Este Lunes mi pequeña cumplirá un año, el mismo día que su hermano cumple once. Tempus fugit.
Todo lo mal que lo pasé en el embarazo, entre miedos y dolores varios, lo he pasado de bien en este añito que está por cumplirse.
Nació llorando a grito pelao pero en cuanto me la pusieron encima dejó de llorar y se me quedó mirando con esos ojos grandes y almendrados tan preciosos. Ver a tu hijo por primera vez es el momento más emocionante del mundo. Podría revivir mil veces los nacimientos de mis tres hijos y no me cansaría.
Los primeros meses ganó el óscar a la bebé más buena del mundo. Su vida consistió en dormir, comer, sonreír y observarlo todo con mirada plácida.
A partir de los seis meses empezó a dormir menos durante el día, a moverse más, comenzó el gateo y la vida loca.
El verano con ella fue divertidísimo. Disfruté de mis meses de excedencia alargando el tiempo de playa y pasando el verano tranquila con mis tres hijos. Mucha piscina, muchas risas, inicio del destete e introducción de los purés. Le compré un bikini de dos piezas solo para poder reírnos cada vez que se lo ponía. Ahora veo sus fotos con su bikini gateando por el césped o intentando comer arena de la playa, con esos muslitos con roscas y me da morriña.
En los últimos meses ha cambiado mucho, es más niñita que bebé. Camina desde los once meses, tiene interés por todo, hace entonaciones de voz y mueve las manos como si fuera una siciliana intentando expresarse. Esos andares bamboleantes que tiene son de morir de amor.
A raíz de incorporarme yo a trabajar se ha despegado un poco de mí. Hasta ese momento, aunque sus hermanos o su padre le parecieran muy graciosos, ella siempre prefería mis brazos y mis mimos. Ahora ya se divide entre todos casi por igual. Está más abierta al mundo y a las personas, ha dejado de observarlo todo desde mis brazos para entrar directa a la zona cero.
Da besos, bueno, más bien su versión de un beso, que es acercar su cara y resoplarte en el moflete. Simplemente con pedirle un beso o señalar en la cara diciendo: ‘besito’, ya lo hace, para delicia nuestra. No besa a cualquiera, claro. Solo a los más cercanos a ella.
En este año de vida solo ha estado mala unos días, un costipadillo leve, y se curó sola sin tomar medicinas. Otra de las ventajas de que esté en casa y no vaya a guardería.
Baila en cuanto oye música. Se sujeta a algo y mueve el culete para un lado y para otro.
Come fenomenal. De hecho come tan bien que a veces he llegado a pensar que no le funcionan las papilas gustativas, porque todo le parece bien. Todo tipo de verduras, purés, frutas, pescado… TODO lo que la he dado le ha parecido correcto. Sus hermanos comían bien pero tenían sus líneas rojas. Al niño no le gustaba el pescado, a la niña no le gustaba la papilla de frutas. Sin embargo a la pequeña todo le va. Le doy purés, para asegurarme de que se alimenta bien. Pero además, le dejo que coja de nuestros platos lo que le apetezca. De comida de mayores sus favoritos son los espárragos trigueros, el pavo, las lentejas y el pan.
La encantan los balones, los juegos de piezas y de todos los peluches tiene, uno blanco enorme que es su favorito.
Sus dos hermanos están loquitos con ella, siempre cariñosos y protectores. En realidad estamos todos locos con ella. Se ha ganado un hueco enorme en nuestros corazones y en nuestra vida. ¡Te queremos, pequeña!.