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En lo que va del maldito fin de semana, han sido cuatro las visitas que he tenido qué hacer a la refaccionaria a comprar, reparar, cambiar o devolver algún producto.
Empiezo primero por una bomba se aire accionada a pedal que compré ahora que descubrí que mantener debidamente insufladas las llantas hacen una enorme diferencia en el esfuerzo de pedaleo; salgo de ahí, trato de probarla y que al manipular la cabeza de la válvula, la cosa esa se atora y termino arrancándola, dejando totalmente sin aire la cámara del neumático izquierdo.
Una media hora después me terminan de atender y regresando a casa algo me tiene intranquilo sobre esa cosa. La reviso y para mi desagrado veo que no solo mi bicis e vió afectada, sino que también la manguera de la bomba se tronó cuando la manipulé a escasos 5 minutos de que la había comprado...
Total, me esperé a la mañana siguiente a que se me pasara el mal genio y tras explicar la mecánica que pudo haber provocado la ruptura, me ofrecieron un repuesto u otro modelo que yo pagaría la diferencia. No queriendo volver a pasar por la misma situación decidí irme a la segura, y comprar una bomba clásica de pistón. Pero antes de irme veo algo que me llama la atención (un timbre clásico), y decido añadirlo a la creciente lista de aditamentos en mi bicicleta.
Hoy para variar ocurrió algo: después de semanas de batallar con los espejos de la bicicleta (en especial al pasar por espacios estrechos), me decido a cambiarlos por unos más discretos y prácticos, a lo cual llego a otra sucursal para no molestar a los que usualmente me atienden, y solicito la remoción de los viejos y la adición de unos plegables; irónico que tratando de mantener de buenas a mis proveedores, me topo con una cajera grosera y huevona que ni teniendo a escasos centímetros de distancia se da cuenta que tiene más presentaciones disponibles de las que ella quiere creer que poseen al momento que le pregunto por ellos.
Por último, en el camino a casa uso mi timbre demasiadas veces al toparme con peatones demasiado distraídos con el celular, los audífonos o alguna otra pendejada que en ese momento creyeran más importante que su propia seguridad, y de repente el sonido ya no se percibe como las otras veces. Me detengo y encuentro que el maldito timbre se desbarató, y por alguna razón la tapa no tenía forma de ser vuelta a poner (el tornillo central es demasiado corto, no hay forma de fijarlo desde afuera con una tuerca, está raro eso...). Por horas me peleé con esa madre buscando improvisar con cosas que hallaba en la caja de herramientas de mi papá, pero para eso de las cinco me rindo al darme cuenta que el sol ya estaba a nada de pomerse, y que aún no comía.
Dudo que mañana que es festivo por puente encuentre la tienda abuerta, así que por ahora dejaré en paz mi billetera y me conformaré con que mi linda bici verde permanece sana y salva...a excepción de ese estúpido tornillo que sujetaba un guardafangos: al pasar por una calle en estado lamentable se terminó de zafar y en el trayecto a casa estuvo haciendo un ruido infernal...pero eso sí pude resolverlo.