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    Fantasmas Del Ático

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    miércoles, 17 de agosto de 2011

    Kiss Me (XIV)

    Lucan parecía que se había convertido en piedra, pero no tenía tiempo para preocuparme por él. Necesitaba solucionar mis propios problemas existenciales.

    -         Oye, si por lo que sea necesitas ir al hospital o algo, puedes llamar a mi vecina. Te llevará encantada. Pero tranquilo, no transmito enfermedades mortales.

    Después de soltar una de las mayores tonterías de la historia, cerré la puerta de mi casa y corrí a mi cuarto. Necesitaba encontrar mi mochila de emergencias. ¿Dónde estaba? Al final la encontré bajo la cama, bien escondía. Cogí la mochila de Jack Skeleton y la abrí. Me vestí con la ropa que había dentro. Unas mallas muy ajustas, una camiseta muy larga caída de un hombro y unas botas  hasta la rodilla. Cuando terminé me miré al espejo y quedé satisfecha cuando me vi totalmente vestida de negro. Me aseguré de que el antifaz y el maquille seguían en su sitio, cerré la mochila, cogí las llaves de casa y me asomé a la ventana para asegurarme de que Lucan no había decidido quedarse plantado en la puerta de mi casa. Ya tenía suficientes plantas de decoración. Cuando comprobé que la calle estaba vacía salí corriendo. Parecía una ladrona asustada recorriendo las calles de Londres hasta llegar al metro. Los vagones antiguos estaban descoloridos, los asientos prácticamente vacíos, los cristales pintados y el suelo lleno de la basura acumulada a lo largo de todo el día. Aproveché para relajarme. Cuando llegué a mi destino salí corriendo del vagón y me interné en el silencio de la noche y las calles desiertas. Faltaba iluminación, lo cual era perfecto para lo que quería hacer. Me senté en un banco y saqué el maquillaje. Siempre que me lo aplicaba me sentía un poco estúpida copiando lo que leí en aquel libro… Retrum… esa historia me dio una nueva visión de todo. Descubrí que los cementerios eran lugares tranquilos donde uno se podía esconder sin que lo encontraran. Podía casi desaparecer. Lo del maquillaje blanco para quedarme pálida… solo era parte del juego y parte del disfraz. Pero lo que de verdad le daba el toque final a todo era el antifaz de gato que compré en uno de mis paseos por Candem. Cuando lo vi me enamoré de él. Era todo encaje negro y se sujetaba con una sencilla diadema, en vez de con la típica y cutre goma. Sonriendo al recordar aquel día, me encaramé al muro y segundos después ya estaba donde nadie podría encontrarme. Ya estaba en highgate. Las tumbas me dieron la misma bienvenida de siempre, silenciosas, elegantes…  Mientras me deslizaba sin hacer ruido por aquel lugar, fui recogiendo pequeñas piedras para poder reflexionar después. Cuando llegué a mi sitio favorito, trepé hasta lo más alto del antiguo panteón y me quedé mirando a la Luna. Extendí las piedras frente a mí. Cada piedra reflejaba uno de los trocitos de corazón que se habían roto aquel día. Cada carta que cayó al suelo y echó a volar con la ayuda del viento. Distraída coloqué  juntas aquellas que creía que había conseguido pegar, pero me quedaron algo menos de la mitad apartadas. Así estaban las cosas. O me arriesgaba con lo que tenía o seguía escondida pegando cachitos. Sobresaltándome, comenzó a sonar el móvil cometiendo el sacrilegio de romper la paz que transmitía aquel lugar. Por Dios, eran las tres de la mañana, ¿quién podía ser la persona más estúpida del mundo?  Miré la pantalla y vi su nombre. Me eché a reír sin poder evitarlo y descolgué.

    -         Te acabas de llevar el premio a la persona más estúpida del mundo. Al final tendrás que comprarte un armario para guardarlos.
    -         No tiene gracia.
    -         Son las tres de la mañana Lucan, ¿qué narices quieres?
    -         Me da igual si te he despertado.
    -         No lo has hecho.
    Pasaron un par de cuervos volando y un gato detrás corriendo mientras emitía un par de maullidos.
    -         Espera un momento, ¿no estás en casa?
    -         Eso no es asunto tuyo. Tienes un minuto para decirme que quieres antes de que te cuelgue.
    -         ¿Tú te crees que te puedes despedir de una persona diciéndola que se vaya al hospital con la vecina?
    -         No solo lo creo, sino que además lo he hecho.
    -         Mira que eres borde cuando quieres. A ver, te lo digo rápido y te dejo con lo que sea que estés haciendo. Mañana te paso a recoger a las siete para que me acompañes al concierto de unos amigos.
    -         No sé si podré ir. No me apetece.
    -         No es una petición, ni una pregunta. Me debes una por abandonarme después de besarme. No te pongas nada pijo.
    -         ¿Pijo? Yo no tengo de eso. ¿Qué se supone que van a tocar?
    -         Va a ser un homenaje a Versailles. No creo que los conozcas.
    -         Que tú no tengas cultura musical no significa que la gente con la que te relaciones sea igual. Claro que los conozco. Ahora, sino te importa, me has interrumpido una cita conmigo misma y me gustaría retomarla.
    -         No se puede tener una cita con uno mismo.
    -         Vale, pues si te gusta más, tengo una cita con la Luna y se está enfadando por momentos. Hasta mañana.

