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domingo, 17 de mayo de 2020

Acuarelas confinadas


    Como hemos estado dos meses sin salir de casa, tiempo hemos tenido de hacer cosas, que no sé cómo hay quien se aburre. De todo ha habido, música, libros, cocina, dibujos y acuarelas entre otras perversiones. En la entrada anterior casi todo eran dibujos; en ésta todo acuarelas.
    Casi todas ellas salen de una foto, incluso un cactus que tenía a mano en el balcón, pero me resultó más cómodo usar el punto de vista de la fotografía ya hecha. La anterior es la última que he pintado, viendo una foto de mi amigo Luis Piqueras de un camino rodeado de encinas en La Mejorada, un parque de Alpera, en Albacete. Un encinar centenario. No he podido resistirme, entre otras cosas, porque resulta que yo viví casi diez años en Alpera, en una calle que se llamaba como el parque porque terminaba precisamente es ese encinar. Aunque lo disfrutábamos con frecuencia cuando lo teníamos tan a mano, tal vez sea desde que cambiamos ese paisaje por el de mi calle en Albacete cuando percibimos del todo la magnitud de la tragedia y empezamos a considerar que habíamos estado muchos años acostumbrados a ese lujo de la naturaleza. La costumbre hace con frecuencia que ciertas cosas cotidianas no se aprecien en lo que valen. De forma que pinto esas encinas y mientras lo hago me parece que estoy paseando por ese camino tan conocido.
    La anterior, un cielo gallego del amigo Vilaboa, como todas las siguientes, son unas acuarelas, siete, que responden a una propuesta de otro amigo, Joaquín González Dorao, ilustrador y autor de infinidad de cuadernos de viaje, que dibuja y publica sobre reiines, ciudades o países del mundo. Merece la pena verlos. Un reto que consistía en publicar cada día de esa semana pasada una acuarela. Me propuse no recurrir al archivo y decidí pintarlas en tiempo real, una por día. Aquí están en el orden en que fueron pintadas y publicadas. 
Un cactus de mi balcón.
Un olivo antañón, de Cocentaina (Alicante), de una foto que se muestra en la página de Nou Oliveres, nombre del bancal y de la marca de aceite que sale de estos hermosos olivos.
Un paisaje de la zona de Santiago-Pontones, con sus tomillos en flor. Campo del Espino, por la Sierra de Segura. Una acuarela a partir de una foto publicada hace unos días en el grupo de facebook "Amigos de Santiago-Pontones". Autor: Jesús Cózar
Otro camino y otro bosque, también de Vilaboa. También de Galicia, cerca del Tambre.
Una rama de la Olivera Gorda de Ricote, de una foto propia. No
 es la primera vez que la pinto. Ni la segunda ni probablemente la última.

    Y terminé el reto con esta séptima acuarela sobre unos árboles de Aranjuez, de una foto propia y que ya hemos pintado anteriormente. Sería curioso poner juntas las acuarelas que salen de una misma foto, totalmente diferentes.
   Los papeles son de Arches, satinados o de grano fino, salvo la primera que es Fabriano. Los pigmentos son esos que se ven en la paleta, aunque utilizando cada vez sólo unos pocos de ellos. Casi todos de Daniel Smith, salvo el cobalto y el turquesa de W&N y los cadmios de Rembrandt. Siena tostada y ultramar de Van Gogh, aunque a veces uso de W&N. El pincel utilizado es de la China, que no de los chinos. Toma mucha agua, es suave y, haciendo virtud de sus defectos como los chinos nos enseñan, su falta de nervio —cuando se tuerce el mechón no recupera la forma a menos que se moje y se sacuda— y de punta, pues tiende a desmocharse, se pueden aprovechar los pelos divididos para hacer trazos finos o la forma que toma para dar pinceladas que varían de contorno y tamaño como si cambiases de pincel. Los tengo mejores, que son los que suelo usar, como los de Escoda, de marta o sintéticos, marta o petit gris de W&N o de  Isabey. Pero cada cosa para lo suyo y da gusto probar y cambiar.
    La paleta, que sale de una caja metálica de 12 lapiceros, con cuadrícula hecha en impresora 3D, merecerá un monográfico en el blog junto con otras paletas que me he ido fabricando con latas de cigarrillos o de pastillas para la tos. Al final todo se equilibra y aprovecha.

