Un viaje que casi se enlazó con otros dos, a una semana de volver de Cataluña y Veruela, pero no podía dejar de ir, volver a ver a los amigos, comocer en carne mortal a otros, en gran parte de Hispacuarela, y dibujar en Aranjuez, aunque se anunciaban lluvias, como así fue. Mereció la pena, porque Aranjuez siempre etá bonito, mejor ahora en otoño o en primavera que en verano.
Aunque llovió bastante, cosa que impidío estar por las calles a todas horas, permitió bastantes ratos de conversación, de forma que la cuenta de resultados es más que satisfactoria, sin faltar las risas, las cenas y los dibujos.
Algunos árboles ya nos saludan cuando pasamos a su lado, pues son árboles educados, cortesanos, acostumbrados desde antiguo a dar sombra con una amabilidad versallesca. No es fácil encontrar en otros sitios tantos árboles antañones, bien criados, regados por el Tajo, rodeados de huertas, paseos, jardines y palacios. Se te acaba haciendo mal café entre tanto lujo y derroche para la corte, contrastando con una iglesia que hubo que pagar por suscripciñón popular para no tener que ir a oir misa a un pueblo cercano. No es raro que en las fiestas de septiembre, las del Motín, se ceben con Godoy, rememorando el de Aranjuez de 18 de marzo de 1808, últimos coletazos del reinado de Carlos IV.
Algunos árboles los tengo repes en las fotos de otros viajes allí, y es curioso que con tantos como hay, siempre me detenga en los mismos. Luego los pinto y repinto y cada vez salen de una manera, que por algo están vivos, unas veces con más hojas, otras con menos, de uno u otro color, pero siempre hermosos y descomunales.
En el hotel donde estaban los compañeros no había sitio, de forma que volvemos a alojarnos en una cabaña del camping, cerca de uno de los embarcaderos que pintó Rusiñol, viendo llover sobre los patos y los piragüistas, especies que abundan por estos recodos del río. También el el camping hay algunos árboles creciditos, que no tardamos en inmortalizar.
Al atardecer, tomando una cerveza en las puerta del hotel, vemos una comitiva en la puerta de la iglesia culminada por la presencia del señor obispo, que es día de confirmaciones, según nos cuentan. Estaba a medio dibujo, le hago una foto, y llego a tiempo de incluirlo en el encuadre de ambas cosas. Añade mucho color, de rojo cereza.
Mientras mi familia visita el Palacio Real, que ya conozco, me quedo fuera tomando un café y haciendo unos dibujos del palacio, enmarcado por esos árboles inmensos, una belleza. Todos los grupos de dibujantes callejeros, bocetistas, Urban Sketchers y demás, deberíamos organizar un cursillo para que algunos consigan aprender a poner el cuño en buen sitio y bien orientado. Aunque no he hecho un estudio concienzudo, más de la mitad se ponen con las letras al revés y sobre el 30%, colocado en el lugar donde más estorba. Como indicador del desarrollo estético, percepción espacial, buen gusto y amor al arte, resulta muy revelador. Como venganza diluyo con agua y acuarela azul tal afrenta y queda una nube cuadrada de lo más chusca. Ea.
Como se ve, unos dibujos están hechos en el sitio, otros son secuelas del viaje a partir de fotografías que vamos haciendo. A los globos pude hacerles algunas fotos, pues había muchos volando. La acuarela es sobre una foto de Carmen Jiménez, en Acuarelando el otoño, grupo de facebook creado para este encuentro.
Termino esta entrada más arborícola que cortesana con un paso a paso de otra vista del mismo sitio ya recogido en algunos dibujos anteriores. Sobre un papel Arches satinado, con un pincel chino bastante grueso, pero muy bueno, nada que ver los que me han ido trayendo de China o Japón con los que compraba aquí en España, acuarelas de Kremer y Daniel Simith, vamos congelando algunos estados intermedios mientras se va secando una capa, miramos e incluso, en un arranque de desmesura, echamos un cigarro.