada para que funcione con dos adultos al cargo, y cuando falta uno de los dos se nota mucho. Mola tener en quien delegar, mola mucho.
Aunque mañana vuelve a salir de viaje pero son solo dos días, que eso está chupado para nosotros.

Feliz Domingo

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Momentos sonambuleros

Este ajetreo nocturno de la niña nos trae momentos curiosos. El otro día antes de irse a la cama, junto con su infusión de tila, estaba yo metiendo a la criatura una chapa sobre la importancia de que duerma tranquila y descanse, que no se levante ni haga ruido, y para dar más argumentos la dije que además podría despertar al hermano y rápidamente intervino el susodicho: “No, no, por mi no os preocupéis, que yo tengo un sueño muy hundido”.

Quien dice hundido, dice profundo, pero me gusta mucho más eso del sueño hundido.

A las pocas horas de esa reflexión oigo pasos, salgo de mi cuarto y me la encuentro por el pasillo:
- L. ¿donde vas?
- a por el lego
- los legos están guardados
- sí sí guardados (tonito de recochineo), están en la cocina
- que noooo, a la cama echando virutas
- sí sí a la cama (tonito de recochineo again)...

se da la vuelta, se vuelve a la cama y sigue durmiendo. Obviamente todo transcurrió con ella dormida. GLUB!!!!


A la mañana siguiente, llama el padre desde Bruselas (atentos al detalle que es importante: desde Bruselas) pregunta qué tal todo, le cuento que yo he dormido regular porque tras el paseíllo nocturno de L. ya no dormí de forma tan “hundida” como mi hijo, porque estaba con media antena puesta por si la volvía a oír por el pasillo en busca de sus amados legos.
Y contesta tan tolondo: “ bueno mujer, entonces todo bien, eso no es nada”. Claaaaarooo, no es nada para el que está en Bruselas, durmiendo en un hotel a pierna suelta.
Estos hombres a veces tienen un cuajo…

domingo, 8 de septiembre de 2013

Sentimientos encontrados y algo de preocupación

Acaba de ocurrir algo que me ha dejado preocupada y disgustada, y aunque se trata de algo muy personal que no se si se entenderá, lo voy a contar aquí. Por fin, más de un año después de abrir este blog, veo sentido a haberlo mantenido en secreto. Porque aunque lo que os voy a contar seguramente desde fuera parezca una tontería, para mí no lo es, y no me gustaría compartirlo ni con mi madre, ni con mi hermana, ni con nadie de mi entorno que luego vaya a estar dándole vueltas al asunto.
Os pongo en antecedentes: marido está de viaje todo el mes, y los niños y yo hemos pasado lo que llevamos de fin de semana  haciendo cosas chulas, tipo: pedir pizza para cenar y acurrucarnos en el sofá a ver una peli, ir a la piscina, tomar helado, jugar a las palas… Esta mañana llama mi marido desde Shanghái y habla conmigo y con los niños. Al rato oigo sollozos desde la habitación de mi hija, voy asustada pensando que está otra vez con el dolor de tripa, y no, me dice que no le duele nada y que no pasa nada. Después de un largo rato sentada con ella, preguntando, esperando, dando mimitos, me cuenta que lo que pasa es que echa de menos cuando era más pequeña y echa de menos a papá. La primera parte me preocupa, mi hija ha sido muy sensible e intensa para todo, y me temo que va a tener una adolescencia de órdago a la grande. Con 10 años que acaba de cumplir, y siendo una niña que siempre ha querido ser mayor, está empezando a sentir nostalgia de cuando era pequeña. Me dice cosas como: “cuando éramos pequeños estábamos atontados y eso me encantaba” … “me estoy haciendo mayor y ya nada va a ser igual”. Se me pone un nudo en el estómago de pensar que mi hija está sufriendo por eso. Es demasiado consciente de todo.
Respecto de la segunda parte de la frase, la referente a que echa de menos a su padre, tengo sentimientos encontrados. Por una parte yo misma fomento desde siempre que quieran mucho a su padre, que tengan juegos juntos, momentos que sean solo suyos en los que yo no interfiera, y por eso me alegro de que se quieran tanto. Por otra parte, y esto no sé si me va a entender, me da rabia. La niña me dice: “en casi todos mis recuerdos divertidos de cuando era pequeña está papá”. Yo soy la que dejé de trabajar un año para quedarme en casa cuidándoles, la que ha renunciado a trabajos más interesantes, por la seguridad de una nómina y un horario de salida a las 3 cuatro días a la semana. Nunca he estado más de una noche fuera por ellos. Les recojo del cole, les llevo al médico, busco los mejores campamentos de verano, voy a las entrevistas del colegio… Y todo lo he hecho porque yo he querido. Pero querría verlo más claramente recompensado. Porque además, también me gustaría haber dejado mi trabajo y hacerme autónoma, en un momento en que se rifaba gente de mi perfil. Habría ganado mucha pasta en poco tiempo, pero habría tenido que viajar mucho, ya que casi todos los proyectos eran fuera de España, y no habría tenido seguridad laboral a largo plazo. Así que no me compensó. Y volvería a hacerlo. Pero se me cae el alma a los pies cuando la niña me dice que en casi todos sus recuerdos divertidos está papá. Ella no se da cuenta de que me hace daño, porque yo sonrío y la beso.
Esto me recuerda a una vez que el niño dijo que quería sentarse al lado del sabio (refiriéndose al padre), nos hizo mucha gracia el calificativo del sabio y le pregunté si yo no era sabia y me dijo que yo sabía de cosas menos interesantes como cuidarles bien, de los peligros y de lo que había que hacer. El padre sabe de animales, naturaleza y juegos divertidos. El padre viaja un mes y es la madre la que se queda con ellos…