     Le colgué. El gato de antes pasó por mi lado con cara triste. Los cuervos se le habían escapado, pero como ya nos conocíamos, saque de la mochila una lata de atún que tenía para él. Mientras le miraba comer volvió a sonar el móvil. Estaba vez, era un mensaje. En él decía:

    [Nosotros somos dos, y la Luna es solo una. Estés donde estés… nos reuniremos allí todas las noches antes de dormir para que no se sienta sola. ¿Te hace?]

    Miré los ojos verdes del gato negro que tenía delante. Parecía que era Lucan quien me miraba con esa expresión pícara y triunfante. Miré a la Luna y me dije que merecía la pena apostar los pocos trocitos que había conseguido pegar. 

    [Me hace]



    Princess_of_Hell

    domingo, 12 de junio de 2011

    Kiss Me (XIII)

    Sabía que aquellas palabras la habían dolido. Sabía que la había hecho daño. Pero es que toda paciencia tiene un límite… y una cosa era ir con tranquilidad, y otra era que ni siquiera supiese qué era lo que de verdad pensaba o sentía ella. Era tan abstracta…
    Nos quedamos en silencio. Poco tiempo después nos trajeron dos platos.

    -         ¿Estás de broma? – pregunté realmente sorprendido sin acordarme por unos segundos de lo que acaba de pasar.

    Me echó una mirada asesina y solo dijo.

    -         Come y calla.
    -          Pero es que resulta que los espaguetis a la carbonara los como bastante a menudo.
    -         Nunca has comido nada parecido a esto.

    Y se puso a comer haciendo que no existía.
    La cena transcurrió sin mucha más conversación. Le reconocí que la que la comida estaba riquísima, de hecho, tenía razón. No eran unos espaguetis normales. Tenían algo especial, y no puede identificar qué era. Pero cuando le reconocí su victoria, en vez de ver esa expresión de triunfo en sus ojos de caramelo, lo único que tuve como respuesta fue un leve asentimiento de cabeza, y la media sonrisa más triste que había visto en mi vida. Cuando terminamos, Cris se acercó a ella, y puede escuchar que le decía: “Estoy seguro de que en Highgate encontraras la respuesta. Solo necesitas tiempo pequeña”. Después de eso y una sonrisa sincera, se despidió de él y salimos del local sin pagar.

    -         ¿Siempre cenas gratis?
    -         Sí.
    -         Pues que suerte.
    -         Si tú lo dices….
    -         ¿Se puede saber qué es exactamente lo que te pasa?
    -         No sé ni cómo te atreves a preguntarme eso.

    Se metió en el coche. Conducía deprisa. Parecía que tenía prisa.

    -         ¿Te corre prisa deshacerte de mí?
    -         Has sido tú el que ha dicho que perdíamos el tiempo.

    En las dos últimas palabras… en serio. ¿Siempre sería igual de idiota? Quería ocultarlo, pero un par de lágrimas le estaban resbalando por la mejilla. Me sentía fatal. Lo último que quería era verla llorar. Y mucho menos por mi culpa.

    -         No me haces perder el tiempo.
    -         Déjame en paz.
    -         No. Ahora lo que vas ha hacer es callarte y escuchar. Yo lo estropeo todo ¿no? Bueno, pues yo lo arreglo.
    -         No quiero que arregles nada. Y mucho menos con tus mentiras.
    -         Metete una cosa en la cabeza. Yo nunca te he mentido. Así que me vas a escuchar. No te voy a decir que me retracto de lo que ha pasado antes, porque de verdad pienso eso. Pero no en un sentido tan estricto. Es decir, que no considero que este perdiendo el tiempo contigo, o malgastándolo cuando vamos juntos al teatro, cuando te veo bailar, o cuando tenemos esas conversaciones absurdas. Al contrario… es algo necesario para que dos personas se conozcan y además, contigo cada cita es especial, diferente. Siempre me supone un nuevo reto. Y no las cambiaría por nada. Pero por otro lado, sí que considero una pérdida de tiempo considerar a esto cita, y no una simple quedada de amigos, si tu no tienes ninguna intención de darme una oportunidad. Sí que considero una pérdida de tiempo decirte lo mucho que me importas si yo a ti no te importo nada. Y sí que considero una pérdida de tiempo intentar pasar las vacaciones contigo cuando tú lo único que haces es sacarle pegas a todo. Si pasas de mí, dímelo. Seguiremos quedando. Ya te he dicho que me gusta mucho pasar tiempo contigo. Además, tu pasado es fascinante… pero ya sabré que te tengo que sacar de mi cabeza cuanto antes.
    -         Siento ser doña problemas.
    -         No eres doña nada. Al menos no doña algo malo.