sábado, 16 de mayo de 2020

Más dibujos desde el convento

    Seguimos sin salir. Una vez a sacar el coche a pasear para que no se agote la batería. Y ya. Queda tiempo para dibujar, escuchar música, regar las plantas, hacer pan, guisar y ordenar chismes, que demasiados tenemos. Lo bueno de esto último es que te llevas alguna agradable sorpresa al mirar en cajas abandonadas, en una leja, un cajón o en una carpeta.
    Entre otros dibujos, nos hemos atrevido a hacer un autorretrato, para confirmar una vez más que no es nuestro tema. Es difícil. Cambiar ligeramente una forma o mover de sitio unos milímetros un ojo cambia la mirada, el gesto y resulta otra persona. Si no fuera por el pelo podría ser mi madre o mi abuela. Luego al menos hay un aire de familia. Bueno está, aunque no bien.
     De forma que volvamos a los árboles, que no presentan esos problemas. Con tinta china, plumilla y pincel, rascados de cuchilla y unos trazos de blanco, hago esta encina. En el siguiente dibujo, la misma encina con nogalina y el mismo sistema. Saco unas luces para dar textura al tronco, rascando con la cuchilla en la dirección del crecimiento del tronco o las ramas. Esa técnica de extender la tinta con el dedo, manchar usando la espona como cuño y rascar con la cuchilla la tomo de Luis García de Mozos que la exdplica generosamente en un vídeo que ya he visto varias veces y que recomiendo. En youtube está junto con otros sobre sus obras y formas de trabajar, con tintas o al óleo.

   Aquí, dibujo de un madroño ya crecidito,mezclo tinta sepia de Daniel Smith con otra tinta negra de E.E. Babb:
    Un olivo antañón, dibujo a tinta china.
    Y usando todas las técnicas ya descritas, un tronco del amigo Vilaboa, con tinta china y blanca, pincel, dedo, plumilla, esponja y cuchilla.
   De otra foto de Vilaboa, de otro tronco también de Vilameá, por el Tambre, en Galicia. Este dibujo se hace con grafito soluble y otros colores en pastilla de sastre de ARtGraf. Pincel y plumilla.
    Varios años hemos ido a Elx, en Alicante, al encuentro con los amigos de Cuadernos Viajeros. Por la imposibilidad de hacerlo en esta ocasión de forma presencial se ha hecho de forma telemática. Como tenemos muhcas fotos de ediciones anteriores, hemos hecho estos dibujos en cuaderno, aunque esta vez en la mesa de trabajo en casa, no bajo las palmeras y rodeado de amigos. Una pena. Pero aquí están.

viernes, 19 de julio de 2019

Acuarelas y dibujos. Julio 2019

   Un par de dibujos con estilográfica y acuarela, dos rincones de Albacete, el Altozano con el Gran Hotel como protagonista y una calle y plaza de Francisco Pizarro con la torre de la iglesia de Fátima al fondo. Siempre me ha parecido un  minarete. Una vez acabados, este tipo de dibujos, sugieren más información, más dibujo, del que realmente tienen, pues las líneas son rápidas, poco precisas y son las manchas de color las que acaban dando al conjunto volumen y cierto realismo.
   Los materirales son los habituales, tinta negra indeleble en la estilográfica y acuarelas de Daniel Smith. El papel es de Windsor & Newton, satinado.

    De las encinas centenarias de La Mejorada, en Alpera (Albacete) tengo cientos de fotos y de vez en cuando vuelvo a alguna de ellas. Una acuarela con muy pocos colores, sobre papel de acurela satinado. Se han usado un ocre amarillo, índigo y cerúleo, siena tostada y sodalita, un azul oscuro similar al índigo. Por tanto los verdes son mezclas. el tono final de mis acuarelas casi siempre viene determinado por los azules que en cada caso se utilizan.

