… y yo estoy de un perro flaco que no me tengo.
Enumero a continuación algunas de las incidencias que se han producido en esta familia a raíz de tener al padre operado y de reposo durante 6 semanas, de las que ya han pasado 3, iujuuu:
-Al poco de llegar a casa del hospital, el niño se puso con anginas y otitis. Mis hijos no suelen enfermar (dejo el teclado para tocar madera). Pero no podía la estadística habernos reservado un constipadillo para estas fechas, no. Anginas y otitis. Con un par. Por la noche se puso a 40 de fiebre y no había quien la bajara. Y además, varón. Con lo cual, los gritos de: ¡¡ayyy, qué malo estoyyy!!! Que me mareoooo!!!. Los debió de oír todo el edificio, qué digo, ¡todo el barrio!. A urgencias y una semana a augmentine. A día de hoy ese pequeño reto, ya está superado. Hip Hip Urra.
- La semana pasada iba yo como las locas, corriendo desde mi trabajo a recoger una cazadora que había dejado para cambiar la cremallera (el tema destrozos de ropa y pérdidas de material en el patio del colegio dan para un post enterito), a la farmacia, y a recoger a mis hijos de judo. Tan acelerada iba que me metí un piñazo de esos que salen en los videos crueles que se supone que dan risa y que a mí nunca me han gustado. No sé si me hice esguince, porque no he tenido tiempo de ir al médico, pero se me infló mucho el tobillo, y pasada más de una semana, me sigue molestando.
- Como soy tan impaciente, me puse el tobillo con hielo, y aguanté tanto que me he hecho como una herida, o quemadura rara… Ahí diréis que eso ya no es “a perro flaco todo son pulgas” sino que este perro está agilipoyao. Y tenéis razón, no lo voy a discutir.
- En el trabajo no me he podido coger estos días de vacaciones. Tenían prioridad otras personas del equipo que en navidad me cedieron a mí la posición de elegir, así que aquí estoy currando, y dejando en casa al convaleciente y los niños.
- Mi marido tiene una baja de 6 semanas en plena crisis de todo, que ha llevado a este país de un extremo al opuesto. Del abuso de bajas no justificadas… a esto. Y aquí voy a hacer un inciso con el que es posible que no gane simpatías puesto que este blog es leído por mujeres y madres: una de las bajas que para mí están en la categoría de abuso, es la de la mujer embarazada, en perfecto estado de salud, que se pide la baja, para tener tiempo de pasear, decorar la habitación del niño y preparar la llegada del retoño. Lo siento mucho, pero eso es una estafa. La baja laboral está para la mujer que tiene que hacer reposo, que el bebé no coge peso y en definitiva, que necesita una baja laboral, no una excedencia por asuntos propios. El abuso en las prestaciones y beneficios sociales solo se traduce en que finalmente el que lo necesita tampoco va a tener derecho a ello. Hay muchos más casos de abuso pero no me quiero enrollar.
El caso es que ahora, como decía, hemos pasado al extremo opuesto del absurdo. Mi marido se ha operado de osteotomía tibial y ligamento cruzado. Tengo que ir todas las semanas a la seguridad social a por su parte de baja. Hasta ahí de acuerdo. Además, me dejan que vaya yo, con el informe médico, las radiografías, etc. y su médico, muy amable además, siempre me da el parte de baja, me pregunta por marido y le da recuerdos de su parte (un encanto, vaya). Pero es que ahora resulta que además, tiene que ir él a FREMAP, con el informe del médico que le ha operado, además con los partes de baja de la seguridad social, y tiene que llevarlo él en persona. Al loro: él en persona. No vale que lo lleve yo en su nombre. Así que ponemos en riesgo el reposo que tiene que hacer por prescripción médica, para que el hueso suelde, los tornillos, la placa y el nuevo tendón, se acoplen a su pierna (dicho en cristiano, que yo de medicina no se nada). Yo no veo ningún sentido a esta triple auditoría de una baja que no debería de suscitar ninguna duda. Porque además viene de una persona que no ha tenido bajas previas en su vida laboral. Y que por el tipo de operación, eso debe estar en tablas, tipo: operación “X” à “Z” días de baja.
Pues no, como os digo, ponemos en riesgo la recuperación, fastidiamos a la cónyuge y a la salud mental de todos, teniendo que ir cada semana, a su médico, a la seguridad social, y a FREMAP. Es de locos. En el justo medio está la virtud, como decía Aristóteles, pero en este país somos de: o descalzos o medias de seda. Me tiene contenta este país… grrrr.
Para terminar este post que me ha quedado bastante serio y mustio, os cuento la última de ayer. Cuando llegué a casa mi hijo me recibió a golpe de : ¿puedo salir a la calle con botas de agua?. Llovía a cántaros, pero yo tenía que salir a hacer la compra y a la farmacia. Últimamente ficho diariamente en la farmacia, el día que ya no tenga que comprar: eparina o apósitos o enantiun o betadine o... Lo voy hasta a echar de menos. El caso es que salimos, y S. según ve un charco, que ya de lejos se veía que no era el pantano de Cazalegas, pero por poco, me dice: ¿puedo meterme en el charco?, y contesto: sí pero no SALTES... ZAS!!!!! Saltó como si fuera un olímpico. El charco-pantano propulsó agua y barro hasta la entrepierna de su pantalón recién lavado.
Le iba a razonar que cómo se le ocurre, con su estatura y peso, que es casi como el de su abuela, saltar con esa potencia en tremendo charco, pero me abstuve, porque seguro que me habría contestado con un: ¡ah!, ¿que la abuelita también salta en los charcos?... Su forma de razonar es así. Y no lo digo por decir, me baso en un hecho concreto. La última vez que fuimos al cine, se dirigió a por su elevador, y le comenté, si no creía que había llegado el momento de dejar de usar elevador, ahora que ya es casi tan alto como su abuela, y contestó: ah, ¿que la abuelita también usa elevador en el cine?...
La imagen de mi madre subida en un elevador(*) me acompaña desde entonces…
(*)para los no conocedores: un elevador, es como un cuadrado de plástico que ponen en el asiento los niños muy pequeños, para ver bien la pantalla.