    Las lágrimas habían cesado. Me hubiese gustado quitárselas, pero no me atrevía a tocarla. Todo se sumió en un incómodo silencio, pero no creía que esta vez fuese asunto mío encargarme de romperlo. Llegamos a su casa. Dejó el coche en el mismo sitio de antes. Si sus padres no habían llegado a casa, desde luego no se darían cuenta de que lo había cogido.

    -         Me alegro de que te haya gustado la cena.
    -         No solo me ha gustado la cena. Sino toda la tarde.
    -         Bueno, pues ya quedaremos otro día… si quieres.
    -         Hacemos una cosa, ¿de acuerdo? Tómate tu tiempo, y cuando sepas si me quieres solo como amigo llámame, me lo dices, y te invito al parque de atracciones.

    Asomó una tímida sonrisa. Me acerqué, le di un beso en la frente. Me encantaba besarla así. Parecía una niña tan pequeña….

    -         Cuídate.

    ******

    Se estaba alejando. Me estaba comportando como una estúpida, pero sus palabras me habían hecho daño… aunque más bien lo que me había dolido era la verdad que escondían sus palabras. ¿Tanto miedo me daba volver a equivocarme? Cris tenía razón, necesitaba pasar la noche en Highgate. Eso me ayudaría a pensar. Pero puede que para entonces fuese tarde…

    -         Pero… ¿qué estoy haciendo? – susurré para mí misma.

    ¿Desde cuando era precavida? Desde nunca. Además… total, si tenía que irse, si al final me iba a abandonar como “peluche”… entonces mejor que me dejase con una sonrisa en la cara y no con el recuerdo frustrado de unos labios que no sabía a qué sabían. Entonces… a la vez que tomaba la decisión… me acordé de aquel papel.

    -         Lucan ¡espera!

    Se dio la vuelta sorprendido y yo corrí hasta alcanzarle.

    -         ¿Qué quieres Nalla?
    -         Yo… - me puse roja – espera un momento.

    Me puse a buscar el papel frenéticamente en el bolso, y cuando lo encontré… me lo pegué en la boca como había hecho él en aquella primera cita.

    -         Kiss Me… - susurró leyendo las palabras que él mismo había escrito.

    Me quité el papel… me acerqué con cuidado… con miedo, aguantando la respiración… nuestras bocas estaban a centímetros de distancia. Él no se acercaba, pero tampoco se alejaba…. Acaricié sus labios con la punta de los dedos… y le besé.  Sus labios eran suaves, perfectos y encajaban a la perfección con los míos. Antes de que pudiese perder el control de la situación me separé. Lo que quería con ese beso no era devorarlo como me pedía que hiciera mi cuerpo, sino darle una respuesta a esa pregunta que tanto miedo le daba. Sonreí sin poder evitarlo…. Me acerqué otra vez hasta que mis labios rozaron su oído cuando le dije:

    -         Ahora… I win. Recuérdalo… yo siempre gano.

    Le di un beso rápido en la mejilla, metí el papel en su bolsillo y desaparecí por la puerta de casa sin esperar respuesta. Tenía prisa… iba a ser una noche muy larga en Highgate.

    "13...Un bonito número... para un momento así"


    Princess_of_Hell

    viernes, 10 de junio de 2011

    Kiss Me (XII)

    Nos miramos. Sus ojos verdes parecían prometer cosas que anhelaba… promesas que necesitaba… fantasías rotas que tenía guardadas en mi caja de cristal.

    -         Si de verdad existe ese sitio…

    Puede que fuese por suerte o por desgracia, pero no pude terminar la frase porque en ese momento llegó Cris con un par de papeles en la mano.

    -         Bueno chicos, pedir por esa boca tan joven que tenéis – y se alejó para darnos tiempo.
    -         ¿Por dónde empezamos? – preguntó.
    -         Pues por los entrantes, como se acostumbra ha hacer.
    -         No me refería a la comida, sino a las condiciones que supongo que me pondrás para perderte conmigo.
    -         Pues lo siento pero se te ha pasado la vez. El momento mágico se rompió hace un par de minutos. ¿Qué quieres comer?
    -         No sé. ¿Hay algo que sea comestible?
    -         ¿Quieres hacer otro voto de esos que has hecho antes?
    -         Mmm…. Solo si me prometes una cosa.
    -         Lo que quieras.
    -         Que vendrás conmigo este verano a Noruega.

    Abrí muchísimo los ojos.

