Aquella noche empezó desvirgándose. Quedándose en blanco y desnudándose a así misma. Sola y sin protección ante una situación nueva. La daba miedo. Mucho. Le miró a los ojos y fue incapaz de pensar en nada. En absolutamente nada coherente que tuviese una explicación sencilla para saber cómo había llegado a esa situación.
Sabía que sus ojos la delataban, y una sonrisa fingida no lo arreglaría. Pero es que por el momento no sabía qué es lo que tenía que arreglar. En ese momento de lo único que estaba segura es que vivían en su propio universo infinito, y aunque a veces se sintiese perdida, no tenía intención de buscar donde acababa ese supuesto infinito.
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