Se me pasará, porque en cuanto acaben con las hojas que les toca hacer hoy del libro del verano, nos iremos a hacer algo, pero ahora mismo… estoy rara.

domingo, 10 de marzo de 2013

Y ahora…

..ya tengo a marido listo para ir pitando por los controles de los aeropuertos. Anda a mitad camino entre robocop y lobezno, con la cantidad de metal que le han metido en el cuerpo, pero voy a empezar por el principio:
El día de la operación ya amanecí hora y media antes de que sonara el despertador, con los nervios de la operación, mientras observaba ojiplática, como el que iba a ser operado roncaba placenteramente. Ya he comentado alguna vez lo distintos que somos, ¿no?, pues eso. La mañana pasó con rabiosa lentitud, y por fin, a la hora acordada nos dirigimos los dos a la clínica. Cuando pusimos el pie en la habitación comentó por primera vez: uy, pues un pelín nervioso sí que estoy.
Un pelín dice el jodío. A esas alturas yo ya había perdido un año de vida de la combustión interna por los nervios, la impaciencia y la ansiedad.
Después de un pequeño incidente (pequeño digo ahora, en el momento me supuso otro año más de vida) porque el marido había interpretado que el ayuno de 6 horas antes de la operación no afectaba al agua. No se por qué se puso a interpretar, porque el papel que le entregaron ponía claramente: no comer ni beber nada 6 horas antes. ¿Había necesidad de interpretar?, yo diría que no.
El caso, con un retraso considerable por el “pequeño incidente” del agua, por fin le bajan a quirófano, la duración prevista de la operación era 2 horas, me dicen que yo espere en la habitación porque si surge “algo”, me llamarían allí. Con ese “algo” y mi portentosa imaginación se me fue otro año más. Y me digo a mí misma, serénate leches, que como esto siga así, va a resultar que tenías que haber muerto ayer, de tanto perder años a disgustos. Total, que me siento, saco mi ebook, y de pronto me miro a la mano, en la que me acaba de poner la alianza de marido, que era la única pieza metálica que llevaba y le dijeron que se quitara. Mal rollo de nuevo, aquí os dejo una muestra, que encima en plan asiática macabra voy y me hago una foto… (lo de asiática por sacar fotos a cosas absurdas y lo de macabra no necesita aclaración)


Las dos primeras horas las pasé mal que tal, leyendo. A partir de ahí se juntaron dos sucesos: 1. aparecieron mis suegros, que llegaban en ese momento de Galicia, y 2. seguían sin dar noticias del operando. La situación fue muy surrealista. Yo miraba el reloj cada cinco minutos aprox. y comentaba cuánto tardan. Mi suegra me decía que era lo normal, que estuviera tranquila, pero en cuanto me despistaba estaba recordando cuando murió su hija y le caían lagrimones. Mi suegro leía el periódico o miraba el móvil, pero a nosotras dos ni caso, es que ni una palabra nos dijo el tío. Una escena que te la cogen los hermanos Cohen, o el mismo Almodóvar, y te sacan una peli entera. Ninguno de los tres estábamos en nuestro papel habitual, mi suegra es fundamentalmente una mujer divertida, cero plañidera, mi suegro es muy sociable y yo no voy por la vida angustiada. Sin embargo no se qué ondas extrañas circulaban por esa habitación que cada uno de nosotros nos posicionamos en las antípodas de nuestra personalidad habitual.

A las tres horas de llevarse a marido, nos avisaron de que ya había terminado la operación, que le habían pasado a reanimación, y que yo me fuera a la sala de espera que irían los médicos a darme el parte. Del parte solo oí datos como de carpintería (sierra, clavos, placa metálica, cuña…), que todo había ido bien, y que ahora tocaban seis semanas de reposo.
Ha estado 3 días ingresado con muchos dolores, pero en el hospital te arrean morfina y listo. Ahora está en casa con los mismos dolores, y sin el paraíso químico.