    -         ¿Me lo estas diciendo en serio?
    -         Por supuesto.
    -         Si me explicas el por qué acepto.
    -         Entonces yo haré otro voto de ojos cerrados.
    -         ¡Cris! Pon dos de lo de siempre, ¿vale?
    -         Por supuesto. – nos dedicó una sonrisa cansada y desapareció
    -         Bueno a ver. Explícate. ¿Por qué quieres que vaya a Noruega contigo?
    -         Creí que te gustaría ir.
    -         No te voy a negar que estaría genial. Pero, ¿dónde nos quedaríamos? ¿Por cuánto tiempo? ¿Qué haríamos?
    -         Por partes Nalla. Nos quedaríamos en mi casa. Hay espacio de sobra y a mi madre no le importará. Te enseñaría la ciudad y la escuela donde baila mi hermana. Podrías dar clases con ella un par de días.
    -         ¿De verdad?
    -         Claro. Y en cuanto al tiempo… no sé. Puede que quince días esté bien. La segunda quincena de Agosto. Así tienes tiempo de hablar con tus padres y yo puedo sacar los billetes con tranquilidad.
    -         Tendría que pensarlo.
    -         Lo siento. Demasiado tarde. Ya has aceptado, ¿recuerdas?

    Mire hacia arriba y me quedé pensando. Era algo demasiado bonito como para no dudar. Me moría de ganas por salir de Londres y más si era con él. Pero las cosas para entonces… ¿habrían cambiado?

    -         ¿Y cómo qué iríamos a Noruega?
    -         Me he perdido. – perfecto. De verdad no había entendido la pregunta.
    -         Pues que iríamos como amigos, ¿no?
    -         ¡¿Cómo amigos?! Yo no invito a amigos a mi casa, querida.
    -         Pues entonces tenemos un problema. Porque ahora yo considero que somos eso. Y como las cosas no cambien, o tú no cambies de opinión… creo que irás tú solo a Noruega.
    -         No seas así. Además… espera… ¿Qué yo cambie de opinión? ¡Pero si te he dicho por activa y por pasiva que para mí eres más que una amiga! Así que no me digas que el culpable de todo soy yo. Si aquí hay que buscar a algún culpable esa eres tú. No hay quien te entienda.
    -         Bueno yo… es que estoy hecha un lío – dije de forma entrecortada.
    -         Pues procura deshacer el enredo, porque mientras no te aclares tú, lo único que estas consiguiendo es que ambos perdamos el tiempo.

    Princess_of_Hell

    viernes, 27 de mayo de 2011

    Kiss Me (XI)

    Quedaba comprobado que jugar a la consola durante horas no servía de nada en la vida real. No dije nada desde que sus labios habían abandonado mi mejilla. Sentía anhelo. Por primera vez desde hacía un año y medio no tenía miedo a enamorarme. Y aunque lo tuviese… ya hubiese sido demasiado tarde para querer echarse atrás. Tenía la sensación de que Lucan era especial, de que merecía la pena intentarlo. Atravesé las calles de Londres sin prisa, y al cabo de un rato, estaba aparcando en frente del restaurante. Era antiguo, pero conocía al dueño y sabía que su aspecto exterior no tenía nada que ver con la comida. Era normal que después de treinta años, los muebles pidiesen a gritos un cambio. Como ya esperaba, Lucan puso un gesto extraño.

    -         ¿Aquí es donde haces tus pociones?
    -         No – sonreí.
    -         Entonces vas a intentar envenenarme o algo. Si lo llego a saber rechazo tu invitación.
    -         Que tú tengas que pagar mucho para llevarme a un teatro de lujo, no significa que yo tenga que hacer lo mismo para que tengas la mejor cena de tu vida.
    -         Espera que me río. A no. Es que no puedo. No suelo reírme cuando se burlan de mí.
    -         Dame un voto de confianza, por favor.
    -         Lo que te daré será un voto de ojos cerrados.
    -         ¿Qué es eso?
    -         Los votos que es mejor no pensar ni mirar cuando los haces porque es probable que te arrepientas durante el resto de tu vida.
    -         Eres un desagradable.

    Entré en el local.

    -         ¿Tess?
    -         La misma - sonreí al camarero.
    -         Cuánto tiempo sin verte.
    -         Los exámenes, que secuestran a cualquiera.
    -         ¿Traes compañía? Eso es nuevo cielo. Prepararé entonces la mejor mesa para la pareja.

    No me dio tiempo a replicar. Le seguí sin prisa, sonriendo. Los años pasaban para todos pero él… seguía igual. Un poco encorvado, el pelo blanco, barba de varios días, olor a colonia de Nenuco y  unas arrugas debajo de los ojos que hacían notar su avanzada edad.

    -         En seguida os traigo la carta.
    -         Sin prisa Cris.

    En cuanto desapareció, tuve una avalancha de preguntas.

