sábado, 25 de julio de 2020

Vómito Mental

Jamás me he considerado a mí mismo un modelo a seguir: tengo muy mal genio desde hace tanto tiempo que aprendí a aceptarlo como parte integral de mi persona, sé que eso a lo largo de toda mi vida me ha metido en problemas, me ha ganado enemigos, me ha dificultado hacerme de amigos y que en general la gente tiende a evitarme con tal de no verme la cara o tener que fingir que me traga por pura convención social. Sin embargo, también he aprendido a contener todo ese veneno con silencio bajo el entendido de que no quiero ser una molestia para nadie por pura consideración a los demás.
Estaba haciendo un trabajo espléndido disfrutando de la vida, de las nuevas etapas que vivo en mi nuevo hogar con mi recién formada familia, cuando de repente ir a mi sitio de trabajo se convierte en la nueva puerta por la cual la ira se asoma a saludar. Antes podía escuchar pacientemente a una señora de barrio contarme toda su historia de hasta 15 años atrás que no tiene nada qué ver con su padecimiento actual, y ahora desde el momento que contestan con alguna burrrada que no sea la respuesta a 'Buenas tardes, ¿cuál es el motivo de su consulta hoy?' me obliga a tornarme en un inquisidor amenazante para sacar la información mínima de manera agresiva para establecer un diagnóstico, pronóstico y tratamiento, hacer en friega una receta y órdenes para estudios, explicar en menos de 2 minutos el plan a seguir, y sacarla del consultorio para ver al que sigue con tal de no salir minutos o hasta una hora más tarde de mi horario de salida por culpa de divagaciones pendejas en sus cabezas.
Cada día que pasa se repite la misma historia, habiendo muy contados casos de gente que a la primera me dice lo que necesito saber o que su problema es tan serio que me obliga a bajarle al ritmo de trabajo, hacer un par de llamadas telefónicas rápidas a mis jefes, y armar una nota que se enfoque en tratamiento, documentación y preparación para un envío a segundo nivel.
Algunas veces también me topo con gente que sí me toca el corazón, me hace reír, me hace llorar o al menos me inspira confianza de compartirle algo de mi vida personal, pero esos pacientes son cada vez menos frecuentes, abundando más personas que mandan al diablo su tratamiento, se automedican a lo bestia, me comentan una fake news sobre la conspiración de la OMS esperando que les dé la razón, siguen un remedio buenísimo de la pinche comadre, dejan a sus niños enfermos medio mes y esperan que les resuelva el tremendo cagadero que hicieron, o me traen una historia inverosímil de cómo cargando una caja de 3 Kg en su trabajo hace una semana se herniaron la columna y necesitan como mínimo a su criterio un mes de reposo.

Me encanta ser médico, en verdad, y me gusta saber que le ayudo a la gente...pero simplemente no puedo ocultar mi disgusto al toparme con otro más del montón que sólo me hace cuestionar por qué la pandemia no se ha llevado a estos prófugos del ácido fólico o como mínimo a mí.

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