   Vienen ahora cuatro acuarelas sobre fotos de Bienservida, fotos de hace un par de años por sus alrededores, llenos de montañas, olivos, pinos, retamas, encinas y otros árboles, muchos de ellos ya talludos. Jugando con los contrastes de color, con las lejanías violáceas y con los verdes.
    En el olivo anterior y en los siguientes se ha tratado el color del ramaje, ese verde gris, plata a veces, propio de los olivos. Para ello se ha utilizado el azul de lapislázuli de Daniel Smith, con su tono agrisado y muy granular.
    Como digo, también por Bienservida, este acantilado jugando con los contrastes de colores cálidos y fríos, verdes de jade y sombras de sodalita o de amatista.
   Del amigo Vilaboa, de vez en cuando no puedo resistirme a pintar alguna de sus fotos, siempre atrayentes y a veces misteriosas. Las fotos de Vilaboa tienen la ventaja de sacarme de mi entorno habitual, manchego y levantino, llevándome a las brumas y humedades de Galicia. Además esas fotos dejan poco que decidir pues sus encuadres ya son perfectos. De él son las dos siguientes y para él mi agradecimiento por permitirme con gran generosidad utilizarlas para mis acuarelas.
   Por último una acuarela casi imaginaria en la que combino un cielo nuboso al atardecer con unos típicos árboles desnudos a contraluz.

domingo, 6 de enero de 2019

Acuarelas enero

   Empezamos el año con flores. Y con árboles. La primera acuarela ha sido un gozo pintarla, algo más que las otras, verla terminada muy similar a cómo la habíamos pensado durante días. Supone el placer de imaginar algo y llevarlo a un papel en blanco. Muchas horas imaginando algo que luego se hace en un par de horas cuando ya tenía forma en nuestra cabeza. Sería muy dificil concretar cuánto se ha tardado en crear esta acuarela, pues el rato con el pincel en las manos no es ni lo más largo, ni lo más difícil, ni lo más laborioso. Ni ese jarrón existía, ni ese colgador de macramé, ni esas flores. Hasta que las he pintado. Tal vez eso sea lo mas hermoso de la pintura, trasladar a un soporte algo que antes sólo vivía en tu cabeza. Tengo en el balcón y en el alféizar de mi ventana algunos pensamientos en maceteros; también alguna maceta colgando sujeta por los nudos que hicimos hace muchos años y, lo más valioso, tengo aprendida una forma de pintar cacharros viendo cómo lo hace Geoffrey Wynne. Parece mentira que ese cuenco orientalizante primero haya sido amarillo, luego naranja al añadir rojo, luego de un violáceo inedetermimado y sucio, aunque muy transparente, tras la última capa de ultramar. Se aplican una sobre otra antes de que se seque la anterior, dejando correr el agua hacia abajo. Una vez seco sale ese blanco real, roto, que no es blanco, sobre el que hacer brillos y superponer, tambien en dos veces, los dibujos que le adornan. Primero cuando aún queda algo de humedad; una vez seco se repasan las formas rápidamente con pintura: Potter's Pink, el rosa de alfarero, tal cual. El colgador de macramé se reservó previamente con líquido enmarcarador. Una vez termidado lo demás y quitada esa goma, aparece el blanco del papel, blanco hiriente y crudo que se suaviza, se sombrea para intentar separar los nudos del cacharro dando relieve a la cosa. Para todo ello se necesitaba una luz lateral que produjera esas sombras. Inventado lo demás, poco cuesta inventar la luz.
   Para explicarlo todo, ya puestos, el papel es Arches de grano fino, un cuarto de hoja; los pigmentos Daniel Smith, con dos violetas a cual más hermoso, Carbazole y Amatista. Ultramar, amarillo oscuro, rojo de alizarina, ocre dorado, verde de jade, sodalita en algunas mezclas de sombra intensa y el citado Potter's Pink para el cacharro. Un pincel de Escoda de petit gris y uno chino más fino.