    -         ¿Cielo? ¿Pareja? ¿De qué le conoces? ¿Quién es? ¿Hay algo que no me has contado?
    -         Tranquilo. Hay demasiadas cosas que no sabes de mí como para enterarte de todas en un día.
    -         Pues creo que puedes ir empezando.
    -         Veamos… él es Cristian, un viejo amigo.
    -         Desde luego viejo sí que está.
    -         ¡Oye! ¡Qué no me refería a eso!
    -         Bueno, entonces tú dirás.
    -         Es un antiguo amigo de mi abuelo. Pasó una temporada en España y me enseñó varias jugadas que no conocía. Cuando fui a Barcelona…estaba allí. Me enteré de que tenía un restaurante en Londres. Su familia es italiana y aunque no tienen mucha clientela, sí se dejan caer por aquí lo suficientes como para poder tener el negocio familiar abierto. Es cocinero, pero por la edad, su hijote ha sustituido. Cuando me mudé aquí, tarde tres tardes enteras en encontrar el restaurante. Desde entonces… vengo aquí a menudo.
    -         ¿Y lo de cielo?
    -         Es algo cariñoso. Soy como su nieta adoptiva.
    -         ¿Y lo de pareja?
    -         Eso… es que siempre vengo sola. Nunca he traído a nadie antes. Eres el primero al que le enseño uno de mis “refugios”.
    -         Vaya… no sé qué decir.
    -         No hace falta que digas nada.
    -         Y… ¿cuántos refugios tienes?
    -         Dos.
    -         Y el otro, ¿cuál es?
    -         Si te lo dijese… ya no sería un refugio porque sabrías donde encontrarme siempre que quiero esconderme. Y a veces… lo único que quiero es desaparecer.
    -         Entonces… desaparece conmigo en un lugar donde nadie nos encuentre y miremos juntos las estrellas.



    Princess_of_Hell

    lunes, 2 de mayo de 2011

    Kiss Me (X)

    Un beso. Conseguir eso en ella era todo un milagro. Con su explicación se me había ido el incomprensible ataque de celos, pero con el beso… con ese beso era capaz de olvidar todo. Contento con mi pequeña victoria, decidí ver hasta donde estaba dispuesta a llegar.

    -         Y si para ti los besos no tienen demasiado valor… dado que con el no ha significado nada y te ha tocado todo lo que ha querido y más… si yo te doy un beso, teniendo en cuenta que no me dejas acercarme, no pasaría nada ¿no?
    -         Sí, claro que pasaría.
    -         ¿Por qué?
    -         Porque no es lo mismo.
    -         Si yo te besara ¿Qué significaría para ti?
    -         Significaría algo que no estoy dispuesta a decirte.
    -         Con eso me estas confesando que mucho.
    -         Prefiero hacer una confesión silenciosa que decirlo en voz alta.
    -         Que sepas que esa me la apunto.
    -         Si quieres te dejo un bolígrafo.
    -         ¿Ese cutre de Victoria Francés?

    Me echó una mirada asesina.

    -         Sí, ese increíble, fantástico e insuperable bolígrafo de Victoria Francés.
    -         No gracias. Creo que mi complejo de Doris es capaz de retener esa información.

    No contestó. Parecía que estaba pensando.

    -         Tengo hambre. – dijo.
    -         Si quieres puedes comerme a mí. No me importaría.
    -         No tienes remedio. Gracias por la sugerencia pero creo que no me apetece comer Lucan al punto con salsa de especias extrañas.
    -         ¿Especias extrañas?
    -         Si te como a ti, la colonia va incluida.
    -         Jajajajaja. Muy bien. ¿Quedo tocado y hundido entonces?
    -         Depende. Si no tienes nada mejor que ofrecerme…
    -         Bueno, a lo mejor te apetece más Lucan con chocolate.
    -         Seguirías existiendo el problema de la colonia querido.
    -         Uff, querido… bueno, por el apodo cariñoso te dejo elegir.
    -         Qué amable. – se quedo callada unos segundos antes de decir –Te invito a cenar. ¿Te gusta la comida italiana?
    -         Por supuesto. Es una de mis favoritas.
    -         Menos mal. Hay algo en lo que estamos de acuerdo.
    -         Pero…
    -         Sí, claro. ¿Cómo no iba a haber un “pero”? era demasiado bonito para ser verdad.
    -         Pero, ¿no suele ser el chico el que invita?
    -         Pero… ¿desde cuando los convencionalismos van conmigo? – sonrió. Tenía razón.

    Mirando las calles y las personas que paseaban tranquilamente por el parque, le dije aquello que sabía que quería oír.

    -         Bailas bien.
    -         ¿A qué viene eso?
    -         A que querías saber mi opinión y yo había quedado en dártela.
    -         Creía que había quedado claro que te había traído porque soy la chica más mala del mundo y quería que vieses lo poco que me importas.