A mí me van a acabar convalidando un par de asignaturas de enfermería. Le hago las curas, le pongo el hielo, le regaño porque se mueve mucho, le recuerdo cada cuatro horas la toma que le corresponde y muchas otras cosas poco glamurosas todas ellas. Ah, y desde mañana Lunes a trabajar en la oficina de 8 a 3, con lo que todos los cuidados de enfermera, se me van a acumular por la tarde. No sé cómo me las apañaré para simultanear el ducharle y hacerle curas, con asegurarme de que S hace los deberes y no se dedica a pintar brujas y elfos. Van a ser unas tardes-noches grandiosas.

Los niños están con el padre cariñosos a tope. Lo de la operación se ve que también les preocupó un poquillo. No tanto como a la histérica de su madre, que soy yo, y que todos los temas médicos/sanitarios me descomponen sin proporción lógica. Pero algo de tensión han debido de pasar, al no tenernos en casa varios días y ver al padre con los goteros, la pierna inmovilizada, etc. porque le han recibido como a un héroe de guerra. Mi hija le hizo de recibimiento unos dibujos preciosos en dos cartulinas pegadas, con cien mil abalorios que cuelgan, y un texto que dice: “En esta casa tenemos al mejor padre del mundo. Yo no podría vivir sin él porque es mi inspiración y le quiero”.
No me digáis que no es para comérsela a besos.
Incluso en estos momentos complicados, ellos aportan alegría y luz a esta casa.

Hasta aquí, el parte del pre y post operatorio de osteotomía tibial y ligamento cruzado del consorte. Besos y sed felices.

domingo, 10 de febrero de 2013

Solos en casa

Ayer por la mañana abandonó el nido el marido para un viaje de trabajo que le mantendrá allende los mares, durante la próxima semana. Cada vez tiene viajes más largos y lejanos con más frecuencia, otro efecto de la crisis nacional y europea, y yo cada vez lo llevo peor. Por múltiples motivos:
1.       Cada vez que se va soy más consciente de que somos un equipo perfecto formado por dos imperfectos. Solo tenemos en común las cosas realmente importantes y esenciales, la misma visión de la familia y de los grandes valores que rigen cómo vives. Casi ná. Por lo demás somos muy distintos. Algún ejemplo: yo lo planifico todo, él vive al día.  Yo me desvelo con cualquier problema, a él no le quita nada el sueño. El habla con todos los vecinos a los que conoce con nombre, apellidos y mil detalles más; yo les saludo por educación y cortesía, pero confieso que con mi despiste casi ni les reconozco.
Mi primera mejor amiga de la infancia, con la que mantengo una gran amistad, era así. Yo era la niña estudiosa y responsable, y ella la que se metía en todos los charcos, nunca llevaba paraguas, y lo suspendía todo. Éramos un equipazo, lo pasábamos en grande. Con mi marido es la misma sensación. Valoro tanto todos esos detalles que nos diferencian, que la vida conmigo sola es el muermo total.

2.       Este segundo punto supongo que le pasa a todas las familias con niños en las que padre y madre trabajan. Nuestra rutina diaria es una maquinaria engranada, en la que como falle un tornillo, la máquina a hacer puñetas. Marido lleva a los niños al colegio por la mañana y yo les recojo. Yo me paso la tarde con ellos, sus deberes y su baño, y él les lee un libro antes de dormirse. Si uno de los dos no está, el engranaje falla. Se vuelve todo demasiado complicado, como si no lo fuese ya suficientemente complejo.

No solo yo echo en falta a marido, mis hijos le nombran continuamente, y dicen cosas como: “si estuviera papá no habría sobrado nada de comida”, ejem, es cierto, no es que sea un comentario muy tierno, pero a mí me enternece que se acuerden de que el padre lo remata siempre todo, si él está en casa los platos van limpios al friega.
Me estoy acordando de una vez que estuvo como 10 días fuera, tendría mi hijo S unos 4 años, íbamos los tres sentados en un autobús por la Castellana, calladitos los tres mirando por la ventana y de pronto el niño dice:
-          Poooos, papá ya tiene aquí una familia, así que… aunque en Italia se encuentre a unos mejores que nosotros…. se siente, tiene que volver que ya nos tiene de familia.
No sabía si reírme o llorar. Que un niño tan pequeño esté pensando si el padre le dejaría por otra familia mejor… da bastante yuyu.
Además estoy pasando una racha muy complicada en el trabajo (quién no, me diréis), y me sienta muy bien después de la cena, con los niños ya acostados, quedarnos charlando y yo le cuento todo lo que me asusta, me cansa y me enfada del trabajo, y él le quita hierro. En fin.
Otro efecto colateral de que el marido esté fuera, es que me voy a pasar toda la semana con el limpiaparabrisas trasero del coche en marcha. Nunca consigo recordar cómo se apaga, pero no falla, basta que marido esté de viaje, para que al entrar en el coche de un golpe dios sabe donde, y empiece el parabrisas dichoso con el ris, ras, ris, ras. Y así hasta el domingo que viene.