   El anterior, segunda de este año, un olivo con el que mantengo una cierta amistad, aunque me lleva bastantes siglos de edad, la olivera gorda de Ricote. La he visitado en más de una ocasion y pintado en bastantes más. Es hermoso visto desde cualquier lado y sólo una de sus ramas ya es tema agradecido. Sobre papel satinado de Windsor & Newton, las acuarelas San Petersburgo, White Nights, rusas, de la que habrá que hablar despacio. Las tengo en pastilla desde hace unos años, aunque ahora ya se venden tambien en tubo. Son muy baratas y resultan ser pigmentos de un solo componente, incluso el índigo y el cerúleo, cosa rarísisma incluso en marcas más costosas. No tienen estos pigmentos nada que envidiar a otros de más postín y podrían sacarle los colores a algunas de esas marcas si comparamos los precios. Con los pinceles, en este caso chinos, pero de la China, no de la tienda de la esquina, ocurre otro tanto. Cada día me gustan más, aunque hay que acostumbrarse a ellos y hacer de sus defectos virtudes, que es lo que hacen los asombrosos pintores orientales, por cierto inventores del pincel, el papel y esa tinta que los ingleses llaman india y nosotros china.
   Merecería dedicarle una entrada a una comparativa de pigmentos entre varias marcas, al menos entre las seis o siete que conozco y utilizo. Podrían sacarse muchas consecuencias interesantes, a la vez que ahorrar bastante dinero eligiendo bien, sin dejar de ussar lo mejor.
    Un eucaliptus gigante de una plaza de Valencia. Pasé por allí, hice unas fotos y ahora las aprovecho. No recuerdo cómo se llamaba la plaza. Sí que ese hermosisimo árbol se encontraba parcialmente tapado por otros, lo que me ha complicado mucho pintarlo a partir de las fotos. No hay nada como pintar en vivo, pero no siempre es posible hacerlo, menos pintar todo lo que uno va viendo.
    La siguiente es otro viejo conocido, un olivo del Maestrazgo, al atardecer y en contraluz. De unas fotos de un viaje por Castellón del que me traje varias docenas de olivos majestuosos.
   La siguiente acuarela fue la última del año pasado. Una vez más la tentación irresistible de una foto de Juan Manuel Vilaboa. Un camino de su Galicia, simpre misteriosos y mágicos en sus fotos.
   La siguiente también es de este año recién estrenado, un olmo de Cabeza de Buey, en Caceres, de una foto que publicita esta zona. Ya la había pintado antes, pero siempre se puede intentar hacer algo diferente con una misma imagen.  En este caso probar nuevamente texturas y recuperar como en una anterior esas acuarelas rusas, White Nights, de San Petersburgo. Las compré allì por intenet, ahora ya se venden en España. Son más que buenas, además de baratas, por lo que volveremos a ellas, como decía. Tiene unos toques de lápiz blanco.
   Por último, una recién terminada, de una foto de 2015 que hice desde Altea, con Calpe y su peñón de Ifach al fondo. Un atardecer. En la foto se pierden parte del degradado azul del cielo, que prácticamente se pierde. Lo dejaremos así, aunque mejor hubiera quedado fotografiándola a la luz del día, que un foco cercano no ayuda a reproducir sutilezas cromáticas.

lunes, 26 de noviembre de 2018

Árboles. Diferentes técnicas


   Últimamente he pintado mucho. Sobre todo árboles. Estoy leyendo un libro que hace tiempo me descargué, pues es una de esas antiguas obras inglesas sobre acuarela que nunca se han traducido ni publicado en España. Se llama "Artistic Anatomy of Trees", de Rex Vitat Cole, publicado en Londres en 1920. Se puede conseguir un pdf gratuitamaente en este enlace, cosa que recomiento hacer.
    Dice cosas interesantísimas, especialmente si uno disfruta pintando y dibujando árboles. Como todos los buenos libros sobre cómo aprender a hacer algo, no ofrece más fórmula mágica que observar, estudiar, practicar y ver cómo otros han resuelto los problemas que nos salen al paso.
    Un árbol genérico es difícil de pintar de forma que resulte verosímil. Pasa igual que con los cielos, el agua y otras cosas. Al natural vemos tal variabilidad en formas y colores, en estructura y en matices, que llegamos a pensar que cualquier cosa que pintemos puede valer. Error. Los árboles, las flores, todas las plantas, como cada ser vivo, y algunos que no lo son, como las rocas, el agua o las nubes, siempre se ajustan a unos patrones en su formaciòn y desarrollo. O de fractura si son rocas. No es lo mismo un sauce que un pino; un roble que un álamo. En unos las ramas crecen de dos en dos, una a cada lado del tronco o de otra rama; en otros casos lo hacen alternando altura o dirección, en algunas especies siguen otros patrones de crecimiento. Unos árboles van perdiendo las ramas inferiores, que se secan por falta de luz o se rompen por la nieve acumulada o por otras causas. Por el contrario, otras especies suelen conservar esas ramas, incluso pueden nacer nuevas, cosa que no ocurre en todas los árboles. El libro ofrece mucha ayuda sobre el tema esstudiando los tipos de árboles mas frecuentes en su forma, hojas, ramas, patrones de crecimiento, incluso desciende a analizar los cambios que el terreno o el viento acaba produciendo en su forma adulta.