    Estaba seria, muy seria. Desde luego, mis palabras de antes la había hecho mucho daño. Me sentía mal y necesitaba arreglarlo.

    -         Hay algo en toda esa oración compuesta que es correcto. Estaba celoso. Mucho. ¿Para qué negarlo? Pero en el resto no has dado ni una.
    -         Es más o menos todo lo que me has dicho resumido en una frase. – dijo con indiferencia para ocultar lo que de verdad sentía.
    -         No. Eso es la interpretación que le has dado a mis palabras con esa increíble imaginación que tienes. Si dejamos a un lado todas las personas… Bailas genial. Es verdad que te falta un poco de técnica ya que no estás en una escuela de verdad, pero sabes transmitir al público el sentimiento adecuado en cada momento con la forma que tienes de moverte. Haces que los pasos parezcan sencillos, y desde luego se nota que te encanta lo que haces. Si quisieras… podrías dedicarte a ello profesionalmente. Porque además, el cuerpo te acompaña.

    Ya estaba. Dicho. Me sorprendí a mi mismo al ser capaz de ser tan sincero. De verdad pensaba que bailaba bien. De hecho me planteé presentarle algún día a mi hermana. Sería todo un reto estar una semana en sus clases.

    -         ¿Y a qué  viene esa confesión?
    -         Es mi forma de pedirte perdón. ¿Contenta?

    Me miró son diversión antes de hablar y seguir mirando a la carretera.

    -         En realidad no. ¿Qué has querido decir con lo de “el cuerpo te acompaña”?
    -         Es obvio.
    -         No estoy de acuerdo. Quiero una confesión a cambio de la mía.

    Me quedé pensativo valorando las posibilidades que tenía.

    -         Lo que pienso de tu cuerpo es demasiado comprometido como para decirlo en voz alta. Tendrás que conformarte son el adjetivo “perfecto”.
    -         ¿No cambiarías nada de mí? – parecía realmente sorprendida.
    -         ¿Para qué? Si cambias cualquier mínima cosa de ti, ya no serías tú. Y si no eres tú, ya no me gustarías porque habrías perdido ese imán que hace que no deje de pensar en ti. Y ya no solo del físico. Porque Nalla, no estoy enamorado de ti solo porque seas guapa, que lo eres. Sino que también estoy enamorado de tus defectos. Me encanta cuando me dices esas frases sin sentido y confiesas que no confías en mí. Porque al decírmelo me estás dando una oportunidad para intentarlo. Me encanta cuando se te olvidan las cosas porque estas nerviosa y sobre todo me encanta tu obsesión con el chocolate. Abre todo un abanico de posibilidades. – sonrío.

    La había dejado sin palabras y aproveché ese momento para devolverle el beso que ella me había dado antes. Antes de separarme la susurré al oído:

    -         I win.


    Princess_of_Hell

    domingo, 1 de mayo de 2011

    Kiss Me (IX)

    Conseguí que cambiase de cara. Pero no sabría decir si para bien o para mal.

    -         Vamos que entonces soy yo quien te da asco
    -         ¿Pero tú estas tonto o qué? Si me dieses asco no te habría traído, ¿no crees?
    -         Entonces me has traído para que te cuente lo mucho que me gusta que un tío te diga a gritos que le des su número de teléfono. Porque sino no lo entiendo.

    Ahora la que se estaba empezando a cansar y a enfadar de tanta estupidez era yo.

    -         Te he traído porque me apetecía, porque quería compartir contigo una de las cosas que más me gustan en este mundo y porque quería que me vieses bailar para que me dieses tu opinión.
    -         ¿Y qué más da mi opinión?
    -         Pues si que da. ¡Y mucho!- grite sin darme cuenta de lo que decía.

    Su expresión se relajo, pero ni mucho menos dio la partida por perdida.
    -         ¿Quieres saber lo que pienso? Que no me sirve de nada ver lo bien que bailas y el tipazo que tienes si luego dejas que te bese cualquiera y por el contrario, ni si quiera me dejas que te coja de la mano. Eso es lo que pienso.
    -         ¿Pero se puede saber que te pasa con los beso? ¿Tienes algún trauma de la infancia? Qué pasa, ¿Qué tu madre no te daba un beso de buenas noches? Porque de verdad que no te entiendo.
    -         Perfecto. ¿Y luego el que se supone que no tiene neuronas soy yo? ¿El qué no entiendes? – dijo ofendido.
    -         Pues tu actitud. Si llego a  saber que me vas a montar un numerito, no te digo nada.
    -         Genial. Entonces lo que no entiendes es que te quiero. Una buena revelación.

    Me quede muda de asombro. Antes, en el coche, lo había dejado caer, pero es que ahora me lo había dicho directamente. Y lo peor es que a mi… me gustaba la idea. Demasiado. No espero una contestación, porque yo creo que en el fondo, los dos sabíamos que aquella conversación había finalizado. Fuimos silenciosos hasta el coche. Por alguna estúpida razón me sentía mal por lo que había pasado. En cierta forma, tenía que reconocer que llevaba razón. El se portaba siempre bien conmigo, y yo solo le daba un eterno rechazo como moneda de cambio. Y eso no estaba bien, porque aunque alguna vez le confesase que era importante para mí, sabía de buena tinta que las palabras no son suficientes si no se demuestran con acciones que las respalden.
    La verdad de aquella conclusión me asusto. ¿Estaría empezando a sentir algo más que aprecio, cariño y amistad por Lucan? Lo más probable, es que sí. Necesitaba darle una explicación. Cuando cerramos las puertas, rompí el silencio que reinaba entre nosotros.

    -         No es un cualquiera.
    -         ¿Perdón? – dijo distraído sin prestar mucha atención.
    -         Que el chico al que he besado, no es un cualquiera. Se llama Ismael. Lo conozco desde que llegué aquí y paso muchas horas a la semana con él a lo largo del curso.
    -         ¿Piensas que con eso queda todo arreglado?
    -         No. Pero no he terminado. Así que calla y escucha. Me ha enseñado todo lo que sé. Le aprecio mucho como amigo y como bailarín. El beso que tanto te ha molestado no estaba en el guión. Se había comentado alguna vez, pero ninguno de los dos queríamos. Pero justo antes de salir al escenario, nos han comunicado que había venido un caza talentos, y el quiere una beca para poder dedicarse al baile profesionalmente. Entonces, en cuestión de segundos, las cosas han cambiado. Me lo ha pedido como favor, y yo he aceptado para agradecerle todo lo que ha hecho por mí. Al final, ha resultado funcionar, porque se han fijado en él. Pero ese beso, no ha significado nada Lucan. De verdad.

    Le miré para ver que decía, y como no decía nada, intenté leer en su expresión lo que pensaba. Me miraba con desconfianza.

    -         Claro, lo que tú digas. Las brujas pirujas con poderes mienten, y cuando has admitido el mucho cariño que le tienes, has perdido las pocas posibilidades de que te crea.
    -         Es gay.

    Parece que eso funciono. Estaba perplejo, no se lo esperaba.
    -         ¿Me estás tomando el pelo?
    -         No. No acostumbro a comer pelo.

    Sonrió. Por fin se le había pasado en enfado. Era como un niño cuando consigue su caramelo.

    -         Entonces seguiré luchando por un beso tuyo. Por lo que parece no está todo perdido.

    Quería sorprenderle. ¿Cómo? Era fácil. Antes de arrancar me incliné hacia él y le di un casto beso en la mejilla.



    Princess_of_Hell

    martes, 26 de abril de 2011

    Kiss Me (VIII)

    Antes de poder reaccionar a mi propia contestación e intentar no dejar mis sentimientos en evidencia, llegamos a un aparcamiento lleno de coches, padres estresados, niñas disfrazas y con un ambiente cargado de ilusión. Nos bajamos del coche a la vez, y dijo precipitadamente.

    -         Coge sitio. Nos encontraremos cuando termine todo. Tengo que vestirme.

    Y se fue con las mejillas sonrojadas y la mirada clavada en el suelo sin dejar si quiera que la contestase.
    Suspiré resignado y caminé con tranquilidad hacia el interior del auditorio. Era normal, sin ningún adorno pomposo, con un ejército de sillones rojos colocados en semicírculo alrededor de un gran escenario de parqué que estaba oscuro y vacío. Me senté en la zona central para asegurarme de poder verla en todo momento. Más o menos, después de quince minutos de espera, aguantando a todos los padres armados con cámaras de video que no dejaban de parlotear a mi alrededor, el escenario se iluminó y todo quedó en un silencio sepulcral, que duró segundos, pues en cuando el parqué se llenó de niñas pequeñas, muchos comenzaron a gritar. Eran niñas que se movían de forma desordenada. El siguiente grupo, seguían siendo niñas, pero esta vez iba vestidas de sirenas. El siguiente de duendes. Cuando llegó el turno de las medianas, los vestuarios cambiaron considerablemente. Eran más modernos, más llamativos, pero seguían siendo sutilmente infantiles. Y al final, por fin, después de tres cuartos de hora de espera, les llegó el turno a los mayores. Por lo que había escuchado a unos chavales que estaban dos filas por delante de mí, eran tres grupos los que quedaban por bailar, y al parecer se rumoreaba que el último iba a ser una especie de espectáculo diferente al resto de coreografías, que a mí entender, eran bastante pobres.