   También nos aconseja sobre cómo pintar la frondosidad de sus hojas, como es natural no haciendo un inventario de ellas, sino sugiriendo las masas según la luz va separando unas de otras. Cómo pintar las hojas cuando les da el sol desde arriba o a contraluz, haciéndoles perder la forma e incluso el color. Para ello pone ejemplos pintados o dibujados por él mismo o por pintores que han destacado como paisajistas.
   El caso es que leyendo el libro se renuevan las ganas de pintar árboles. O nuevos o repetir algunos de los que dibujamos hace tiempo, cosa que ayuda a ver si algo hemos aprendido. También es cierto que al leer este libro uno comprueba que muchas cosas las he venido haciendo mal desde siempre y que conviene hacerlas de otra forma.
   En esta nueva entrada se muestran árboles distintos: olivos, naranjos, álamos, pinos, junto con otros jóvenes o viejos que salen de fotos que no hemos hecho nosotros y que no nos permiten reconocer la especie concreta. Se impone tener a mano alguna guía para identificar lo que uno pinta o fotografía. Nos pondremos a ello. Los anteriores son de Ulldecona, del Maestrazgo y de Aranjuez. El siguiente, un naranjo del patio del renacentista Hospital de de Santiago de Úbeda. El pino vencido por el viento es del Pinet, en Alicante. Los dos siguientes son árboles de Galicia, sacados de fotos del amigo Vilaboa. El último, un tronco seco prácticamente inventado para probar colores y blancos con lápices o rotuladores sobre papel tintado.



lunes, 5 de noviembre de 2018

Otoños propios y prestados.


   El otoño tiene su ambiente y sus colores. También puede tener sus pigmentos a la hora de pintar. En cuanto llega esta estación suelo sacar los cadmios con sus tonos amarillos, anaranjados o rojos, brillantes, intensos y tal vez demasiado cubrientes. A partir de ahí no suelo recurrir a otros colores que los habituales, aunque mezclándolos de forma diferente para apagarlos y llevarlos a tonos más quebrados y mustios. Los grises de esas mezclas siempre vienen bien para, por contraste, dar vida al resto de los tonos.
   De todas formas es cierto que estoy recurriendo a algunos tubos de Daniel Smith, de los Primatek, pigmentos de piedras naturales, algunas de ellas semipreciosas, que no son los que uso siempre, que otros sí como el brozite, la sodalita o el lapislázuli. Me gusta este último por su sedimentación y porque da azules más apagados y grisáceos que el cobalto o el ultramar. No digamos el cerúleo, que puede pecar de pinturero si no se sujeta uno. El índigo tambien viene bien para estos cielos más nubosos y apagados. Incluso algunos toques de lavender para las lejanías, una de las ultimas adquisiciones. De todas formas, nunca deja uno de recurrir a los colores que siempre ha usado, incapaz de dejar de mezclar el siena tostado y el ultramar o de recurrir al rojo oscuro de alizarina o laca granza. Para añadir grano y textura a cualquier color cada vez más uso el Lunar Black de Daniel Smith, que el mismo pigmento que la magnetita de Kremer.

   Las tres primeras acuarelas de esta entrada están basadas en fotografías de José Manuel Vilaboa, de Galicia, que siempre anda recogiendo reflejos en el Tambre y dándonos envidia. Para mitigarla recurrimos a basar algunas acuarelas en sus fotos, con una frecuencia que se acerca al abuso, aunque siempre con mi gratitud y con su permiso e indicando la autoría de la imagen, como es de ley.
 
    La siguiente, con esos cadmios de que hablábamos es de una zona más cercana a Albacete, la Ribera del Júcar por Valdeganda, de una foto propia de hace un par de años. Las texturas salen tanto de ese Lunar black de que hablábamos, de los trazos rápidos con el pincel casi seco,  o de los rascados con un cúter.
    Echando mano de las fotos que vamos haciendo en los viajes y juntas de dibujantes o pintores, me voy a Úbeda en la siguiente acuarela, al renacentista Hospital de Santiago, a uno de sus patios. Menos el naranjo, todo lo demas se ha solucionado con lapislázuli, lunar black y hematita burnt scarlet, que se ve en las vigas. Todos ellos granulan mucho y se nota.
   Recupero esta acuarela de hace un tiempo en Aranjuez, también en otoño, con casi los mismos colores de la acuarela anterior, añadiendo mis amados azul oscuro de sodalita o verde de jadeíta y  los sienas habituales.