    Cuando se apagaron las luces y anunciaron el último baile, tuve que esperar, intuir o simplemente llegar a la conclusión más lógica, de que le tocaba bailar a Tess puesto que no había aparecido anteriormente. Todo quedó en un auténtico silencio cuando comenzó a sonar la música de la película de Dirty Dancing. Un chico alto, con una camisa negra medio desabrochada apareció como protagonista bailando los primeros compases de la canción junto a la voz del cantante. Desde atrás, delgada, con soltura y moviendo las caderas al andar de una forma fluida y controlada, apareció ella. Tess. Madre, parecía… yo no sé que parecía. Llevaba un vestido blanco extremadamente ajustado que le marcaba cada curva de su cuerpo. Se acercó al chico, se miraron fijamente, y este último le invitó a bailar. Se movieron ajustando sus movimientos a las voces de la canción, empezaron a entrar más bailarinas en escena, las luces perdieron intensidad, y con un cambio de música… hicieron un figura en el aire que me dejó sin respiración solo de pensar que mi querida Nalla podría caerse al suelo. La nueva música no era romántica. Al contrario, desprendía rabia, ira, fuerza e incluso un pequeño sentimiento de lujuria que ellos consiguieron interpretar a las mil maravillas. ¿Cómo? Pues Tess salió corriendo al otro lado del escenario mientras que en medio del camino hacía una voltereta lateral junto con sus compañeras. El chico desconocido se quitó la camisa y se quedó con una camiseta ajustada sin mangas de color rojo. Fue detrás de ella como enfadado, disgustado, desesperado y cuando la alcanzó, cogió su vestido blanco y se lo quito. La prenda salió volando por los aires quedando olvidada en un rincón. Tess, interpretando estar ofendida, se alejó de él. Un foco la iluminó solo a ella. Tenía un pantalón vaquero muy cortito y un top que le tapa lo justo como para dar paso a una gran imaginación. Estaba casi sin ropa… el pelo le caía alborotado por la espalda casi desnuda y los pasos de baile en solitario que estaba llevando acabo hicieron que me quedase casi sin respiración ante aquella escena. Deseé poder ir corriendo, llevármela lejos de todas las miradas indiscretas y poder besarla. El resto del baile fue una auténtica tortura. Eran movimientos entrelazados con gestos, sentimientos, relatando una auténtica historia de amor. Al final, cuando la supuesta pareja se reconcilia… se abrazan y… se besan de forma superficial. ¡Se besan! Mi humor empeoró por momentos cuando al terminar, todos los chicos de mi alrededor, como si no hubiesen visto a una tía en su vida, se pusieron de pie a gritar, vitorear e incluso a insinuar. No me quedé para ver el saludo que me parecía totalmente innecesario. Salí a la calle realmente enfadado.

    ******

    Estaba contentísima. ¡Me había salido perfecto! Estaba ansiosa por ver qué pensaba Lucan, así que me despedí de Ismael, mi profesor de baile.

    -         Me voy que tengo prisa.
    -         Muy bien Tess. Lo has hecho genial. – me abrazó con fuerza. – Es probable que lo queramos llevar a competición.
    -         Eso es perfecto.
    -         Entonces, ¿puedo contar contigo para dentro de un mes más o menos?
    -         Por supuesto. Llámame para ensayar.
    -         Hecho. Cuídate.

    Y salí corriendo a buscarle. Cuando le vi a lo lejos, todo en él irradiaba “peligro”. Su postura, su gesto… hasta podría decir que su aura gritaba que estaba de mal humor. Dejé de correr para acercarme despacio y darme tiempo a averiguar por qué estaba así. Pero no funcionó, porque cuando le alcancé, lo único que había conseguido era estar más confusa que antes.

    -         ¿Qué te pasa?
    -         No sé, dímelo tú.
    -         ¿Yo? Pero tú te crees que soy adivina, bruja o algo parecido.
    -         Adivina no, pero un poco bruja sí que eres.
    -         ¿Perdona? Creí que era el no se qué sin cabeza. – dije intentando hacer un intento fallido de que cambiase de cara.
    -         No. No te perdono. – sonreí.
    -         Bueno, vale, pues hoy mis poderes de bruja piruja no funcionan con peces dementes como tú. ¿Puedes hacer un esfuerzo y decirme qué magia extraña he hecho como para provocar tal tormenta apocalíptica como para que tengas cara de querer matar a alguien?
    -         Piensa un poco que te va a venir bien. – gruñó.
    -         Bueno. Menos humos.

    Y me puse a pensar. Entonces se me ocurrió que a lo mejor era la ropa ya que alguna vez me había hecho algún comentario sobre ella.

    -         ¿El vestuario?
    -         Por supuesto que sí. Pero eso no es todo. – explotó - ¿Qué se supone que hace la chica “doña odio el contacto físico” besándose con cualquiera?
    -         ¿Estás celoso?
    -         No.
    -         Ya claro. Pues como tú dices, invéntate una excusa mejor la próxima vez. Y para tu información, yo beso a quien me da la gana. Un beso es eso, un beso. Y solo tiene el significado que uno quiera darle.





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